El Estado del Bienestar (más riguroso sería hablar de «Estados del Bienestar», pero para resumir vamos a dejarlo en singular) es el Estado benefactor que ofrece servicios que satisfacen las necesidades sociales de los habitantes de un determinado Estado (y no de la «Humanidad»). Es el Estado que procura la seguridad social de sus habitantes «desde la cuna hasta la tumba», esto es, que les procura la sanidad, la enseñanza, el subsidio por desempleo, la seguridad de protección en el trabajo, subvención de viviendas, viviendas de protección oficial, reconocimiento de los sindicatos como representantes económicos y políticos de los trabajadores, las becas para los estudiantes, las pensiones y otros servicios públicos que vendrían a ser transcendentes a todos los habitantes del Estado y no solamente a la clase trabajadora. El Estado del Bienestar es la seguridad social para todos los trabajadores y no trabajadores de un Estado, y entre otras cosas erradicó la explotación infantil.
Es decir, se trata de un Estado asistencial con que se garantizan estándares mínimos de ingresos, alimentación, salud, alojamiento y educación para todos los ciudadanos del Estado. Ahora bien, tal Estado no es una beneficencia sino un derecho político (luego no se trata de un «derecho natural»), esto es, el Estado del Bienestar institucionalizó los derechos sociales creando una red de sistemas públicos de previsión social. Se trata, en definitiva, de un Estado administrador compatible con la libertad de mercado y con la democracia. Por ello el bienestar de los ciudadanos es responsabilidad del gobierno; frente al liberalismo que exigía la igualdad de oportunidades, pero ésta sólo podía alcanzarse en manos del individuo y del mercado.
Se trata de un sistema para la seguridad y la prosperidad de toda la ciudadanía de la nación, en donde son garantizados un mínimo de servicios y prestaciones sociales para la supervivencia de sus ciudadanos por el simple hecho de ser ciudadanos de tal Estado (supervivencia en términos sociales, no ya biológicos).
No obstante, sus principales beneficiarios son los ciudadanos que están en el umbral o por debajo del umbral de la pobreza. El Estado del Bienestar prevé la situación de los ciudadanos ante los riesgos, de ahí que disponga a la prestación directa o indirecta de servicios públicos básicos y evitar la pobreza y la extrema necesidad. Como decía la fabiana Beatrice Webb, una de sus ideólogas -en palabras que tomó de William Beveridge en su célebre informe de 1942 en el que diseñaba el Estado del Bienestar británico y el sistema de pensiones públicas a fin de «garantizar unos mínimos vitales por debajo de los cuales no debe permitirse que nadie caiga»-el Estado del Bienestar procura un «mínimo vital que permitiese una vida civilizada».
Será entonces cuando el Estado asuma directamente responsabilidades sociales, tratando de librar a la población de la miseria, la ignorancia, el desempleo y la enfermedad. El Estado del Bienestar venía a presentarse como la solución a los problemas de la complejísima «cuestión social», y a través del cual se buscaba, en suma, la atención y la redistribución del bienestar general de la población. De lo que se trata es de impedir que los más necesitados se queden en la marginalidad y de corregir las injusticias del «capitalismo espontáneo», así como las arbitrariedades de los excesos del «libre mercado» y proteger a los más humildes de las incertidumbres de tal mercado. Por eso se presentaba como el protector de los pobres. El Estado del Bienestar venía a ser algo así como un capitalismo «con rostro humano», cuyos objetivos son alcanzar la seguridad económica y social, reducir la desigualdad y erradicar la pobreza.
Los cuatro pilares del Estado del Bienestar son: la sanidad gratuita; la seguridad social (pensiones por jubilación, viudez, orfandad o incapacidad por enfermedad); la educación universal obligatoria y gratuita en primaria y subvencionada en secundaria y niveles superiores; y los servicios sociales como prestaciones y ayudas.
El Estado del Bienestar, mediante recetas keynesianas, viene a sustituir al Estado liberal, es decir, se opone al libre arbitrio del mercado que éste propone; y así se fue creando un nuevo modelo de crecimiento económico y de regulación social: una sociedad de consumo y de integración social. Un Estado de consumidores satisfechos. Ello implica la intervención del Estado en la economía y en la sociedad, a fin de que las riquezas se distribuyan para mejorar las condiciones de vida y salud de la población en general, y así neutralizar la desigualdad económica y social. Todo esto sería imposible sin el cobro de impuestos y de tasas en las políticas fiscales. No se puede disponer de una amplia gama de servicios sociales sin la subida de impuestos, y aquí hay un dilema.
A medida en que se desarrollaba el Estado del Bienestar se fueron incubando innovaciones tecnológicas que estarían al alcance de los ciudadanos en el mercado pletórico de bienes y servicios: televisores, ordenadores, equipos de música, discos de vinilos, discos compactos, casetes, radios a pilas. Asimismo, se modernizaron los coches, los medios de transportes y las comunicaciones, con la construcción de carreteras y vías de ferrocarril (por no hablar de los satélites puestos en órbita, aunque en esto la URSS sería pionera y Estados Unidos su principal competidor contra el que perdería la Carrera Espacial). Todo esto, junto a la disminución de las horas de trabajo, contribuyó a un notable aumento de las condiciones de vida de los ciudadanos.
