El pasado jueves 19 de agosto, el presidente cubano Miguel Mario Diaz Canel Bermúdez se reunía con un grupo de periodistas, todos cubanos, en el Palacio de la Revolución[1]. El evento concentró únicamente lo más granado del periodismo “oficial”, por usar el rótulo con que sociológicamente se caracterizan a los periodistas asalariados por el estado cubano. De entre las muchas intervenciones realizadas en las casi dos horas que duró el encuentro, una en particular llamó mi atención, no tanto por su contenido, como por una expresión empleada por la periodista, a modo de introducción a su pequeño alegato. Sin intención de exactitudes literales, apelo a mi memoria y cito un fragmento de esta: “Me presento aquí como mujer, a sabiendas que hablo desde el privilegio de ser blanca, universitaria y heterosexual”.
La construcción me resultó, además de asombrosa, debido al contexto donde se expuso, reveladora en otros sentidos. En primer lugar, porque evidencia una discursividad ‘inusual’, por llamarlo de alguna manera, dentro del contexto del oficialismo cubano. Además, por cuanto esta no se enmarca en construcciones narrativas desconocidas, subterráneas, o inscritas dentro de las alternativas “críticas” admitidas por el socialismo cubano hasta hoy. No, esta se produce en los marcos conceptuales propios, de la así denominada como ideología globalista, en la forma de alguna de sus múltiples izquierdas indefinidas. Por último, porque la presentación en las coordenadas antes descritas tuvo lugar en una de las cúspides de lo que podría catalogarse de “intelligentsia” cubana, a modo de discurso seguro y directo, fase to fase, con el cargo de más alto rango político en Cuba.
Dicho esto, las posibilidades de explicación de este hecho podrían ser disímiles, aunque siempre hipotéticas y en lo absoluto concluyentes, dada la austeridad informativa que usualmente rodea a la política y a los políticos en Cuba. En pocas palabras, muy poco se sabe de lo que realmente se mueve y cuece en esa “isla de corcho”,como reza el dicho popular. De aquí que únicamente podamos esbozar algunas teorías posibles. Dicho esto, nuestra hipótesis de trabajo es la siguiente.
Es posible afirmar con bastante certeza que las nebulosas ideológicas, “nematologías” que dijera Gustavo Bueno, asociadas al globalismo internacional al uso, han hecho su entrada en Cuba y estarían en estos momentos funcionando al más alto nivel.
Estas hipótesis, encontrarían sustento en recientes encuadres conceptuales o respuestas teóricas “oficiales”, dada a algunos aspectos del ámbito de lo social en Cuba. Nos arriesgaremos incluso aún más y diremos que estas ideologías globales podrían estar siendo impulsadas por algunos individuos o grupos de presión, como sustitutas probables -al menos en el papel- de buena parte de la ideología hasta ahora dominante en la isla. Dicho de otra manera, que el materialismo histórico, marxismo leninismo de interpretación soviética, o de lo que en Cuba se ha venido entendiendo como tal; tendría en estas ideologías un contendiente real en el ámbito contemporáneo de las tendencias político-ideológicas en la isla.
A fin de demostrar estas hipótesis nos remitiremos, más que a las declaraciones de intención, a los hechos y manifestaciones comprobadas de lo antes supuesto. “Por sus frutos los conoceréis”, (Mateo 7:20) que dijera el nazareno, y en Cuba es posible encontrar frutos redondos y bien formados que evidencian lo que se apunta. De la primera prueba ya hemos hablado al principio. Que una comunicadora ‘oficial’ cubana se presente -se ‘identifique’ como se dice en lengua woke– en la Cuba del siglo XXI de esta manera es sintomático de la penetración ideológica de la que hablamos. Las coordenadas utilizadas: mujer, blanca, heterosexual y por todo ello “privilegiada”, para más inri; denotan todo un posicionamiento ideológico que va más allá de la mera mimetización de las discursividades o modismos léxicos de turno. Su uso denota que existiría una cierta cartografía social, que le permite a la interlocutora ubicarse en un lugar de la estructura social, y no en otro, utilizando unas coordenadas muy particulares. Con Ortega (2016), diremos que se ha localizado en su “circunstancia”.
