El posicionamiento de D’Ors ante la I Guerra Mundial, a la que calificó de “guerra civil entre europeos”, es un elemento fundamental para profundizas en su pensamiento metapolítico, y para mostrar que este ya estaba maduro en su etapa catalana. Tal como ya hemos mencionado en artículos anteriores, aunque España permaneció neutral en el conflicto, existieron, en la opinión pública española, sectores simpatizantes con la causa de los aliados (aliadófilos) y sectores simpatizantes con la causa de los Imperios Centrales (germanófilos). Entre el catalanismo prevaleció la simpatía por la causa aliada, aunque parece ser que Prat de la Riba y el propio Cambó simpatizaban con la causa alemana, simpatías que disimulaban tras una posición neutralista.
D’Ors optó por una tercera via: la condena a la guerra, a la que calificó de “guerra civil de Europa”. Reivindicando a la vez a la Monarquía de Carlomagno y al Sacro Imperio Romano Germánico critica los argumentos de uno y otro bando.
D’Ors expuso sus argumentos en el libro “Lletres a Tina o la Guerra Gran”[1], donde se recogen un conjunto de cartas enviadas a una niña alemana imaginaria. También defendió su posición desde gran número de artículos periodísticos.
Llega a organizar un grupo de “Amigos de la Unidad Moral de Europa” que redacta un manifiesto en el Ateneo Barcelonés, que es firmado por algunas figuras destacadas de la intelectualidad catalana. Además, conecta con otras figuras europeas contrarias a la guerra, como el francés Romain Rolland y el inglés Bertand Russell.
Aquí lo que nos interesa son las concepciones metapolíticas que podemos deducir de la posición de D’Ors ante la guerra, por lo cual no comentaremos otras cuestiones, como, por ejemplo, la perdida de popularidad que significó para D’Ors su postura, al menos entre los sectores más aliadófilos del catalanismo, que veían en su posición un criptogermanismo.
Se podría describir la posición de D’Ors como “europeísta”, pero este término, hoy en día, significa algo totalmente distinto de lo que pensaba D’Ors sobre Europa. Europeísta, en el momento actual, es el partidario acrítico de la UE, y el modelo de esta UE para Europa, con su servilismo hacia EEUU, su política de cancelación de la propia cultura europea y su incapacidad para ser un actor geopolítico de relevancia, se encuentra en las antípodas del modelo imperial que quería D’Ors para Europa.
La Europa que imagina D’Ors podría haber sido si el proyecto imperial de Carlos V hubiera triunfado. Una Europa unida en lo cultural (catolicismo), bajo la autoridad temporal de un Emperador y la espiritual de un Papa, que dejara de ser rey temporal. Pero la Europa que triunfó fue la de Westfalia, con el reconocimiento del poder absoluto de los príncipes, que evolucionaria posteriormente al absolutismo de los estados-nación, hacia el nacionalismo y, en consecuencia, hacia la guerra.
A pesar de todo, D’Ors mantiene la esperanza que la posguerra marque una evolución positiva, hacia una mayor colaboración de las naciones europeas y hacia soluciones “socialistas”. En esto coincide con el aliadófilo Maeztu. Incluso ve con buenos ojos el proyecto de la Sociedad de Naciones, impulsado por el presidente estadounidense Wilson, sin darse cuenta de que este proyecto es el primer paso hacia el control de USA sobre Europa, control que llegará a su culmen después de la II Guerra Mundial.
La realidad fue muy otra. La humillación que significo para Alemania el Tratado de Versalles sentaría las bases para el surgimiento del nazismo y de la próxima guerra. La descomposición del Imperio Austro-Húngaro, el otro gran perdedor, en una miríada de estados-nación étnicos, iría en dirección totalmente contraría a las ideas de D’Ors sobre la unidad, y confirmaría su afirmación de que “todo nacionalismo es separatista”.
