Filosofia de D’Ors VI: en torno al platonismo de D’Ors

Filosofia de D’Ors VI: en torno al platonismo de D’Ors. José Alsina Calvés

Se ha dicho en ocasiones que toda la filosofía occidental son notas al pie de página de las obras de Platón, también que esta se podría resumir como un dialogo entre Platón y Aristóteles. Probablemente son consideraciones exageradas, pero es cierto que la influencia del platonismo (y del neoplatonismo) aparece una y otra vez en la historia de las ideas. Siendo D’Ors un filosofo idealista, pero de un idealismo realista precartesiano parece normal que en su pensamiento se dejen sentir, de una forma u otra, las influencias de la Academia.

Vamos a ver en primer lugar cuales son las características principales del pensamiento platónico para, después, investigar que elementos presenta en común con la filosofía orsiana.

PLATONISMO O TEORÍA DE LAS IDEAS

En la filosofía platónica encontramos dos tesis que están relacionadas de tal forma que es imposible pensar una sin la otra:

  • La existencia de las ideas como realidades objetivas, situadas en un plano metafísico superior al de las cosas y los fenómenos.
  • La dualidad cuerpo/alma en el ser humano y la inmortalidad del alma.

Toda la filosofía de la Academia descansa sobre estos dos pilares, de los cuales se puede llegar, por deducción, a la epistemología, a la ética y a la política.

Las ideas representan lo eterno y permanente. Las cosas no son más que el pálido reflejo de las ideas, en las cuales participan. Las cosas cambian y devienen, mientras que las ideas permanecen. Solamente es ciencia (episteme) el conocimiento de las ideas, mientras que el conocimiento de las cosas es mera “opinión”.

El alma está encarnada en el cuerpo, pero antes ha vivido en el mundo de las ideas. El conocimiento es “anamnesis” (recuerdo), es sacar a la luz lo que el alma ha contemplado antes de la “caída” en el cuerpo físico. En este punto hay una cierta evolución en la filosofía platónica, que pasa del absoluto desprecio a los datos de los sentidos y a fiar en la razón como único camino al conocimiento, tal como parece en sus diálogos de madurez, a admitir que los sentidos pueden servir como estimulo a la “anamnesis” y, por tanto, a valorar la “opinión” verdadera como camino al conocimiento. Esta tesis la encontramos en el Teeteto, dialogo tardío.

Las ideas de Platón son expuestas en forma de diálogo. El protagonista fundamental de estos diálogos es, siempre, la figura de Sócrates, al que Platón conoció en su juventud. La condena a muerte de Sócrates por un tribunal ateniense, acusado de “corromper a la juventud”, impresionó profundamente al joven Platón. Sócrates no dejó ningún escrito, por lo que todo lo que sabemos de él es a partir de los diálogos. La opinión más extendida es que, en los primeros diálogos platónicos, se refleja la figura real de Sócrates, pero que en los posteriores, la figura de Sócrates se convierte en un simple portavoz de las ideas de Platón.

EL “SOCRATISMO” DE D’ORS

Diversos autores han puesto en manifiesto el paralelismo entre la figuras de Sócrates y de Eugeni D’Ors. Así, Garcia-Alonso Montoya, sostiene que la filosofia orsiana es socrática en su planteamiento[1]. Si Sócrates dialogaba en paseos y banquetes, D’Ors lo hacía en su glosario.

Por su parte, Fernandez Espinosa ha puesto en manifiesto que la idea de diálogo es consustancial al pensamiento orsiano[2]. Hay que señalar, en este sentido, que para D’Ors el propio pensamiento es diálogo: pensar es dialogar consigo mismo, o con el Ángel.

Más allá de esta coincidencias dialógicas, se puede trazar otro paralelismo entre las figuras de Sócrates y de Eugeni D’Ors: su vocación político-educadora. Las múltiples actividades desarrolladas por D’Ors a lo largo de su vida (periodísticas, pedagógicas, políticas, filosóficas) convergen en lo que ha venido a llamarse la Heliomáquia o “combate por la luz”, en la que el conjunto de labores educativas tienden la construcción de la Ciudad y de la Cultura. Las sucesivas defenestraciones de D’Ors, primero en la Mancomunidad de Cataluña y después en el Estado Español, serian en equivalente a la condena a muerte de Sócrates.