Tal y como anunciamos, esto no es fortuito ni responde a las inclinaciones antropológicas de alguna interesada aleatoria en las modernas teorías impulsadas por el foro de Davos y la Agenda 2030[2]. En Cuba, estas cosas no se dejan a la “decisión de cada cual”. Aquí, estamos hablando de las terminales que mediatizan el discurso oficial, “voceros”, del gobierno en funciones. En este caso en particular, las categorías utilizadas responden a una de las manifestaciones más notorias de estas ideologías. Específicamente, hablamos del Generismo o feminismo hegemónico, como uno de los cinco pilares del globalismo contemporáneo[3]. Y nótese que digo Generismo o feminismo hegemónico y no Feminismo a secas, como a veces se hace, de manera puramente lisológica[4] o confusa. En este sentido, hay que aclarar que los feminismos son, y han sido, diversos a lo largo de la historia. Al hablar de feminismo estaríamos hablando de una categoría más bien análoga que unívoca, puesto que estos son diversos y en lo absoluto armónicos entre sí. El rótulo Generismo, nos permite distinguir, y acaso salvaguardar, a otros feminismos alternativos al hegemónico actual, cuya pertinencia no buscamos cuestionar.
De esta forma, cuando hablamos de Generismo estaríamos apuntando a algunos feminismos de mucho predicamento y alcance promocional caracterizados teóricamente por estar muy vinculado a las así denominadas ideologías del género y en ocasiones a las llamadas teorías Queer. Políticamente, este Generismo tendría la peculiaridad de presentarse en su implementación material como una teoría disolvente y corrosiva de la estructura social, por cuanto parte de presuponer que las mujeres constituyen una clase social (atributiva) dentro del estado, transversal a al resto de las clasificaciones categoriales de los social. Dicho en palabras sencillas, que las mujeres serían homogéneas entre sí, en tanto entes sometidas a la explotación masculina, al margen de su posición socio clasista, profesional, cultural, estamental o geopolítica incluso.
Basado en estos presupuestos, aquí resumidos in extremis, el Generismo hegemónico articula un discurso y una teoría de las relaciones sociales, que básicamente reducen la complejidad de los fenómenos socio-antropológicos a la “secreta guerra entre los sexos”, que dijera en su célebre libro María Laffitte, Condesa de Campo Alange (Sevilla 1902 – Madrid 1986). Ante este ordenamiento, el Generismo se presenta como salvaguarda de las mujeres y defensora de unos derechos cuasi “naturales”, que habrían sido constreñidos por los machos de nuestra especie en algún punto lejano de la evolución histórica de las sociedades humanas. En este sentido diremos que la esencia del Generismo, reside en ciertos movimientos feministas, basados en teorías de género, ancladas y aupadas (financiadas digamos) por la ideología globalista y sus numerosísimas terminales organizacionales, que se presenta como solución, acaso la única posible, a la discriminación sistemática a la que habrían estado sometidas las mujeres hasta hoy.
En esta última frase, encontramos los primeros sustentos mediante los cuales podríamos realizar la primera de las muchas críticas posibles a esta ideología. Específicamente nos referimos a su proyección fundamentalista. En este sentido, el Generismo ha de negar de plano, por necesidad consustancial a sí mismo, otras alternativas posibles en su campo. Esta hegemonización estaría dada, entre otras razones, por el muy poco conocido carácter gremial que esta ideología posee. El Generismo, según esto, constituirá una teoría -o conjunto de estas- que responde a muy particular gremio de los sociólogos, antropólogos culturales y algunos filósofos, aunque en menor cuantía. De aquí que muchas y muchos de los feministas “practicantes”, entiéndase profesionales del activismo de ambos sexos, sean miembros de tales gremios, o acaso egresados de carreras universitarias muy relacionados con ellos. A estos se unirían, como personal de “apoyo”, profesionales de otros ámbitos de las ciencias sociales; así como verdaderas huestes de periodistas, artistas, activistas, celebridades y otros muchos asalariados de la propaganda. Estos últimos, como los encargados de realizar el “trabajo de campo”, al tiempo que los primeros cuidan de la integridad “teórica” del dogma. Ello conduciría a un cercado profesional de estas ideologías en grupos de “expertos”, en círculos más o menos cerrados de practicantes de estas profesiones o certificados vía cursos u organizaciones, por miembros profesionales de estos. Quien tenga duda de lo antes dicho, que analice el perfil profesional de los más notorios defensores o practicantes locales de esta ideología en su propio territorio, y notará en ellos la procedencia gremial que apuntamos.
