El Estado del Bienestar de Bismarck

El Estado del Bienestar de Bismarck. Daniel López Rodríguez

En el Segundo Reich alemán, tras la construcción bismarckiana de Alemania como nación política, con vocación imperial, los llamados «socialistas de cátedra» (socialistas universitarios) acuñaron la expresión Wohlfahrtsstaat en relación a las políticas bismarckianas en materia social. La Wohlfahrtsstaat sería el primer sistema de protección social generalizado. No obstante, el Estado de Otto Eduard Leopold von Bismarck-Schönhausen, príncipe de Bismarck y duque de Lauenburgo, era un Estado del Bienestar autoritario o conservador, y se ha dicho que venía a ser una clase de «despotismo protector», mas sería criticado como un acusado paternalismo.

Tales medidas se llevaron a cabo a fin de combatir el ascenso del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que tras ser condenado a la clandestinidad (1878-1890) se le tomaron algunas ideas prestadas con el fin de apaciguar el peligro revolucionario de la clase obrera o la tensión que la presión de ésta ejercía sobre las clases dominantes del país, lo cual ponía en entre dicho la eutaxiadel recién fundado Segundo Reich (que venía a ser el núcleode Alemania como nación política). Con la Wohlfahrtsstaat Bismarck pretendía neutralizar todo intento de revolución y de incorporación de la socialdemocracia en la escena política alemana.

Como se ha dicho, «Bismarck, al mismo tiempo que explotaba hábilmente el miedo del burgués ante los obreros, era invariablemente en todas sus formas políticas y sociales el representante de las clases poseedoras, a las que nunca traicionó. Pero la presión creciente del proletariado le permitía, indudablemente, elevarse por encima de los junkers y de los capitalistas, en calidad de sólido árbitro burocrático: en eso consistía su función» (León Trotsky, Historia de la revolución rusa, Traducción de Andreu Nin, Veintisieteletras, Mirador de la Reina [Madrid] 2007págs. 521-522).

Para Bismarck el movimiento obrero que pretendía cohesionar el SPD era «enemigo del Reich», por eso el SPD sería ilegalizado cuando se aprobaron las Leyes Antisocialistas (y entonces la organización del partido sería dirigida desde el exterior). Mientras tanto, el gobierno de Bismarck seducía a los trabajadores con la legislación social más avanzada del momento. El objetivo de estas reformas sociales era mermar el apoyo de los obreros a los socialdemócratas y al mismo tiempo ganarse la lealtad de las clases trabajadoras a fin de fortalecer aún más el nuevo Estado alemán. Bismarck entendió con suma prudencia que al movimiento obrero (o más bien la organización o el intento de lo mismo a través de diferentes partidos políticos, siendo el más fuerte el SPD) no se le podía frenar simplemente con represión policial. Y que era menester adoptar medidas de política social mediante la intervención del Estado, que sería denominada «socialismo de Estado» por los sectores más conservadores del Reich (también se hablaba de «socialismo monárquico»). No obstante, ni los sindicatos amarillos creados por la patronal ni las acciones gubernamentales pudieron impedir el apogeo del momento obrero con el SPD a la cabeza, aunque éste finalmente tendería a anular la revolución y finalmente serían sus escisiones (como la Liga Espartaquista) las que fracasaron cuando quisieron imponer el socialismo mediante la crítica de las armas.  

La crisis económica de 1873 hizo que descendiesen los salarios y se incrementase el desempleo y que cada vez fuesen más los trabajadores afiliados a los partidos socialistas apoyándolos con sus votos (en 1875 estos partidos se unificarían bajo el programa de Gotha, consecuencia, al fin y al cabo, de la propia unificación de Alemania). Marx no estaba a favor de la unión con los lassalleanos. En la Crítica al programa de Gothasos tiene que se le hacen muchas concesiones a los lassalleanos y que la actitud que toma el partido ante el Estado prusiano no es la correcta, pues lo interpretaba como si fuese una república democrática al estilo de  Francia, Suiza o Estados Unidos, poniendo a un lado el carácter militarista y feudal de Prusia. 

