Churchill y la Operación Impensable (II)

Churchill convocó para el 11 de junio una reunión del Gabinete. El mariscal Alan Brooke anotaba en su diario: «A las 17.30, reunión del gabinete en la que Winston hizo un repaso largo y muy pesimista de la situación en Europa. Los rusos se habían adentrado más que nunca en Europa, salvo en una ocasión. Eran todopoderosos en Europa. Cuando les viniera en gana, podrían cruzar el resto del continente y devolvernos a nuestra isla. Nos superaban numéricamente en una proporción de dos a uno y los estadounidenses estaban retirándose a su país. Cuanto antes se marchasen, antes sería necesario su regreso, etc., etc. Terminó diciendo que no había estado nunca tan preocupado como ahora por la situación en Europa» (citado por Jonathan Walker, Operación «Impensable», Traducción de Efrén del Valle, Crítica, Barcelona 2015, pág. 150).

Se desconoce si Stalin llegó a conocer en detalle los planes de la Operación Impensable. Sí sabemos que tuvo en sus manos datos de informes previos confeccionados por los planificadores británicos tras las hostilidades. Y esto llegó al Padrecito a través de Donald MacLean (alias «Homer»). El Vozhd también estaba al tanto de los telegramas que se intercambiaban Churchill y Truman a través de las transcripciones secretas soviéticas, en donde se ofrecían detalles de las tácticas británicas sobre la composición del gobierno polaco probritánico, otra de las obsesiones del señor Churchill que se vieron frustradas por la consumación de los hechos: el imparable avance del Ejército Rojo y las diferencias entre británicos y estadounidenses por esta cuestión (cosa de la que Stalin también estaba bien informado).

Stalin siempre sospechó de una alianza entre británicos y estadounidenses con el Reich una vez que a éste no le quedase otra opción ante su inevitable derrota. Se le ha tachado en innumerables ocasiones de conspiranoico, pero resulta que el que pecaba de tal vicio era Churchill anhelando reunir lo que quedase de las tropas alemanas y avanzar hacia la Unión Soviética. Y semejante disparate no se llevó a cabo porque Estados Unidos no estaba por la labor ni tampoco los altos cargos del Imperio Británico. 

Sea como fuere, estos eran los propósitos de la Operación Impensable: «El objetivo general o político es imponer a Rusia la voluntad de Estados Unidos y del imperio británico» (citado por Max Hastings, La guerra de Churchill, Traducción de Juan Rabasseda Gascón y Teófilo de Lozoya, Espa Pdf, 2009, pág. 2694). Y también se decía: «Aunque “la voluntad” de esos dos países pudiera definirse simplemente como un trato justo para Polonia, ello no limita necesariamente su compromiso militar. Un éxito rápido podría inducir a los rusos a someterse a nuestra voluntad… pero podría ser que no fuera así. A los rusos les tocará decidir. Si quieren la guerra total, están en condiciones de tenerla» (citado por Hastings, La guerra de Churchill, págs. 2694-2695).

Los expertos militares advertían que, si una ofensiva podía salir bien, los soviéticos podían emplear la táctica que con tanto éxito aplicaron contra los alemanes, cediendo terreno a las tropas invasoras para que entrasen en la trampa de los grandes extensiones del país soviético: «Prácticamente no hay límite a la distancia hasta la cual tendrían que penetrar en Rusia los aliados a fin de hacer imposible la resistencia… Conseguir la derrota definitiva de Rusia… exigiría… (a) el despliegue en Europa de una gran proporción de los enormes recursos de Estados Unidos; (b) el reequipamiento y la reorganización de la población alemana y de todos los aliados de Europa occidental» (citado por Hastings, La guerra de Churchill, pág. 2696). También afirmaban que el potencial aéreo occidental se podía utilizar contra las vías de comunicación soviéticas. Pero matizaba que «la industria soviética está tan dispersa que no es probable que constituya un objetivo aéreo provechoso» (citado por Hastings, La guerra de Churchill, 2009, pág. 2697). 

Se propuso que el ataque se llevaría a cabo con un despliegue de 47 divisiones aliadas, 14 de las cuales serían acorazadas. Asimismo, pensaban que había que colocar a 40 divisiones en la retaguardia para defensa y labores de operación (represión anticomunista). Esperaban que los soviéticos hiciesen frente a la ofensiva aliada con 160 divisiones, de las cuales 30 serían acorazadas.

