- Clase contra clase
Probablemente lo más destacable de la noción marxiana de «clase» sea que los diferentes individuos sólo forman una clase «en tanto en cuanto se ven obligados a llevar una lucha común contra otra clase [u otras clases, o en alianza contra terceras clases y/o cuartas]» (Karl Marx, Textos selectos, Traducción de Jacob Muñoz Veiga, Javier Pérez Royo, José María Ripalda Crespo, Manuel Sacristán Luzón y León Mames, Gredos, Madrid 2012, pág. 191, corchetes míos). La lucha de clases no es otra cosa que la fractura estructural interna de toda sociedad política.
Para que se constituya una clase ésta debe conjugar una serie de individuos (de familias, mejor dicho) que vivan en condiciones más o menos similares y tengan los mismos intereses: «En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones económicas de existencia que separan su modo de vida, sus intereses y su cultura de los otras clases, enfrentándolas antagónicamente a éstas, forman una clase» (Karl Marx., El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Traducción de Elisa Chuliá, Alianza Editorial, Madrid 2003, pág. 161).
Y así una clase comienza a existir en el momento en que se enfrenta a otra clase (o pacta con otra clase para enfrentarse a una tercera). «Los miembros de una clase están, por lo tanto, unidos no sólo por intereses uniformes y comunes, sino también por la oposición de sus intereses a los de las otras clases» (Nikolai Bujarin, Teoría del materialismo histórico, Traducción de Pablo de la Torriente Brau, Grabriel Barceló y María Teresa Poyrazián, Siglo XXI, Madrid 1974, pág. 355). «Las contradicciones entre las condiciones de existencia, del “ser”, son reflejadas directamente en el crecimiento de los intereses de clase. La más genuina expresión del interés clasista es el esfuerzo de las clases por aumentar la parte que les corresponde a la distribución de la masa total de productos» (Bujarin, Teoría del materialismo histórico, pág. 363).
La clase tiene, por tanto, un componente polémico; y en política, como en filosofía, pensar es pensar contra alguien o contra algo (y la lucha de clases es imposible si al mismo tiempo no hay una lucha ideológica, una questio disputata en torno a la cuestión del ser y el deber ser político-económico-social). Asimismo, «la lucha espontánea del proletariado no se convertirá en su verdadera “lucha de clases” mientras esta lucha no sea dirigida por una fuerte organización de revolucionarios» (Vladimir Ilich Lenin, Obras completas, Tomo IV, Versión de Editorial Progreso, Akal Editor, Madrid 1974, pág. 481).
De modo que la existencia de las clases presupone la lucha, porque si una clase es posible se debe a su enfrentamiento con otras clases. Asimismo esta lucha es una disputa eminentemente política: «toda lucha de clases es una lucha política» (Vladimir Ilich Lenin, Federico Engels, V. I. Lenin, Marx Engels Marxismo, http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/FE95s.html, Pekín 1980 51). Es decir, «Toda doctrina de un socialismo que no sea de clase y de una política que no sea de clase se acredita como un simple absurdo» (Vladimir Ilich Lenin, «Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo», Grijalbo, Barcelona 1975, pág. 10).
Como se ha dicho, «la norma de la nación, como norma de unidad de las diversas clases en la nación política, actuó como un mecanismo de enmascaramiento de la lucha de clases -a la manera de cómo se dice que el “Cuerpo de Cristo” (ya no hay judíos ni gentiles…) enmascaraba las diferencias entre los hombres libre y los esclavos en la Tierra» (Gustavo Bueno, España frente a Europa, Alba Editorial, Barcelona 2000, págs. 128-129).
Y por esto se ha dicho con buen criterio: «La importancia que atribuimos al concepto marxista de la política comienza apoyándose en lo que tiene de crítica al formalismo técnico “maquiavélico”. Todas las técnicas de conquista y conservación del poder político giran en el vacío si no responden a la realidad de las fuerzas sociales y económicas. La política no es un sistema cerrado de operaciones; presupone una materia social. Y aquí es donde Marx ha conocido la necesidad de las divergencias, y divergencias antagónicas, que él considera de naturaleza económica, para que pueda hablarse de política. La idea de que la política implica la divergencia entre las partes sociales, y aun la lucha de clases, es la idea más importante de Marx. La circunstancia de que él haya confiado en el futurible de una sociedad humana sin antagonismos no contradice lo que decimos, puesto que Marx, precisamente por ello, considera que esa sociedad futura ya no será una sociedad política» (Gustavo Bueno, Primer ensayo sobre las categorías de las «ciencias políticas», Biblioteca Riojana, Logroño 1991, págs. 227-228).
Que la lucha obrera es una lucha significa que «la clase obrera no puede luchar por su emancipación sin tratar de influir en los asuntos de Estado, en la dirección del Estado y en la promulgación de las leyes… si la clase obrera no ofrece influencia sobre el poder estatal, tampoco es posible su lucha, tampoco es posible para ella lograr siquiera un mejoramiento estable de su situación» (Vladimir Ilich Lenin, Obras completas, Tomo II, Versión de Editorial Progreso, Editorial Ayuso Akal, Madrid 1974, pág. 108). Es decir, la clase obrera ha de organizarse definiéndose de cara al Estado, pues en caso contrario sería simplemente una izquierda indefinida (ya sea extravagante, divagante o fundamentalista).