Dicho esto, y parafraseando a Gustavo Bueno, podríamos calificar al Generismo como una verdadera Hetería Soteriológica[5]. Esto es, un gremio, grupo, asociación o colectivo cerrado (Hetería) cuyos miembros presuponen que poseen un conocimiento o arcano, desconocido por el resto de sus coetáneos, que les permite emprender la misión salvífica (Soteriológica) de iluminar al resto de los mortales con sus enseñanzas.
A todo lo antes dicho, es necesario agregar que este Generismo no es en lo fundamental, mucho más que una ideología. Con Marx, una falsa conciencia. No hay aquí más que un conjunto de ideas, prejuicios, retazos teóricos, eslóganes, frases, algunos conceptos sueltos, y poco más. Todo ello, envuelto en un abigarrado neolenguaje, que no resiste el más mínimo análisis crítico dado lo insustancial de sus contenidos. Desde estos presupuestos, se pretende establecer y monopolizar toda interpretación de los problemas o situaciones sociales relativas a las mujeres, en un corpus doctrinal oscuro y confuso, que por demás se presenta excluyente. En una palabra, diremos que Generismo hegemónico y feminismo, NO son lo mismo, como tampoco lo son feministas y féminas. A lo sumo, diremos que el Generismo sería una “generación” (género o derivada) de un tipo muy particular de feminismo histórico. De aquí que criticar al Generismo no es sinónimo de criticar a las mujeres, o de menoscabar lucha alguna por la justicia social, ni siquiera la defensa de los derechos de partes o grupos de la propia sociedad.
Hechas estas puntualizaciones teóricas, volvamos al tema que nos ocupa en Cuba. Teniendo en cuenta el hecho reseñado al inicio de este trabajo, es posible ejercitar la siguiente reflexión. En otra época, y acorde con ideologías que hoy parecieran ser parte del pasado, los elementos identificadores que un trabajador cubano cualquiera, periodista o comunicador incluido, hubieran utilizado de ser necesario, habrían sido de orden clasista o a lo sumo sociolaboral y no en las categorías arriba descritas. O sea, que en caso como el citado, si una periodista hubiese tenido que auto localizarse socialmente, el excurso hubiese sido: “yo soy una proletaria, una campesina, una intelectual etc.”. Es más, en el caso de Cuba no hubiera sido siquiera necesario acotar el origen, puesto que se daba por sobre entendido, al menos en teoría, que quien hablaba siempre era un proletario, puesto que en Cuba todos lo éramos, o al menos deberíamos haberlo sido. Que en la Cuba del siglo XXI y en el caso que referimos esta persona se haya “identificado” tal y como lo hizo, nada menos que frente al Primer Secretario del Partido Comunista, indica el error en el que incurren quienes piensan que Cuba está anclada ideológicamente en el pasado. Los hechos muestran que en la isla el pensamiento “avanza” y que incluso este se proyecta al futuro, al 2030 pareciera. En una palabra, diremos que el cambio de mentalidad no está sujeta a dudas de momento. Harina de otro costal es que las mentalidades que se estén adoptando sean las más prudentes para mantener la Eutaxia del Estado o acaso la estabilidad de la nación. Pero lo cierto aquí es que al parecer estas se están asimilando y prueba de ello es que dialogan sin sobre saltos, con los encargados de salvaguardar la doctrina ideológica de la Revolución, lo cual es un indicador inequívoco de la hondura de los cambios que se han puesto en marcha en la isla, en materia ideológica al menos. Otros hechos, vienen a corroboran esta hipótesis. Recientemente, el gobierno cubano ha anunciado que tiene listo el borrador de lo que será el nuevo Código de la Familia en Cuba. Este, constituye el documento legal, de altura constitucional, por el que se rigen las planificaciones legislativas con respecto a temas de convivencia social y como su nombre lo indica, en relación con todo lo que tiene que ver con la interpretación oficial de las políticas del ámbito doméstico/familiar, en su sentido más amplio. En el párrafo del borrador ya elaborado y presto a aprobarse, relativo a la interpretación del sintagma violencia de género, se introduce la definición con la siguiente oración:
“La violencia de género es un tipo de violencia muy particular, que tiene como base la cultura patriarcal que se asienta en la desigualdad de poder entre el hombre y la mujer”[6].