Por otra parte, cuando D’Ors desarrolla su teoría de las epifanías en La Ciencia de la Cultura, más concretamente, en el apartado “Epifanía del Hombre”[3], cita específicamente a Sócrates, como descubridor de la figura del “Hombre moral”, y por tanto, de la noción de Humanidad[4].

La figura de Sócrates también aparece en Introducción a la vida angélica. El “Daimon” socrático aparece como un Angel Custodio precristiano, que aconseja y guía, y que marca al filósofo su vocación y su destino[5].

Las repetidas alusiones a Sócrates que encontramos en la obra de D’Ors ya nos muestran, de alguna manera, su identificación con el platonismo, puesto que Platón se reivindico siempre como discípulo de Sócrates, y que todo lo que sabemos sobre Sócrates es a través de los diálogos platónicos.

LA EPISTEMOLOGÍA ORSIANA

La epistemología que desarrolla D’Ors en El secreto de la Filosofía tiene un inconfundible sello platónico, especialmente del último Platón, el del Teeteto[6]. D’Ors nunca hace referencia a nada parecido a la anamnesis, al “recuerdo”, a las ideas innatas. Tal como hemos visto parte de la empiria o experiencia. A partir de los datos que aporta la experiencia, la razón elabora la ciencia, que funciona con conceptos. La acción de la inteligencia da lugar a la forma superior de conocimiento, la filosofía, que actúa con “ideas” que, a su vez, se relacionan con las palabras.

Se puede trazar fácilmente un paralelismo entre esta epistemología orsiana y la platónica, tal como se desarrolla en el Teeteto. La empiria orsiana corresponde a la aisthesis platónica. La ciencia orsiana, que es producto de la razón y funciona con conceptos corresponde a la “opinión verdadera basada en el logos”, y la filosofía orsiana, que trata de las ideas, corresponde a la episteme platónica, que se refiere también a las ideas, y que constituye el conocimiento verdadero.

LOS EONES COMO IDEAS PLATÓNICAS

Donde se pone en manifiesto, de forma más nítida, la impronta platónica de D’Ors en su teoría de los eones, desarrollada en su obra La Ciencia de la Cultura[7]. La crítica de D’Ors a la ciencia histórica parece calcada de los diálogos platónicos, en cuanto insiste que la ciencia solo puede ocuparse de lo permanente, mientras que los llamados “hechos históricos” son realidades puramente contingentes.

En su búsqueda de lo permanente como objeto de la ciencia histórica llega D’Ors a la idea de eon, término que procede de los neoplatónicos alejandrinos. Los eones son constantes históricas, que aparecen y reaparecen, y cuya relación con los hechos o personajes concretos es la misma que encontramos en la relación platónica entre las ideas y las cosas. Así los personajes concretos de Cesar, Alejandro Magno, Carlomagno o Napoleón, o los hechos históricos del Imperio alejandrino, del Imperio Romano, del Sacro Imperio o del frustrado Imperio napoleónico, participan todos ellos en el eon del Imperio (o de Roma, o de la Unidad).

Los eones, además, aparecen como pares opuestos. Al eon de Roma o de la Unidad se opone el eon de Babel o de la dispersión, en el que participan todos los movimientos particularistas, nacionalista o separatistas. Juliana el Apostata, el emperador romano que renegó del cristianismo y quiso resucitar los cultos paganos es puesto como representante de este eon, no tanto por el hecho de su paganismo, sino por su afirmación particularista de que cada grupo humano tiene sus propios dioses.

La idea de eon juega también un importante papel en la estética orsiana, pues los estilos artísticos y las obras de arte concretas se interpretan en función de su participación en dos eones opuestos: el clásico y el barroco[8]


[1] Garcia-Alonso Montoya, P. (2007) Socratismo y modernidad en Eugenio D’Ors. Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, pp. 143-154.

[2] Fernandez Espinosa, M. (2018) D’Ors, el diálogo y la intervención. Nihil Obstat, revista de historia, metapolítica y filosofía, nº 32, pp. 77-82.

[3] La Ciencia de la Cultura, p. 369 y sig.

[4] Obra citada, p. 277.

[5] Introducción a la vida angélica, pp. 74-75.

[6] Platón (1990) Teeteto. Introducción de Antonio Alegre Gorri. Edición, prólogo, traducción y notas de Manuel Balasch. Barcelona, Ed. Anthropos y Ministerio de Educación y Ciencia.

[7] Ver Capítulo Cuarto.

[8] Ver el artículo publicado en Posmodernia Eugeni D’Ors y la estética del Barroco.

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