Acerca del manoseado asunto de Griveaux

Tres de la tarde del 6 de mayo de 2017 chez Cojean en Pyramides, una cantina minimalista para gente que no quiere pasar de una talla 34.  La hora corresponde al tercer turno de comida para todos los tenderos de la rue Saint Honoré y aledaños. Entre ensaladas de quinoa, yogures desnatados y compotas bio, la portada de Libération hace que el postre se atragante. Sobre una foto del candidato por LREM a la presidencia de la República, un enorme titular: “Faites ce que vous voulez mais votez Macron” (“hagan lo que quieran pero voten a Macron”). Es sábado de reflexión. Los vendedores super cool y multirraciales de chez Colette no parecen inmutarse. Están más preocupados por lo que harán más tarde a orillas del canal de Saint Martin, o en el Marais, y por no mancharse con salsa vinagreta las sudaderas de “Billionaire boys club”. Este sábado la policía no ha cortado la calle temiendo un atentado y falta un año y medio para que lleguen al barrio los chalecos amarillos. Uno piensa que en cualquier país democrático esa portada sería denunciada a las autoridades competentes. No es el caso de “la Fwance”. Todas las revistas y medios generalistas llevan semanas haciendo campaña por el candidato Macron de una manera descarada, incluso la prensa europea. Medios españoles como Libertad Digital beben los vientos por el enarca* con “encanto de puta” (Alain Minc, antiguo consejero de PRISA, dixit). Marine Le Pen, a la que creíamos resucitada después de la primera vuelta electoral, ha protagonizado un debate catastrófico con Emmanuel de Rothschild. Demasiado segura de sí misma y sin haber preparado el cara a cara, el ex Ministro de Economía de Hollande se la merendó con el asunto del euro y la pertenencia a la Unión. El resto ya lo conocemos: un partido de síntesis había llegado al poder en Francia y Le Pen celebraba su derrota con fondo musical de Jean Jacques Goldman.

Desde entonces hemos visto lo que es un proyecto de “centro reformista”: rejón impositivo a la tercera edad, clase completamente improductiva; cesión del control de empresas estratégicas beneficiarias participadas por el estado (ADP, Francesa de Juegos y Alstom) con el objeto de financiar ciertas obsesiones tecnológicas de liberalios y reducir una deuda pública cuya contracción cada vez beneficia menos al francés medio; leyes de bioética que intentan meter por la puerta de atrás los vientres de alquiler; connivencias extrañas con la gestora de fondos Blackrock que ve el inmenso ahorro francés como un goloso pastel; reforma de las pensiones necesaria pero absurdamente igualitaria y, por tanto, carente de toda equidad; pretensión de subir el diesel, algo que afecta sobre todo a la llamada “Francia periférica” y no a los “bobos”* parisinos; ley de censura de internet presentadas por una diputada franco-africana, Laetitia Avia, que conocimos gracias al bocado que le pegó a un taxista tras una discusión por una carrera que no podía pagar con tarjeta; diputados inexpertos y lanares; Ministros cachondos que se marcan libros a lo González Pons (“González Porn” según Bustos) pero, sobre todo y verdaderamente grave, conflictos de intereses y escándalos de todo tipo. Hablamos de los affaires Delevoye, Bayrou, Benalla, Emelien, Kohler, Ferrand, Nyssen, Flessel, Pénicaud y de Rugy, a los que hay que añadir el “Griveaux gate”. La pobre République en Marche, ahora llamada jocosamente “en branle” (genial juego de palabras en el caso que nos ocupa; branle es la voz culta para “marcha” y a su vez la coloquial para la “autosatisfacción”), no gana para disgustos a pesar de sus iniciales deseos de ejemplarizar la vida política francesa.