La dialéctica de clases «llevada hasta sus últimas consecuencias es la lucha por el poder» (Lev Davidovich Trotsky, Historia de la revolución rusa, Traducción de Andreu Nin, Veintisieteletras, Mirador de la Reina (Madrid) 2007, pág. 150). Esto es, la lucha por la conquista del Estado a través del Partido, que es considerado la «vanguardia del proletariado» y, en última instancia, la vanguardia del Género Humano (tesis que consideramos metafísica, ya que la Humanidad no es ni puede ser sujeto ni objeto de la revolución, ya que ésta se restringe en determinados lugares y en determinado tiempo y contexto histórico).
La lucha de los obreros de una determinada fábrica contra sus patronos no es todavía la lucha de clases, sino un débil embrión. «La lucha de los obreros se convierte en lucha de clases, sólo cuando los representantes de vanguardia de toda la clase obrera de un país tienen conciencia de su unidad como clase y emprende la lucha, no contra un patrono aislado, sino contra toda la clase capitalista y contra el gobierno que apoya a esa clase. Sólo cuando cada obrero tiene conciencia de que es parte de toda la clase obrera [cuando deja se ser mero proletariado «en sí» y empieza a serlo «para sí»], cuando en su pequeña lucha cotidiana contra un patrono o un funcionario ve la lucha contra toda la burguesía y contra el gobierno en pleno, sólo entonces su lucha se transforma en lucha de clases» (Lenin, Obras completas, Tomo IV, pág. 219, corchetes míos).
La lucha de clases no es una lucha local o regional sino una lucha nacional (y es supuesta, en última instancia, como una lucha internacional). Por eso, «la lucha del proletariado contra la burguesía es primero una lucha nacional. El proletariado de cada país debe acabar, naturalmente, en primer lugar con su propia burguesía» (Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del partido comunista, Gredos, Traducción de Jacobo Muñoz Veiga, Madrid 2012, pág. 593).
Por ello mismo -afirma Marx- los obreros no tienen patria y por tanto es imposible quitarles lo que no tienen. «Puesto que el proletariado aún tiene que conquistar para sí el poder político, aún tiene que elevarse a clase nacional, aún tiene que constituirse como nación, es todavía nacional, aunque en absoluto en el sentido de la burguesía» (Marx y Engels, Manifiesto del partido comunista, págs. 600-601).
La existencia de distintas clases sociales implica necesariamente una división de intereses, en donde unas clases, las explotadoras, y por ello mismo dominantes, procuran mantener el sistema político-económico vigente a través de la fuerza que le dan las capas y ramas del poder del Estado y de las ideologías que justifican su dominio; justificaciones que empiezan a ser decadentes e irracionales cuando la clase dominante empieza a declinar en su dominio al no poder soportar la base la superestructura de esa clase hasta entonces dominante que está a punto de pasar a mejor vida o a peor, pues a mejor vida pasa la clase ascendente que está interesada por los conocimientos objetivos y por ello se sustenta en la realidad efectiva que la fortalezca y que por ello consolida su ascenso. «Una vez instalada en la cúspide, la antigua clase se vuelve explotadora y comienza a tergiversar el estado de cosas existentes de tal suerte que esa ideología surgida en época de ascenso debe transformarse para justificar el estado de cosas existentes u ocultar la explotación» (José Ramón Esquinas Algaba, La Idea de Materia en el Materialismo Dialéctico, Tesis Doctoral, Universidad de Oviedo, 2015, pág. 244). Lo racional y lo irracional dependen del contexto histórico de la actividad humana.
La dialéctica de clases, el antagonismo de las mismas (las contradicciones dadas «en el seno del pueblo», que decía Mao), es interpretada por Marx como el motor del progreso para que las fuerzas de producción se desarrollen. En la lucha de clases -piensa Marx- está propiamente el avance del desarrollo y progreso histórico, cuando en concreto una clase se impone a otra clase, es decir, cuando la parte o el bando progresista de la sociedad política se impone a la reacción. Sin esta disputa todo el desarrollo histórico sería inexistente. «El uso de los productos está determinado por las condiciones sociales en que se encuentran los consumidores, y esas condiciones se fundan en el antagonismo de clases» (Karl Marx, Miseria de la filosofía, Traducción de Tomás Onaindia, Edaf, Madrid 2004, pág. 136).
La división del trabajo es la base de la división de la sociedad en clases, y esta división es posible a través de la violencia, el despojo, la astucia y el ingenio de las clases dominantes. Según Marx, la opresión y degradación de la clase obrera hace explotar de indignación a la misma, que se supone cada vez más numerosa, educada y unida en la lucha política contra la clase capitalista. Por eso el proletariado es la clase más progresista, tan así que al destruir el Estado opresor construye una sociedad sin clases, carente de opresión, donde el «reino de la necesidad» será superado por el «reino de la libertad» en una sociedad que ya no sería propiamente política. Por tanto se está afirmando que mientras exista el Estado no hay propiamente libertad. Pero en realidad, a nuestro juicio, la libertad (la libertad positiva, jurídica) sólo es posible mediante la existencia del Estado. La libertad es la conciencia de la necesidad del Estado para garantizar el orden jurídico, moral y cultural frente a otros Estados.