Pasado el primero de Mayo, quiero tener unas palabras especialmente dedicadas para los llamados «sindicatos mayoritarios». Una forma refinada de llamar a los sindicatos del sistema. Los “aliades” necesarios para alienar y mantener al pueblo ocupado con retórica vacía mientras nos roban todo.
Convenio tras convenio, acuerdo tras acuerdo y toda negociación en la que se han metido los sindicatos del sistema, ha supuesto un clavo más al ya muy martilleado ataúd del bienestar de los españoles.
Los sindicatos del sistema, léase CCOO y UGT(aunque no son los únicos), se han encargado celosamente de destruir cualquier posibilidad de estabilidad y seguridad para los trabajadores más jóvenes. Eso sí, a cambio de salvar mínimamente los muebles de los trabajadores más veteranos. Tampoco siempre, no nos vamos a engañar, porque quien estafa al hijo también es probable que enrede al padre. Aunque por lo general, el sindicalismo sistémico se ha basado en destruir el futuro de muchos para salvar algunos culos del ayer. Gran estrategia. Aunque únicamente si eres un engranaje del poder que se toma a los trabajadores como potenciales votantes. Y a los dueños de los sindicatos les interesa más mantener, aunque también precariamente, un relativo bienestar para la generación babyboomer que grandes planes de reindustrialización, innovación e incentivos al futuro. Más valen los votos de unos prejubilados contentos, que todo el malestar creado a los que vienen después. Puro peso demográfico.
Y que no me confundan con un acérrimo combatiente contra la generación de mis padres. Nadie quiere más que yo que disfruten de su jubilación y su merecido descanso. Aunque eso jamás me llevará a justificar el auténtico genocidio industrial y destrucción del bienestar de las siguientes generaciones por parte de unos actores políticos y sindicales que en cualquier otro momento histórico, estarían más cerca de la horca que de una whiskería con luces de neón.
Si, los destructores de la España joven y no tan joven(porque todos nos comenzamos a hacer mayores, no así nuestras condiciones materiales) pueden intentar tapar sus vergüenzas con todos los agradecimientos de jubilados y futuros jubilados, pero eso no cambia el hecho de ser responsables de la ruina entera de un país.
Es bastante ridículo que en un país en que hay menos jóvenes que mayores, haya el desempleo juvenil que hay. Y más ridículo aún que sea imposible hacerse con un sueldo digno por más años que se pase uno trabajando, cuando somos menos y, en un simplismo barato, «a menos gente, más pastel». Pero claro, entre el coste de la vida y el coste del estado, lo raro es que a los españoles nacidos de los 90 en adelante, no nos quitasen ya un riñón para ir acostumbrando al cuerpo.
Porque los sindicatos también son responsables muy notables del insoportable esfuerzo fiscal que tiene que hacer todo hijo de vecino para mantener una estructura que funciona peor que mal. Pero mantiene muchos Teslas y chalés de inútiles con contactos.
Aunque lo más horrible de todo, es que esos sindicatos nos hayan vendido y, sigan vendiendo, que defienden al trabajador. Y hay quien se lo traga. Cierto que los mismos que se lo tragan, suelen tragarlo con gambas y nómina pública. Pero ese discurso aparentenenre obrerista hay que entenderlo como es. Pura retórica de traidores a la clase obrera y a la clase media que se han amancebado con los poderosos. Corrijo, no es retórica, son charlatanes con fular.
Ver a la parejita de CCOO y UGT(y a su versión polimili, Óscar López) hablando de bienestar y condiciones laborales en alguna patochada organizada por el primero de Mayo, me causa entre risa y abierta indignación. Es que no les veo a ellos. Veo a una especie de Abbott y Costello recién salidos de una marisquería con chupitos gratis. Y los “trabajadores” asistentes, por algún motivo, suelen ser jubilados con bocadillo y autobús fletado para la ocasión. A veces pienso que UGT significa Unión Geriátrica Transportable. Y CCOO bien podría ser “Comilonas Organizadas”. Pero dejemos los chistes. Vayamos al nudo del asunto.
Ninguna referencia a abaratar la energía. Y del apagón ni media palabra, aunque hayan pérdidas para todos. Planes de construcción y rehabilitación de viviendas, como mucho con boquita de piñón y con menos fondos que el bolsillo de un autónomo. Apoyo a las familias, nada, fascismo. ¿Reindustrialización? No, mejor más normativas, más exigencias, más impuestos e invitar a las empresas a cerrar o largarse. Pero manteniendo algunos puestos para no causar malestar y cerrar poquito a poco. Los que vengan detrás, que se apañen y se reciclen 20 veces. Que es muy normal tener a ingenieros en una cadena de venta de electrodomésticos, que se hacen autónomos para «chapuzas» pero luego pasan a dar clases de yoga. Y compartiendo piso, que es más ecofriendly.
¿La edad media de los torneros y soldadores es de 55 años y es un sector a rejuvenecer, con pleno empleo y buenos sueldos? Nada de incentivar en nuestros jóvenes la FP. Traemos inmigrantes. Que es por todos sabido que nuestros jóvenes no quieren soldar por 2.000 euros. Prefieren poner cafés todo el día con un contrato de media jornada. Mejor traer a la joven élite del gremio de soldadores de Kenitra, que la patronal también lo ve bien. Y si tiran los sueldos abajo, mejor.
Recordemos que son los mismos sindicatos que, ante las manifestaciones de transportistas y ganaderos, salieron a defender al gobierno con incisivas declaraciones tratando a los manifestantes de «empresarios». Lo cual tampoco es mentira, pero es jugar con el lenguaje. Aunque en eso son expertos. Pero es cierto, eran empresarios muchos de ellos. En primer lugar, porque los asalariados de grandes empresas agrícolas y de transporte es difícil que quieran manifestarse y perder su trabajo. Y sus representantes sindicales ya se encargan de controlarlos. Pero, más allá de eso, ser dueño de una explotación ganadera o de un camión y trabajar de sol a sol, aunque te hace «empresario», también te convierte en el paradigma de la auténtica opresión real. Pequeños negocios sobreviviendo a normativas y expolio fiscal. Camioneros y ganaderos autónomos defendiéndose del estado, de la UЕ y de las peores multinacionales que quieren eliminar la competencia. Bueno, y de los sindicatos de clase que andan acaramelados con el gran capital financiero desde hace décadas.
Recordemos, también, que son los mismos sindicatos que ante la prohibición de los coches de combustión en la UE en 2040, pegan grititos con la boca pequeña para aparentar, pero nada más. En España 2 millones de currelas dependen de ese sector, pero da igual. Se quejan un poquito, lo justo para aparentar que se preocupan, pero no mucho, no vaya a ser que se molesten los jefes. Y aplican la táctica que llevan aplicando 40 años. «Hay que buscar alternativas y un proceso de adaptación que permita mantener el empleo y blablablá». En corto, que se va a cerrar todo, pero progresivamente para que lo notemos menos. La historia de siempre. Los sindicatos se pasan el día calentado el agua progresivamente para la rana. Y los que salimos escaldados somos siempre los mismos. Mucha palabrería pero nada de acción. Aunque es lógico, si esos sindicatos jamás hubieran existido, sus líderes se habrían dedicado a vender tónicos para el pelo en cada pueblo. Los oficios cambian, pero los charlatanes permanecen.
En conclusión, el sindicalismo es muy necesario si queremos recobrar el bienestar, la seguridad y el desarrollo para los que vendrán. Pero si queremos milongas, inseguridad y charlas obligatorias sobre perspectiva de género en cursos de carretillero, podemos quedarnos con los de los fulares y pagarles las mariscadas con final feliz.