Mucho se está hablando estos días de la Globalización, aunque de un modo indefinido, es decir, se habla sin dar el parámetro, sin especificar de qué tipo de globalización se está hablando. Por nuestra parte, tomando partido por el materialismo filosóficode Gustavo Bueno, vamos a distinguir entre globalización positiva(realmente existente) y globalización aureolar(que ni existe ni puede existir). Asimismo comprenderemos a la globalización aureolarcomo un mito apotropaico. Y finalmente examinaremos con nuestros instrumentos materialistas un mensaje al mundo, urbi et orbi, de esa institución globalista cuyas siglas en español son O.N.U.
I. Globalización positiva y aureolar
La globalización positiva consiste en la interacción entre los países a través del comercio internacional (el «mercado mundial» del que ya hablaba Marx, que empezó a ponerse en marcha a raíz del descubrimiento de América); y a través de los medios de transporte y comunicación. Con las líneas aéreas se llevan a cabo vuelos en todas partes del planeta, acercándose en solo cuestión de horas los lugares más lejanos. Con la televisión formal, la televisión en directo, podemos ver lo que pasa en la otra punta del mundo (e incluso en la luna); y a través de la radio, el teléfono e internet podemos escuchar a personas que están en las antípodas o en cualquier punto del planeta. Hay que añadir que la primera globalización positivase llevó a cabo de 1519 a 1522 en barco con la circunvalación de la Tierra por la expedición española que dirigieron primero Fernando de Magallanes y finalmente, llegando al puerto de Sanlúcar de Barrameda desde donde se partió, Juan Sebastián Elcano.
En cambio, la globalización aureolar es la globalización de los globalistas que sueñan con un sistema de gobernanza mundial: con una sola moneda, un solo ejército y una religión universal y, por si fuera poco, esto llevaría a cabo la unión de la Humanidad como si ésta pudiese llegar a ser una totalidad atributiva, esto es, una totalidad unida en sus partes de manera armónica y pacífica al ritmo de la Novena Sinfoníade Beethoven con el poema de Schiller que reza «abrazaos millones», y ya para el mundo entero y no sólo para la Unión Europea (laboratorio del Gobierno Mundial, según el socialdemócrata Javier Solana). Aunque por el riesgo de contagio y con el confinamiento de medio planeta la situación es más bien la de «separaos, millones».
El coronavirus ha sido la pandemia que más rápido ha dado la vuelta al mundo. Lo ha hecho en sólo 115 días. Ello se debe a la globalización positiva, la cual ha transformado la relación entre humanos y virus. El coronavirus ha reafirmado a la globalización positivay ha rematado al globalismo aureolar. Si el globalismo busca un gobierno mundial esta crisis ha mostrado que los problemas globales (de globalización positiva) ni por asomo están siendo afrontados desde un sistema de gobernanza mundial, sino más bien todo lo contrario, pues cada Estado afronta la situación con sus propias fuerzas (sin perjuicio de algunas colaboraciones, que caben ser diagnosticadas como tipos de solidaridad polémica, es decir, solidaridad contra terceros y/o cuartos). Parafraseando al globalista “vil” Clinton, es la dialéctica de Estados, estúpido.
Ya se venía avisando de un peligro de pandemia, precisamente por coronavirus, desde hace unos años. En un artículo de julio de 2014 se decía lo siguiente: «La globalización, con su explosiva y exponencial mezcla de comercio y turismo internacionales de los que en la actualidad no se libra ni el más apartado rincón del planeta, está creando las condiciones idóneas para la propagación de nuevas epidemias. Y quizás uno de los mejores ejemplos de este nuevo escenario al que nos enfrentamos tenga como protagonistas a los coronavirus, una familia de patógenos que deben su nombre a la peculiar estructura de su envuelta que asemeja a la de una “corona solar”»(https://lacienciaysusdemonios.com/2014/07/01/coronavirus-la-proxima-pandemia/?fbclid=IwAR2HVsvWpvmvePvWctKFIp2HDIBl6oJ-ruP7FjgKAJMv84mag8ies0F8srM).
