Algunas cuestiones sobre las izquierdas en la periferia

Algunas cuestiones sobre las izquierdas en la periferia Facundo di Vincenzo

Izquierda Global-liberal vs Izquierda Nacional

No es izquierda sino izquierdas porque como lo han demostrado numerosos estudiosos del tema, desde Diego Abad de Santillan con su libro: El movimiento anarquista en la Argentina desde sus comienzos hasta 1910 (1930) hasta la monumental obra dirigida por Horacio Tarcus en la que han trabajado tantísimos especialistas sobre el tema, refiero al: Diccionario Biográfico de la Izquierda Argentina. De los anarquistas a la “nueva izquierda” (1870-1976) (2007), se ha señalado una y otra vez sobre las diferencias de concepción, ideología y proyectos políticos existentes entre los diferentes grupos que se asumen como agrupaciones de izquierda.

Según los historiadores Ricardo Falcón (Falcón, R. 1984) y Norberto Galasso (Galasso, N. 2018), las ideas de izquierda irrumpen en el escenario argentino con la llegada de los inmigrantes y se manifiestan a partir de las primeras organizaciones gremiales. Con la formación de los primeros sindicatos. Falcón como Galasso, vinculan entonces a las ideas de izquierda con el florecimiento de un movimiento, que llaman “obrero” en argentina. De allí que para ellos sea en el año 1857 con dos sucesos: la primera huelga realizada por los tipógrafos y la posterior creación de la “Sociedad Tipográfica Bonaerense”, que se da origen a las ideas de izquierda. Horacio Tarcus, sostiene como Falcón y Galasso, que las ideas de izquierda llegan con los inmigrantes, pero considera que empiezan a florecer un poco más tarde, con la llegada de los lectores y difusores en Argentina de las obras de los principales referentes del pensamiento de izquierda en Europa. Si se quiere, Tarcus pondera más el aspecto teórico intelectual, señalando que las lecturas de autores como Karl Marx (Treveris, Alemania, 1818-1883), el ideólogo del Socialismo Científico, o el teórico anarquista, Mijaíl Bakunin (Priamujino, Rusia, 1814-1876), comienzan a aparecer hacia 1870 (Tarcus, H. 2007).

En otra dimensión política e ideológica, podemos encontrar a la “otra izquierda”, el Socialismo Nacional o también llamada como: “La izquierda Nacional”. Su nacimiento no se debió a una agrupación política, tampoco, a diferencia del socialismo, el comunismo, el socialismo científico (marxismo) o el anarquismo, respondió a una influencia directa desde afuera. Probablemente esta característica especial fue responsable tanto de su originalidad como de su lugar marginal en las primeras décadas del siglo XX. Sobran los dedos de una mano para contar a los representantes del Socialismo Nacional antes de la Gran Guerra (1914-1918) y de la Revolución Rusa de 1917, entre estos pocos se destaca como extraordinario, el caso del socialista Nacional y Latinoamericano Manuel Ugarte (Buenos Aires, 1875-1951). Una de las primeras razones de la diferencia de la Izquierda Nacional o Socialismo Nacional respecto de las otras izquierdas se debe a una supuesta incongruencia arraigada directamente en uno de los términos que definen la corriente de pensamiento: hablamos de la palabra: “Nacional”. El creador del Socialismo Científico, Karl Marx, y su compañero de aventuras, Frederic Engels (Barmen, Alemania, 1820-1895), establecieron como postulado fundacional: “el internacionalismo”; la idea de una Patria proletaria sin fronteras. No es casual que la primera agrupación de envergadura constituida por Marx y Engels llevó la denominación de: la Primera Internacional Socialista (1864)[1], organización que debía congregar a los delegados y mayores exponentes de la izquierda mundial con el lema: “Los trabajadores no tienen Patria” (Marx, K – Engels, F, [1848] 1957).

Desde la lectura de Marx y Engels, asumida también por las demás izquierdas no nacionales, la Cuestión Nacional expresaba una reivindicación burguesa ligada al proceso iniciado en Europa tras las Revoluciones Burguesas, momento definido como de formación de los llamados “Estados Nación” (Anderson, B. 1993) (Gellner, E. 1991) (Hobsbawm, E. 2012). En las regiones periféricas, como Rusia, América, África o Asia, esta perspectiva, que elegía como enemigo principal de los trabajadores a la burguesía industrial nacional, maridaba con dos elementos sustanciales relacionados con el imperialismo y la colonización pedagógica ejercida desde el Atlántico Norte hacia “las periferias”.

