Hago chas y me cambio de bando. Muy atrás queda el moviendo antiglobazación montado por la ultraizquierda que, especialmente a partir de 2001, lanzaba a los antisistema contra las reuniones del Foro de Davos. Ese mismo año en Porto Alegre se ponía de largo el Foro Social Mundial. Los viejos actores de la extrema izquierda, anarquismo, comunismo, ecologismo y pacifismo, se visten con los nuevos ropajes de la antiglobalización, discurso contra el neoliberalismo, economía participativa, autonomismo, condonación de la deuda externa, libre circulación de personas, supeditación de las multinacionales al control político democrático por parte de los ciudadanos, reforma o supresión de las instituciones financieras internacionales (Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio, Banco Mundial), no a la guerra… y por primera vez se empieza a escuchar lo del desarrollo sostenible en las filas del activismo postmarxista.
En 2003, en el I Encuentro de apoyo a la Revolución Bolivariana, el discurso contra la globalización ocupa un lugar preeminente. Entonces los líderes de esa ultraizquierda latinoamericana, tan idolatrados en España por los podemitas, no repudiaban la patria y la soberanía nacional frente a las injerencias de la agenda globalista. Evo Morales en la 38ª reunión de la Conferencia General de la UNESCO, afirmaba: “En este nuevo milenio estamos en un tiempo en el que mandan los pueblos mediante presidentes democráticamente electos”. Su vicepresidente, Alvaro García Linera, en 2006, en una entrevista publicada en la Revista Española de Desarrollo y Cooperación, reafirmaba la independencia de su país, ya que «Bolivia se inserta en la globalización con un estado fuerte”, que dicta las reglas a las multinacionales energéticas, no al revés. Hugo Chavez, también en 2006, en una entrevista publicada por Foreign Affairs, criticaba la globalización porque “no es otra cosa que el intento de la mundialización”. “Muchos, a ciegas, muchos, sin ninguna crítica, un poco signados por el nefasto pensamiento único, han sido empujados a un modelo que se quiere presentar como si el fin de la historia fuera el puente hacia la felicidad. Estamos en tiempo de mutaciones, de una marcha alocada sobre este modelo falso; hay que revisar esto y reconstruir desde lo pequeño, desde lo cotidiano, desde lo nacional…”
Paradójico comprobar como organizaciones y personajes que entonces se mostraban rabiosamente contrarios a la agenda globalista hoy se han convertido en los adalides de la Agenda 2030.
Acaban de nombrar a Enrique Santiago, dirigente comunista, nuevo secretario de Estado para la Agenda 2030 en sustitución de Ione Belarra, próxima ministra de Derechos Sociales. El que fuera negociador en favor de la FARC, no hace tanto criticaba la globalización en Colombia, que favorecía a una nueva burguesía financiera e industrial en sustitución de la agraria. En una entrevista concedida a El Español el de 9 septiembre de 2019 decía, “con la globalización, la oligarquía agraria, y el conjunto de sectores dirigentes históricos de Colombia, dejan de tener los mismos intereses… Ahora, la cosa cambia y Colombia se dirige a una economía basada en el poder financiero y la inversión extranjera”.
No parecía que Enrique Santiago estuviera muy convencido con eso de la cesión de soberanía a organizaciones supranacionales y entramados económicos internacionales. En Mundo Obrero de 6 octubre de 2020 atacaba a la globalización “que lo que hace es acabar con el empleo, degradar las condiciones de empleabilidad y que lleva a la pérdida de soberanía económica, productiva e industrial para los Estados, además de una pérdida de seguridad geoestratégica y económica”. Tampoco se le veía muy conforme con los efectos de la agenda globalista, “la era de la globalización neoliberal, caracterizada por la expansión, internacionalización y por supuesto migración de las empresas y los capitales, pero en la que millones de personas excluidas ven atropellado su derecho de tener una vida digna lejos de la tierra que les vio nacer”. (El País 24/8/2016). En el mitin de la 42 Fiesta del PCE afirmaba:” Es nuestra obligación inclaudicable organizar el combate contra los daños que a diario provoca el capitalismo, organizar el conflicto social. Si no lo hacemos nosotras y nosotros, -la izquierda, los comunistas- surgirán fuerzas populistas y de extrema derecha que organizaran a los inmensos ejércitos de trabajadores que se han empobrecido con la globalización neoliberal”.
Se conoce que la globalización que pretende la Agenda 2030 ya no es capitalista. Ahora resulta que las más de 30 grandes multinacionales financiaras, energéticas, industriales y tecnológicas que la ONU ha agrupado en su Alianza Mundial de Inversionistas para el Desarrollo Sostenible (Deutsche Bank, Bancolombia, Banco Santander, Dupont, Daimler-Chrysler, BP Amoco, Shell, Unilever, Volvo, Microsoft etc.) se dedican a las obras de caridad. Como las familias Rothschild, y Rockefeller, que ya no son sinónimo de capitalismo. Ahora son familias inclusivas. De hecho, han montado el Consejo para un Capitalismo Inclusivo, que también apoya la implantación de la Agenda 2030. El Foro Económico Mundial, el mismo Foro de Davos contra el que la emprendían a ladrillazos hace apenas una década los indignados anticapitalistas, ahora resulta que confluye junto a Podemos en la necesidad por adelantar la aplicación de la Agenda 2030 porque sus integrantes han renunciado a las plusvalías del capital y quieren salvar el mundo mundial.
