El Vorwärts

El Vorwärts. Daniel López Rodríguez

Tras su ruptura con Ruge a causa del fracaso y el consecuente cierre de los Anales franco-alemanes, Marx empezó a colaborar en un órgano llamado Vorwärts (Adelante), revista que se publicaba dos veces por semana en alemán y de tendencia radical-democrática, aunque en sus orígenes era un periódico reaccionario.

Cuando salió a la luz el número doble de los Anales franco-alemanes, el Vorwärts los descalificó a base de insultos estúpidos o repugnantes. Pero la revista dio un viraje revolucionario y a su redacción se incorporó buena parte del equipo de los Anales franco-alemanes.

La revista fue fundada por un tal Heinich Börnstein, natural de Hamburgo, un hombre entregado a los negocios de teatro que había recibido una larga propina del compositor alemán Giacomo Meyerbeer. Al frente de la dirección estaba Adalbert von Bornstedt, que fue espía prusiano, agente a sueldo del gobierno del Berlín y además confidente de Metternich (todo al mismo tiempo).

Los redactores del Vorwärts eran Michael Bernays y Heinrich Börnstein, y además de Marx y Engels escribía para la revista Arnold Ruge, Heinrich Heine, Georg Herwegh, Mijaíl Bakunin, Georg Weber, August Ewerbeck, Heinrich Bürgers y el poeta Georg Weerth.

Como recordaba Heinrich Börnstein en 1881, el Vorwärts era «el único periódico en lengua alemana de toda Europa que se publicaba sin censura alguna y con matiz radical… La tendencia socialista y comunista se iba imponiendo cada vez más con mayor fuerza y brusquedad a la tendencia puramente humanista. Ruge era incapaz de entenderse con socialistas y comunistas; Marx criticaba despiadadamente los trabajos de Ruge. Éste y los más moderados se fueron retirando paulatinamente, hasta que el radicalismo más rotundo logró imponerse. Pero antes de que llegara a manifestarse abiertamente esta oposición, un poder brutal dio término a toda la empresa con su despiadada intervención» (citado por Hans Magnus Enzensberger, Conversaciones con Marx y Engels, Traducción de Michael Faber-Kaiser, Anagrama, Barcelona 1999, pág. 41).

El Vorwärts le ofrecía a Marx -que, como vemos, presionó para que la tendencia editorial de la revista fuese comunista- poder atacar a Federico Guillermo IV de Prusia. La revista se ganó la fama de ser ni más ni menos que la más radical de toda Europa. Bajo la dirección de Bernays se arremetía contra el «conglomerado cristiano-germano» de Berlín. Heine hacía lo propio contra el «nuevo Alejandro» sentando en el trono de Berlín, es decir, Federico Guillermo IV.

Sin embargo, Marx sólo publicó en Vorwärts un artículo titulado «Glosas críticas al artículo “El rey de Prusia y la reforma social”», el cual se publicó en dos números: se escribió el 31 de julio de 1844 y vio la luz el 7 y el 10 de agosto de 1844 en los números 63 y 64 de la revista en donde polemiza sobre las conclusiones de la insurrección de los tejedores silesios que acaeció entre el 4 y el 6 de junio de 1844.

Nos referimos al primer alzamiento del proletariado alemán, que «no estaba dirigido directamente contra el rey de Prusia, sino contra la burguesía» (Karl Marx, «Glosas críticas marginales al artículo: “El rey de Prusia y la reforma social por un prusiano”», https://izquierdaweb.com/glosas-criticas-marginales-al-articulo-el-rey-de-prusia-y-la-reforma-social-por-un-prusiano/). Porque «El rey de Prusia, como político, tiene a su contrario inmediato en el liberalismo. Para el rey, la contradicción del proletariado existe de modo tan exiguo como el rey existe para el proletariado».

«El levantamiento silesio -escribe Marx- comienza precisamente donde terminan las insurrecciones obreras inglesas y francesas, con la conciencia de lo que es la esencia del proletariado. La misma acción presenta este carácter de superioridad, pues no se destruyen tan sólo las máquinas, rivales del obrero, sino también los libros de comercio, los títulos de propiedad; y mientras todos los demás movimientos en principio tan sólo se dirigen en contra del patrono industrial, enemigo visible, este otro se vuelve igualmente contra el banquero, enemigo oculto. Ni siquiera uno de los levantamientos obreros ingleses se ha llevado con tanta valentía, superioridad y resistencia».

Y continúa: «Debemos admitir que el proletariado inglés es el economista y que el proletariado francés es el político, así como que Alemania posee tanto una vocación clásica para la revolución social como una incapacidad para la revolución política. Del mismo modo que la impotencia de la burguesía alemana es la impotencia política de Alemania, las aptitudes del proletariado alemán -sin hablar además de la teoría alemana- son las aptitudes sociales de Alemania; la desproporción existente entre el desarrollo político y el desarrollo filosófico de Alemania no tiene nada de anormal, sino que es una desproporción necesaria. Tan sólo en el socialismo puede un pueblo filosófico encontrar su práctica adecuada, y únicamente en el proletariado puede hallar el elemento activo de su liberación».