El primer elemento, se vincula con un desplazamiento asociado a direccionar todas las energías hacia la burguesía industrial nacional beneficiando indirectamente a los sectores industriales y comerciales ingleses, franceses o norteamericanos, por no dar cuenta, como decía el Socialista Nacional peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre, que en América “el imperialismo había llegado antes que el capitalismo.” (Haya de la Torre, 1927). En otras palabras, mientras corría la sangre de los trabajadores periféricos reprimidos por las fuerzas coercitivas de turno, los trabajadores europeos engrosaban sus salarios gracias al plus-valor que las burguesías industriales y comerciales del Atlántico Norte generaban ejerciendo la sobre explotación de la mano de obra (que en algunos casos incluía el trabajo esclavo y servil) en sus sucursales radicadas en lugares alejados como Rusia, África, Asia o Argentina.

El segundo elemento que distinguió a la Izquierda Nacional o Socialismo Nacional de otras izquierdas, fue el lugar asignado a la cultura Nacional, a las tradiciones y costumbres de los pueblos frente a las ideas de progreso, civilización y la doctrina de la evolución social proveniente de las potencias del Atlántico Norte. Mientras que el Socialismo (el científico y el no científico) se empapó rápidamente con la ideología liberal hegemónica nacida bajo los preceptos de una idea de progreso marcada por el avance de la civilización sobre la barbarie (que en nuestra región se tradujo en reemplazo de la población –gauchos e indios- cultura y tradiciones autóctonas por las europeas), sistema de creencias sobre la evolución social que se afianzo en las instituciones educativa “blanqueando” (Tamayo, F, [1910], 1979) el panorama social preexistente. La Izquierda Nacional o Socialismo Nacional, en cambio, se ocupó de estudiar la historia Nacional enfocando especialmente en los sectores populares y sus líderes.

Por otra parte, en el caso de Marx y Engels, tras estudiar la Historia de la Humanidad y sus formas económicas en textos que aparecerán luego compilados como: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Grundisse (1857-1858), Cuadernos Kovalevsky (1879) y fundamentalmente en: El Capital. Critica de la economía política (1867) terminan por crear una serie de categorías que no escapan al paradigma y matriz de pensamiento imperante en Europa “del norte” (Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda, Bélgica). Una de las categorías más sesgadas por la coyuntura positivista-evolucionista es la categoría de: “modo de producción”, relacionada íntimamente con el supuesto progreso y evolución de los pueblos a lo largo de la Historia. Marx y Engels, encontraron distintas formas de propiedad de los medios de producción. Afirmaron que pueden ser de propiedad colectiva, propiedad familiar o propiedad privada. Desde su lectura, en la medida en que fue avanzando el proceso de división social del trabajo, comenzaron a distinguirse diferentes grupos o clases, de acuerdo al lugar que ocuparan en la organización del proceso de producción. Así, por un lado, ubicaron a los dueños de los medios de producción y, por otra parte, a los productores directos, esto es, quienes sostienen con su trabajo el desarrollo de la producción de los bienes necesarios. La manera en que esos bienes se distribuyen da lugar a la aparición de grupos o clases dominantes y dominadas en una sociedad. Ahora bien, en este punto, hay otros elementos que debemos sumar, considerar y analizar para trabajar la categoría de modos de producción en América Latina y el Caribe. Por ejemplo, la interpretación y función de la naturaleza, recordemos que en América se produjo una “Revolución del Neolítico” original (el proceso por el cual los cazadores/recolectores comenzaron a volverse también agricultores y criadores de animales para alimentarse), que evidentemente generó una relación entre el hombre y la naturaleza diferente a la relación establecida en otras regiones con otras “revoluciones del neolítico”, o la influencia del cristianismo y ciertas congregaciones, como los jesuitas, que practicaron con otras comunidades (Guaraníes), nuevas y originales formas de producción.

El Revisionismo Marxista o el Marxismo en crisis.

De las Revoluciones del 48´ a la Revolución Rusa de 1917.

El historiador y maestro de historiadores, José Sazbón (Ciudad de Buenos Aires, 1937-2008), señala que el marxismo tiene una serie de crisis tempranas, que dejan, en términos futbolísticos, a Marx en el banco, sin posibilidad de salir a la cancha. Repasemos.