Los expertos tenían en mente dos ataques generales: uno a lo largo de un eje norte, Stettin-Schniedemuhl-Bydgoszcz, y otro por el sur, a lo largo del eje Leipzig-Poznan-Wroclaw. Y los expertos concluían: «Si vamos a embarcarnos en una guerra contra Rusia, debemos estar preparados para comprometernos con una guerra total, que será larga y costosa» (citado por Hastings, La guerra de Churchill, 2009, págs. 2698-2699).

En un anexo se añadía que muy posiblemente los soviéticos solicitarían la ayuda de los comunistas de Francia, Bélgica y Holanda para que saboteasen las comunicaciones Aliadas.

En el documento de planificación los expertos emplearon hasta ocho veces la palabra «arriesgada» en relación a la invasión angloamericana de la Operación Impensable. Y sobre la reacción que tendrían los alemanes se decía en el anexo IV: «El Estado Mayor Alemán y su Cuerpo de Oficiales probablemente decidirían que lo más conveniente para sus intereses era ponerse al lado de los aliados occidentales, aunque la medida en la que pudieran prestar una colaboración eficaz y activa probablemente se vería limitada al principio por el agotamiento de guerra que sufrían tanto el ejército alemán como la población civil» (citado por Hastings, La guerra de Churchill, págs. 2699-2700). Aunque sospechaban que los veteranos alemanes podrían mostrarse reacios, pues ya tuvieron una dura experiencia en la Unión Soviética.

El 8 de junio de 1945 Ismay escribía tras entregarle el informe de los expertos a Churchill: «En el informe adjunto sobre la operación “IMPENSABLE”, los jefes de Estado Mayor han expuesto los hechos desnudos, que pueden elaborar mejor en el curso de una discusión con usted, si así lo desea. Pensaron que cuanto menos se pusiera sobre el papel en este sentido, mejor» (citado por Hastings, La guerra de Churchill, pág. 2703).

El 10 de junio Churchill contestó: «Si los americanos se retiran a su zona y trasladan el grueso de sus tropas a Estados Unidos y al Pacífico, los rusos tendrán la facultad de avanzar hacia el mar del Norte y el Atlántico. Les ruego que hagan un estudio de cómo podríamos defender nuestra isla, suponiendo que Francia y los Países Bajos no fueran capaces de resistir el avance de los rusos hasta el mar. ¿Qué fuerzas navales nos harían falta y dónde estarían situadas sus bases? ¿Cuál sería la fuerza que se requeriría para el ejército, y cómo habría que disponerla? ¿Cuánta aviación sería necesaria y dónde estarían localizados los principales aeródromos?… Al mantener el nombre clave “IMPENSABLE”, los jefes de Estado Mayor se darán cuenta de que éste sigue siendo un estudio preliminar de algo que, al menos eso espero, sigue siendo una contingencia puramente hipotética» (citado por Hastings, La guerra de Churchill, págs. 2704-2705).

En el borrador original de esta nota Churchill concluía afirmando que se trataba de «un suceso sumamente improbable» (citado por Hastings, La guerra de Churchill, pág. 2706). Y señaló con tinta roja que la puesta en marcha de la Operación Impensable parecía todavía más remota, aún más«impensable».

El 11 de junio el comité de planificación conjunto de los jefes de Estado Mayor le informó al primer ministro que era muy improbable que la URSS llevase a cabo una operación anfibia para invadir las islas británicas una vez que las tropas estadounidense se hubiesen desmovilizado de Europa (entre otras cosas porque Estados Unidos tenía la bomba atómica y con tal munición el juego ya era otro). También señalaban que la fortaleza naval soviética era bastante limitada y excluían un ataque aerotransportado, aunque creían que sería imposible que los soviéticos rearmasen a un bombardero interno con bombas tan destructivas como las V1 y V2 de los alemanes.        

Clement Attlee se impuso a Winston Churchill en las elecciones de julio de 1945. Al conocer los primeros resultados de una docena de distritos en los que se había castigado al Partido Conservador, Churchill le dijo al capitán Richard Pim: «Es posible que sea un terremoto y que tengan [el Partido Laborista] perfecto derecho a echarnos. Esto es la democracia. Por esto hemos estado luchando. Dadme mi toalla» (El ingeniero Churchill, Compilación de Richard M. Langworth, Plataforma Editorial, Barcelona 2015, pág. 222). El gabinete de Attlee, a fin de tranquilizar a sus paisanos, se tituló «gobierno imperial socialista», pero ante la nueva situación ante el auge de la URSS y sobre todo de Estados Unidos hizo que la posición del Imperio Británico tuviese que replantearse. El Imperio Británico abandonó Oriente Medio y la India («la joya de la corona», esencial para la economía británica al absorber la mayor parte de la producción textil de la metrópolis). Sin apenas resistencia, el Imperio Británico huyó de sus colonias, lo cual fue una estrategia más prudente que la del imperialismo francés (que se desmanteló de manera mucho más cruenta y costosa, especialmente en Indochina y Argelia). Gran Bretaña cedió el puesto como potencia naval del mundo a Estados Unidos, pero en el universo financiero las grandes familias seguirían actuando con mucha fuerza desde la City.  