Los socialistas atentaron contra Bismarck en 1874. En mayo de 1878 un obrero hojalatero apellidado Hödel disparó varias veces sin dar en el blanco, el cual no era otro que el mismísimo Káiser Guillermo I. Al mes siguiente, el doctor Karl Nobiling disparó contra el emperador y esta vez sí acertó, hiriéndolo gravemente. Ni Hödel ni Nobiling eran socialdemócratas ni tenían nada que ver con el partido, y sin embargo los atentados sirvieron como pretexto para combatir a los socialdemócratas. Esto supuso el detonante para que Bismarck pusiese en marcha las Leyes de Excepción contra el SPD, pues temía que se produjese en el Reich una insurrección socialista similar a la que estalló en París en 1871. Bismarck, que recibió el apoyo del Partido Progresista, disolvió el Reichstag y convocó nuevas elecciones. 

Las Leyes Antisocialistas eran unas leyes aplicadas «contra las aspiraciones socialdemócratas que suponen un peligro público». Tales leyes fueron sancionadas entre el 19 de octubre de 1878 y marzo de 1881. Se llegaron a cerrar unos 45 periódicos de tendencia socialista. Bismarck exageró la potencia socialdemócrata para ganarse el favor de la burguesía: viejo zorro el Canciller de Hierro, maestro en la dialéctica de clases y en la dialéctica de Estados.

Se acordó que la ley común no era suficiente para frenar o acabar con los socialdemócratas, de ahí que se acordase una ley de excepción. La prohibición se acordó en el Reichstag en octubre de 1878 tras agitados debates por 211 votos a favor y 149 en contra. La ley de excepción terminaría encarcelando a 1.500 personas. No obstante, pese a todo, el Partido Socialdemócrata mantenía sus bancas en el Parlamento y podía intervenir en las elecciones. En tales bancas sentado y a tales elecciones se se presentaban aquellos miembros del partido no tan revolucionariamente ideologizados (más bien era del ala reformista del partido), los cuales convencerían a Bismarck de la buena voluntad de sus correligionarios, y le prometieron al canciller actuar con moderación (esto es, de modo reformista y no revolucionario) si las leyes antisocialistas eran derogadas. Pero el gobierno se negaba a pactar con un partido que en la clandestinidad atacaba (verbalmente) con furia al gabinete. En 1884 el partido consiguió 24 bancas en el Reichstag.  

Y en este contexto surgió el llamado «socialismo de cátedra», un movimiento compuesto por profesores de economía política de las universidades alemanas junto a intelectuales burgueses y funcionarios que exigían un sistema de leyes que protegiese a los trabajadores de la explotación capitalista y a su vez permitiese su integración social y política. Es decir, se exigía un «socialismo de Estado» que implantase un sistema de seguros sociales financiado por el Estado (a través del dinero de los contribuyentes, ¡dónde si no!) y por las empresas privadas. Y así se votaron las leyes de seguro por enfermedad para los obreros industriales y artesanales (1883), el seguro de accidentes (1884) y el seguro de vejez (1889). Los obreros jubilados pasarían a ser pensionistas del Estado, de ahí que se transformasen en elementos potencialmente interesados en mantener el statu quo del Segundo Reich, esto es, el sistema de Bismarck, que sirvió de modelo para los gobiernos de Francia en 1894 y de Inglaterra en 1908. 

Bismarck llamó a su sistema de seguridad social «cristiandad práctica», pero esto no hizo que mejorasen las condiciones laborales ni puso fin a las medidas represivas. Los obreros no se conformaron, y las huelgas se recrudecieron, llegando a su apogeo en 1889. Aunque nada hizo que la situación desembocase en una revolución violenta (que era el objetivo de Bismarck). El partido volvería a la legalidad en 1890, tras ser Bismarck apartado del poder. Un diputado «independiente» (del ilegalizado SPD) votó en contra del sistema del bienestar del Bismarck «porque dichas iniciativas podrían quebrantar el espíritu de lucha de la clase obrera» (Citado por Antonio Escohotado, Los enemigos del comercio II, Espasa, Barcelona 2017, pág. 345).     

