Cuando la socialdemocracia alemana y los servicios (no tan secretos) norteamericanos forzaron, en Suressnes, la reconversión de PSOE de partido marxista-leninista revolucionario a partido socialdemócrata y atlantista, tenían muy claro que este partido tenía que ser la columna vertebral del futuro régimen de 1978 que tenían preparado para España. Este nuevo PSOE reunía todas las características necesarias para la misión que se la encomendaba: un pasado revolucionario y una retórica “progre”, “feminista” y “ecologista” que le permitiría realizar los mayores dislates y neutralizar cualquier oposición, tachando de “fascistas” y reaccionarios a todo aquel que se le opusieran.
Así los gobiernos del PSOE pudieron, en el pasado, desmantelar la industria española con su “reconversión” o convertir los centros educativos en guarderías adoctrinadoras con su nefasta LOGSE (y actualmente con su no menos nefasta LOMLOE), y actualmente convertirse en máximos propagandistas en España de la Agenda 2030, máxima expresión del globalismo y del turbocapitalismo.
Junto al PSOE gestaron una oposición domesticada, el PP, sin agenda propia, y cuya misión era contener a los descontentos y servir de “alternativa” al PSOE, para que España no se apareciera al Méjico del PRI, pero sin tocar nunca ninguna de las medidas del PSOE impuestas por el globalismo.
En Cataluña las cosas han sido algo distintas. Aquí el PSC (versión catalana del PSOE) no ha tenido que competir con un PP acomplejado y sin agenda política propia (el PP en Cataluña no pinta nada), sino con un nacionalismo agresivo y con fuerte implantación popular, sobre todo en la Cataluña interior. No se le puede negar su habilidad, pues ha tenido dos presidentes de la Generalitat (Maragall y Montilla) y ha controlado, y parece que vuelve a controlar, los principales ayuntamientos catalanes.
¿Cuáles son las características de este PSC proteiforme y camaleónico? Veamos algunas de ellas:
En primer lugar, es un partido profundamente clasista. Teniendo en cuenta que el apellido más abundante en Cataluña es García, y que el principal bastión electoral del PSC es el cinturón industrial del área metropolitana de Barcelona (donde aún abundan más los García), es curioso observar que la mayoría de altos dirigentes de este partido tienen acrisolados apellidos catalanes. Hay excepciones, como el caso Montilla, pero no deja de ser una excepción.
Pero no es solamente esto. Se pueden tener ocho apellidos catalanes y no pertenecer a las 300 familias que han controlado la política la economía y la cultura en Cataluña desde tiempo inmemorial. Sin embargo, en el PSC encontramos una buena representación de estos ilustres linajes en los puestos fundamentales de gobierno: ahí están los Raventós, los Maragall o los Nadal para poner algunos ejemplos.
En el PSC convive una base de castellanohablantes y de origen humilde con una cúpula donde está perfectamente representada la burguesía catalana más exquisita. Y esta base les sigue votando creyendo que defienden sus intereses, e incluso los ven como una alternativa al nacionalismo, cuando en realidad, y como veremos, el auge del separatismo en Cataluña no habría sido posible sin la complicidad del PSC.
Pero lo que caracteriza, más que ninguna otra cosa, a este partido es su ambigüedad camaleónica. Si el electrón, en la mecánica cuántica, puede ser a la vez onda y partícula, el PSC en la política catalana puede ser una cosa y su contraría, sin el mínimo rubor. En los inicios del pujolismo acepto, con entusiasmo, la llamada “normalización lingüística”, eufemismo para referirse a la práctica expulsión del español en educación y en la administración catalana.
Un presidente de la Generalitat del PSC, Maragall, inició una reforma del Estatuto de Autonomía, que nadie pedía, y que fue, de alguna manera, la prehistoria del proceso separatista. Otro presidente de la Generalitat del PSC, Montilla, encabezó una manifestación contra la sentencia contraria a la reforma del Estatuto, y regó, con subvenciones millonarias, a la entidad separatista Omnium Cultural para que organizara dicha manifestación.
Mientras tanto, encontramos representantes del PSC en la dirección de este Frankenstein sociopolítico llamado Sociedad Civil Catalana, junto a otros del PP y de Ciutadans. Esta entidad, regada con generosas subvenciones de empresas del Ibex-35, tenía como finalidad teórica luchar contra el independentismo, aunque en la práctica sirvió para controlar a la reacción popular antiseparatista para que no saliera de madre.
Al mismo tiempo que miembros del PSC se manifestaban, junto al PP o a Ciutadans en defensa de la Constitución y por la “unidad de España” (¿??), al mismo tiempo que el PSOE, y con él PSC, apoyaban el 155 light de Mariano Rajoy, alcaldes del PSC amenazaban a hoteles de sus localidades por haber hospedado a policías y a guardias civiles desplazados a Cataluña, en el mejor estilo CDR. No hay nada mejor para ganar que estar a la vez en los dos bandos.