La interpretación de esta definición, a todas luces con pretensiones filosóficas, ya deja entrever el canon “teórico” que se sostiene. En una palabra, a qué arcanos mayores se ha encomendado la definición de qué es la violencia de género y cuál es su origen.“Es un tipo de violencia muy particular, que tiene como base la cultura patriarcal”. Dejando de lado cuáles serían las “particularidades” de esta violencia, cuestión que por otra parte sería la madre del cordero y que no se define; lo que se insinúa es que esta particular violencia tiene en su base a la cultura, o más bien la cultura “patriarcal”, y sólo a esta. La indefinición de los rótulos patriarcal, género, y acaso cultura; bastaría por sí solo para invalidar cualquier planteamiento doctrinal de los mismos, y mucho menos para considerar su inclusión en un corpus legislativo. Sin embargo, en Cuba al parecer nadie se propone realizar la debida crítica a estas ideas, devenidas verdaderas categorías en el borrador oficial.
El problema en la isla es que, al menos en teoría repito, Cuba es un país auto declarado de ideología marxista, donde rige un partido que se dice comunista. La interpretación de un fenómeno social, o de algo así como lo pretende categorizar el sintagma “violencia de género”, desde coordenadas histórico-materialistas debería tenerse por erróneo de punta a cabo. Que la supuesta violencia radique únicamente en la cultura “Patriarcal”, la convertiría en una manifestación superestructural, en cuya “base” (estructura) no estaría el modo de producción ni el ordenamiento clasista y sus dialécticas. En una palabra, o bien la violencia de género es transversal al orden clasista, o bien es anterior a este.
Si la tesis que se sostiene es la primera, se elimina por completo la dialéctica social, al menos para la mitad de la población mundial, o sea las mujeres. Si fuera la segunda la defendida, lo que queda eliminado, por absorción, es la lucha de clases en sí misma, pues esta no sería más que otro capítulo de la eterna lucha entre los sexos. Maniqueísmos aparte, el problema aquí es que estas contradicciones no son percibidas, al parecer, por quienes en Cuba tan alegremente hacen uso teórico de las propuestas del Generismo global. La manera extemporánea como esta ideología plantea sus supuestas luchas entre sexos, sin distinciones entre hechos e instituciones del pasado con los del presente en marcha, elimina no solo las dialécticas de clases; sino las dialécticas de la propia historia. Sin detenernos en un análisis en detalle de estas contradicciones, ejercicio por demás ya realizado por muchos otros autores, solo diremos que estos posicionamientos teóricos son en extremo problemáticos para la mayoría de los ordenamientos sociales, pero específicamente para aquellos basados en el cambio y la transformación sociohistórica en particular.
El caso cubano, es precisamente uno de estos últimos. En Cuba, buena parte del discurso oficial se sustenta sobre la base de la originalidad de la Revolución como agente transformador radical de un orden clasista, discriminatorio y muy poco igualitario. Ordenamiento que sería el fruto de las dialécticas propias de lo que hasta no hace mucho se tenía como elemento fundamental o “motor de la historia”, desde la teoría socio evolutiva oficial. O sea, las luchas de clases y dentro de estas, las dadas dentro del orden clasista derivado de la implantación del capitalismo burgués como modo de producción. Que a 60 años de sostén de estas discursividades hoy se coqueteen con ideología que deslocalizan esta centralidad, ubicándola en otros ámbitos, la discriminación por motivos de género, y dejando entrever la posibilidad de que esto no se ha resuelto, deja al sustento ideológico oficial poco más que sin basamento lógico.
