De bodas, progresimo e islam

De bodas, progresimo e islam. Axel Seib

Tras una conversación con un conocido de tendencias muy marcadas, apareció su opinión sobre la institución del matrimonio. Debería haberme quedado en casa ese día, lo sé.

Pero la cuestión es que toda su opinión se reducía a una especie de cliché basado en un mal eslogan demasiado repartido. «El matrimonio católico es el cúlmen de la opresión patriarcal». Esa vendría a ser la opinión. Nula argumentación, todo afirmación. Pero no se quedó ahí. En el clásico arrebato islamófilo del pánfilo progresista occidental, sacó a relucir que el concepto de matrimonio islámico es mucho mejor porque se basaba en un concepto contractual. Nada de sacramento, un contrato entre partes.

Imagino que mi interlocutor debe disfrutar muchísimo sintiéndose progresista cuando firma un contrato de compra-venta. Debe ser un pequeño clímax progre. Lo cual tiene su gracia, porque la izquierda posmoderna ha acabado aceptando como igualitario y deseable el reducir una relación humana a un papel con firmas. A partir de ahí, lo mismo daría un contrato de matrimonio que un cheque. Los llamados «anticapitalistas» han acabado siendo los más mercantilistas.

Aunque tenía razón mi interlocutor. El matrimonio católico y el matrimonio islámico son entidades completamente distintas. Y si, el matrimonio islámico es de base contractual.

La progresía posmoderna se pondrá a aplaudir y a jalear. «¡Una vez más, el islam se muestra mejor que el cristianismo!»– dirán. Lo cual es irónico, porque la misma gente obsesionada con términos como «empatía», «resiliencia», «responsabilidad afectiva» y mucha otra verborrea hipócrita, se alegra de tratar una relación humana como mero contrato fácilmente anulable. Aunque son la misma gente que hablan de «no-monogamia ética» para intentar dar una apariencia aceptable a ser un irreductible promiscuo de genitales alegres. Nada nuevo bajo el sol, la misma hipocresía de siempre. Y el mismo odio endófobo que tan buenos ratos les va a suponer precisamente a ellos. Quien con niños se acuesta, amanece meado. Deberían recordarlo.

Y del mismo modo que tal consideración saldría de la progresía, el islam presente en Occidente, se dedicaría a la misma algazara falaz. Comenzarían también a celebrar que la consideración del matrimonio como mero contrato, da al islam un carácter más abierto, igualitario y blablablá. Hay que aparentar ser lo que no se es. El problema es que lo sostienen los mismos que creen que una niña que menstrúa por primera vez, debe taparse el cabello. E intentan calzar tal mesa coja, con pretensiones de libertad individual. La cuestión es que tapar el cabello a una niña que entra en etapa «fértil», es altamente sospechoso. No estamos hablando de vestirse de marinero y hacer la primera comunión. Ni hablamos de dejar ir al niño al colegio con una gorra de los Yankees porque se ha puesto de moda. Se trata de ocultar el cabello en los espacios públicos(no así en casa) una vez se es fértil. Por lo que se entiende fácilmente que se considera al cabello como un atributo sexual. Y merece ser ocultado. Algunos lo negarán, la historia de siempre. Otros hablarán de «modestia». Seguramente musulmanes que no quieran ocultar demasiado el hecho, únicamente un poco. Pero al taparse en cabello por «modestia», se reconoce implícitamente que la exhibición del cabello es una provocación. Y cuando en el espacio privado se puede ir sin velo, se puede asumir que tal «modestia» en público se basa únicamente en la reacción de los demás. Conclusión, no es una mera elección individual. Pero volvamos al matrimonio como contrato en el islam.

Si se sostiene que tal consideración sobre el matrimonio convierte al islam en más abierto e igualitario, es porque se asume que ambas partes están en igualdad de condiciones. Por ejemplo, para su disolución. Y eso no ocurre. En el fiqh o derecho islámico, el varón puede divorciarse de su esposa repudiándola tres veces frente a testigos musulmanes. Eso es todo lo necesario según su ley islámica. Para la mujer no existe tal posibilidad. ¡Oh, sorpresa!

La única posibilidad para la mujer, es un mutuo acuerdo -ósease, esperar la buena voluntad de su marido- o la anulación del matrimonio por motivos objetivos -no por mera voluntad de la esposa-, así que no exista ninguna igualdad.

