Tres décadas después del derrumbe soviético es una China en alza con el apoyo de Rusia la que rivaliza con Estados Unidos en el escenario geopolítico, como ha podido verse en la «guerra comercial». Sería el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, el que empezaría a hablar de «guerra comercial» (Mnuchin es miembro de la Orden Skull & Bones, y durante 17 años fue ejecutivo de Goldman Sachs; porque Donald Trump tuvo que tragarse en su gabinete a más de un sapo globalista, y este «Bonesman» estuvo los cuatro años de su mandato).
Aunque ya antes se intentó rodear militarmente a China con las fracasadas guerras de Afganistán e Irak, y el siguiente paso sería Irán, pero el temor nuclear lo ha impedido y el Imperio del Centro aprovecha para firmar acuerdos de asociación a largo plazo con Teherán, para que en los próximos 25 años China invierta miles de millones de dólares a cambio de petróleo, pues el antiguo país persa es uno de los mayores exportadores mundiales de crudo. Esto ayudará a Irán a salir de su aislamiento internacional por imperativo de Estados Unidos y de la ONU debido a su polémico programa nuclear (no se sabe si el país dominado por los ayatolás dispone de munición al respecto; el caso es que Estados Unidos e incluso el propio Irán juegan con esa ambigüedad, igual que Israel).
Irán está vinculado a China con la Nueva Iniciativa de la Ruta de la Seda (Belt & Road Initiative, BRI), de ahí que ambos países firmasen en marzo de 2021 un pacto que prevé inversiones chinas de unos 400.000 millones de dólares en energía e infraestructura para los próximos 25 años. Tanto Irán como China están sometidos a sanciones de Estados Unidos, y eso este pacto lo compensa.
Hasta Trump, buena parte de la industria estadounidense, como centro de producción y ensamblajes, se resituaron en Asia, y muy particularmente en China, donde los grandes empresarios de las enormes multinacionales (muchos de ellos globalistas) buscaban mano de obra barata. Esto dejaría sin empleo a millones de estadounidenses, de ahí las promesas de Trump de que estos puestos de trabajo se recuperasen, cosa que fue haciéndose hasta que llegó el parón pandémico. Aunque no puede decirse que Trump perdió las elecciones contra Biden por la mala gestión de la pandemia, tan mala como la de los Estados costeros demócratas, porque el rubiales obtuvo 11 millones de votos más que en 2016. La derrota se debe a otras causas.
En marzo de 2018 Trump decidió imponer aranceles de 50.000 millones de dólares a los productos chinos, basándose en el artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974 de Estados Unidos. El gobierno chino respondió imponiendo aranceles a más de 128 productos estadounidenses, como por ejemplo la soja (con un 25%), que es el principal producto que los estadounidenses exportan en China.
Por su artillería nuclear, en Estados Unidos ven a Rusia como un peligro a corto plazo; y por su poderío económico observan a China como un peligro a largo plazo. Pero también lo puede ser en poco tiempo dada su sofisticada tecnología, que procura incrementar el poderío nuclear de Pekín, así como en otro tipo de armas a base de drones, Inteligencia Artificial, etc.
Xi Jinping lo tiene muy claro: «Camaradas: nuestro Ejército es un ejército popular y nuestra defensa nacional, una defensa de todo el pueblo. Debemos potenciar la educación de todo él en la defensa nacional y consolidar la unión del Ejército con los gobiernos y con el pueblo, a fin de aglutinar una potente fuerza para hacer realidad el sueño chino y el sueño del fortalecimiento del Ejército» (http://spanish.xinhuanet.com/2017-11/03/c_136726335.htm).
También China está cercada por Estados pivotes aliados de Estados Unidos como Filipinas, Taiwán y Vietnam; país comunista que guerreó contra Estados Unidos pero que a los pocos años rivalizó con China, como ya en 1965 se lo predijo por correspondencia el general y Caudillo de España Francisco Franco al presidente Lyndon B. Johnson. En los últimos años, pese a seguir teniendo un régimen comunista, Vietnam ha sido aliado de los yanquis; aunque actualmente vuelve a entablar lazos comerciales con China entrando en la Asociación Económica Integral Regional (llamada RCEP, por sus siglas en inglés) junto al dragón y otros trece países del Sudeste Asiático al firmarse en la Cumbre de la ASEAN el 15 de noviembre de 2020, en lo que cuando entre en vigor de aquí a dos años (si es que va para adelante) vendría a ser el acuerdo de libre comercio más grande del mundo. Asimismo hay mucho en juego con el lado de la balanza por el que se incline la India (lo que a su vez repercute en Estados como Pakistán, Nepal y Bangladesh; y ahora, tras la derrota estadounidense, también en Afganistán).
Patrick Shanahan, el que fue secretario de Defensa de forma interina en 2019 tras la renuncia de James Mattis (que tampoco se entendió con Donald Trump), sostenía que el objetivo prioritario del Pentágono es «China, China, China» (https://www.defensenews.com/pentagon/2019/03/14/in-testimony-shanahan-underlines-its-china-china-china/). Con la Administración Biden no parece que esto vaya a cambiar mucho, aunque tal vez se diga: «China, China, China, Rusia: ¡Putin asesino!». Aunque ya en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), siguiendo la vía de Kissinger, le han advertido a Biden que es mejor acercarse a Rusia y si es posible empujarla contra China y que ambas superpotencias rivalicen como lo hicieron, siendo Rusia la Unión Soviética, en la Guerra Fría.
