Entre lo público y el caos

Entre lo público y el caos. Axel Seib

Estando de vacaciones he podido «disfrutar» del gran funcionamiento de ciertas compañías. Y, analizándolo, he encontrado diferentes puntos en común en ellas.

– Primero, son empresas públicas.

– Y segundo, funcionan peor que mal.

Si, no es un gran descubrimiento. Pero pareciera que es algo que ya asumimos y a lo que tenemos que resignarnos. Pero hace unos cuantos años, me atrevo a decir que antes del 2018, algunas empresas públicas funcionaban bastante mejor.

Porque la situación actual no es algo que se pueda reducir a una mera disfunción durante el estío. Es más una catástrofe creciente hasta el hastío. Personalmente, he podido ser más consciente durante las vacaciones, pero si hago memoria, llevamos un largo recorrido en que las empresas públicas están mostrando su incompetencia a calzón quitado.

Tenemos a Renfe. De la que primero citaremos sus servicios de Cercanías.

Podría dedicarme a tratar del absoluto caos y degeneración que vive su servicio, aunque para algunos es algo más nuevo que para otros. En Barcelona es de sobra conocido porque, no es que haga años que funciona mal, es que se puede hablar de décadas de un servicio que para llegar a deficiente debería subir mucho el nivel. Pero todo se contagia. Y hemos podido llegar a retrasos en núcleos de Cercanías como el de Asturias, de los que no mento los antiguos FEVE. Porque ésta última empresa, ahora también propiedad de Renfe y conocida como Cercanías de Ancho Métrico, merecería un auténtico desplegable del caos. Pero sólo recordar esa noticia sobre los trenes que no cabían por los túneles, que la propia CAF ya advirtió que no eran de las medidas de otros pedidos, pero que el responsable político de turno no puso en revisión. Un enorme «tú tira, tira».

Podemos hablar, ahora de los servicios de larga distancia o alta velocidad Renfe. No sé para qué quitamos los trenes nocturnos si se ha acabado haciendo pasar la noche en el tren a pobres viajeros.

Aunque el estado ya dió señales de que el servicio iba a empeorar notoriamente y lo quisimos ignorar. Pasar de que nos devuelvan el precio del billete por cinco minutos de retraso a que los reembolsen la mitad del billete por más de una hora de retraso, era la señal clave. Renfe lo llamó «actualización», pero yo lo habría llamado «previsión». Ese cambio, en 2024, no tenía ningún sentido sin prever un empeoramiento radical del servicio que conllevaría enormes pérdidas en forma de reembolsos a viajeros. Y el estado recauda y derrocha, pero no regala.

Y ADIF, la hermana de Renfe para las vías y otras infraestructuras, tampoco termina de funcionar. Pero en lugar de mantener bien las catenarias, vías y tener una comunicación fluida con los cuerpos policiales para controlar y prevenir posibles sabotajes, tienen a una ministra que señala a Ouigo y así se arregla todo.

También curioso que desde que un grupo húngaro quiso hacerse con Talgo, junto a la negativa del gobierno por supuestos motivos de seguridad que jamás sabremos por estar clasificados, comenzó una campaña para malmeter contra la calidad de una de nuestras compañías punteras. Cualquiera diría que con la intención de derrumbar la cotización y la credibilidad de la empresa para que el entente público junto a Sidenor, tuviera la operación más fácil. Suspicacias mías. Y aún así, la operación para hacerse con Talgo por parte de Sidenor, el SEPI y el gobierno vasco, tiene únicamente pegas y no termina de ejecutarse.

Y en todo este caos ferroviario, se me aparece un nombre concreto. Isabel Pardo de Vera, presidente de ADIF de 2018 hasta 2021. Y luego secretaria de Estado de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana de 2021 hasta 2023. Pero antes de eso ya estuvo como directora de Movilidad e Infraestructuras de la Diputación de Pontevedra en 2015 y 2016. Hoy en día imputada en el “Caso Koldo” por presuntas contrataciones irregulares y adjudicación ilícita de obra pública.