Y va finalizando el artículo con espíritu humanista: «aun cuando no se produzca más que en un único distrito industrial, una revolución social se sitúa en el punto de vista de la totalidad porque es una protesta del hombre contra la vida deshumanizada, porque parte del punto de vista de cada individuo real, porque el ser colectivo del que el individuo se esfuerza en no permanecer separado es el verdadero ser colectivo del hombre, el ser humano. Por el contrario, el espíritu político de una revolución consiste en la tendencia de las clases sin poder político a suprimir su aislamiento respecto del ser del Estado y del poder. Su punto de vista es el del Estado, una totalidad abstracta que tan sólo existe por la separación de la vida real, que sería impensable sin la contradicción organizada entre la idea general y la existencia individual del hombre. De acuerdo con su naturaleza limitada y ambigua, una revolución con espíritu político crea pues una esfera dominante en la sociedad a expensas de la propia sociedad».

El artículo estaba pensado contra su ex camarada Arnold Ruge, el cual escribía en la revista bajo el pseudónimo «un prusiano».

Ruge escribía: «El rey y la sociedad alemana todavía no ha llegado al presentimiento de su reforma ni siquiera las sublevaciones de Silesia y Bohemia han hecho nacer en ellos tal sentimiento. Es imposible hacer comprender a un país no político como Alemania que la miseria parcial de las regiones manufactureras es una cuestión de orden general, e incluso un perjuicio ocasionado a todo el mundo civilizado. Para los alemanes, ese acontecimiento es de la misma índole que una inundación o una penuria locales. Por ello el rey la trata como un defecto de administración o de beneficencia. Por esa razón y puesto que se han requerido pocas tropas para acabar con los indefensos tejedores, la destrucción de fábricas y de máquinas no inspira el más leve “terror” al rey y a las autoridades. Más aún, no es el sentimiento religioso el que ha dictado la orden del Gabinete: esta orden es una muy sobria expresión tanto de la ciencia política cristiana como de una doctrina que no deja subsistir nada que se oponga a su único remedio, la “buena disposición de los corazones cristianos”. La pobreza y el crimen son dos grandes males, pero ¿quién puede curarlos? ¿El Estado y las autoridades? No, tan sólo puede hacerlo la unión de todos los corazones cristianos» (citado por Marx, «Glosas»).

El régimen prusiano, a través de su embajador en París Humboldt, molesto con la publicación de semejante revista y sobre todo con el artículo en tono socialista de Marx, prohibió que el Vorwärts circulase por su territorio, y lo mismo hicieron otros gobiernos alemanes.

Asimismo, el gobierno de Prusia pidió al gobierno monárquico de Luis Felipe, dirigido por François Guizot, la clausura de la revista. Guizot, tras tratar el asunto en el Consejo de Ministros, decidió cerrar la revista deteniendo al redactor responsable de la misma por instigación al regicidio, tras la publicación de un «infame artículo» sobre el atentado del burgomaestre Tschech contra Federico Guillermo IV. Bernays fue condenado a dos meses de prisión y a trescientos marcos de multa. El gobierno prusiano siguió intrigado con Guizot para que los redactores y colaboradores de la revista fuesen expulsados de Francia.

Guizot no accede a la petición de extradición de Marx de los gobiernos de Prusia y Rusia, aunque sí se decide a cerrar la revista, la cual escapaba a la censura al estar escrita en alemán y no en francés.

Las iras del gobierno prusiano iban sobre todo contra Heine, el cual escribió once de sus más mordaces sátiras contra el régimen y el mismo rey, pero el caso de Heine era el más delicado al tratarse de un reputado poeta europeo que los franceses casi consideraban de prestigio nacional. El embajador prusiano en París comunicó el 4 de octubre de 1844 al gobierno de Prusia que Heine no podía ser considerado miembro de la redacción de la revista ya que sólo había publicado dos poemas, a lo que Berlín no pudo poner reparo alguno.

Así, el gobierno prusiano pidió además la expulsión de Marx el 5 de febrero de 1845, el cual tuvo que emigrar a Bélgica. El hecho de que el gobierno liberal de Guizot expulsase a Marx de Francia demostraba que éste tenía ya cierta relevancia política, y como reconocía Humboldt ejercía una gran influencia en Alemania a través de Vorwärts (aunque sólo hubiese escrito un artículo).

De hecho el comunismo empezaba a infiltrarse en Alemania, como se congratulaba el joven Engels cuando le escribió a Marx el 20 de enero de 1845: «Lo que me proporciona una satisfacción particularísima es que en Alemania se ha impuesto ya la literatura comunista; es ya un hecho consumado [fait accompli]. Hace un año comenzaba a imponerse, fuera de Alemania, en París; o más bien, era allí donde se iniciaba; y de aquí que ya pesa sobre los hombros de nuestro buen Miguel alemán [símbolo alemán del alemán medio, algo así como Juan Pérez es el símbolo del español]. Diarios, semanarios, revistas mensuales y trimestrales y toda una reserva de artillería pesada que empieza a avanzar; todo marcha magníficamente. ¡Y ha marchado además con suma celeridad! Y tampoco ha dejado de dar sus frutos la propaganda clandestina; siempre que voy a Colonia, siempre que entro allí en un café, nuevos progresos, nuevos prosélitos. La asociación de Colonia ha hecho maravillas: poco a poco se van descubriendo grupos comunistas aislados que han ido creciendo sin hacer ruido y sin que hayamos tenido que intervenir directamente» (Karl Marx y Friedrich Engels, Cartas sobre El capital, Traducción de Florentino Pérez, Edima, Barcelona 1968, pág. 15, los segundos corchetes son míos).

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