El asunto es conocido. Se han filtrado unas fotos del candidato a la alcaldía de Paris por LREM, Benjamin Griveauxbaguette tradition en mano. Esto ha provocado la dimisión de Benji cuya candidatura ha sido reemplazada por la de Agnès Buzin, que también tiene lo suyo. En cualquier caso y volviendo a Griveaux, las fotos estaban dirigidas a una estudiante de Derecho llamada Alexandra de Taddeo. Según algunos medios es una chica brillante, de familia acomodada -su padre es entrenador de fútbol y políglota. Según otros, una burguesa que se aburre. La relación con el ex portavoz del gobierno macronita habría comenzado por Instagram en mayo de 2018. Se siguen en la red social, Benji abre fuego, comienzan a intercambiar mensajes y la cosa acaba un día en el piso de la estudiante en uno de los distritos más exclusivos de París, el 16. Aparentemente, el encuentro no fue del gusto de Alexandra que dice no sentirse atraída físicamente por Griveaux y ha declarado a la policía no ser una “escort girl”. La cosa es algo más compleja, o no. En el momento de su encuentro con el ex candidato a la Alcaldía de París, de Taddeo llevaba más de medio año manteniendo una relación con el “artista” ruso Piotr Pavlenski.

Pavlenski llegó a Francia en enero de 2017 con su anterior pareja y sus dos hijos, supuestamente huyendo de Putin aunque tiene una denuncia por intento de violación. Le gusta manifestarse artísticamente a través de performances que consisten en automutilarse o incendiar ciertas instituciones simbólicas. Está en la línea de las “Pussy Riot”, FEMEN y todos esos circos que tanto gusta financiar a esos filántropos que disfrutan del beneficio de la duda o del anonimato en ciertos medios muy apreciados por la derecha sociológica española. No sabemos si fueron sus heridas artísticas, el escroto perforado o el pequeño trozo de oreja que le falta, lo que hizo que Alexandra se enamorara de él. Parece ser que de Taddeo, admiradora de Rusia, sabía de la existencia del pájaro antes de conocerlo en persona. Aquí entra en juego una tercera persona, el ególatra abogado Juan Branco.

Hijo de una psicoanalista española y de un productor de cine, tiene un currículum académico impresionante: empieza en la Escuela Alsaciana de París, pasa por Sciences Po’ y termina en la Escuela Normal Superior. Siempre conectado con el dinero y el poder, su padrino en Sciences Po’ es el controvertido Richard Descoings (“Richie” morirá por sobredosis el año 2011 en un hotel  e Nueva York). Branco es una copia conforme de Macron, pero forma parte de otros círculos de influencia o, más bien, se deja manipular en otra órbita política. Su ego es descomunal. Cuentan que recién salido de la Escuela le pusieron a trabajar en el Ministerio de Cultura y solicitó una dirección de gabinete. Al no concedérsela, parece ser que estalló y amenazó con divulgar conversaciones privadas que habría grabado. 

Está lejos de nuestro ánimo calificar a Branco de cantamañanas pero dejaremos que su trayectoria le presente por nosotros. El malagueño es autor de un libro sobre Macron y los oligarcas que le rodean, “Crepúsculo”, que ha sido un éxito de ventas en el país vecino. Ése es el Branco interesante. Pero no hay que olvidar que ha intervenido junto a Garzón en la defensa de Julian Assange y ha denunciado a los dirigentes europeos ante la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad por el naufragio de miles de inmigrantes en el Mediterráneo. Ése es el Branco “progre standard” que, por cierto, nunca ha dejado de ser… Fue candidato por LFI (La France Insoumise) en las elecciones legislativas francesas de 2017. Para que se hagan una idea, LFI es un partido del palo de Podemos aunque intelectualmente algo más aseadito. A su cabeza está Jean-Luc Mélenchon, un viejo trotskista francmasón que militó en el partido socialista francés y que ha olvidado sus pasiones europeístas reciclándose en tribuno de la plebe.

Branco ha declarado que su objetivo es que conozcamos cómo funciona el poder, por ser la única manera de que la democracia sea real. A la pregunta de “en cuál de sus facetas se siente más cómodo” responde que “en la producción intelectual”. “Chupar cámara y estar en el candelero” lo deja para su círculo más íntimo.