Pero mención de oro merece mi favorita, Correos. No debe existir empresa pública mayor en España. Ni que funcione peor. Hablaré de mi propia experiencia el último año. Paquetes retenidos, cartas desparecidas, ausencia de reparto, paquetes certificados que llegan abiertos y sin mercancía ante los cuales el propio cartero no sabe muy bien qué hacer. O la experiencia de un amigo. Carta certificada de Barcelona a Valencia en Mayo. Tres semanas y sin rastro. Os lo zanjo, nunca llegó. Pero en la oficina, ante la queja, le dijeron que debía esperar más. Tres semanas de Barcelona a Valencia e insinúan impaciencia. Debe ser que llevan las cartas una a una y a la pata coja. O peor, en tren.

Y ahora que Correos quiere volver a tener licencia bancaria tras diversos fracasos, también podrán aplicar su ejemplar funcionamiento a nuestro dinero. Aunque preferiría un corralito a tener mi dinero en Correos.

No me sorprende que Correos no tenga un teléfono de atención al cliente ni facilite una dirección de correo electrónico. Imposible gestionar tantas llamadas y correos electrónicos con mención a madres. Provocaríamos una saturación telefónica y del servidor de correo electrónico. Aunque otra opción sería facilitarlos y trabajar bien. Descabellado, lo sé.

Yo no soy liberal, lo aviso. Pero con la capacidad de gestión que demuestran las empresas públicas, es difícil no darles la razón. El sector público no es que sea ineficiente, es infecto. Una enorme red disfuncional construida con dinero público que no termina de ofrecer ningún servicio de forma mínimamente aceptable. Y cuando nos quejamos del servicio, siempre las mismas patrañas. «Es que se invierte poco», «no podemos querer servicios suecos y tener impuestos españoles» y otros blablablá. Cualquiera diría que el esfuerzo fiscal en España es de utopía liberal y no un infierno fiscal en constante amenaza de empeorar. Por otro lado, nadie quiere servicios suecos. Con que una carta pudiera llegar a su destinatario, sin desaparecer o ser afanada, creo que muchos nos daríamos por satisfechos. Pero, una vez más, España sorprende. Y del mismo modo que el gobierno más feminista y “abolicionista” tiene muchos lazos con la prostitución, también son los defensores de lo público los responsables de que lo público no funcione.

La única empresa pública ejemplar es RTVE. Hay que reconocerlo. Quizás algunos no lo crean, pero es porque se llevan a engaño. Quienes entienden que RTVE es una televisión pública y plural que debe ser de todos y debe informar, lógicamente piensan que no funciona. Pero es que RTVE no es eso. Es como juzgar una estatua por su juego de muñeca.

Pero si entendemos que RTVE es un altavoz del gobierno, de sus socios y sus lobbies, además de parking/guardería para viejas y nuevas glorias de la progresía sin oficio, es una empresa pública que ejerce su función de forma impecable.

Y los cuerpos policiales, también. Porque si la función de los cuerpos policiales es borrar dedicatorias para el presidente del gobierno hechas en la playa, son un ejemplo de desempeño. En lo de impedir que unos ociosos cabeza de escarola agredan y violen, ya flojean más. Especialmente porque se les atan las manos. Pero lo importante es que Pedro Sánchez pueda ir a la playa sin  recordar lo que es.

PD: No quería terminar el artículo con esa mención, así que me gustaría añadir una referencia a las palabras de Ortega y Gasset en “España invertebrada”:

¡Ojalá que hubiese en España alguien con ansia de luchar!”

Y en las palabras de Ortega me baso para decir que ojalá hubiera algún defensor de lo público en España que lo fuese de verdad. Porque de bufones que gritan histriónicamente por la sanidad pública mientras colocan a miles de inútiles con el pelo de colores a nómina púnlica y los currelas llegan tarde, ya vamos servidos.

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