Título: “El espíritu irredento ”
Autor: Santiago Mondejar
Es bastante habitual la creencia de que la reflexión filosófica es algo que se mueve en un mundo irreal, propia de personas ociosas, y que está totalmente deslindada de la realidad cotidiana y de los problemas del ser humano de a pie. Nada más lejos de la realidad. Solamente la reflexión filosófica permite sentar las bases para entender realmente lo que ocurre a nuestro alrededor, y muchos conceptos e ideas que nos parecen abstractos se encarnan en fenómenos cotidianos y nos permiten entender su verdadera naturaleza.
En este sentido tiene su lógica que en la mayoría de los programas educativos posmodernos del supuesto “mundo libre” se recorten cada vez más las horas lectivas dedicadas a la filosofía, o que se las sustituya por la bazofia psicologista denominada “autoayuda”. El ser humano posmoderno que habita el supuesto “mundo libre”, este ser fluido, desarraigado, nómada, llorón y mentalmente enfermo, no debe tener ningún contacto con la filosofía, puesta esta enseña a pensar y a cuestionar, y esto es lo último que las élites desean para sus súbditos.
El libro que reseñamos, El Espíritu Irredento de Santiago Mondéjar, muestra lo que hemos afirmado de forma meridiana. A lo largo de sus once capítulos se tocan los temas más variados, desde la falsedad del término “civilización judeocristiana” hasta el soberanismo ruso, pasando por el lenguaje, la “sociedad líquida”, la reinterpretación de lo Político, la secularización de la idea de Dios, el mito del progreso, el posthumanismo, la relación entre idealismo y revolución o la relación filosofia/teología.
Como es costumbre en el pensamiento filosófico, Mondéjar dialoga, en plano de igualdad, con la mayoría de los filósofos de la tradición europea, desde Aristóteles a San Tomás, desde Hegel a Heidegger, o desde Kant a Marx, pues en la filosofía, a diferencia de las ciencias particulares, su propia historia forma parte de su esencia.
Dada la diversidad de temas tratados, resulta imposible referirse a todos ellos. Por esa razón voy a centrarme el capitulo IV y en el XI, en los cuales, la temática filosófica desemboca en la metapolítica.
El capítulo IV lleva como título De Schmitt a Dugin: reinterpretación de la Político. Mondéjar analiza la supuesta despolitización de las sociedades posmodernas, a partir del concepto de Teología Política de Schmitt y del ocasionalismo de Alexandr Dugin, donde la razón política es sustituida por la tecnocracia, y donde todas las categorías políticas acaban reducidas al vector económico.
Sin embargo, pensamos que hay que matizar el concepto de despolitización. Si entendemos por tal el hecho de que los supuestos actores políticos (gobernantes, diputados) tienen un margen de maniobra cada vez menor, y, de hecho, se han convertido en meros gestores del capital, sometidos a unas decisiones que se toman fuera de su alcance (UE, OMS, ONU), entonces estaremos de acuerdo. Ahora bien, por encima de estos actores aparentes, actúan fuerzas que responden a un proyecto político, con unos planes y programas muy definidos. La tecnocracia no es una negación de lo Político, pues la tecnología moderna, desde las formulaciones mecanicistas de Descartes, lleva implícito un programa de dominación.
Ya advirtió Heidegger que la esencia de la técnica no es nada técnico, y quienes no se dan cuenta serán dominados por la técnica. En este sentido la tecnocracia es un discurso legitimador que vende un proyecto político, revistiéndole de una supuesta objetividad e inevitabilidad, sustituyendo la idea de Dios por una supuesta entidad, llamada “Ciencia”, supuestamente infalible, fuera de la cual no hay más que ignorancia, barbarie y “ultraderecha”.
Todas las medidas de control social, dirigidas a un cambio de costumbres, y que forman parte de unos planes y programas políticos muy concretos, desde las vacunaciones masivas y los confinamientos ante supuestas pandemias, o el empobrecimiento de la población a fin de luchas contra una supuesta “crisis climática” antropogénica, se realizando apelando a la supuesta autoridad de este ente llamado “Ciencia”, administrado por los científicos a sueldo de la ONU, o por los gestores de la Organización Mundial de la Salud, entidad financiada por las grandes multinacionales farmacéuticas y biotecnológicas.
Todo ello parte de una gran mentira, pues no existe la “Ciencia”, sino las ciencias, cada una de las cuales se ocupa de un plano de la realidad, y que se cierran categorialmente sobre los objetos de los que se ocupan, tal como ha sostenido Gustavo Bueno. Cada ciencia particular se ha desarrollado a partir de controversias, ensayos y errores. Con la entronización de la “Ciencia” en el lugar de Dios, la controversia científica ha muerto, y los que disientes del relato oficial ni siquiera son señalados como “herejes”, son simplemente cancelados.
En el capítulo XI, Identidad nacional y crítica del hegemonismo, Mondéjar nos muestra, de forma meridiana, como la reflexión filosófica nos permite comprender y desvelar un acontecimiento muy actual, el enfrentamiento Rusia/OTAN, por medio del estado “proxi” ucraniano y su régimen corrupto.
Frente a la pretensión del angloimperio, liderado por Estados Unidos (o mejor, por su estado profundo), de extenderse por todo el planeta, liderando una supuesta “comunidad internacional” (que deja fuera a la mayoría de los habitantes de la Tierra) y que no es más que un conjunto de estados súbditos, una nación, que a su vez encarna una civilización, Rusia, se erige en contrapoder.
Frente a la unipolaridad, multipolaridad. Frente a la homogenización de la humanidad, diversidad de pueblos y culturas. Frente a la ideología woke y a la cultura de la cancelación, respeto a la tradición y a la familia.
Rusia puede liderar esta resistencia, no solamente por su potencial demográfico, territorial y militar, sino porque ha permanecido fiel a su manera de ser-en-el-mundo, a pesar de su periodo comunista, o quizás gracias a él.
Mondéjar ve clarísimo que un elemento esencial de esta fidelidad rusa a su Dasein particular, ha sido la religión ortodoxa y su Iglesia, que han actuado como columna vertebral de la identidad rusa.
Animamos a leer este libro, a pesar de que no es de lectura fácil. Animamos a meditar cada uno de sus capítulos, pues, a pesar de su aparente diversidad, en cada uno de ellos encontraremos armas dialécticas para la rebelión contra este mundo posmoderno que nos ha tocado vivir.