De cine, cazadores, Mario Casas y su kar 98k

Otra ocasión perdida para el cine rodado en Asturias

Fui a ver con cierto interés la película dirigida por Samu Fuentes, Bajo la piel de lobo (2017), y mi decepción no puede ser mayor. Pasemos a explicar por qué haciendo un breve repaso recordatorio. En España hay un puñado de obras que han intentado sacar provecho de los elementos más atávicos, oscuros y esforzados de nuestra intrahistoria. Entre ellos, las difíciles y muy duras vidas de cazadores rurales y alimañeros, ocupan un pequeño lugar nada desdeñable. Cualquier cinéfilo puede recordar la sin par Furtivos (José Luis Borau, 1975), Tasio (Montxo Armendáriz, 1984), Pasos largos (Rafael Moreno Alba, 1986) y también la adaptación televisiva de la novela de Luis Berenguer, El mundo de Juan Lobón (Enrique Brasó, 1989). Y de forma más destacada las versiones cinematográficas de las novelas de Miguel Delibes, Los santos inocentes (Mario Camus, 1984) y Las ratas (Antonio Giménez Rico, 1997). Y a buen seguro me dejo alguna de temática y factura similar.

Por otra parte nuestra nación, esa que fue el laboratorio en el que Leone rubricó su trilogía del dólar dando lugar al Spaghetti Western, tiene una rica variedad orográfica, paisajística y climatológica que, unida al complejo y cainita polimorfismo de su paisanaje, conforma un excelente caldo de cultivo para desarrollar un “Western a la española y de lo español”. Yo pienso que el propio Garci, tan enamorado de Asturias, concibió así su Luz de domingo (2007), película en la que tuve el gusto de participar como figurante en un par de secuencias, aprovechando la ocasión para preguntarle al director por las claves de cine de John Ford, ya que yo estaba estudiando El sargento negro (1960) para mi tesis doctoral. A Garci y a Torres-Dulce no puedo más que estarles muy agradecido.

Ese proyecto de un Western de lo español sería posible si muchos políticos, los administradores de los dineros públicos, no anduviesen a la greña y empeñados en desguazar lo que queda del solar hispano, subvencionando proyectos corrosivos para la pervivencia de la nación o de dudoso talento e interés.

Hay que recordar que dentro del Western, que es el último gran género mitológico clásico y expresión ideológica sublimada de la génesis imperial de la nación estadounidense (algo que Estados Unidos tiene en común con España como imperio generador), los dedicados a subrayar la heroica lucha del “outsider” solitario contra los elementos, ocupan ya un lugar importante. Nos referimos a lo que algunos historiadores llaman “prewesterns”, y que no son más que un desarrollo, en clave ecologista, indigenista y relativista cultural, de una de las capas del curso esencial del mito del héroe en dicho género cinematográfico. Con antecedentes clásicos, como Más allá del Missouri (William A. Wellman, 1951) y Río de sangre (Howard Hawks, 1952), citemos de pasada obras como Un hombre llamado caballo (Elliot Silverstein, 1970), El hombre de una tierra salvaje (Richard C. Sarafian, 1971) y La venganza de un hombre llamado caballo (Irwin Kershner. 1976), pero sobre todo Las aventuras de Jeremiah Johnson (Sydney Pollack, 1972) y recientemente El renacido (Alejandro G. Iñárritu, 2015). La importancia de estos filmes no es menor, pues. Jeremiah Johnson supuso el renacer ecológico de buena parte de los cazadores norteamericanos a lo que, desde la terminología del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno, llamamos “caza angular”, y que ya nuestro colega Alfonso Tresguerres desarrolló en aplicación a la Tauromaquia y para profundizar mucho más que Ortega en dichos tema: caza y toros.

Que los pretendidos ecologistas y animalistas sigan ignorando estas investigaciones a la hora de desarrollar sus críticas no es más que un síntoma de pereza intelectual, cuando no de clara estulticia. (Véase nuestro comentario, desde el Materialismo Filosófico, a la teoría de la caza de Ortega en “Filosofía materialista y Deporte”. https://www.youtube.com/watch?v=YacS6PhbePM&list=PLS3wjO1I7ME8mASHO3_fpdjvn0hXF40QE&index=13. Minutos del 37’48’’ a 1 hora 0’ 50’’).