La activa militancia de la clase obrera a raíz de la creación del SPD (que Marx y Engels, pese a sus críticas y recelos, ayudaron a construir) motivó la creación de este Estado del Bienestar (o proto-Estado del Bienestar, si se prefiere). A medida que iba apaciguándose la ira y la indignación de los desposeídos, se iba calmando la efervescencia revolucionaria. Todo ello fue posible no ya solamente por la pacificación en la dialéctica de clases (adoptando medidas que proponía el SPD), sino también por la pacificación al imponer la paxgermánica en la dialéctica de Estados: imponiéndose a Dinamarca en 1864 (en la guerra de los ducados de Schleswig-Holstein), a Austria en 1866 (en la que Prusia se anexionó Hesses, Frankfurt, Hannover y Nassau, creando la Confederación de Alemania del Norte) y de manera espectacular a Francia en 1870 (por la que pudo anexionarse Baviera y arrebatarle Alsacia y Lorena a Francia). Sin estas guerras no se hubiese llevado a cabo la unificación de Alemania, y así el 18 de enero de 1871 se proclamó el Segundo Imperio Alemán (Segundo Reich) en el Palacio de Versalles de París, donde Guillermo I, para mayor humillación de La France, sería coronado como Emperador y Bismarck sería además de canciller primer ministro. Asimismo el Canciller de Hierro no brilló sólo en la política del poder militar sino que también supo forjar un entramado favorable a Alemania en el poder diplomático junto a Austria, Rusia e Italia con el fin de aislar a Francia y que ésta no se tomase la revancha. Pero Bismarck no consideraba prudente la construcción de un Imperio de ultramar, cosa que sí ansiaba el Emperador Guillermo II, y por tal discrepancia el Canciller de Hierro se vio obligado a dimitir en 1890. La paxbismarckiana duraría 43 años (de 1871 a 1914). Y precisamente se deterioró por las políticas imperialistas colonialistas que Guillermo II puso en marcha en contra del criterio y de la prudencia del Canciller de Hierro. 

Bismarck era partidario de mantener una política exterior equilibrada, a fin de centrarse en la evolución económica interior y en consagrar a Alemania como nación política (y no como Imperio más allá del continente), enfrentándose a internacionalistas como los católicos (con la Kulturkampf) y los socialdemócratas (con las Leyes Antisocialistas). En 1878 Bismarck decide dejar de perseguir a los católicos y se centra en la persecución de los socialistas con las Leyes Antisocialistas.   

Y así la paxgermánica bismarckiana hizo posible el Estado del Bienestar bismarckiano, el cual no fue fruto de la generosidad y la buena voluntad de Bismarck y los suyos, sino por solidaridad contra la amenaza formal del movimiento obrero comandado por el SPD, que con el tiempo se haría un partido completamente reformista, hasta el punto de apoyar los créditos de guerra en el Reichstag el 4 de agosto de 1914 (como sus partidos predecesores ya los apoyaron en la guerra franco-prusiana); y, todavía más, hasta el punto de derrotar a la subversión comunista a finales de 1918 y principios de 1919, esto es, a la revolución o intento de lo mismo de la Liga Espartaquista (ya transformada en el Partido Comunista Alemán) liderada por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht (hijo de Wilhelm Liebknecht, que también se negó a firmar los créditos de guerra en 1870). Finalmente Bismarck, como el Cid Campeador, seguía ganando batallas desde la tumba. Casi se puede decir que el gran canciller ganó batallas «de la cuna a la tumba»: de victoria en victoria hasta la victoria final. Pero eso desde la dialéctica de clases contra el socialismo revolucionario, pues desde la dialéctica de Estados es cierto que Alemania terminaría perdiendo las dos guerras mundiales, precisamente por no atender el consejo del gran canciller: no abrir una guerra por dos frentes. Eso sí, Alemania sería una nación tan potente que harían falta dos guerras mundiales y tres Imperios universales para acabar con su hegemonía en Europa (que a su vez significaría el fin de la hegemonía de las potencias europeas, incluyendo al Imperio Británico, a nivel mundial). Y sin embargo Alemania es la primera potencia industrial y financiera de la Unión Europea (siendo el alemán el idioma más hablado).  

El Estado del Bienestar procura ser universal, pero no universal de cara a la humanidad sino en relación al Estado en el que se circunscribe su acción. No se trata de la sympatheia tôn holôn, sino de procurar la supervivencia, la estabilidad y al ser posible la prosperidad de toda la población de cara a la solidaridad contra potencias extranjeras. Bismarck supo verlo muy bien. El Estado del Bienestar fortalecería a la nación y cohesionaría a su población, y al mismo tiempo venía a ser un preservativo contra la revolución. Esto significa que el Estado del Bienestar es imposible sin la construcción previa de un Estado nacional. El Estado del Bienestar brota del Estado pero a su vez lo fortalece al cohesionar a su población. Ello no quita que tal Estado pueda fortalecerse mejor con una revolución (o no), que es lo que quiso impedir Bismarck con la Wohlfahrtsstaat.

