El olvidado «rabino rojo» Moses Hess

El olvidado «rabino rojo» Moses Hess. Daniel López Rodríguez

Moritz Hess nació en Bonn el 21 de junio de 1812 y murió en París el 6 de abril de 1875. Se educó como un judío, estudió en la Universidad de Bonn y vivó en París en calidad de corresponsal de un diario socialista. Sus principales obras fueron Historia Sagrada de la Humanidad (1837), Triaría europea (1841), Socialismo y comunismo (1842), La filosofía de la acción (1843), Roma y Jerusalén (1862) y Cartas sobre la misión de Israel (1864).

Cambió su nombre por el de Moses (Moisés) cuando volvió a Alemania, pues al observar los frecuentes ataques y discriminaciones que sufría la población judía reestructuró su pensamiento, criticando el asimilacionismo que él mismo predicaba para  introducir a los judíos al movimiento comunista. Para ello se inspiró en el Resorgimento italiano y desde tal posición escribiría su obra Roma y Jerusalén, proponiendo el retorno de los judíos de diferentes partes del mundo (fundamentalmente Europa) a Palestina. Por ello fue un precursor de lo que se llamaría «sionismo» e incluso «sionismo socialista» o «sionismo laborista». Luego no se trataba de un sionismo tradicionalista sino más bien ateo. Además de ser un ideólogo de lo que después sería el sionismo, también podría serlo del europeísmo: «Europa no necesita que se le imponga una única ley, una forma de gobierno, una creencia o cualquier otra medida externa de coerción para que pueda sentirse unificada y fuerte. Europa ya se halla unificada a través de su historia y su cultura». 

En su momento Roma y Jerusalén sólo vendió 160 copias, de una tirada de 1.500. Pero sus ideas calaron en el posterior movimiento sionista. De modo que Hess se fue haciendo cada vez más rabino y menos rojo. Al principio más o menos solía coincidir con Marx, pero finalmente terminaría distanciándose considerablemente. Y si para Marx lo fundamental estaba en la lucha de clases, para Hess estaba en la lucha racial. 

Sea como fuese su evolución posterior, es innegable la influencia que recibió Karl Marx de su amigo el «Rabino Rojo» Moses Hess a través de la publicación en Stuttgart en 1837 de una obra titulada Historia Sagrada de la Humanidad, publicada bajo el seudónimo de «Un discípulo de Spinoza». El libro de Hess ha sido considerado como la primera exposición del socialismo alemán del decimonónico siglo. Al principio, nos referimos a partir de 1841 a raíz de la publicación del famoso libro de Feuerbach La esencia del cristianismo, no se trataba del dúo Marx y Engels, sino de la tríada Marx, Engels y Hess. A principios de la década de 1840 Hess se relacionó con un grupo de tertulia filosófica y política de jóvenes hegelianos llamados Die Freien (Los Libres), y de ahí empezaría a colaborar en 1842 con La Gaceta Renana (periódico del que Marx llegaría a ser director).  

Hess anunciaba el Reino de Dios en la Tierra a través de la fundación de la Nueva Jerusalén socialista, mezclando el mesianismo apocalíptico judío con las filosofías de Espinosa y Hegel y completando el pintoresco cuadro con las teorías sociales de Babeuf y Fourier. A su juicio, «la absoluta unidad de la vida apareció por primera vez como idealismo abstracto en Alemania y como comunismo abstracto en Francia». «La filosofía alemana era hasta Hegel una ciencia esotérica; hoy día como ateísmo especulativo, comienza a tener influencia en la vida. Lo mismo sucede con la filosofía social francesa, que de forma similar comienza, luego de Saint-Simon y Fourier, a emanciparse del escolasticismo y a penetrar en el pueblo como comunismo científico [wissenschaftlicher Kommunismus]». 

El joven Hess pretendía sintetizar socialismo, judaísmo y cristianismo a través del espinosismo, filosofía que entendía como el sistema de la nueva época. A su vez llevaba a cabo una filosofía de la historia de corte sabeliano o joaquinista (de periodización hegeliana) en la que sostenía una sucesión de períodos iniciada por el período bíblico en el que gobernaba Dios Padre, seguido por un período cristiano en el que gobernaba Dios Hijo y finalmente llegaría un período futuro en el que gobernaría el Espíritu Santo que curiosamente, sostiene Hess, fue introducido por Espinosa, prolongado por las revoluciones de Estados Unidos y de Francia y que vendría a vislumbrar una humanidad que por fin alcanzase la socialización. Y así, el reino de la verdad podrá ser fusionado en una humanidad social. El primero de estos tres períodos es simbolizado por Adán, el segundo por Jesús y el tercero por Espinosa. O lo que es lo mismo: el período de la profecía, el de la mística y el de la filosofía.