Y esta pandemia global de flujos biológicos, posible por la globalización positiva, no se está tratando desde supuestas y pretenciosas instituciones de poder global (ONU, OMS, UE, o bien Bilderberg y otros think tank semejantes), sino desde el Estado-nación en donde cada país toma sus decisiones, no sin polemizar con otros países (aunque también hay colaboraciones, como están haciendo los tres grandes: Estados Unidos, China y Rusia). Y ello es así porque la globalización política que pretende un Estado Mundial es sólo un mito apotropaicoy una idea aureolar, como supo ver Gustavo Bueno en 2004 en La vuelta a la caverna. Terrorismo, guerra y globalización.
Si con la crisis financiera de 2008, el auge de China, la remilitarización de Rusia y la entrada de Trump en la Casa Blanca el globalismo estaba tocado, y bien tocado, con el coronavirus parece que está hundido; aunque no cabe duda de que los aspirantes a globócratas se defenderán como gato panza arriba y se buscarán nuevos aliados y continuarán con sus negocios, pese a que lo principal de sus planes y programasu objetivos finales, el Estado Mundial, sean a estas alturas pura papilla al ser pasada por la trituradorade la misma pluralidad geopolítica. Al menos las instituciones globalistas tipo Council on Foreign Relations, Club Bildelberg y la Comisión Trilateral, lo que era el universo de David Rockefeller (que debe estar revolviéndose en su tumba), lo tendrán ahora mucho más difícil para forrarse con sus multinacionales y para controlar determinados gobiernos. No obstante, no hay que ignorar que muchos de estos magnates y sus multinacionales pueden llevar a cabo un acuerdo con China si es que sale vencedora de la crisis, pero que se vayan olvidando de controlar el mundo en su totalidad.
II. El mito apotropaico del globalismo
¿Qué entendemos por mito apotropaico? Se trata de un mito pensado contra el anarquismo en el sentido más amplio de la palabra, el cual lo definimos como un pluralismo radical frente al monismo de capitalismo y comunismo. «El pluralismo anarquista aborrece, en resolución, todo cuanto tiene que ver con la planificación, tanto con la planificación capitalista -al margen de la cual la empresa capitalista es imposible- o con la planificación central propia de los planes quinquenales comunistas. La espontaneidad de las iniciativas anarquistas, a partir del reconocimiento de la libertad de cada individuo o grupo, sólo podrá ser moderada por el sentido de la solidaridad» (Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna. Terrorismo, Guerra y Globalización, Ediciones B, Barcelona 2004, pág. 345).
Este pluralismo radical vendría a ser la antítesis del Nuevo Orden Mundial, pues generaría un caos mundial. En 1997, cuando cristalizaba la ideología de la Globalización oficialen pleno poderío estadounidense tras más de un lustro del derrumbe del Imperio Soviético, Zbigniew Brzezinski, ideólogo fundacional de la Comisión Trilateral y mano izquierda de David Rockefeller, expresaba con suma claridad en El gran tablero mundiallo que, desde el materialismo filosófico, entendemos como mito apotropaico: «Ningún Estado-nación puede medirse con los Estados Unidos en las cuatro dimensiones clave de poder (militar, económico, tecnológico y cultural) que acumulativamente dan lugar a una influencia global decisiva. Sin una abdicación estadounidense deliberada o no intencionada, la única alternativa real al liderazgo global estadounidense en el futuro previsible es la de la anarquía internacional. En ese sentido, es correcto afirmar que los Estados Unidos se han convertido, en palabras del presidente Clinton, en la “nación indispensable” del mundo. Es importante destacar a este respecto tanto ese carácter indispensable como la realidad de una potencial anarquía global. Las consecuencias perjudiciales de la explosión de la población, las migraciones motivadas por la pobreza, la urbanización radical, las hostilidades étnicas y religiosas y la proliferación de armamento de destrucción masiva pasarían a ser incontrolables si el marco existente y subyacente basado en los Estados naciones -pese a su rudimentaria estabilidad política- pasara a fragmentarse. Sin una participación estadounidense sostenida y directa, antes de mucho tiempo las fuerzas de desorden global podrían dominar la escena mundial. Y la posibilidad de tal fragmentación es inherente a las tensiones geopolíticas, no sólo a las de la Eurasia actual sino a las del mundo en general».
Y el exsecretario general de la OTAN, Javier Solana, llegaría a decir el 18 de febrero de 2010: «Un mundo multipolar sin instrumentos de gobierno mundial es algo muy arriesgado». Debemos tener la voluntad política de «generar instrumentos de poder de gobierno mundial que serán absolutamente fundamentales para tener un mundo en paz» (https://www.youtube.com/watch?v=bLwqhXHMw-k&t=1s). Entre los conferenciantes también estaba el supuestamente Nada Honorable Jordi Pujol.