El marxismo comienza a hacer pie entre 1846 y 1848, momento en el cual Marx y Engels elaboran una teoría explicativa de desarrollo social y una imagen acoplada de la sociedad contemporánea. Las ideas de Marx y Engels nutrieron rápidamente a socialistas, anarquistas, cooperativistas, socialdemócratas. Los liberales comenzaron a hablar con las categorías marxistas de “Clases sociales”, “fetichismo”, “alienación” y “modos de producción”, no obstante, la proclama: “Los trabajadores no tienen Patria” funcionaba como una fuerza reactiva para los nacionalistas, pero también para agrupaciones regionales, locales o nacionales (gremios, sindicatos, mutuales, sociedades civiles) que mantenían una tradición de lucha de arraigo local, regional o nacional. En resumen, si bien las ideas de Marx y Engels alimentaron quizás como nunca antes (¿y nunca después también?) a las ideologías de izquierda pre existentes, también se distanciaban de reivindicaciones, luchas y resistencias de raigambre local, regional o nacional. José Szasbón llama “crisis del marxismo”, por ejemplo, a una ser de replanteos y cuestionamientos teóricos surgidos hacia la mitad del siglo XIX, todos ellos relacionados con la adecuación y práctica política de las ideas marxistas a las exigencias del momento social y político.

La revisión de los fundamentos del marxismo, dice Szasbón, surge del cuestionamiento a un “modelo puro” de sociedad (un modelo de burguesía, proletariado, campesinado y empresarios/capitalistas), en pocas palabras, de un tipo definido de modernidad. Estos determinismos quedan rápidamente eclipsados por una serie de sucesos ocurridos en la mismísima Europa cuando entre los años 1848 y 1852 estallan las llamadas “Revoluciones fallidas del 48´”, todas ellas envueltas en el furor nacionalista (Gellner, 1991) (Hobsbawm, 2012) (Anderson, 1993). Estas revueltas llevan a Marx y Engels a “un retiro de estudio”, para precisar cuestiones (Marx – Engels, 1946).

Luego de este impasse, Marx y Engels vuelven a intervenir para reafirmar con mayor tenacidad la teoría de la marcha progresiva de las sociedades a través de la dialéctica de la lucha de clases, de modo que las revoluciones sociales son “el motor de la historia”. Ahora bien, en el caso de las revoluciones del 48´, no se produjo un avance histórico, “no se encendió el motor”, ya que no se plantearon desde la perspectiva de la lucha de clases, sino que estas luchas, desde su óptica, quedaron bajo la sombra generada por el furor nacionalista (Marx – Engels, 1981). Encadenado con este razonamiento, sostenían además que no todos los pueblos están preparados para, tras vencer en las luchas, avanzar en la historia. Consideran que, si el proletariado no es consciente de su lugar, si no se encuentra preparado, cultural, ideológica y políticamente, a pesar de vencer a la burguesía o a los terratenientes, las medidas que luego adoptará no irán más allá de medidas típicamente pequeño burguesas (Marx – Engels, 1946).

Estas cuestiones toman especial relevancia en las regiones del planeta llamadas “periféricas” o del “tercer mundo”, ya que desde dicha concepción el proletariado periférico se encontraría, por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, en una fase evolutiva muy anterior a las de las potencias del Atlántico Norte. Al mismo tiempo, la premisa de Marx y Engels, que afirma que los trabajadores no tienen Patria y que las cuestiones nacionales esconden en realidad reivindicaciones burguesas (más allá de sus escritos sobre la cuestión judía y sobre el caso irlandés, claro está), definitivamente deja en un lugar muy alejado a las luchas por la liberación nacional que las colonias y semi-colonias llevaron y llevan contra los imperialismos del norte.

Lo cierto, es que tiempo después, en 1917, ya sin Marx ni Engels, estalla la Revolución Bolchevique de obreros y campesinos, que se autoproclama socialista primero, y comunista, después, en un país periférico, digamos, en tierras del tercer mundo. Filósofos, historiadores, políticos, militantes y académicos reflexionaron, discutieron, y buena parte de ellos no comprendieron como en Rusia, un país considerado atrasado económica, política y culturalmente por los padres fundadores del “Socialismo Científico”, se producía la primera Revolución Socialista de la historia. Con su Revolución de Noviembre de 1917[2], Rusia y no Alemania[3], como auguraban Marx, Engels y todos los demás marxistas europeos, pasaba a la fase superior del desarrollo social, que es lo mismo que decir, que se sociabilizaban los medios de producción[4]. De ahora en más en Rusia, los medios producción se convierten en medios de producción colectivos y pasan a ser administrados, planificados, dirigidos desde el Estado.

Ahora bien: ¿Por qué razón Rusia, un país a miles de kilómetros de Latinoamérica, distante a nivel social y cultural, ya por el idioma como por sus costumbres, si tenemos en cuenta las oleadas inmigratorias europeas transoceánicas desde Siglo XVI a la actualidad[5], comienza luego de la Revolución de 1917 a ser uno de los focos principales de atención en los ámbitos culturales, políticos y académicos latinoamericanos. Se podría enumera una larga lista de viajeros a la URSS entre 1917 y 1939: Elías Castelnuovo, Haya de la Torre, César Vallejo, Manuel Ugarte, Diego Rivera, Aníbal Ponce, Rodolfo Puiggros, Gabriela Mistral, entre tantos otros/as)[6].

