Elogio de Antonio José Cavanilles

Elogio de Antonio José Cavanilles. Iván Vélez

La catástrofe meteorológica que ha devastado el entorno de la ciudad de Valencia ha servido, además de para mostrar la ineficacia del modelo autonómico y ofrecer una nueva muestra de cainismo político patrio, para exhumar un texto escrito en 1795 por Antonio José Cavanilles Palop (1745-1804), en el que se da cuenta del desbordamiento del barranco del Poyo. El fragmento reproducido en prensa, referido al tristemente célebre barranco del Poyo e integrado en su obra, Observaciones sobre la Observaciones sobre la Historia Natural del Reino de Valencia (Madrid, 1795-1797), parte de la proyectada Historia Natural de España, es el siguiente:

Su profundo y ancho cauce siempre está seco, salvo en las avenidas, cuando recibe tanta agua y corre tan furiosamente, que destruye cuanto encuentra. En 1775 causó muchísimas desgracias en Chiva, sorprendiendo a media noche a sus vecinos. Asoló un número considerable de edificios, esparciendo por más de dos leguas los tristes despojos y los cadáveres de los pobres que no pudieron evitar la muerte.

Nada tiene de particular que un botánico valenciano se ocupara de un barranco próximo a su ciudad natal. Sin embargo, los accidentes geográficos y las variedades vegetales y naturales no fueron las únicas inquietudes de quien, en pleno reinado de Carlos IV, fue seguidor de las teorías de Linneo, dato que refuta la asentada idea de una España replegada en sí misma, presa de supersticiones, dominada por curas fanáticos. La refutación de esa caricatura, la llevó a cabo el historiador valenciano, Nicolás Bas, en un artículo publicado el 27 de diciembre de 2011 en el periódico El País. En su escrito, Bas demostró que, pese a las prohibiciones, muchos de los libros teóricamente inaccesibles, circularon por España y cayeron en manos como las de Cavanilles, doctor en Teología y presbítero, gracias a su relación con el editor francés Fournier. Vinculado a la Casa del Infantado en el París prerrevolucionario, el talento del abate Cavanilles, condición obviada por la prensa actual, fue reconocido por el mismísimo Lamark.

El prestigio del que gozó Cavanilles dentro del campo naturalista no impidió que saliera al paso de las acusaciones que, desde las filas de los así llamados ilustrados, se lanzaron contra España. En particular sobre las vertidas por Masson de Morvilliers en su famosa entrada «España», incluida en su Enciclopedia metódica. En ella, el francés dejó escritas unas palabras que un tonsurado como Cavanilles no podía dejar de responder:

El español tiene aptitud para las ciencias, existen muchos libros, y, sin embargo, quizá sea la nación más ignorante de Europa. ¿Qué se puede esperar de un pueblo que necesita permiso de un fraile para leer y pensar?

La respuesta la dio en sus Observaciones sobre el artículo “España” de la Nueva Enciclopedia, editadas en Madrid el mismo año de su publicación en Francia gracias a la traducción que Mariano Rivera hizo de sus Observations de M. l’abbé Cavanilles sur l’article Espagne de la Nouvelle Encyclopédie (París, 1784), escritas en la lengua del enciclopedista. En esas Observaciones, Cavanillas aludió a figuras como Miguel Servet, Luis Vives o a su coetáneo, el benedictino, Benito Feijoo, autor del monumental Teatro Crítico Universal y de las Cartas eruditas y curiosas, para negar que España hubiera sido un páramo. Tanto los escritos como la trayectoria de Cavanilles desmienten el tópico del aislamiento español denunciado por Masson de Morvilliers y cultivado, siglos más tarde, por Ortega y Gasset, con su idea de una España tibetanizada tras la Contrarreforma, que sigue influyendo en algunas de las más sonoras voces de nuestra actualidad. Sirvan estas líneas para rendir un modesto homenaje a Antonio José Cavanilles Palop.

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