El 12 de septiembre de 1946, en un discurso en el Madison Square Garden, el que fuera vicepresidente durante el tercer mandato de Roosevelt y por entonces secretario de Agricultura de la Administración Truman, Henry Wallace, afirmaba que «La política británica consiste, claramente, en provocar desconfianza entre los Estados Unidos y Rusia, y así allanar el camino hacia la tercera guerra mundial» (citado por Henry Kissinger, Diplomacia, Traducción de Mónica Utrilla, Ediciones B, Barcelona 1996, pág. 498). Porque la Tercera Guerra Mundial podía ser una posibilidad de que el Imperio Británico no perdiese sus colonias; pero tal guerra, más que impensable, fue irrealizable y sería una Guerra Fría que involucró al Imperio Británico con el Imperio Estadounidense contra el Imperio Soviético. 

Si, tras la guerra, Estados Unidos pasó a ser la mayor potencia mundial, el Reino Unido, en cambio, pasó de ser el segundo país más acreedor del mundo a ser el más endeudado, y con un pueblo empobrecido (pero con las grandes familias poniendo inmediatamente en marcha su recuperación). Estados Unidos dominaría no sólo los países occidentales de Europa y Japón, sino también los grandes dominios británicos: Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Por su parte, la URSS perdió una tercera parte de su riqueza nacional durante el conflicto, pues durante el mismo se destruyeron 70.000 pueblos y 17.000 ciudades soviéticas. Ucrania, que fue zona en la que los nazis estuvieron más tiempo, sufrió la destrucción del 42% de sus ciudades y la guerra tuvo un coste de un trillón doscientos mil millones de rublos (con el valor que tenía esta moneda en 1941). Estos costes superaron a los de cualquier país europeo.

El 30 de noviembre de 1954, en su ochenta cumpleaños, llegaría a decir Churchill refiriéndose a 1945: «Telegrafié a Lord Montgomery dándole instrucciones de recoger con cuidado las armas alemanas y apilarlas para que pudieran ser repartidas fácilmente de nuevo entre los soldados alemanes, con los que tendríamos que trabajar si el avance soviético continuaba». Al día siguiente el editorial del Timesse preguntaba: «¿qué demonios le hizo decir esto?» (Véase Roy Jenkins, Winston Churchill, Volumen II, Traducción de Carme Camps Monfa, Ediciones Folio, Hospitalet 2003, pág. 983).

El optimismo de los expertos en planificación era tan ingenuo como asombroso, y creían que sus hombres lucharían con el mismo ímpetu que lo hicieron contra los alemanes, a pesar de que el general Alexander le informase a Churchill de que sus hombres instalados en Italia se mostraban reacios a enfrentarse a los comunistas yugoslavos de Tito. 

No obstante, los preparativos de la Operación Impensable no fueron del todo en vano porque fueron fundamentales para la puesta en marcha de la Guerra Fría, e incluso para el estallido de la misma (para lo cual francamente sólo hacía falta muy poquita cosa). Pero de momento, al margen de la hipotética Operación Impensable que nunca se puso en marcha, ningún país europeo tenía pensamiento de aprender un conflicto armado contra la URSS. Así que Churchill tuvo que tragarse el hecho incontestable de que la URSS no iba a ser desmantelada ni por mediación del poder diplomático ni por mediación del poder militar (eso sí, lo sería tras 45 años de Guerra Fría). 

Tras la crisis del canal de Suez en 1956 Gran Bretaña se aproximó aún más a Estados Unidos en su «relación especial» con la que ya era sin duda la primera potencia mundial, aunque con el primer ministro Harold Macmillan Gran Bretaña ingresó en la Comunidad Europea, proyecto globalista made in USA.

Tras la guerra la deuda externa de Gran Bretaña era de tres billones de libras. En los años 70 el Reino Unido pasó al séptimo puesto de las potencias del mundo, pero las grandes familias ya se habían recuperado del coste que supuso la Segunda Guerra Mundial y las finanzas de la City funcionaban tan bien como las de Wall Street.

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