En primera instancia, el impacto se puede explicar desde dos niveles. A nivel espacial, porque Rusia posibilita de ahora en más un lugar en donde se desarrolla el ansiado experimento de realizar una sociedad socialista7. A nivel temporal, por ser un nuevo punto de referencia en donde la transformación social pasó de la utopía a la realidad. Motoriza una reinterpretación de las perspectivas de Revolución Social presentes en los ámbitos intelectuales latinoamericanos. Establece una nueva dimensión de análisis.

Inevitablemente su realización representa para el mundo de las izquierdas de la región, un episodio más del “drama revolucionario8 iniciado con la revolución francesa, en ese sentido se cruza, influencia, discute, se contrapone o se ensambla a las revoluciones como la revolución mexicana (1910-1920) y a la rebelión de Sandino (1927-1934) contra el avance norteamericano en Nicaragua, a las propuestas del Aprismo de Haya de la Torre (Trujillo, Perú, 1895-1979) en la cordillera o al proyecto educativo de José Vasconcelos (Oaxaca – México, 1882-1959) en México (1920-1921)9. Al mismo tiempo, para un nacionalista argentino como Ramón Doll (La Plata, 1896-1970), aquella revolución solo podía interesarle a un ruso, dice; “el proletariado argentino, inglés o francés, no ha ganado nada con el triunfo bolchevique, ni tendrá en aquel juego más ventajas que las que tendrían si volvieran “los blancos” al Kremlin. Entonces, ¿por qué razón para Doll el tema a resultado tan llamativo para los argentinos como para los demás latinoamericanos? En pocas palabras lo explica: “Cuando la Nación no es Nación y las instituciones no existen o existen con vida falsificada, el reformador revolucionario no parece tan delirante si habla de destruir lo que carece de vida nacional, de arraigo en las masas, de prestigio intelectual.” (Doll, [1943], 1975, p. 277)


Bibliografía

 

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  • Ramos, Jorge Abelardo, La lucha política en un país semi – colonial, Buenos Aires, Editorial Rancagua, 1974.
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[1] La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o I Internacional Obrera, adoptó como sede la ciudad de Londres y estuvo integrada por partidos, sindicalistas, socialistas, anarquistas y asociaciones obreras de variado signo. El encargado de redactar sus estatutos fue Carlos Marx. En 1868, a raíz de la incorporación de Bakunin, la AIT sufrió una polarización que condujo a enfrentamientos entre dos tendencias irreconciliables: por un lado, la anarquista (con Bakunin a la cabeza), por otro, la marxista, cuyo liderazgo intelectual ostentó Marx.

[2]En el Manifiesto Comunista dice Marx: “Los comunistas, aunque luchando siempre por alcanzar los objetivos inmediatos y defender los intereses cotidianos de la clase obrera, representan a la par, dentro del movimiento actual, su porvenir. En Francia se alían al partido democrático-socialista contra la burguesía conservadora y radical, mas sin renunciar por esto a su derecho de crítica frente a los tópicos y las ilusiones procedentes de la tradición revolucionaria”. En Marx, Carlos y Engels, Federico, El manifiesto comunista, Ed. Claridad, 1940, p 98.

[3]Hay que considerar que en Rusia estaba en vigencia el calendario Juliano (introducido por Julio Cesar en el 46 d.c.) que retrocede 13 días con respecto al calendario gregoriano vigente en el mundo cristiano u occidentalizado, por ello la Revolución de octubre ocurrió en realidad el 7 de noviembre.

[4]Dice Marx: “En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material, poseida por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente. La expresión «el fruto del trabajo», ya hoy recusable por su ambiguedad, pierde así todo sentido”. En Marx, Karl, Glosas marginales al Programa del Partido Obrero Alemán (1875), En Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín (Beijing), República Popular China, 1979.p.35.

[5] En los censos de población desarrollados en nuestro país se encuentra en detrás de la española, italiana, francesa y alemana, compartiendo según los censos de 1869, 1895 y 1914, el quinto o sexto lugar con los británicos, sirio libaneses, austriacos.

[6]Por mencionar algunos casos, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en la Carrera de Historia, existe la opción de cursar Historia de Rusia como materia optativa, incomprensible opción sin su Revolución. Al día de hoy por la calle Corrientes de la Ciudad de Buenos Aires podríamos llenar varias bibliotecas con libros de editoriales argentinas respecto al tema de la URSS y, por último, hace un mes presente mi ponencia “José Ingenieros y la Revolución Rusa” en la Universidad Nacional de Luján, en donde se realizó una Jornada dedicada especialmente para conmemorar los cien años de la Revolución.

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