Asimismo El renacido, a la que dedicamos buena parte de nuestro libro El Western y la Poética (Editorial Pentalfa, Oviedo, 2016) alimenta de nuevo la ideología del “buen salvaje”, del paraíso perdido y de la Naturaleza como redentora y juez inapelable. Creencias todas estas que hacen las delicias de la nueva Izquierda Indefinida, que se define en política no tanto desde el “eje circular”, cuanto desde el “eje radial y angular del espacio antropológico”.

Sentados pues estos antecedentes hay que decir que Bajo la piel de lobo es una obra fallida desde todos los puntos de vista y no sólo por falta de presupuesto, sino de talento. Nada en ella es creíble dentro del ámbito de la verosimilitud que han de tener las apariencias fílmicas, y esto a partir del mismo guion, del relato, fábula o “mythos”. Tampoco son creíbles la puesta en escena, el atrezo, la planificación de las secuencias y los movimientos de cámara. Sólo la actuación de Irene Escolar en el papel de Adela resulta acertada. En conjunto, una trama tan pobre y de trazo grueso abocan a un final tan anodino como inexplicable. Y es que no se puede jugar a ser Sydney Pollack y Robert Redford, o Iñárritu y DiCaprio, si se es un novato en esto del cine, se tienen pocos recursos financieros y lo que es peor ideas pretenciosas o confusas.

Que un actor aprenda a moverse por los bosques como un auténtico alimañero y no digamos como un furtivo, como un “hombre alerta” (según la clásica noción orteguiana también aceptada por Miguel Delibes), frente a la fauna, los elementos y la implacable presión de la Guardia Civil, no se improvisa en dos días. Sólo un maestro puede lograrlo, como por ejemplo Akira Kurosawa dirigiendo a Maksim Munzuk en Dersu Uzala (1975).

Por poner un ejemplo, ¿qué pinta un fusil máuser alemán modelo Kar 98K, propio de la IIª Guerra Mundial, en manos de un paupérrimo cazador español? ¿Se sitúa la acción después de la guerra?, ¿es un maquis? No parece que esto sea así y el guion, ausente, no nos contextualiza nada. ¿Desde cuándo un alimañero, que habitualmente usaría una roñosa escopeta de perrillos cargada con postas, dejaría su arma tirada sobre la nieve para que se oxide o se obstruya el cañón? Si el director se hubiese molestado en leer las obras de J. E. Casariego sobre la caza en Asturias habría aprendido algo que hiciese más verosímil su película. Apuesto a que el Kar 98K, que sale en manos de Mario Casas, es una copia china actual en calibre 22 fabricada por Norinco.

Vamos acabando. No hace mucho María Elvira Roca Barea, la autora del excelente Imperiofobia y leyenda negra, argumentaba que ella conocía historias verídicas mucho mejores, sobre nuestros Conquistadores, que la ficción de Pérez-Reverte puesta en escena por Díaz Yanes en Oro (2017). Digamos nosotros con modestia lo mismo, desde nuestro conocimiento del Western, las armas del siglo XIX, y la tradición armera y cinegética española. Ahí están nuestros artículos y conferencias sobre el tema, y lo comento porque sino nadie va a decirlo por mí. Pues en el caso que nos ocupa, ni mi buen amigo y colega Pablo Huerga encontraría nada de racionalidad científica operatoria en el filme de Samu Fuentes. Y digo más. Si un director español, enamorado de Asturias sin estridencias nacionalistas, se anima un día a adaptar a la pantalla la montañesa obra de Pereda, Peñas Arriba, o a llevar al cine la biografía del gran cazador de osos Xuanón de Cabañaquinta, aquí tiene un amigo para ayudarle con el relato y en todo lo referente a la ambientación. Y es que la historia de Asturias, como parte formal de la de España, se merece un respeto.

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