Franco y el National Tontographic: análisis de una fabulación, I

Franco y el National Tontographic: análisis de una fabulación

Hace algunas semanas vi un documental de National Geographic sobre Franco, dentro de su serie “Dictadores”. Acababan de pasar en ese canal uno sobre Mussolini bastante simplón, pero aceptable, cuando anunciaron este de Franco, así que me quedé a verlo. Empecé perplejo, continué indignado y terminé desternillado de la risa, porque es difícil juntar mayor cantidad de inexactitudes, mentiras, tergiversaciones y disparates. Pero como este tipo de productos es precisamente el que forma las conciencias de la población semi ilustrada, que es el flagelo de nuestro tiempo (no hay más que ver una sesión del Congreso de los Diputados), el asunto hay que tomarlo muy en serio. Al fin y al cabo, lo poco que hoy sabe la mayoría de los españoles sobre nuestra propia historia es lo que nos cuentan ahí. Y aún peor: es precisamente la versión que la izquierda española nos quiere imponer por ley. Interesante, esta convergencia de la oligarquía mediático-financiera y la izquierda cultural. Pero vamos a lo de Franco. 

Algo que sorprendía nada más comenzar el documental era la escasa entidad de los especialistas que allí aportaban su ciencia: el único historiador con obra conocida sobre Franco era Paul Preston, que no es exactamente un ejemplo de equilibrio. Los demás resultaban ser, si españoles, personas vinculadas a los grupos de la “memoria histórica” socialista, y si extranjeros, profesores seguramente notables en su casa, pero completamente desconocidos en la cuantiosa bibliografía sobre Franco y el franquismo. Arando con tales bueyes, ya podía presuponerse que el surco no iba a salir muy recto.

La primera, en la frente: de entrada, el National Geographic nos informa de que España es el segundo país del mundo, después de Camboya, con mayor número de fosas comunes, lo cual es imputable a Franco, naturalmente. Fuente de autoridad: Amnistía Internacional. Pero esto, como todo el mundo debería saber ya, es mentira, y es el propio autor de la trola, Miguel Ángel Rodríguez Arias, el que ha confesado su falsedad (por cierto: tampoco se lo dijo a Amnistía Internacional, sino a un grupo de trabajo de la ONU). Dentro de esas inexistentes fosas habría más de 114.000 desaparecidos, pero esto, que la pieza del National Geographic da como un hecho, también es mentira: esa cifra corresponde a un cálculo –muy discutible- de desapariciones forzadas de niños y adultos entre julio de 1936 y diciembre de 1951, y sin duda muchos de ellos son víctimas de la represión de posguerra, pero no hay en ninguna parte prueba documental del destino de la gran mayoría de ellos. A partir de aquí, sin embargo, el marco narrativo del documental queda señalado: lo que nos van a contar es la vida de un criminal llamado Francisco Franco. 

Un Marruecos que no existió

Criminal, en efecto: un sujeto acomplejado, aferrado a un catolicismo intransigente, que encuentra en la guerra un cauce para dar salida a sus problemas psicológicos. ¿Qué guerra? La de Marruecos, en cuyo salvajismo adquiere Franco el gusto por “matar a su propio pueblo”, como reiteradas veces se nos dice en este documental. Es interesante señalar cómo nos pinta el National Geographic la Guerra de Marruecos: un bárbaro ejercicio de ensañamiento con la población civil donde los soldados de Franco cortaban orejas y narices y violaban a mansalva. ¿Es eso verdad?

Aquella guerra, como todo español debería saber, no fue una guerra de España contra Marruecos, sino de España (y el sultán de Marruecos) contra las tribus rebeldes del Rif. España actuaba allí como potencia “protectora” y, en consecuencia, contaba en sus filas con millares de soldados marroquíes. Ese es el origen de nuestras tropas de regulares, con sus gorritos rojos, sus capas blancas y su majestuoso paso. La única función de nuestro ejército en aquel Marruecos era controlar el territorio y, por tanto, domeñar a las cabilas rifeñas que ocasionalmente se levantaban aquí y allá, de manera que, en efecto, con frecuencia se machacó a la población civil, con la precisión de que, igualmente con frecuencia, en una guerra “irregular” como aquella rara vez es posible distinguir a la población civil de la combatiente.

¿En qué se basa todo eso de las mutilaciones y las orejas y cortadas y demás? Ante todo, en una sola foto de legionarios exhibiendo cabezas de rifeños. Pero esa foto hay que ponerla en su contexto: después del desastre de Annual (1921), donde las cabilas rifeñas aniquilan a unos 11.000 españoles (3.000 de ellos, de origen marroquí), los rebeldes se entregan a una salvaje orgía de sangre; cuando los españoles recuperan plazas como Monte Arruit o Zeluan, encuentran que sus compañeros han sido torturados, mutilados y quemados vivos; a partir de ahí, es verdad que determinadas unidades se entregarán al “ojo por ojo”. Mensaje implícito del documental: criado en tan terrible escuela, Franco se convierte en una especie de bestia sedienta de sangre. Pero, a todo esto, ¿qué pinta realmente Franco en esta historia?