El Estado del Bienestar era necesario para la posición geoestratégica de Alemania, pues éste cohesionaba a la nación para que ésta alcanzase la hegemonía político-militar y se transformase en el gallo del corral europeo, y además se transformaría en un gigante industrial. Había que cohesionar a la nación a fin de reforzar la capacidad bélica del Segundo Reich, y el Estado del Bienestar era la mejor forma de hacerlo, pues tal medida fortaleció el sentimiento de conciencia nacional (el orgullo de ser alemán). El Estado del Bienestar incumbía a todos los alemanes, de ahí que estos tuviesen que defender a la nación si querían defender el Estado del Bienestar sustentado por la nación política

La escolarización de todos los niños alemanes era fundamental para fomentar la conciencia nacional (de la nueva nación política). Asimismo se estableció un sistema de pensiones por la que la jubilación llegaría a los 65 años (por entonces el 10% de la población), un seguro de enfermedad y vacaciones para los trabajadores. 

Así pues, el Estado del Bienestar bismarckiano servía a la nación alemana tanto en la dialéctica de clases para neutralizar la política revolucionaria del SPD (partido que acabaría siendo un partido reformista inofensivo para el Estado capitalista e incluso defensor del mismo contra los espartaquistas y demás comunistas), como en la dialéctica de Estados para cohesionar a la nación y así hacer frente a los Estados enemigos; pues Alemania estaba entre Francia y Rusia, esto es, en el centro geográfico de la disputa geopolítica de las grandes potencias, y lo que temía Bismarck era que quedase cercada, como así sucedería en las dos guerras mundiales precisamente por no seguir sus prudentes consejos. Bismarck estaría de embajador de Prusia en Frankfurt, San Petersburgo y París, lo que le reportaría un gran conocimiento de los asuntos internacionales.

Con su genio en las relaciones internacionales, Bismarck atacaba a todo lo que fuese internacionalista, como por ejemplo a la Iglesia católica (de ahí la Kulturkampf). La Iglesia católica es una agencia internacional, cuyo internacionalismo fue mucho más efectivo que el del SPD (cuyo internacionalismo fue nulo, aunque su reformismo sí influyó en el socialismo europeo; es decir, su repercusión internacional fue contrarrevolucionaria o, más en rigor, anticomunista). Contra el catolicismo, representado por el partido Zentrum, se aprobaron las Leyes de Mayo de 1873, 1874 y 1875, con las cuales se ilegalizó a la Compañía de Jesús, se instauró el matrimonio civil, se cerraron colegios católicos y se romperían las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Pero llegado 1878 y 1879 Bismarck decidió reanudar las relaciones con los católicos, pues el canciller necesitaba al Zentrum, puesto que el Partido Conservador Nacional no apoyaba su política económica proteccionista.

Con la Kulturkampf Bismarck pretendía desviar el conflicto entre las clases sociales hacia un conflicto entre católicos y protestantes, es decir, pretendía que la cuestión religiosa eclipsase a la cuestión social, que el Canciller de Hierro pretendía controlar desde arriba, desde los resortes del Estado y así pondrían en marcha la Wahlfohrsstaat. No obstante, en la Kulturkampf Bismarck tuvo que conformarse con negociar con los católicos (lo que muestra que la institución de la Iglesia tenía más peso que la socialdemocracia revolucionaria, que en nuestro presente es inexistente, y el catolicismo -pese al concilio Vaticano II  y el Papa Francisco- ahí sigue).  

También Bismarck luchó contra el liberalismo al buscar éste la solidaridad económica internacional, y en 1876 el Estado emprendió una lucha contra el libre cambio, pues Bismarck era partidario de un nacimiento económico proteccionista imponiendo tarifas aduaneras altas. Esto le enfrentaría al partido Liberal Nacional Conservador.  

A pesar de ser un político «conservador», Bismarck sería señalado como «socialista», al igual que Roosevelt cuando en 1935 aprobó la Ley de Seguridad Social de su New Deal. Bismarck procuró acabar con el movimiento obrero inmerso en el vector ascendente desde el vector descendente de las capas y ramas del poder político imitando parte del programa de los partidos que se presentaban como representantes del mismo. Dicho de otro modo: si tales partidos pretendían hacer la «revolución desde abajo», nuestro protagonista quiso llevar a cabo la «revolución desde arriba». ¿Podríamos diagnosticar al sistema de Bismarck como un sistema análogo a lo que Gustavo Bueno ha denominado derecha socialista, refiriéndose al maurismo, el primorriverismo y el franquismo? Parece el diagnóstico más cercano para aplicarlo a la política del gran canciller.  

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