Estoicismo posmoderno, charlatanes clásicos

Estoicismo posmoderno, charlatanes clásicos. Aitor Vaz

He estado releyendo últimamente a Epicteto y «Meditaciones» de Marco Aurelio. Todo debido a esa fiebre por el estoicismo que ha tomado las redes sociales.

Una fiebre que puedo entender porque, en ocasiones, la cultura y la sociedad tienden a movimientos pendulares y antagónicos. Y del hedonismo se puede pasar a una invitación a la austeridad estoica como respuesta a las consecuencias del exceso.

Cierto es que entre el hedonismo y el estoicismo, es sensato inclinarse hacia lo estoico. Pero con matices. Pues si bien el hedonismo produce una corrosión del carácter y de la personalidad y es fácil de rechazar, el estoicismo también puede tener derivaciones indeseables, especialmente en su reciente resurgimiento en redes sociales.

Cualidades del estoicismo como la disciplina, la austeridad y la búsqueda de la calma, son merecedoras de tener nuestra atención y voluntad para hacerlas nuestras. No puedo oponerme a ellas. Pero el propio estoicismo, especialmente en el desarrollado por Marco Aurelio en sus «Meditaciones», puede tener una degeneración muy marcada en uno de sus caracteres principales. Y es la búsqueda de la calma o la imperturbabilidad del ánimo a través del control de las emociones. Suena muy bien, lo sé. Pero si se lee ligeramente a Marco Aurelio, es fácil caer en la literalidad y la radicalidad que conduce del control emocional y cierto grado de pasividad respecto a los eventos exteriores -algo que contrasta con el carácter político de Marco Aurelio- a la represión emocional.

El control de las pasiones o emociones «negativas» es un tema jamás tratado en profundidad en cualquier autor estoico. Y es lógico, pues nos encontraríamos ante serios problemas. Es fácil decir que la ira o la tristeza son emociones que deben ser controladas para disfrutar de una buena vida. Tan fácil y tan manido que olvida que los seres humanos somos seres emocionales y, aunque es cierto, que toda emoción excesiva puede ser destructiva, el estoicismo pocas veces aclara que la clave está en la moderación, no en el control absoluto ni en la represión emocional. Y es harto difícil. En nuestra naturaleza también está inscrito el goce por el exceso. De ahí que caigamos en el hedonismo fácilmente. Pero los tratados estoicos, por lo general, suelen dar por sobreentendido el grado y el cómo se deben controlar dichas pasiones. Error. Al darlo por supuesto, se deja a la libre interpretación del lector. Y recuerdo las palabras de Maeztu sobre los españoles, haciéndose eco de Dostoyevski. Y es que los españoles creen en el valor absoluto o en la nada absoluta. Son/somos todo o nada. Y si no podemos disfrutar, sufrir y sentir en exceso, pasamos a no querer sentir nada. Idea que podría aplicarse a cualquier ser humano, pero que Maeztu aplicaba a los españoles sobre su relación con Dios y la verdad. Y en parte es cierto, somos muy categóricos en nuestras posiciones. Pero volviendo al estoicismo, cuando se cae en la represión completa de las emociones como si fuera ese control y estabilidad emocional del que tratan Marco Aurelio, Séneca o Epicteto, inclinamos la balanza al lado contrario del hedonismo, nada más.

Pasamos de ser volubles, inestables y caprichosos movidos por el placer y la voluptuosidad, a pretender ser su antítesis. ¿Hombres juiciosos, moderados y equilibrados? No, dejamos de ser hombres. Quien no siente o pretende no sentir, porque es más una postura impostada que crea hábito, acaba sucumbiendo a una desconexión emocional. Pretendiendo la tan anhelada ataraxia estoica, se cae en una especie de sucedáneo de alexitimia autoinducida. Se debilita nuestra conexión emocional y la empatía, lo que termina por aislarnos y deshumanizarnos. Porque sin los nuestros, no somos nosotros. Y sin la conciencia, de base emocional, de lo que somos, de a quiénes nos debemos, a quiénes amamos y por quiénes sufrimos, somos cualquier cosa menos hombres. Ese el peligro de caer en la supresión emocional a la que puede invitar un estoicismo mal digerido. Algo corriente en nuestra época.

Algo corriente porque el estoicismo está sirviendo de pretexto filosófico a toda clase de embaucadores y vendemotos que se hacen llamar influencers.

Haciendo uso de la escuela estoica, se vende como estoicismo -en forma de cursos, conferencias, talleres o sermones profanos- un refrito que poco o nada tiene de la escuela filosófica de la que toma el nombre para ganar clientes

Así podemos ver a toda clase de musculosos repeinados y con cejas hechas a lápiz,  posando frente a coches de gama alta mientras te venden cursos sobre la disciplina, el trabajo duro y el control de las emociones. Lemas supuestamente estoicos, apelación a algunos de sus valores y referencias a autores clásicos que difícilmente han leído si no venían con dibujos y frases cortas.

Y voy a intentar no hacer referencia al abuso de esteroides y a bonos de depilación y bronceado ridículo de dichos elementos, cosa fácil, pero superficial. Aunque revela el problema. Y es que tras todo el discurso, no hay más que trucos y marketing. Nada de fondo.

Está bien apelar e invitar a la disciplina. Jamás lo pondría en duda. Es más, comparto que el hombre debe aspirar a dar la mejor versión de sí mismo, incluso moldeando su cuerpo. Pero hay un engaño sobre eso. La disciplina, la voluntad y la disposición mental que llevan a una persona a entrenar para mejorar su salud y aptitudes, no deben pasar a lo que realmente venden tales mercaderes de capitalismo de baratillo. La construcción o consecución de un cuerpo estético no es el objetivo de ninguna clase de escuela filosófica, más que por ser señal de salud y vitalidad. La estética acompaña a la ética. Cuando la estética va sola, como es el caso de éstos estoicos vendehumos que posan en Emiratos, la ética se queda en casa. Es mera ostentación. Y lo que hacen tales estoicos modernos que quieren crear una escuela basada en clientes, es vender la vanidad como el resumen del estoicismo. Séneca tiene que estar orgulloso. Filosofía clásica puesta a servir a los intereses de gente que únicamente busca un coche más caro, unos deltoides más grandes que su propia cabeza y tener una ristra de señoritas haciendo cola en biquini.

Porque eso es lo que realmente venden. Hablan de disciplina,  trabajo duro, sacrificio, control emocional, austeridad…para conseguir los mayores y más superficiales placeres. Eso es su concepto del éxito, nada más. Pura mentalidad protestante, nada de estoicismo. Les falta decir que el éxito personal es una señal de Dios para marcarlos como salvados. Porque Dios elige de entre los predadores más inmorales e insaciables, a aquellos con las cejas más finas y ridículas para tenerlos a su derecha. Con Lambo incluido. Al final, ese estoicismo del siglo XXI se parece sospechosamente a un hedonismo con madrugones, burpees y sablazos.

Epidemia contemporánea, la de vanidosos que se creen Marco Aurelio.

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