La época a la que me refiero en esta novela, coincidente con el abandono de la cueva de Altamira según han establecido arqueólogos de prestigio de muchos países, marca la frontera entre la era del paleolítico y el neolítico, esa etapa de transición (mesolítico) entre la civilización de cazadores y recolectores y la nueva era que se abrirá para la humanidad, cuando las tribus, pueblos y razas se hacen sedentarios, comienzan a cultivar la tierra y apacentar ganado