No hay que entender el Estado del Bienestar como un derecho natural sino como una conquista política e histórica. Tampoco hay que comprenderlo como el fruto de la bondad de los hombres sino de la lucha que éstos han llevado a cabo mediante la dialéctica de clases que se codetermina con la dialéctica de Estados. No es fruto de la generosidad sino más bien de la solidaridad polémica contra otras sociedades políticas u otras maneras de entender la sociedad política de la que se es miembro. No se generó ni se desarrolló por cuestiones humanitarias, sino por cuestiones geopolíticas, así como por cuestiones dadas en la dialéctica de clases siempre en alerta con lo dado en la dialéctica de Estados y en la dialéctica de Imperios, ya que la política, a estas alturas de la Historia Universal (la historia de los Estados y de los Imperios con pretensiones universales) es geopolítica (aunque ya empezaría a serlo a raíz del Descubrimiento de América, pues desde entonces, tras la circunnavegación de Magallanes-Elcano, la política empezaría a cubrir la redondez de la Tierra).
Más que por las normas éticas (ligadas a la perseverancia y cuidado de los sujetos operatorios individuales humanos y no animales), el Estado del Bienestar está más bien ligado a las normas morales y a la situación política, es decir, se trata más bien de hacer perseverar y prosperar a los grupos y clases sociales de toda la sociedad política en competencia (a veces velada, a veces abierta) con otras sociedades políticas, o en el seno de la propia sociedad política. De hecho el Estado del Bienestar no se impuso por coacción y obligación de cumplir la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, cuyos artículos están basados en casi su totalidad en preceptos éticos (en Posmodernia hemos llevado a cabo una crítica a estos sacrosantos derechos solemnemente declarados en 1948: https://posmodernia.com/critica-a-la-declaracion-universal-de-los-derechos-humanos-de-1948-i/y https://posmodernia.com/critica-a-la-declaracion-universal-de-los-derechos-humanos-y-ii/).
Más bien fueron los derechos humanos los que se inspiraron en el Estado del Bienestar (en el Welfare State que diseñó William Beveridge entre 1942 y 1944). De hecho así se inspira el artículo 25 de tal Declaración: «1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad. 2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social». Y el artículo 22 sostiene: «Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social». Lo que no sabemos es a qué sociedad política se refieren los declarantes. Lo mismo, en un arrebato metafísico de profunda sensación de fraternidad universal, se están refiriendo a la «sociedad humana», como si la humanidad fuese una totalidad atributiva unida en armonía y no una totalidad distributiva separada por diferentes sociedades políticas e Imperios realmente existentes en continua polémica (a veces velada y en otras ocasiones abiertamente violenta).
El Estado del Bienestar consensuó a las generaciones de izquierda (fundamentalmente socialdemócrata) y a las modulaciones de la derecha (la democracia cristiana y el liberalismo), y esto daría pie a las «construcciones de comunidades» como quiso hacerse con la alianza europea que ya empezaba a gestarse en 1951 como Comunidad Europea del Carbón y el Acero y en 1957 con el Tratado de Roma. Si para los conservadores el Estado del Bienestar satisface las necesidades humanas, para los liberales progresistas promueve la libertad ciudadana. Para los socialdemócratas el Estado del Bienestar es sinónimo del avance reformista en el seguro, aunque lento, camino hacia el socialismo. Los liberales progresistas se aferran más al fundamentalismo democrático, aunque éste es trascendental a liberales de izquierda y de derecha y a socialdemócratas y separatistas.
No hay un único sistema de Estado del Bienestar europeo, pues no es lo mismo el Estado del Bienestar en países nórdicos como Islandia, Noruega, Suecia, Dinamarca; que en países continentales como Francia, Alemania, Holanda, Luxemburgo, Bélgica o Austria; que en países anglosajones como Irlanda y el Reino Unido; o que en países mediterráneos como Grecia, Italia, España y Portugal.
El Estado del Bienestar surgió tras la combinación de factores como el reformismo socialdemócrata (es decir, el movimiento obrero salido de la II Internacional al que se le limó su lanza revolucionaria), la democracia cristiana (que incorporaba la doctrina social de la Iglesia), grandes sindicatos industriales y ciertas élites conservadoras pero con cierto interés en la cuestión social. Sobre todo para impedir todo desorden o levantamiento revolucionario, porque eso era lo que fundamentalmente trataba de impedir el Estado del Bienestar, y con ese fin se organizó en toda Europa: una Europa en la que se cernía el fantasma del comunismo, que por entonces -y no como ahora- se trataba de un fantasma bien real al tratarse de un Imperio con planes y programas expansionistas como era el Imperio Soviético, pero que finalmente sucumbió ante los Estados del Estado del Bienestar y ante el Estado del capitalismo realmente existente, así como también fue un lastre el Estado o más bien Imperio del Centro contra el que ya entraría en conflicto en los años sesenta.