Franco –nos dice el National Geographic- había llegado a Marruecos como oficial del “Regimiento de África” y en él haría toda su carrera. En realidad, Franco sólo está en un regimiento llamado “África” al principio de su estancia en Marruecos, bajo el mando del coronel Villalba Riquelme, y no dura en él más que un año, porque enseguida pide el traslado a los Regulares y después, ya en 1920, pasó a la naciente Legión. No obstante, el nombre “Regimiento de África” permanece imperturbable a lo largo de todo el documental para designar al conjunto del Ejército de África, y así se nos informa de que en 1936 los 30.000 “moros” del “regimiento de África” pasan a la península. Con esas cifras, debe de ser el regimiento más numeroso de todos los tiempos. El documental, sin embargo, no se caracteriza por el amor del detalle. Por cierto que en aquel Ejército de África (que tal es su denominación real, y no la de “regimiento”) había más españoles que marroquíes: 19.624 los primeros, 15.287 los segundos. Pero todo eso tampoco interesa para un relato como el del National Geographic, donde el único objetivo es mostrar a Franco como el líder criminal de una horda de moros asesinos, saqueadores y violadores, en la misma línea que asentó la propaganda de guerra del Frente Popular. Sí, el relato rezuma un ostensible racismo antimarroquí. ¿Hay en la sala algún abogado progresista que quiera poner una denuncia por delito de odio? Fijo que lo gana.

La República imaginaria

¿Más cosas? Es muy divertido ver cómo esta gente nos cuenta el advenimiento de la II República. Básicamente, viene a decirnos que el pueblo no estaba contra la Corona, pero sí contra Alfonso XIII. Como argumento para explicar un cambio histórico, no deja de ser de una frivolidad pasmosa. Acto seguido nos cuentan que, caída la monarquía, en España amaneció una democracia con garantías constitucionales y libertad de prensa, democracia votada por “hombres y mujeres todos juntos”. Vamos a ver: los hombres y las mujeres no pudieron votar “todos juntos” porque hasta 1933 no hubo sufragio femenino en España para las elecciones legislativas (y ello contra la oposición de buena parte de la izquierda, que no quería conceder el voto a las mujeres). En cuanto a las “garantías constitucionales”, lo cierto es que durante casi toda la II República estuvieron suspendidas, primero por la Ley de Defensa de la República y después por la Ley de Orden Público de 1933, ambas surgidas del magín de Azaña. La Constitución de la II República apenas estuvo realmente vigente más que unos pocos meses en el periodo que va desde su aprobación en diciembre de 1931 hasta el final de la guerra civil en 1939. Eso Preston lo sabe, pero le da igual. Y nosotros sabemos que le da igual. Me temo que a National Geographic también le da igual: que la realidad no te estropee una buena historia, ¿verdad?, aunque sea un documental. 

¿Y qué pasó durante aquella República? El National Geographic habla, sí, de la furiosa ola anticatólica que agitó a las izquierdas, y no calla las conmociones de la quema de conventos de 1931, pero Preston nos lo explica enseguida: “En las iglesias había altares de oro mientras la gente se moría de hambre”. Acabáramos… O sea que esa gente, en el fondo, se merecía lo que le pasó, ¿no? Es la única vez que el documental habla de la persecución religiosa. Del genocidio –técnicamente, lo es- perpetrado por el Frente Popular al comienzo de la guerra civil no dice ni una palabra. Tampoco le interesa, no fuera a parecer que Franco tenía alguna razón para sublevarse. 

Más madera: el documental habla de la revolución de Asturias de 1934 y la presenta como un conflicto sindical. Ni una palabra sobre la implicación del PSOE en el asunto, ni sobre el fracaso del levantamiento en otros lugares (Madrid, por ejemplo) ni sobre la simultánea sublevación separatista en Cataluña. Eso sí: nos dice de inmediato que Franco y “sus moros” fueron enviados a sofocar la “protesta sindical”, y lo hicieron con el espíritu sanguinario que les caracterizaba. Ni una palabra sobre el ejército de 30.000 hombres armados que socialistas, comunistas y anarquistas habían alineado con las armas tomadas en la fábrica de Trubia y que se proponía marchar sobre Madrid. Franco, a todo esto, no puso un pie en Asturias: estaba en la capital, en el Estado Mayor, llamado por el Gobierno (legítimo) de la República. Pero eso, una vez más, da igual: lo que importa es lanzar de nuevo el mensaje de que Franco masacró a “su propio pueblo”. Las víctimas de los revolucionarios no eran pueblo, al parecer.

Lanzado a toda velocidad hacia el vacío, el guión del National nos informa de que 30.000 prisioneros de la revuelta asturiana fueron deportados a África. Nada menos. Confieso que es la primera vez en mi vida que oigo semejante cosa. Yo sabía que en 1932 se confinó en África a un centenar de anarquistas, pero eso fue, evidentemente, por otros delitos, y además por orden de Azaña. De hecho, nadie sabe exactamente cuántas personas fueron detenidas y mantenidas en prisión tras la revolución de 1934. ¿Por qué? Porque las cifras de la represión fueron exageradas por la izquierda con fines propagandísticos y luego, cuando la izquierda ganó en 1936, fue ella misma la que obstaculizó cualquier comisión de investigación. Y es que la represión de 1934, aunque dura y en algunos casos hasta salvaje, estuvo muy por debajo de la leyenda que creó el Frente Popular. Pero exactamente esa leyenda es la que National Geographic asume como verdad histórica.

Es abracadabrante la forma en la que el documental nos conduce hasta el año 1936. Pero eso lo veremos en la próxima entrega.

Continúa…

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