D’Ors y el sindicalismo
En anteriores artículos ya nos hemos referido a las relaciones de D’Ors con el sindicalismo durante su etapa catalana, así como la influencia de estas relaciones con la rotura con el catalanismo de la Lliga. Ahora vamos a ocuparnos, básicamente, de la relación del interés de D’Ors por el sindicalismo con sus ideas metapolíticas.
De entrada, puede parecer paradójico que alguien como D’Ors, imbuido en ideas clasicistas de orden y jerarquía, se interesara por el sindicalismo, que, en aquellos momentos, estaba monopolizado o, al menos, liderado por el anarquismo. No hay ninguna noticia de que D’Ors tuviera ninguna relación con los Sindicatos Libres, que procedían del carlismo radical y cuyas ideas podían estar más próximas a las de D’Ors.
Para explicar esta simpatía de D’Ors por los movimientos sindicales, que le llevaron a relacionarse con movimientos izquierdistas y republicanos en ciertos momentos de su trayectoria nosotros propondremos dos hipótesis. Ambas no son incompatibles, sino más bien complementarias.
Por una parte, D’Ors, como buen “revolucionario conservador” se interesa por el sindicalismo, pero no lo ve como un instrumento de lucha de clases, sino como un elemento de vertebración social y de participación de los trabajadores en la vida sociopolítica. Esto no es contradictorio con el apoyo de D’Ors a determinadas huelgas y luchas obreras, pues en el seno de una sociedad liberal forzosamente el sindicalismo tiene que recurrir a instrumentos de lucha.
En el seno de una sociedad nueva, basada en el corporativismo y no en el individualismo liberal, el sindicalismo toma otra dimensión. Aquí entra en juego el interés de D’Ors por las profesiones, los oficios y, en general, por la vocación. La integración y la participación sociopolítica, en esta sociedad futura, no van ha hacerse a través de unas estructuras artificiales y oligárquicas como son los partidos políticos, sino a través de los oficios y las profesiones, siendo los sindicatos los encargados de vertebrar esta participación. Cuando desde Falange se proponían sindicatos organizados por ramas de producción se estaban manifestando las influencias de D’Ors en este movimiento político.
Por otra parte, y a un nivel más coyuntural, a medida que crecía su malestar dentro de la Lliga, que culminó con su defenestración, y después de la misma, D’Ors se aproximaba más y más a los movimientos sindicales y a las fuerzas de izquierda. Así lo vemos asistiendo al entierro de Francesc Layret, victima de las tensiones sociales en Barcelona, asesinado a tiros (no está claro si por pistoleros de la patronal o por miembros de los Sindicatos Libres). Llega incluso a mirar con buenos ojos a la revolución bolchevique.
Esta aproximación a la izquierda, sus buenas relaciones con los republicanos lerrouxistas y su interés por el sindicalismo no son exclusivas de D’Ors. Las encontramos en otros revolucionarios conservadores que buscan un camino de expresión a sus inquietudes sociales y políticas, incluso en dirigentes abiertamente fascistas, tanto en España como en otros lugares de Europa. Maeztu simpatizó con el socialismo antes de militar en el tradicionalismo. Militantes de Falange, como Alvarez de Sotomayor, procedían de la izquierda anarquista. El propio Mussolini había sido dirigente del Partido Socialista Italiano, mientras que Mosley, el fundador de la Unión Británica de Fascista, procedía del Partido Laborista.
Sin embrago, el caso de D’Ors es distinto. Como ya hemos indicado muchas veces a lo largo de este trabajo, no puede hablarse de una “evolución” de su pensamiento. Lo que hay es una búsqueda continua de canales de expresión de unas ideas metapolíticas elaboradas de forma completa desde sus inicios. Lo busca primero en la Lliga, después en los círculos republicanos y en sindicalismo, y finalmente lo encontrará en Falange Española, movimiento al que había contribuido en la forja de su mensaje y su estilo, tal como veremos en el próximo capítulo.
[1] D’Ors, E. (1993) Lletres a Tina, Barcelona, Quaderns Crema.