El día después de la batalla

El día después de la batalla

Parece que la guerra en Ucrania terminará por decisión de Trump, en una negociación a tres bandas entre EEUU, Rusia y Ucrania, en la que la UE no estará. La negociación parece que será rápida. Rusia gana, se queda los territorios ganados y consigue que Ucrania no entre en la OTAN. Ucrania se lleva pérdida territorial, poder entrar en la UE y la sensación de haber sido carne de cañón. EEUU se lleva algo de estabilidad, menos gasto y una posible mejora de sus relaciones con Rusia. ¿Y la UE? Pues una enorme peineta en forma de «en éstas negociaciones no pintáis nada pero os quedáis Ucrania y le curáis las pupas».

Si no fuera un tema tan serio y que ha supuesto tanta sangre inocente y sufrimiento, sería hilarante pensar que los europeos, una vez más, nos metimos en un guerra a disgusto y en forma de proveedores cuestionables, total, para ser del bando perdedor. Porque incluso EEUU gana en forma de dejar de perder. Pero después de la situación lamentable en que se deja a Ucrania, los siguientes que quedan en peor posición, somos los miembros de la UE.

Hay una expresión muy castiza y malsonante que resume el rol de la UE. Y es el clásico «tras p***, poner la cama».

Y que conste que no es el tener un nuevo miembro de la UE lo que me preocupa. Aunque la factura va a subir un pico. Y eso, si es que las élites de Bruselas deciden apoyar a Ucrania. Porque no es que nos sobren los dineros. Y si no nos mostramos capaces de mantener el poderío industrial de una potencia consolidada como Alemania, a saber qué hacemos con Ucrania. Lo que me ocupa y preocupa es algo de lo que nadie está hablando, pero merece atención. Y es el día después de la guerra en Ucrania.

Recuerdo esa plaga de llamados albano-kosovares que con tácticas guerrilleras asaltaban domicilios y hacían su agosto fuera del conflicto en los 2000.

La guerra puede terminar, pero hay gente que jamás regresa. Y no me refiero a los muertos. Siempre habrá una parte de los combatientes que sean incapaces o, directamente, les resulte más rentable seguir viviendo en un estado bélico permanente. Y a falta de conflicto militar,  buena es la actitud predatoria y de rapiña o de mercenario.

Vuelvo al caso que conocimos en España en los años 2000. Una vez desgajada la región de Kosovo y Metohija de Serbia, una vez sometida y rendida Serbia y sin más necesidad de milicia activa en Kosovo, muchos albaneses se vieron sin oficio y, seguramente, sin mucha capacidad de explicar o explicarse lo que habían hecho durante la guerra. Pero con amplio conocimiento guerrillero. Y si Kosovo se convertía en la puerta de entrada de la heroína a Europa, su distribución necesitaba de matones y toda clase de roles en esas organizaciones criminales. Y así aparecen en España, en nuestra Сosta del Sol, los famosos albano-kosovares. Es un fenómeno que ya conocemos.

Es el caso, también, del miedo que causaba y debería seguir causando, la aparición de excombatientes del ISIS en Europa entre el flujo de refugiados. Sujetos y grupos con experiencia en combate, que difícilmente van a dedicarse a cortar filetes por un sueldo normalito cuando pueden  «jugar a la épica» de asesinar cristianos en Europa.

Es un factor que no podemos descartar en alguna de sus formas el día después en Ucrania. Lógicamente, y lo más probable, es que las iras y ataques en forma de algún tipo de terrorismo irredentista ucraniano se centren contra Rusia. Aunque es algo que en Rusia saben perfectamente. El problema es que nosotros no nos esperemos problemas similares.

Tengamos en cuenta que Ucrania se ha desangrado con nuestras armas y medios y se les hizo sostener un discurso en que ellos eran los defensores de Europa contra Rusia. Del amor al odio hay un paso. Y si la paz les supone a los ucranianos pérdida territorial, una entrada lamentable en la UE pero jamás en la OTAN, la humillación del perdedor y la sensación de haber sido carne de cañón para los intereses de otros, les va a costar muy poco dirigir sus odios contra la UE.

La Unión puede intentar desmarcarse de Trump todo lo que quiera, pero recordemos que los países europeos eran los menos proclives al conflicto. Y el armamento se les daba con cuentagotas, rogando y siempre con pegas. Ahora vivimos la paradoja de ser el único «actor» que casi preferiría mantener las armas sonando. Quizás por el ridículo síndrome de haber ido a la zaga y a disgusto de la administración Biden, haber seguido el camino y, ahora, no poder dar marcha atrás con Trump. Es lo malo de no tener rumbo, que se va siguiendo los pasos de otros y cuando los perdemos, vamos dando palos de ciego.

Es conocido el hecho de que armas occidentales para Ucrania han aparecido generosamente en el mercado negro. Es negocio. Inmoral, pero negocio. Como negocio inmoral puede ser la guerra, matar a tu vecino o comenzar a asaltar casas, negocios y civiles bajo pretextos patrióticos. Sobretodo cuando eres incapaz de regresar de la barbarie de la guerra y, además, te sientes traicionado.

Y que no se engañe el lector, no es ningún tipo de postura prorrusa ni contra Ucrania. Es tanto una muestra de vergüenza como un aviso a los nuestros. No podemos descartar que gente que ha sido capaz de poner en riesgo su vida en las peores condiciones y se siente, legítimamente, traicionada, acabe por devolvernos un poco de lo que recibieron.

Porque al final, parece que la Unión Europea es eso, recibir el tortazo de vuelta de conflictos en que nos metemos por no tener postura propia. Si la OTAN bombardea Sebia y separa Kosovo, Europa recibe comandos albano-kosovares con formación militar estadounidense. Del conflicto sirio, con los hilos movidos por EEUU y Rusia, nos llevamos terrorismo entre los refugiados. No descartemos un regalo de Ucrania.

Top