En aquel 2001, Pablo Iglesias creía que las oligarquías capitalistas tenían miedo al movimiento antiglobalización porque le planteaba una batalla ideológica muy seria y muy fundamentada. En declaraciones hechas a El Mundo (23/7/2001) denunciaba: “En Génova se reunían los jefes de Estado de los siete países más ricos del mundo junto con el de Rusia. En esta reunión se tomaban decisiones que afectan gravemente al futuro de los 180 países del mundo que no son los más ricos, por ejemplo, España. Los ciudadanos españoles no hemos elegido ni a Bush, ni a Schroeder… ni siquiera sabemos cómo se llama el presidente de Japón que estaba allí decidiendo nuestro futuro”. En la actualidad, como Vicepresidente del Gobierno de España y Ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 ha seguido las directrices que sobre nuestro futuro se han adoptado desde la ONU y demás organizaciones supranacionales, públicas y privadas, sin concurso alguno de los pueblos, ni proceso democrático conocido para legitimar unas decisiones adoptadas con total opacidad por personajes que desconocemos. Entonces considerada muy elevado el grado de sumisión del Gobierno español ante las posturas globalizadoras de las multinacionales, hasta el punto de publicar un trabajo en 2002, en La Revista Telemática de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense, sobre la “Desobediencia civil y movimiento antiglobalización. Una herramienta de intervención política”. De incitar a la desobediencia a obedecer sin rechistar lo que se ordena desde la ONU y el Foro de Davos.
De la misma forma, a la vez que Pablo Iglesias y Podemos seguían arremetiendo contra lo que llaman fondos buitre, BlackRock, la mayor gestora de fondos de inversión del mundo, uno de esos fondos que se supone aprovechan la debilidad de la economía para adquirir activos por un importe muy inferior al que tendrían en otro contexto, amenazaba con tomar medidas frente a las empresas participadas que no tengan en cuenta la Agenda 2030. En una carta remitida por su presidente Larry Fink en enero de 2020 a los presidentes y consejeros delegados de las principales compañías en que BlackRock posee capital social, advertía: “Estaremos cada vez más dispuestos a votar en contra del equipo directivo y los miembros del consejo cuando las empresas no progresen lo suficiente” en la aplicación de los Objetivos del Desarrollo Sostenible.
Sin ningún rubor Pablo Iglesias se justificaba en una entrevista concedida el 7 de enero de 2020 al digital eldiario.es, señalando “cómo aquellos objetivos que defendía el movimiento antiglobalización en el que participó a principios de los 2000 hoy se enmarcan en una Agenda 2030 que colgará de su vicepresidencia y que asumirá Ione Belarra como secretaria de Estado”. En efecto, no hay incompatibilidad entre los objetivos del gran capital y los objetivos de Podemos. El jefe de operaciones internacionales de Morgan Stanley, Frank Robert Petitgas, bendijo en la reunión del Foro de Davos de enero de 2020 la entrada de los ultraizquierdistas en el gobierno de España: “El mercado ha comprado bien este Gobierno, cree que va a ser razonable y responsable y hará una política seria”. Otros representantes del gran capital como Zurich Insurance Group, Soros Fund, BC Partners, McKinsey, Dow Coporate Citigroup, Bank of America o Salesforce, se mostraron de acuerdo con esta apreciación. En la última reunión celebrada en enero de 2021 bajo el lema “The Great Reset», de nuevo el gran capital representado en el Foro de Davos coincidía con Podemos. Según su fundador, Klaus Schwab, la crisis provocada por el coronavirus a nivel global y la alta contaminación en el planeta hacen urgente la implantación de la Agenda 2030. Prácticamente el mismo mensaje que Ione Belarra lanzaba unos pocos meses antes (septiembre de 2020) desde su Secretaria de Estado para la Agenda 2030: “ahora necesitamos más Agenda 2030 que nunca. Solo vamos a ser capaces de salir de esta crisis si cumplimos con la Agenda 2030”. ¿Dónde quedó el modelo del Foro de Porto Alegre? que preconizaba un gobierno que consultase a sus ciudadanos sus prioridades sobre cómo gastar el dinero público. Ahora Podemos dirige un ministerio que gasta ese dinero público en los objetivos que marcan desde fuera la ONU y el gran capital. ¿Dónde se fue la crítica al poder de las grandes corporaciones en detrimento de la soberanía nacional y la democracia? ¿En qué quedó eso de “evitar que los líderes del capitalismo, decidan por nosotros”? (Público, 19/2/2009).