Pero más aún. Puesto que la poligamia se reconoce para hombres. No así para las mujeres. Un hombre puede tener hasta cuatro esposas si las puede mantener. Pero ninguna mujer puede tener varios esposos. Lógico, pues eso ya entra dentro de otra consideración, pues la categoría aplicable es la de adulterio. Y cualquier hijo de mujer adúltera, queda sin adscripción paterna, por lo que no tiene linaje cierto.

Y hablando de linajes masculinos y supuesta igualdad en el islam. Hay que partir de que todo hijo de musulmán varón es musulmán. Y, la tutela del menor, aunque hasta los 7-9 años suele corresponder a la madre por asumirse que ofrece mejores cuidados, a partir de esa edad, queda bajo responsabilidad del padre. Y aquí comienzan a haber datos muy llamativos dignos de publicitarse para comprender la realidad. No es raro el caso de madre occidental no-musulmana casada con un musulmán, que permite que el marido vaya a su país con sus hijos cuando tienen sobre 7-9 años y jamás vuelve a verlos. Incluso países pretendidamente menos «integristas» como Marruecos, protegen los derechos del padre musulmán sobre la madre. Es lo que sucede cuando la gran fuente de derecho de los países islámicos, por más pretensiones que tengan algunos por dárselas de laicos, es el derecho salido del Corán.

De hecho, bajo esos tribunales de países islámicos como Marruecos, que la madre no sea musulmana, se puede considerar causa de «falta de aptitud» y perder la custodia en los tribunales de dichos países. Gran igualdad. En absoluto patriarcal y xenófoba. Así tenemos bastantes casos que se pueden consultar.

Aunque también es cierto que principalmente esto les sucede a mujeres occidentales y no así a los hombres. Algo lógico, porque el matrimonio de una mujer musulmana con un varón no-musulmán no se contempla. Dicho varón debe convertirse al islam o renunciar a la relación. Otra gran evidencia de igualdad.

Recordemos el caso del futbolista francés Ribéry. Se tuvo que convertir al islam para poder casarse.  No es algo desconocido, sencillamente se quiere hacer la vista gorda.

Pero también podríamos hablar de ese bonito fragmento del Corán en que se especifica que la parte de herencia del hombre se corresponde al doble que la parte de una mujer. Vaya, que la mujer hereda la mitad.

Es el problema de querer justificar sin saber nada. El caso de la progresía. Y, también, el problema de tener elementos que saben de lo que tratan, pero conocedores de la ignorancia del público occidental y su tendencia a tragar con milongas, ocultan la realidad para mantener su idilio con los primeros manteniendo un infundado e irreal carácter progre.

Ahora volvamos al catolicismo. Es cierto que el matrimonio es un sacramento y no un mero contrato entre partes. Es cierto que no se reconoce el divorcio. Únicamente existe la posibilidad de nulidad por motivos muy concretos, aplicables tanto por un esposo como por otro. No hay posibilidad de divorcio por mero repudio masculino. Imagino que una relación bendecida que debe ser mantenida de por vida con responsabilidad y amor, debe ser muy opresiva para la gente dueña del término «responsabilidad afectiva». Supongo que la posibilidad de repudio unidireccional para romper un contrato prácticamente comercial, es mucho menos opresivo y violento. Y en absoluto patriarcal.

Del mismo modo que hay ausencia de pronunciamiento de la Iglesia sobre preferencia de género en la custodia de los hijos. Lo cual es lógico, pues si no se reconoce el divorcio, no se puede tener tal posición y todo se termina en «lo que sea mejor para el niño». Lo cual siempre es el mantenimiento del núcleo familiar, pero en caso de no poder ser, no hay preferencia de género.

Por no hablar de la herencia, que queda en una referencia a la igual dignidad de hombre y mujer. Lo cual deja claro que se reconoce la igualdad de forma explícita.

En cuanto a la poligamia y la poliandria, es aún más rápido. No hay ninguna diferencia. Ambas opciones no se contemplan. Al ser el matrimonio la unión sagrada de un hombre y una mujer, no caben más elementos en ese juego. Así que hay igualdad. Da igual que el varón pudiera mantener cuatro esposas, la Iglesia no lo reconoce.

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