En Francia, en la época de Napoleón III (1851-1870), se hablaba de «Estado providencia» (État-Providence). Tal fórmula sería acuñada por la oposición republicana que exigía un «Estado social» (État social), lo que significaba una crítica a la filosofía individualista que inspiró leyes como la Ley Le Chapelier, que dictaba la prohibición de los sindicatos (que se aprobó en 1791, convirtiéndose en una de las leyes más importantes de toda la Revolución Francesa en materia económica). Sería el diputado Emile Olliver el que pronunció por primera vez tal expresión en 1864.
En 1880 el gobierno de la III República introduce un sistema de «educación nacional». Éste impondría una educación obligatoria, gratuita y laica. En 1887 el gobierno de la república impuso un sistema de «habitaciones de renta moderada». En 1898 se puso en marcha un sistema de jubilación obligatoria a partir de contribuciones de jubilación e invalidez. En 1913 se introduce un subsidio para familias numerosas. En 1946 se constituyó un sistema nacional de seguridad social, gracias a los esfuerzos gubernamentales de Pierre Laroque.
En 1853 se aprobaron en Suecia unas «Leyes de ayuda a los pobres». El sindicato sueco la Organización Nacional en Suecia se fundó en 1898 en estrecho contacto con el partido socialdemócrata. En 1913 sería el partido liberal, con el apoyo de las masas, el que aprobó la ley de pensiones, con objeto de procurar la seguridad de los ancianos. En 1918 el gobierno de coalición liberal-socialdemócrata aprobó una ley en la que los gobiernos locales (municipalidades) junto al gobierno nacional cuidarían de los pobres. Tal ley sería la base del sistema sueco de asistencia social durante las siguientes cuatro décadas.
Pero la estructura del Estado del Bienestar, tal y como lo conocemos, se llevó a cabo en la época de mayor prosperidad del capitalismo, lo que Eric Hobsbawn y otros autores han denominado «edad de oro del capitalismo», la época de mayor éxito de las economías nacionales en el siglo XX (también conocida como la «Era de Keynes»). Algunos autores le atribuyen este mérito a las políticas económicas keynesianas y otros al ordoliberalismo (el liberalismo conservador incubado en Alemania). Los Estados del Estado del Bienestar funcionan con economías mixtas, esto es, con libre mercado e intervención estatal. Esta edad de oro se mantuvo hasta que en 1972 se cancelaron unilateralmente los Acuerdos de Bretton Woods, cuando la Administración Nixon decidió abandonar el patrón oro por el patrón del petro-dólar, y tras la guerra del Yom Kippur en 1973 vendría la crisis del petróleo. Esto también puso en crisis al Estado del Bienestar. Un economista del Chase Manhattan Bank, la banca de los Rockefeller, dijo en 1975: «Comparado con los próximos diez años, el período de crecimiento económico estable, que abarca desde 1954 a 1973, será juzgado por lo que realmente era: una aberración» (Véase http://www.derecho.uba.ar/publicaciones/lye/revistas/81/de-que-hablamos-cuando-hablamos-del-estado-de-bienestar.pdf).
Con las crisis petrolíferas el Estado del Bienestar entraba en crisis. Ante tal situación los partidos socialdemócratas comprendieron que necesitaban un sistema capitalista fuerte, estable ante la crisis económica, el cual sostendría el Estado del Bienestar. Pero al no poder o no saber defender el Estado del Bienestar, en los años 80 los partidos socialdemócratas perdieron el poder y ocuparon el mismo partidos liberales conservadores, que culpaban a la intervención estatal de la crisis económica y social y las políticas socialdemócratas del desempleo, así como denunciaban los elevados costos de la seguridad social.
Así pues, el Estado del Bienestar se impuso, fundamentalmente, en la Europa de posguerra, no la Europa comunista sino la Europa que en sus diferentes naciones políticas irían turnándose en sus respectivos Ejecutivos la socialdemocracia y la democracia cristiana y en menor medida los partidos liberales. Pero en España, que a mucha honra is different, sería la derecha socialista del franquismo la que construyó el Estado del Bienestar, por mucho que la construcción de éste la reivindique el PSOE como mérito suyo; precisamente el PSOE vino a desmantelarlo a través del expolio de las privatizaciones en los años ochenta y noventa; por no hablar de la corrupción delictiva y de la corrupción no delictiva en las ideologías que fomenta damnificando la concepción del mundo de los ciudadanos conduciéndolos hacia la locura objetiva. Y ya sería alargar en exceso nuestro artículo si comentásemos la nefasta y surrealista gestión de la pandemia que, como es obvio, va a poner en jaque (es bastante posible que en jaque mate) el Estado del Bienestar en España.