Branco tiene, además, una pequeña obsesión y esa es Benjamin Griveaux. Se le ve el plumero desde que pasó cierto sábado por la tarde con los chalecos amarillos… Es más que el representante legal de Maxime Nicole (alias Fly Rider), antigua “cabeza visible no oficial” del colectivo que no lo es. Y es que cuando los chalecos, durante una manifestación, reventaron con una excavadora la puerta del Ministerio de Griveaux, Branco estaba allí. No es que el políticamente malogrado Benji no se merezca lo que le pase. Declaró sobre los chalecos amarillos algo parecido a lo que nuestra Julia Otero tuiteó con respecto de nuestros agricultores, a saber, que no eran más que “gente que fuma y conduce vehículos diesel”. Es verdad. No son esos escuchimizados parisinos bohemios, ricos, muy de izquierdas y fácilmente manejables que comen ensalada de kale y quinoa. En cualquier caso, el abogado ya señalaba subrepticiamente a Griveaux en julio de 2019 en un inquietante video de curiosa puesta en escena que ahora resulta revelador.

Según su propia versión, Branco conoce a la pareja Pavlenski- de Taddeo en diciembre de 2019, cuando el artista y opositor le invita a una conferencia sobre arte político celebrada en la Facultad de Derecho de Panthéon-Assas, aunque él ya era admirador previamente de las performance trash del ruso. Unos días después Piotr la liará en una fiesta de Fin de Año organizada por Branco, en su casa de la zurdísima y millonaria orilla izquierda parisina, al protagonizar una disputa con otro invitado.

En el asunto de la divulgación de las fotos íntimas de Griveaux, su papel es tirando a confuso. Pavlenski declara que saca el material a la luz para denunciar la hipocresía de la clase política – argumento flojito donde los haya- y sin contar con la aprobación de Alexandra de Taddeo aunque sí con su apoyo. Las imágenes se divulgan desde el sitio web “Porno Polithique”, cuyo servidor está alojado en Israel. Branco declara no haber visto nunca el material y no haberle aconsejado que lo hiciera, aunque sí haberle ofrecido sus servicios profesionales llegado el caso. Es aquí donde “Paris Match” rescata el famoso video público de julio de 2019 y extraña puesta en escena del que hemos hablado antes. Branco, en un momento del mismo, maneja el futurible de ver a Griveaux “desnudo, en toda su fealdad”. Si era una metáfora, es un tipo afortunado. Ha visto sus sueños cumplidos. Eso, o debería explorar su faceta como profeta.

Al final, el franco-hispano-portugués ha sido obligado a abandonar la defensa del artista por ausencia manifiesta de distancia entre letrado y cliente y su falta de prudencia en sus declaraciones a la prensa, todo según el garante de la deontología y decano del Colegio de Abogados de París. Será otro leguleyo, Yassine Bouzou, quien tenga que asumir el marrón de ocuparse de Piotr.

Pero la pregunta entonces es si Juan Branco manipula o es manipulado. La pregunta es si el joven abogado es opositor controlado o controlador de la oposición. ¿Obedece a algún poder – en la deepweb suena el nombre de Jacques Attali– o solo a sus sueños adolescentes, esos en los que un joven de izquierdas se enfunda la camisa blanca de humanista del barrio de Saint-Germain (cosas del liberalismo-libertario) que quiere librarnos de todas las tiranías e injusticias?

En cualquier caso, la respuesta no nos la dará Charlie Hebdo, que sigue analizando la realidad con su sistema operativo anclado en mayo del 68 y trata a Pavlenski de “fascista”. Aparte de no enterarse de nada y hacer fuego amigo, el repugnante semanario al que resucitaron los atentados de enero del 2015 siempre está con el poder.

*Procedente de la Escuela Nacional de Administración  (ENA)

** Acrónimo de “bohemios-burgueses”

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