Dicho todo lo anterior, la pregunta que cabe hacerse de inmediato es esta, ¿por qué está pasando esto? Quiero decir, ¿por qué el gobierno ha dado este giro conceptual? ¿Es que no se percata de estas contradicciones? ¿Cómo el país que, al menos en nómina, cuenta con más filósofos marxistas y materialistas por kilómetro cuadrado, no saltan todas las alarmas ante estas ideologías a todas luces ahistóricas, metafísicas, fundamentalistas y para más inri disolventes de la cohesión social? Para responder estas preguntas no contamos más que con hipótesis de trabajo, pues el asunto sobrepasa por mucho nuestra información disponible y el análisis meramente disciplinar de tipo sociológico, politológico o incluso geopolítico. Mas bien nos parece que las razones podrían ser varias y que estas son además poliédricas en su configuración. O sea, que responden a más de un objetivo y que estos a su vez presentan grados diversos de importancia.
Como primera hipótesis, cabría plantear la posibilidad de que el estado cubano desconozca los debates actuales entorno a los problemas teóricos y prácticos del Generismo hegemónico y que decida incluirlo en su agenda gubernamental por el eco mediático y político que este tiene en la arena internacional. O acaso que esté al tanto, pero que apueste políticamente por su adopción a fin de dar una pátina de progresismo y “contemporaneidad cool” al gobierno en funciones, que lo muestre en la vanguardia de las luchas y agendas de turno, ante las muchas izquierdas indefinidas que pululan en los países occidentales. Al mismo tiempo que se refresca la imagen de Cuba como estado colchón de las “luchas de los oprimidos” de la humanidad.
Si este fuera el caso, la ingenuidad del oficialismo estaría poniendo a Cuba en un gravísimo peligro de cara a su estabilidad económica interna, por cuanto estas ideologías, en tanto heterías soteriológicas, demandan la existencia de organizaciones gremiales cerradas, sectas, que articulen, protejan y difundan el dogma de fe. Estos “expertos”, no hacen su prédica de gratis y en estos momentos la situación económica del gobierno no creo que le permita subvencionarlos de manera estatal, tal y como ocurre en otros estados. De aquí que la alternativa para que estos “colectivos” existan es que continúen como hasta ahora, siendo subvencionados por entidades extranjeras, ONGs, grupos financieros, filántropos “caritativos”, etcétera. El problema aquí es que las agendas particulares de todos estos actores no tienen por qué estar articuladas con las del gobierno cubano, es más, podrían estar de hecho abiertamente en contra de los planes y programas del estado cubano y hasta de la existencia misma de su configuración nacional.
Otra posibilidad es que las razones estén en el ámbito financiero, dada la precariedad de las finanzas en Cuba. Esta podría ser una explicación plausible a las constantes alusiones por parte del gobierno, de sus compromisos con llevar a buen puerto los objetivos de la agenda 2030, Como es sabido, dentro de esta agenda la ideología de género es uno de sus pilares fundamentales, de aquí que se vea sometido a cumplirlas si quiere al menos aparentar que está trabajando en post de esta. Recuérdese que estas proyecciones de alcance global son un poco más que eslóganes vaciados de contenido, y se traducen en la piedra de cambio del financiamiento, o mas exactamente del chantaje financiero global, mediante el cual los países en desarrollo pueden ser controlados. En una palabra, que mucho del dinero destinado al “desarrollo” está condicionado por la aceptación de estas agendas ideológicas. Cuba, por sus crisis económicas permanentes, agravadas en grado sumo en los últimos tres años, simplemente no puede permitirse prescindir de estos fondos, de aquí que no es descabellado pensar que estos giros en el timón ideológico respondan a intereses pragmáticos y a jugadas a corto plazo que estuviera haciendo el gobierno, con intenciones más o menos solapadas de obtención de activos.