A juicio de Hess, Espinosa había considerado en su Ética la transición de la filosofía especulativa a la praxis. Hess seguía al genial filósofo judeo-hispano-holandés al suscribir dos de sus máximas de su monumental Ética que imprimió en el lado derecho del frontispicio de su libro: «El orden y conexión de las Ideas es el mismo que el orden y conexión de las Cosas» y «Es propio de la Naturaleza de la Razón percibir las cosas desde una cierta perspectiva de eternidad». Aunque Espinosa, a diferencia de Hess (y de Marx), era un filósofo anti-escatológico al situarse desde un materialismo pluralista neutro y por tanto ateleológico donde no cabe hablar de ascensodescenso del proceso de la realidad en general (natura naturans) ni tampoco del mundo (natura naturata); y también se trataba de un sistema afinalístico, pues se niega el camino de la humanidad hacia su salvación. Los hombres -afirma Espinosa- viven en la creencia de que todas las cosas fueron hechas por Dios para dirigirse a un fin, ya que ellos mismos lo hacen todo con vistas a un fin. Piensan que Dios dispuso todo hacia un fin porque observan que «los ojos [sirven] para ver, los dientes para masticar, las hierbas y los animales para alimentarse, el sol para iluminar, el mar para alimentar a los peces, etc.» (Baruch de Espinosa, Ética, Traducción de Atilano Domínguez, Biblioteca de los grandes pensadores, Barcelona 2004, pág. 68, corchetes míos). 

Según Hess, el corazón de esta Nueva Jerusalén socialista se hallaría en la fusión de la política francesa y la religión alemana: «de Francia, el país del combate político, nos llegará un día la verdadera Política; así como de Alemania nos vendrá la verdadera Religión. De la unión de ambas nacerá la Nueva Jerusalén» (citado por Nicolás González Varela, «Karl Marx, lector anómalo de Spinoza», Estudio preliminar de Cuaderno Spinoza, Montesinos, 2012, pág.100).

Hess fue de los primeros en trasladar el socialismo francés a la reflexión filosófica alemana aunque en clave materialista. Semejante síntesis tendrá como resultado armonioso, producida por una revolución social y no política, la implantación del comunismo y el fin de la historia, y de este modo el ser humano se reconciliaría con Dios. Por lo tanto, ese comunismo puesto en el futuro no es más que una restauración del comunismo pasado que fue suprimido a causa de la irrupción de la propiedad privada que trajo consigo la desigualdad y la esclavitud y por ello fue la causa de todos los males: «La necesidad física que ahora comienza a predominar está causada por la creciente riqueza de una parte de la sociedad y la creciente pobreza de la otra. Esta discordancia, desigualdad y egoísmo, llegarán a ser aún mayores. Alcanzarán un nivel que aterrará hasta al más estúpido e insensible» (citado por González Varela, «Karl Marx, lector anómalo de Spinoza», págs. 100-101).

Según Hess, el comunismo futuro traería además una nueva distribución de los medios de producción y la armonía de la «humanidad social» (es decir, no política, no dividida en diferentes sociedad políticas en continua dialéctica de Estados) y la abolición de la propiedad privada y la consecuente y embrutecedora división del trabajo (es decir, el fin de la dialéctica de clases). Todo esto implicaba la abolición del Estado. Según Hess, mientras el Estado siguiese existiendo, al margen de la forma del gobierno, siempre habrá amos y esclavos, y esto seguirá siendo así «hasta que el estado, que es la condición de esa polaridad, se suprima a sí mismo dialécticamente y dé paso a una vida social unificada que es la condición de la comunidad» (citado por Edward Hallet Carr, La revolución bolchevique (1917-1923), Vol. 1, Traducción de Soledad Ortega, Alianza Editorial, Madrid 1972, pág. 251).