Para frenar la pandemia de este coronavírico 2020 no hay ningún plan y por tanto ninguna acción global o de gobernanza mundial, sino nacional y con una limitadísima colaboración internacional. El coronavirus ha mostrado la manifiesta superioridad de la soberanía nacional frente al globalismo, porque los Estados-nacionales son realmente existentes, y por tanto cumplen un papel en esta crisis; y el Estado Mundial ni existe ni puede existiry por consiguiente no cumple ningún papel, como tampoco existe un sistema de salud global, por mucho que exista una institución llamada Organización Mundial de la Salud, una institución de la ONU que aun siendo más financiada por Estados Unidos ha tenido un comportamiento pro chino durante toda la crisis, como lo ha denunciado Donald Trump.
Frente a las utopías globalistas, la pandemia y la trepidante dialéctica de Estadosque ha desatado han supuesto un palo de realidad para los soñadores del poder total. Y veremos si la resolución de esta disputa se resuelve sólo a través del poder diplomáticoo hará falta el poder militar, y entonces el palo de realidad será aún más brutal porque la guerra mundial no es tan apetitosa, pero sí más realista, que el Estado Mundial del Nuevo Orden Mundial. Y si la resolución es nuclear entonces a la próxima se resolverá con palos… y con piedras.
III. Y a todo esto, la ONU qué dice
Buena muestra de la verdad que comentamos es el papel de la ONU en esta crisis. En todo caso lo tendría a través de uno de sus tentáculos, que sería la OMS. Sin embargo, eso sería como afrontar una crisis nacional de pandemia –como la que sufrimos, por ejemplo, en España- exclusivamente con el Ministerio de Sanidad, que indudablemente es necesario pero no suficiente. Por tanto la ONU no actúa, ni puede actuar, como una organización gubernamental mundial, sino como algo muy diferente.
Y en el caso de su tentáculo, la OMS, no ha actuado como una organización política imparcial y ni mucho menos mundial, sino como una institución pro china y por tanto nada globalista. Pero veamos qué flatus vocisse ha soplado desde la ONU.
El 31 de marzo, con 800.000 personas infectadas y 39.000 muertos, la ONU declaraba que el mundo se enfrenta a «la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial». Su secretario general, el socialista portugués, António Guterres, presentaba un informe titulado «Responsabilidad compartida, solidaridad global: respondiendo al impacto socio-económico de la COVID-19». Sobre el comportamiento de los países ante la pandemia, Guterres ha llegado a decir algo que está a mil millas del realismo político, en sintonía con la fraseología de los globalistas aureolares más ingenuos: «Sólo si olvidamos el juego político y nos unimos, si entendemos que es la especie humana la que está en juego, podremos superar esto». Guterres señaló la necesidad de lanzar un «fondo fiduciario» de unos 2.000 millones de dólares, de los cuales al menos la mitad deberían disponerse para los próximos nueve meses, aunque irían revisándose conforme a la evolución global de la enfermedad.
Guterres concluye con un mensaje ideológico propio de la ONU, en plan «Alianza de las Civilizaciones» y altermundista, que haría las delicias tanto de Obama y Zapatero, como de Soros, de Sánchez e Iglesias Turrión; y que, por motivos diferentes, le sacaría una sonrisa a Trump, Putin y Xi Jimping, y a otros lobos y tiburones que no comulgan con ruedas de molino paciglobalistas o globapacifistas. Dice con mucha alegría el señor Guterres: «La recuperación de la crisis del COVID-19 debe conducir a una economía diferente. Todo lo que hacemos durante y después de la crisis debe enfocarse en construir economías y sociedades más equitativas, inclusivas y sostenibles que sean resistentes a las pandemias, el cambio climático y los otros muchos desafíos globales que enfrentarnos. Lo que el mundo necesita ahora es solidaridad. Con solidaridad podemos vencer al virus y construir un mundo mejor».
Pero mejor para quién y contra quién. Y solidaridad contra quién y para qué. ¿Es que no es suficiente una crisis como ésta para dejar de predicar sermones vacíos llenos de «solidaridad», «paz mundial», «especie humana», «globalización» e ideas aureolarespor el estilo? Para eso ya está el Papa de Roma desde hace dos milenios.