Si este fuera el caso, el problema es que el Gobierno estaría contando con el incumplimiento a largo plazo de estos programas, en el momento en que los mismos se vuelvan ‘problemáticos’ en cualquier sentido. Ante esta posibilidad habría que señalar que quienes impulsan estas agendas a nivel global, también están contando con ello. Es más, esperan que se incumplan los compromisos lo antes posible. Recordemos que aquí no se trata de alcanzar la “equidad de género”, la “justicia social”, “ambiental”, “étnica”, ni ninguna otra chorrada de esta naturaleza. Si así fuera, los perros de presa del globalismo, las múltiples ONGs y acólitos que viven y perviven de la “lucha” en post de estos objetivos se quedarían sin empleo. Aquí de lo que se trata en realidad es de hegemonizar y de controlar los estados nación, de someterlos al control de intereses transnacionales, razón por la cual estas ideologías no pueden ser satisfechas de ningún modo. De aquí que parezca siempre que la reforma es pobre, que el cambio es insuficiente y el financiamiento, público de preferencia, es escaso. En esta guerra -cultural, dicen algunos- que se nos plantea la meta es luchar permanentemente y a brazo partido por nuestros objetos, cuidándonos mucho de llegar a alcanzarlos jamás. En su rol de caballos de troya para la destrucción de las soberanías nacionales, las ideologías fragmentarias al uso, de las que el Generismo es sólo una más, tendrán que hacer de su revolución algo permanente. De esta manera, se parasite el erario hasta que se destruye o se somete a las agendas de grupúsculos (heterías) auto titulados como los verdaderos representantes de supuestos “colectivos vulnerables”, que sólo ellos podrían categorizar correctamente. De aquí que cuando se da el caso que alguna mujer, homosexual, transgénero, negro, indio o pobre, o alguien que integre varias de estas categorías a un tiempo; cuestione este discurso falaz; sea catalogado de hereje y se le condene al escarnio y la vergüenza pública. Shame of you![7], que reniegas del amo al que deberías servir. Pero para que se cumpla todo lo dicho, no basta con la penetración ideológica y la reestructuración formal del estado. No es suficiente siquiera con alcanzar modificaciones constitucionales o cambios legislativos. En lo absoluto. Para que estos cambios sean verdaderamente tectónicos es necesario el Caos, la violencia, la desintegración del orden establecido. Ejemplos de lo anterior, los tenemos por decenas en la arena internacional. Esto posibilita el chantaje a los gobiernos, su sometimiento, bajo la amenaza de una revolución colorida que ponga fin a la estabilidad existente. Además, esto los mantiene ocupados en resolver un millón de pequeñísimos problemillas particulares, “colectivizados”, sin poder concentrarse en las planificaciones a largo plazo, en la estructuración de un destino de nación, de un proyecto verdaderamente colectivo, en el sentido de incluir a toda la ciudadanía, sin distinciones por sexos, clases, razas, creencias religiosas etcétera. El verdadero enemigo de estas políticas microidentitarias son precisamente las naciones, por cuanto en las naciones se homogénea la ciudanía, se hace una frente a las otras, se nuclea y por ende se fortalece. Y lo que ahora mismo no se quiere de ninguna manera son naciones fuertes y seguras de sí mismas y de su camino.
En lo relativo a Cuba, los acuciantes problemas que hoy asechan al cubano de a pie, de todos los sexos, creencias e ideologías, ponen todas estas doctrinas a más o menos 7000 años luz de su realidad. Si ya entelequias tales como “la Democracia” o los “Derechos humanos” quedan bastante al margen de las sobremesas en Cuba, es de suponer que el “Patriarcado” y sus supervivencias antropológicas estén bastante más distantes para el interés popular. No es descabellado creer que las instancias gubernamentales al menos conocen de estas dificultades, de aquí que el hecho de que se dedique energía, presupuestos y horas televisadas a hablar de estas metafísicas, no sería un acto de ingenuidad política ni de memez intelectual; sino que respondería a objetivos puntuales.
La última posibilidad que cabe es que la adopción de estas ideologías se produzca como intento de solución política a problemas actuales que acucian el ámbito social cubano. Estas teorías soteriológicas, esto es salvíficas, vendrían a camuflar profundos problemas materiales, disfrazándolos con explicaciones vagas y difusas del tipo “la violencia domestica es fruto de la ideología patriarcal que pervive en la sociedad cubana”, rezagos coloniales incluso, y no situaciones de violencias mal manejadas en el seno de la familia, aparecidas por dificultades económicas, por hacinamiento habitacional, por injusticias salariales o por crisis alimentaria o sanitaria. Si hasta ahora se han esgrimido argumentos políticos a las problemáticas sociales en Cuba del tipo el “bloqueo o Embargo” o Incluso el “Capital internacional” son los responsables; una vez que los tiempos apuntan a un alejamiento de los cubanos de estas explicaciones, habrá que encontrar otras, con igual grado de abstracción, que permita desviar la mirada crítica de las acciones gubernamentales.
