Desde la del 98 (el derrumbe moral de 1898), cuando tras perder el dominio de Cuba y Filipinas, España cayó en la cuenta de su ruina y de su insignificancia mundial (hasta entonces disimulada, ocultada y falsificada por caciques y borboncistas), no habíamos vuelto a tener una crisis de identidad semejante a la de hoy, la del 2020. La decadencia y posterior derrumbe de los Habsburgos para desayunarnos el siglo XVII, nos trajo una mayor desgracia: LA PETULANCIA VACUA Y TRAIDORA DE LOS BORBONES. Tras una Primavera ilusoria y fugaz de pseudo-ilustración, Felipe V, Fernando VI y Carlos III (ese falso diecisiete dónde se mete, de dónde saca), vino el abismo de la vileza y la degradación: Carlos IV, Fernando VII, Isabel y los Alfonsos. Toda una colección de depravados y miserables. Analfabetos ignorantes, prepotentes y malvados. Aunque personalizar en ellos no signifique en absoluto exonerar a quienes los apoyaron y sostuvieron: la gentuza que hasta el día de hoy está dispuesta a negar el Sol con tal de salvar su parte del pastel. Los mismos que, actualmente, nos exhortan a pactar y convivir de buen rollito, de rodillas eso sí, con los verdugos que además de despreciarnos con razón, nos van a exterminar en cuanto puedan.
Tras una Guerra devastadora (ingleses y franceses violando nuestra tierra y, de mutuo acuerdo, por mucho que se combatieran, empleados en no dejar ni las raspas productivas para impedir futuras “recuperaciones”) llamada de Independencia o de Indecencia Borbónica, tras la bochornosa y torticera fuga con enaguas de nuestras gentes de América (unos traidores disfrazados de indigenistas, criollos brutales y genocidas, falsos ilustrados, palúdicos y paranoicos, agentes sufragados por el Imperio Británico y patéticos limpia-botas de guiris y de yanquis) para dejar de ser España y convertirse en lo que ahora son (territorios salvajes, violentos y pantanosos, irredentos y aculturalizados), tras nuestras Tres Guerras Civiles del siglo XIX (bestias contra fieras y burros contra mulas, violencia contra terror y fanatismo contra estupidez), nos dimos y nos dieron el tozolón, el trompazo, la madre de las ostias: la realidad que te sacude el “jocico”. Y te quedas atontado, con carita de campechanos y de aplaudidores sin causa. El 98. A llorar por las esquinas o al muro de “giñán”.
Cuanto vino después fue un puro despropósito. Un delirio de pajilleros. Nuestras “élites” intelectuales, en el puñetero guindo desde siempre, exigieron “responsabilidades” a todos, menos a ellos mismos, por supuesto. Despotricaron y expusieron la mejor doctrina española hasta la actualidad: <<Contra menos estudiada y contrastable sea una propuesta, más gloria y prestigio aporta al genio que la propugne. La ocurrencia está muy por encima de la Ciencia.>> Este ha sido y es el “dogma de fé” que desde entonces hasta hoy nos gobierna. Para nuestra desgracia. Así los “intelectuales” destacados de aquella época, Ortega y Gasset, Unamuno, Marañón, etc. etc., afearon con acritud al Alfonso de turno que se mantuviera neutral en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) sólo para demostrar que con ellos había que tener cuidado, aplaudieron con remilgos unas semanas a Primo de Rivera hasta que juzgaron excesivo el número de pantanos y carreteras y, para mayor realce personal, se declararon “republicanos” (ninguno de ellos ni de quienes sustentaron entonces y después esa estupidez supieron nunca lo que eso significaba: la confusión entre una posible forma de gobierno y una ideología) y propiciaron, impulsaron y jalearon el Golpe de Estado del 14 de Abril de 1931. Habían traído la República. ¡Menudo logro de subnormales! Como si ellos, hombres lisiados de cobardía, hubieran sido nunca capaces de cabalgar el tigre. En menos de tres meses ya estaban lloriqueando con el “no es eso, no es eso”. Todos terminaron refugiándose debajo del arco del triunfo del General Franco.
Ahora, la situación no se parece en nada. Pero es idéntica. Hemos fracasado estrepitosamente como país: ni siquiera somos capaces de contar nuestras bajas (nos falta organización para registrar nuestros muertos, decencia para honrarlos y dignidad para llorarlos). La actuación colectiva frente a un zarpazo letal (debemos andar por encima de los 30.000 fallecidos por el Virus de la China Comunista) ha sido y está siendo bochornosa: un Gobierno inepto y criminal totalmente superado, un Sistema de Salud enrobinado y atrasado que usa a sus gentes como carne de cañón, una Sociedad ovejuna que se deja encerrar sin otro argumento que el miedo y unos “ilustrados” incansables en repetir estupideces con la mayor pedantería. No hay organismo técnico alguno que funcione o exhiba un mínimo de credibilidad. El resultado no es posible ocultarlo: somos el peor territorio del mundo en el manejo de una catástrofe (de prevención mejor no hablamos para que no nos dé la risa floja). Tenemos, con mucha diferencia, la tasa de mortalidad por millón de habitantes más alta de mundo. Nada de foto-finish. Les sacamos a todos 3 o 5 cuerpos. La carrera es nuestra.
Pero después vendrá lo peor. En apenas un mes y sin beneficio alternativo visible alguno (El que afirme que “ésta” cuarentena, no cualquiera otra, sino ésta nuestra, tardía, torpe y mal diseñada, ha salvado alguna vida, tendrá que demostrarlo científicamente. Yo más bien pienso que está siendo pura propaganda estéril pero muy útil para acongojar al personal.Un gran ensayo de represión, docilidad, censura y control absoluto. La función está lista. ¡Podemos estrenar!), hemos conseguido destruir ya casi el 40% de nuestro tejido productivo y volver impensable el pago de nuestras deudas. Veremos lo que se recupera después. O lo que, como efecto dominó, seguirá desmoronándose. A derivas y recíprocas. Miseria y ruina seguro. ¿También hambre? Ya veremos. En cualquier caso, vamos a vivir en carne propia la presencia de una enorme muchedumbre estupefacta. Derrotados que arrastran los pies por un camino hacia ninguna parte. Pocos van a creerse lo que se les ha venido encima. Época de videntes, milagreros y predicadores. Desánimo, desmoralización, confusión. Y también, como no, las uvas de la ira.
Lo que resulta innegable es que aprovechando la inanidad de la Sociedad Española en su conjunto y la bien alimentada podredumbre de esos falsamente auto-denominados representantes políticos, la “gobernanza” de los “rojos” (a la vista de su actitud y actuación ya me resulta imposible no llamarlos así, por malos recuerdos que eso me traiga) está dando un Golpe de Estado Totalitario. ¿Conseguiremos neutralizarlo por las buenas? De momento sólo se ven tinieblas. Es decir, que no se ve nada.