En 1841 Hess publicó bajo el anonimato su segundo libro con el título Die Europäische Tuarquie (La Triarquía Europea), un libro pensado contra el Die Europäische Pentarchide de K. E. von Goldmann en donde se proponía la supremacía de los poderes conservadores y reaccionarios del Imperio Austriaco y el Imperio Ruso. Hess sostenía que la Libertad y la Igualdad son valores incubados en la Europa Occidental: Alemania, Francia e Inglaterra. Si la Reforma protestante liberó a los Estados alemanes de la opresión de la Iglesia de Roma y generó la Libertad del Espíritu (Geistesfreiheit), cuyo colofón fue el sistema de Hegel, la Acción revolucionaria burguesa se ha llevado a cabo en Francia siendo la Gran Revolución la continuación práctica que no pudo concluir la Reforma, dándole así a la Libertad un contenido concreto: «Lo que fue la Reforma para la Religión, la Revolución Francesa lo ha sido para las Costumbres (Sitten)» (citado por González Varela, «Karl Marx, lector anómalo de Spinoza», pág. 103). Pero estos hitos son insuficientes para la culminación de la Historia, que según Hess se cumpliría con una tercera y definitiva revolución que se realizaría en Inglaterra a causa de su profunda contradicción entre el pauperismo más miserable y la aristocracia más acomodada: «Será la Revolución efectiva, la que, a diferencia de las revoluciones anteriores, no ejercerá ya una influencia relativa más o menos grande, sino una influencia absoluta sobre la Vida social (soziale Leben)» (citado por González Varela, «Karl Marx, lector anómalo de Spinoza», pág. 103). La tercera y definitiva revolución acabará con la propiedad privada, que es interpretada como la fuente del egoísmo natural y la desigualdad social, y traería la emancipación de toda la Humanidad. El progreso hacia el comunismo es pensado como una necesidad objetiva a través del desarrollo de las fuerzas de producción y de las relaciones sociales: «La Igualdad Absoluta (absoluten Gleichheit) se realiza… cuando, como es el caso de la Época Moderna, la relación entre los instrumentos muertos y vivos (todte und lebendigen Werkzeug) se inclina a favor de estos últimos, así como en la Antigüedad se inclinaba a favor de los instrumentos muertos» (citado por González Varela, «Karl Marx, lector anómalo de Spinoza», pág. 103). Dicho de otro modo: para que se realizase dicha revolución era preciso una alianza entre Alemania (los Estados alemanes), Francia e Inglaterra frente a las reaccionarias Rusia y Austria (que era un Estado alemán), pues en Alemania se abrió el camino con la Reforma de Lutero y la filosofía de Hegel que Francia llevó a cabo en la Gran Revolución, siendo Inglaterra la síntesis entre ambos países en donde se estaban cociendo las condiciones más prósperas, a raíz de la revolución industrial, de la verdadera revolución social, que sería definitiva para el éxito de la Humanidad.

A pesar de su comunismo mesiánico, Hess negaba que la historia se redujese al desarrollo del pensamiento humano e insistió en la acción que transformaba el mundo y el problema social pasaba a un primer plano; lo cual lo sitúa, desde nuestras coordenadas, en una implantación política de la filosofía, por muy metafísicos y escatológicos que fuesen sus planteamientos y conclusiones (aunque la implantación siempre es política, porque la implantación gnóstica es sólo meramente fenomenológico, es decir, se trata de una apariencia falaz).  

La obra de Hess, como puede comprobarse, tuvo mucha influencia en el joven Marx; aunque éste, como hizo también con todos los jóvenes hegelianos, y también contra los no tan jóvenes y no tan hegelianos, pensó en su contra tras apropiarse de aquello que le pareció más potente. Junto a August von Cieszkowski, Hess fue el primero en vincular a la izquierda hegeliana (que no era un movimiento uniforme y unívoco) en las doctrinas socialistas y comunistas francesas, y por ello se vanagloriaba de haber transformado al comunismo al mismísimo Engels, el cual reconocía que Hess fue el primer comunista entre los Jóvenes Hegelianos. De hecho el primer contacto que tuvo Marx con el comunismo fue a través de Hess, el cual viajó a Francia y estudió las doctrinas de Saint-Simon, Fourier, Cabet, Babeuf…, y fue allí donde contactó con los emigrantes alemanes revolucionarios de la Liga de los Justos de Wilhelm Weitling, a los que se unirían Marx y que junto a Engels transformaría en la Liga de los Comunistas, cuyo programa sería el Manifiesto comunista.

Al cerrar La Gaceta Renana Hess se trasladó a París y ya allí rompió con Marx y Engels. Sobre todo cuando éstos lo criticaron abiertamente en su obra escrita a la limón entre 1845 y 1846 titulada La ideología alemana. Pero no sería hasta la revolución de 1848, que le pilló en París, el punto de inflexión en el que Hess empezaría a abandonar sus ideas socialistas por ideas nacionalistas judías. 

Al morir sus restos  fueron trasladados, conforme a su deseo, al cementerio judío de Colonia. Aunque en 1961 serían trasladados al cementerio de Kinneret en Israel, junto a de otros socialistas-sionistas como Dov Ver Borojov y Nachman Syrkin. 

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