El problema aquí radica en que estaríamos hablando de la adopción de una política soteriológica por parte de una estructura que en sí misma ya lo es. En este sentido, la ideología hasta ahora sostenida por la revolución ha sido precisamente soteriológica, cuando no aureolar[8]. Dicho en otras palabras, la revolución tiene su propio dogma de fe y su propio corpus doctrinal y gremio sacerdotal para la propagación de sus evangelios. Dadas las características de las nematologías que pareciera que se pretenden incorporar, cabría la posibilidad de que el oficialismo esté tratando de cabalgar un tigre, que muy bien podría terminar por devorarlo. Este es un juego peligroso y las cosas en Cuba están casi para todo, menos para juegos o experimentos. Las heterías soteriológicas, como apunta Gustavo Bueno con razón, pueden desempeñar el rol de verdaderos corrosivos o de agentes subversivos del orden político, socio grupal o familiar, pudiendo llegar incluso a socavar el “sistema de poder” reinante. Aun así, también es cierto que por su abstencionismo político (cuando lo tiene), o incluso su actividad contracultural, pueden convertirse en un modo de complicidad con el sistema establecido. “No sólo porque este puede tolerar, y aún desear estas válvulas de escape, sino porque acaso las heterías reproducen las mismas líneas estructurales del sistema, se adaptan a él y contribuyen a realimentarlo en medida más o menos modesta” (Bueno, 1985, p. 39).
En cualquiera de las opciones antes mencionadas, lo cierto es que al parecer el problema que tenemos aquí, supera con creces cada una de las hipótesis antes descritas. La situación real es que el gobierno cubano está coqueteando con fuerzas muy poderosas, que podrían arrastrar a Cuba en una inercia disolvente de la que se habría salvado hasta ahora. Estas agendas tienen en el conflicto social su sustento básico, en la fragmentación “colectiva” su razón de ser, por cuanto no pueden funcionar de cara a una sociedad integrada y homogénea, de ciudadanos libres e iguales ante la ley, por ejemplo. El equilibrio social en Cuba pende de una delgada y muy endeble estabilidad que entre otros factores se sustenta en una homogeneidad de la identidad nacional, dada en buena medida por la concepción de que se es, antes que cualquier otra clasificación social, cubano. Esta idea, no ha sido una creación del proceso histórico conocido como la revolución; sino que está en la base misma de nuestra concepción de nación. “Dígase hombre y ya se han dicho todos los derechos” decía Martí, el más grande de todos los cubanos. Pareciera que es esta unidad lo que hoy se pone en entredicho. Habrá que esperar y ver, pero por ahora y visto lo visto en otros lares, estas no son buenas noticias para Cuba, y esto vale también para el resto de las naciones hispanoamericanas.
Trabajos Citados
Bueno, G., 1978. En torno al concepto de «Ciencias Humanas». La distinción entre metologías α-operatorias y β-operatorias. EL BASILISCO, mayo-junio, Issue 2, pp. 12-46.
Bueno, G., 1985. Psicoanalista y Epicureos. Ensayo de introducción del concepto antropológico de ‘heterías soteriológicas’. El Basilisco, noviembre-junio, Volume 13, pp. 12-39.
Bueno, G., 1992. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de Cultura?. [Online]
Available at: https://www.fgbueno.es/hem/1992b08.htm
Bueno, G., 1996. El sentido de la vida. Oviedo: Pentalfa.
Gasset, O. y., 2016. El Hombre y la Gente. s.l.:CreateSpace .
[1]https://www.youtube.com/watch?v=xVDav8X9_aw
[2]https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=477357
[3]Los otros serían el Ecologismo, el indigenismo, el LGBTQ+ismo y el animalismo.
[4]Plana, sin relieves, simplista.
[5]https://www.filosofia.org/filomat/df309.htm
[6]https://www.cmkc.cu/2021/09/anteproyecto-codigo-de-las-familias/
[7]https://tv.libertaddigital.com/videos/2020-06-03/monumental-repaso-de-una-mujer-a-los-manifestantes-en-estados-unidos-los-racistas-sois-vosotros-6074120.html
[8]Mesiánica