España criminal

España criminal. Samuel Vázquez

En España, y en apenas un par de meses, ha sido detenido el jefe de la brigada antiblanqueo de la Policía Nacional con millones de euros escondidos en su casa y en el despacho del centro policial donde trabajaba; también el jefe de la Guardia Civil en el puerto de Valencia, por donde entra la mercancía. Un estibador del puerto de Barcelona (por donde también entra la mercancía), fue asesinado de un tiro en la cabeza a plena luz del día mientras desayunaba. El fiscal general del Estado, junto con dos fiscales más, está imputado en causa criminal. Sí, los que debieran ser “la garantía de la legalidad en el proceso”, investigados por vulnerar la legalidad en el proceso. Y los que deberían cumplir y hacer cumplir la ley, saltándosela a la torera.

Mientras todo esto pasaba, y pasando mucho más desapercibido en medios, otro mando policial ha sido imputado hace unos días por posible denuncia falsa contra David Oliva, teniente coronel del OCON-Sur, grupo operativo de la Guardia Civil desmantelado por Fernando Grande-Marlaska en 2022, que estaba por primera vez logrando ganar la batalla contra el narco en el Estrecho.

Vivimos desde hace unos años en España un nuevo escenario criminal que países como Francia ya conocen desde hace dos décadas. Empero, ante este nuevo escenario, seguimos estando en manos de burócratas de uniforme que llevan toda su vida entre intrigas palaciegas y despachos de poder, defendiendo siempre el discurso político del partido en el gobierno, y abandonando a los ciudadanos a su suerte.

Los guerreros como David Oliva, no sólo han sido ninguneados, sino también perseguidos. Sale más a cuenta sostener el problema para mantener millonarios presupuestos que solucionarlo y que estos se acaben, así que, después del desmantelamiento del OCON-Sur, hemos vuelto a la vieja rutina de hacer cada seis meses una macro-operación que se salda con unas cuentas detenciones y unos cuantos kilos incautados.

Los políticos que hacen las ruedas de prensa felicitándose por la operación, encantados. Los mandos que llenan sus pechos de medallas y ascensos, también. Mientras, a los narcos de verdad ni los rozamos, y las incautaciones suponen una porción minúscula de su suculento negocio. Los detenidos son generalmente soldados de los escalones más bajos, como trapicheros o pilotos de lancha rápida que los grandes narcos dejan caer como víctimas colaterales. El día que los chavales entran en prisión, el narco de verdad está de fiesta en algún reservado de una discoteca de Miami.

El OCON-Sur no sólo hacía incautaciones sino que mantenía una presión constante 24/7 sobre los capos e intentaba llegar poco a poco la cabeza de la hidra. Hacía tanto daño, que el teniente coronel Oliva y su familia estaban amenazados de muerte por los narcos. Todos los grandes capos conocían a Oliva, pero ninguno sabría decirte el nombre de alguno de los mandos que hoy están al cargo del asunto.

¿Quién desmanteló el OCON y por qué? Ahí está la clave de todo.

No se crean que esto es una anécdota dentro del modelo policial, no. Es la tónica general. No ir al cuerpo a cuerpo por miedo al uso de la violencia, apelar al mal menor que siempre acaba convirtiéndose en el mayor de los males es lo habitual en nuestra estrategia policial, que acaba rendida a grandes grupos criminales de todo tipo por cobardía, por no aplicar coste en los primeros estadios delictivos de cualquiera de los fenómenos delincuenciales, lo que es interpretado por los malos como recompensa y, por lo tanto, como una invitación a seguir e incluso a escalar en la actividad criminal.

Los aluniceros de Madrid empezaron siendo dos o tres bandas de clanes realojados en las Torres de Villaverde procedentes de los poblados chabolistas de la Mimbreras y el Romancero Gitano, y acabaron siendo grupos poderosos cuyos líderes viven en fincas de un millón de euros en el norte de Madrid y cierran reservados en las discotecas más famosas de la capital. Pero si te pones a perseguirlos estando de servicio, te estrellas y jodes el coche patrulla, lo primero que hacen los mandos policiales es abrirte un expediente disciplinario.

Estamos en manos de personas con un nivel de mediocridad y cobardía difícilmente superable. Los guerreros de verdad, los únicos que quieren acabar con el problema, los que nos sacarían de esta aun a riesgo de sus propias vidas, acaban siempre frustrados, expedientados y sin recompensa alguna. En la lucha contra el crimen sólo hay coste, en la complacencia con él, recompensa.

El ministro Marlaska desmantela todo lo que funciona y no para de crear unidades burocráticas a mayor gloria de cualquier arista de la ideología política predominante, cuyo único objetivo es detraer recursos humanos y materiales para la protección de discursos políticos y estructuras de poder, abandonando a su suerte a los ciudadanos, necesitados de perros pastores y no bailarines de TikTok.

El cambio de leyes y reglamentos para desarrollar una carrera horizontal de profesionales con experiencia operativa que anule la vertical de burócratas al servicio del poder, que no han conocido otra cosa que no sea un despacho en toda su carrera, es algo imperativo si queremos salir de esta. Poner las unidades en manos de mandos intermedios con experiencia de campo implica priorizar la perspectiva profesional sobre la política, y eso es una necesidad urgente en estos momentos, si no queremos acabar como Francia.

Nadie conoce quiénes son los mandos que dirigen los cuerpos policiales; de no ser porque les vemos en fotos de sarao en sarao, entrega de premios tras entrega de premios y, entre medias, vinos españoles y palco del Bernabéu por la cara acompañando al ministro, dudaríamos hasta que existen. Ni una sola estrategia policial innovadora, ni una propuesta de cambio de política criminal, nada relacionado con nuestro obsoleto modelo policial. Estamos en manos de los peores en el peor momento.

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