Publicado hace ya un mes en Posmodernia, un artículo de Guillermo Rocafort (colaborador habitual de nuestra publicación), cuyo título parafraseaba a Catón el Viejo en los tiempos de las guerras púnicas, advertía de la situación creada en el seno del Banco Popular y las maniobras internas que han conducido finalmente a su colapso. La ulterior «venta» de la entidad por 1 euro al Banco de Santander, no hace otra cosa que dejar al descubierto, una vez más, las vergüenzas del sistema financiero español y la inepcia de los mecanismos de control nacionales y de la UE.
Algunos expertos han calificado la intervención de Ana Patricia Botín en este proceso de «jugada maestra, digna de su padre». No en vano, el Banco de Santander, en principio el menor entre los «siete grandes bancos» históricos en España, ya ha engullido a cuatro de ellos: Central, Hispanoamericano, Banesto y, ahora, Popular.
De sainete el papelón del Gobierno, con un De Guindos declarando «soy un mal vendedor de bancos» (no hace falta que lo jure…), para rematar proclamando que la oferta del Santander «era la mejor» (tal vez el resto oscilaran alrededor de los 10 céntimos de euro…).
Como «pelotazo» ha definido la operación el diputado de Podemos Alberto Montero, y desde aquí, suscribimos plenamente su apreciación.
La realidad no admite paliativos: 300.000 accionistas que pierden la totalidad de su inversión, al igual que los suscriptores de deuda subordinada; 5.000.000.000 de euros en pérdidas; 4’6 millones de clientes y 37.000.000.000 en activos «problemáticos», que pasan a engrosar la «cuadra» del Santander… El balance de los presumibles «daños colaterales» ( despidos, cierre de oficinas, venta de cartera a fondos buitres, etc), constituyen un déjà vu, el corolario a la crónica de una muerte anunciada… Resta ahora, el aluvión de demandas y reclamaciones por parte de los perjudicados, ante los tribunales y organismos nacionales e internacionales; no tengan duda de que si alguna de ellas prospera, la «factura» del festín correrá de cuenta de los sufridos y esquilmados bolsillos de los españoles…
Enigmática, como mínimo, la actuación de Emilio Saracho, Presidente hasta ahora del Banco Popular. Saracho, «mentor» en tiempos de Ana Patricia Botín, y profesional que ha desarrollado la parte más importante de su trayectoria precisamente en el Banco de Santander, ha sido incapáz a lo largo de todo su mandato, de adoptar las necesarias medidas para corregir el rumbo de la entidad, pese a haber sido elegido para el cargo por considerársele un «especialista» en la resolución de este tipo de situaciones… La millonaria compensación estipulada en su contrato (percibió 4 millones de euros al incorporarse al cargo, aunque ha renunciado a última hora a una cantidad similar que le hubiera correspondido como finiquito), tal vez le ayude a mitigar el descrédito que profesionalmente le ha supuesto su actuación al mando del banco y su consiguiente cese.
El artículo de Guillermo Rocafort, repetimos, publicado por Posmodernia un mes antes de que se produjera la implosión del Banco Popular (y su posterior adjudicación al Banco de Santander por 1 euro), advierte con el rigor acostumbrado, la calamitosa deriva de la entidad y lo que podía ocurrir… !y ocurrió!