Ecos del Congreso

Ecos del Congreso. José María Nieto Vigil

Desde la Carrera de San Jerónimo resuenan, y lo harán por largo espacio de tiempo, los ecos del debate de la moción de censura celebrada. No es para menos. Durante dos días, la tribuna de oradores nos ha dispensado instantáneas para la historia de la vida parlamentaria española. Allí todos han quedado retratados, inmortalizados, para la posteridad, para la memoria colectiva que, con luz y taquígrafos, ha sido recogida en el Diario de Sesiones de la Cámara. Nadie podrá tergiversar lo defendido, lo propuesto, lo replicado y lo votado. La foto del Congreso ha situado a cada partido político en el espacio ideológico que ha querido ocupar, o en el que le han dejado aposentarse.

Yo sí creo que la moción de censura no ha sido inútil, estéril o pueril. En primer lugar, es legal desde el punto de vista constitucional. Está prevista en su Título IV, artículo 113 y desarrollado en sus cuatro párrafos. Esta es una realidad incontestable con lo establecido en la Carta Magna. No solamente es un instrumento al servicio de las mayorías parlamentarias. Ya sé que los defensores de la aritmética se han apremiado y, de manera inmediata,  han criticado la iniciativa del grupo parlamentario Vox. Rechazo radicalmente este argumento con las propias razones que esgrimen los grupos minoritarios presentes en el hemiciclo. ¿O es que no caben propuestas, iniciativas, o debates, si no son promovidas desde los partidos mayoritarios? Evidentemente el razonamiento matemático se cae por su propio peso. De ser así, hasta el fin de la legislatura nada habría que discutir, o debatir, pues la mayoría de la coalición de la izquierda, apoyada por nacionalistas, regionalistas e independentistas, acallaría la voz de la oposición sostenida desde otras posturas políticas.

En segundo lugar, es legítimo, por ley y por exigencia moral. Derecho a discrepar y disentir es parte del juego democrático. Un partido como Vox, que tiene la  representación de millones de españoles, solicita a petición de sus votantes y electores, la recusación del gobierno de Pedro Sánchez. Llegados a este punto, hay que aclarar a la bancada popular, en honor a la verdad y por respeto a la realidad, que no se ha pretendido una moción de censura contra el Partido Popular, que lo ha sido contra un gobierno que ha manifestado la incapacidad de gestionar, con eficacia y diligencia, la crisis ocasionada por la pandemia, no solamente en lo sanitario, también en lo económico. Ha sido un gesto de coherencia y compromiso con unos votantes que esperaban una respuesta de aquellos a los que habían elegido para darla. Por tanto legal, legítima y, desde el punto de vista ideológico, consecuente con su posición política,

Dicho esto, las conclusiones a las sesiones celebradas se abren a innumerables lecturas e interpretaciones. Las posibilidades son tantas como adeptos tengan unos y otros en los medios de comunicación. Pero la objetividad no permite la ambigüedad y la manipulación. Todos tenemos claro quienes estaban representando a la izquierda, socialista y comunista; no han ofrecido interrogantes quienes apoyaban a este gobierno instalado en la Moncloa –independentistas, nacionalistas y regionalistas; tampoco a quienes se posicionan, sin complejos, en la derecha, es decir Vox. 

La sorpresa de la jornada, y en esto coinciden todos los análisis posibles, la ha protagonizado Pablo Casado. Su intervención y réplicas diversas han sido, por la forma y el fondo, el foco de la atención mediática. No entraré en valorar el contenido de su discurso, ya que no me ha sorprendido. Ha proclamado lo que representa su organización, un centro político del que va a desalojar a una maltrecha Inés Arrimadas, que se ha quedado sin espacio electoral y que sobrevive languideciendo día a día. El Partido Popular se mira en el espejo de la extinta UCD (Unión de Centro Democrático), que nunca fue de derechas, aunque muchos de sus dirigentes encontraran acomodo, una vez se hundió el proyecto centrista, entre los populares. Lo que no se puede comprar en el discurso de la moderación exhibida por Casado es que, sin decoro, se compare la Alianza Popular de Manuel Fraga Iribarne, con la propuesta casadista de hoy. No tienen nada que ver, por mucho que se pretenda engatusar al despistado votante popular de derechas. Aquel sí fue una formación política definida en ese ámbito, lo de hoy es otra cosa muy distinta. 

Así pues, los populares se han retratado voluntariamente. Por fin han abandonado la oscuridad, la confusión a la que tenían acostumbrados a sus electores y a la opinión pública. Ya no hay equívocos posibles, se ha terminado el doble sentido y la claridad argumental ha precisado el punto en el que se encuentran. Su equidistancia es la misma respecto del PSOE que respecto de Vox. Se acabó decir que representan a la derecha y al centro derecha. Para su alma un credo –que diría mi madre que en paz descanse-. Estoy seguro que esta reubicación en el arco parlamentario les traerá consecuencias, quizá inmediatas, no deseadas. La más evidente es que los sueños de la Moncloa se han desvanecido y caído como un castillo de naipes, se ha dinamitado cualquier posibilidad de encontrar alianzas, pactos o acuerdos con la derecha. Esto ya no es posible.  Los asesores genoveses del líder centrista deberían ser cesados sin absolución posible. Las urnas no perdonarán y sí condenarán la incontinencia verbal dirigida, con beligerancia y vehemencia, contra los votantes de Vox y, de manera abyecta y despreciable, contra la persona de Santiago Abascal.  La bajeza, el intento de humillación ha sido verdaderamente vil, carente de toda nobleza y gallardía. Perplejidad, sorpresa y una profunda tristeza me han provocado las descalificaciones de Pablo Casado. No ha habido ningún honor en ello, tampoco se ha alcanzado la gloria, es más, en el purgatorio de la eterna oposición en la que vivirán tendrán que expiar sus excesos, con dolor, sufrimiento y derrotas electorales. 

La foto de la Carrera de San Jerónimo será recordada por siempre. La izquierda socialista tiene su líder, Pedro Sánchez; los comunistas están capitaneados por Pablo Iglesias, acompañados de sus cohortes secesionistas; el centro ha conocido una invasión de los populares que, de manera calculada, han desalojado a Ciudadanos, siendo Pablo Casado su referente en la moderación; finalmente, Vox ha ocupado el espacio de la derecha de la que han huido los nuevos centristas. Todo se ha clarificado, cada cual ha escogido el guión y la partitura que quieren interpretar. Se terminó el baile de máscaras, los ciudadanos sabemos reconocer quién es quién.

La foto de familia no se podrá olvidar nunca. 298 votos en contra y 52 votos a favor. El alborozo y la celebración de la izquierda fueron proporcionales a los elogios que, sin miramientos, dirigieron al discurso -brillante llegaron a calificar, del político palentino.  Que cada cual saque sus conclusiones. Las mías las tengo muy claras.

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