Nada de esto debe extrañarnos. El PSC es un partido que propugna públicamente el federalismo y la constitución de la «nación catalana». Fue creado el 16 de julio de 1978 mediante la fusión de los tres partidos socialistas existentes durante la Transición española en Cataluña.
A finales de 1976 Convergencia Socialista de Catalunya había promovido un congreso de militancias socialistas dispersas que venía gestándose desde 1974 a fin de promover una reunificación, que culminó en 1977 cuando el PSC-C y la Federación Socialista Catalana del PSOE pactaron una candidatura única para las elecciones de junio, denominada Socialistes de Catalunya. En 1978 las distintas fuerzas socialistas llegaron a un acuerdo que cristalizó en el Congreso de la Unidad Socialista. En este Congreso se fundó el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE), resultado de la fusión entre los grupos catalanistas PSC-C, PSC-R y la Federación Catalana del PSOE. El nuevo partido aglutinaba a todo el espectro socialista catalán, y tenía una relación federal con el PSOE, a pesar de que formalmente era un partido diferente y autónomo al fundado por Pablo Iglesias.
Todos estos grupos y grupúsculos que se habían unido en la Convergencia Socialista de Cataluña mantenían un marcado carácter nacionalista catalán. Todos habían ido surgiendo en los últimos años del franquismo, como una “oposición” de boquilla, aprovechando la relajación de un régimen ya en profunda decadencia (en los años duros la única oposición la hizo el Partido Comunista y, en Cataluña, su referente, el PSUC). En todos estos grupúsculos se hablaba de “nación catalana”, se propugnaba el “federalismo” y su composición social era mayoritariamente burguesa y de clase media.
Tampoco debemos olvidar que en diciembre de 2003, el PSC de Pasqual Maragall firmó el llamado Pacto del Tinell, en el que se acordó que el PSC presidiría la Generalidad con el apoyo de Esquerra Republicana de Catalunya y la coalición Iniciativa per Catalunya Verds – Esquerra Unida i Alternativa. El gobierno fue presidido por Maragall (que anteriormente había sido alcalde socialista de Barcelona) hasta el 11 de mayo de 2006 cuando el presidente de la Generalidad expulsó a los seis consejeros de ERC del Gobierno catalán por el desacuerdo sobre el referéndum del Estatuto de Autonomía; sin embargo, tras las siguientes elecciones se reeditó el pacto entre los tres partidos, dando lugar a un segundo gobierno tripartito, esta vez presidido por José Montilla.
Ya nos hemos ocupado de las “hazañas” de estos dos personajes, Maragall y Montilla, sin cuyas actuaciones es dudoso que se hubiera iniciado el proceso separatista. Hay que añadir también que el hermano de Pasqual Maragall, Ernest Maragall, milita ahora en ERC y que ha sido su cabeza de lista en las elecciones municipales para Barcelona. En el gobierno presidido por su hermano (ah, la familia¡¡¡¡) fue Conseller de Educación e impulso una ley, la Llei d’Educació de Catalunya, donde se blindaba la exclusión del español en la enseñanza catalana. Otro exconseller de Pasqual Maragall, Joaquim Nadal, lo encontramos ahora de conseller en el gobierno de Aragonés.
Vamos a ocuparnos, para terminar, con la rocambolesca operación que ha llevado a Jaume Collboni a ser alcalde de Barcelona, con el apoyo del partido de Colau y……del Partido Popular de Cataluña (si, si, los que quieren “echar a Sánchez” apoyan a un socialista para la alcaldía de Barcelona).
Si alguien representa, de manera absolutamente nítida, este carácter proteiforme y camaleónico del PSC es, precisamente, Jaume Collboni. Después de haber formado parte, en la última legislatura, del gobierno municipal de Ada Colau, nada menos que siendo teniente de alcalde, este personaje dimitió de su cargo poco antes del inicio de la campaña electoral y tuvo el cinismo de presentarse en la campaña electoral como “una alternativa a Ada Colau”.
La lista del PSC, encabezada por Collboni, quedo segunda, por debajo de la encabezada por Xavier Trías. Collboni, que nunca había roto sus buenas relaciones con Colau, a pesar de la comedia, contaba con su apoyo, pero necesitaba más votos. Los fue a buscar entre los “maricomplejines” del PP, acusándoles de allanar el camino a un alcalde independentista si no lo apoyaban a él. El partido que en sus estatutos habla de “nación catalana”, el partido de los indultos a los golpistas, el partido que ha eliminado el delito de sedición y rebajado el de malversación para beneficiar a los golpistas, juega la carta “antiseparatista” cuando le conviene. Le PP ha caído en la trampa. Collboni gobernara al alimón con Colau y marginara al PP de cualquier decisión. Cuando esto ocurra veremos al Sr. Cirera quedar con cara de tonto.
Todo esto, y más, es el PSC. Lo peor de Cataluña. Al menos los separatistas hablan claro.