En los mares calientes del Indo-Pacífico, Estados Unidos ha ido rodeando con centenares de bases con misiles de largo alcance a China y también a Rusia, impidiendo el paso a esta región a ambas superpotencias.
Respecto a Corea del Norte, los chinos tienen muy claro que si Estados Unidos y Corea del Sur atacan al norte del paralelo 38 no podrán permanecer neutrales, porque saben que lo mejor para ellos, y para que prosiga la paz (o más bien el armisticio), es que ninguna potencia debe dominar absolutamente la región. Los chinos quieren que norcoreanos y norteamericanos firmen la paz, pues nunca se firmó tras el armisticio de 1953, y por tanto que establezcan relaciones diplomáticas normales (que ya procuró poner en marcha Trump, aunque sin el éxito requerido). Mientras tanto, en Japón Estados Unidos tiene estacionadas 39.000 tropas.
En agosto de 2020 China mandaba un mensaje lanzando un aluvión de misiles de mediano alcance a través de distancias considerables en el Mar del Sur de China. De esta manera Pekín quería mostrar su dominio estratégico y su soberanía sobre una zona tan disputada y tan delicada, siendo Taiwán, ya al noreste del Mar del Sur, el principal escollo que impide la expansión del poderío militar chino. China, por boca de su portavoz del Ministerio de Defensa, el coronel Wu Qian, sostenía que «tales ejercicios no están dirigidos contra ningún país» (véase Alfredo Jalife-Rahme, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China, Grupo Editor Orfila Valentini, Ciudad de México 2020, pág. 240). Estos lanzamientos se llevaron a cabo tras la acusación de China a Estados Unidos de su «flagrante provocación» al sobrevolar con un espía U-2 la zona donde se llevaron a cabo tales lanzamientos.
Al visitar al cuerpo de marines en Chaozhou (provincia de Cantón, entre Macao y Hong Kong) en octubre de 2020, Xi Jinping les advirtió que mantuviesen «un estado de alta alerta» y que colocasen «sus mentes y energías a prepararse para la guerra» (https://cnnespanol.cnn.com/2020/10/14/el-presidente-de-china-llama-a-los-soldados-a-que-se-concentren-en-prepararse-para-la-guerra/). Los marines del ejército de liberación del pueblo -continuaba Xi- son una unidad de élite cuya misión es «proteger la soberanía, la seguridad, la integración territorial y los intereses del Estado en el extranjero» (http://www.xinhuanet.com/english/2020-10/13/c_139437779.htm). Asimismo recalcó «el liderazgo absoluto del partido comunista sobre el ejército» y urgía a los marines a «desarrollar las mejores tradiciones» a fin de transferir el «gen rojo» a las generaciones venideras y se formase una cultura especial de tropas y se proporcionase al ejército el «poder del tigre».
Estados Unidos ha tensionado militarmente todos los frentes de la frontera china (Taiwán, Mar del Sur de China, Hong Kong, Xinjiang, India y Kirguistán) e incluso llegó a enviar en octubre de 2020 al destroyerUSS John S. McCain cerca de la isla Paracel en el Mar del Sur sin que Pekín lo consintiese y se quejase (https://navyclippings.nl/index.php/2020/10/09/chinese-military-accuses-us-destroyer-of-approaching-paracel-islands-without-beijings-consent/). De ahí el mensaje de Xi a sus marines. Consciente de la debilidad militar de China frente a Estados Unidos y Rusia, Xi exhortó a «construir un ejército fuerte» para esta «nueva era» del «socialismo con características chinas».
A su vez, China inauguró su primera base militar en el extranjero el 1 de agosto de 2017 en Yibuti, un pequeño país del Cuerno de África situado entre Eritrea y Somalia. Pekín consideró que la base naval de Yibuti es simplemente un «centro logístico». Pero contempla abrir una docena de bases en países como Tayikistán, Angola, Kenia, Singapur, las Seychellles (islas situadas entre el Cuerno de África y Madagascar), Indonesia, Tanzania, Tailandia, Sri Lanka, Pakistán, Birmania y Emiratos Árabes Unidos (que curiosamente compiten con Estados Unidos y con la propia China en la exploración tecnológica del planeta Marte).
Los chinos temen que Estados Unidos haga de la zona del Mar del Sur un «segundo Medio Oriente» provocando guerras regionales, cambios de regímenes, revoluciones «de color» teledirigidas por la CIA y balcanizaciones en los diez países del Sureste Asiático. Estados Unidos ha intentado desestabilizar China por la provincia budista del Tíbet, la islámica sunita de minoría uigur de Xinjiang (que hace frontera con la nuevamente talibana Afganistán) y ya lo intentó en 1989 con los sucesos de la plaza de Tiananmen a través de la potentísima ideología del fundamentalismo democrático. (Para ese asunto es muy revelador este artículo del filósofo e historiador italiano Dominico Losurdo: https://www.voltairenet.org/article184950.html).
Las represiones en Xinjiang contra el islamismo y las restricciones de libertad en Hong Kong contra el fundamentalismo democrático son de suma prudencia para la eutaxia del Imperio del Centro. Estados Unidos aprovecharía cualquier debilidad del régimen de Pekín para dividir y vencer al dragón.
Lo mismo hace contra el oso, de ahí que Putin tome medidas drásticas contra la oposición; pese a que le caiga todo el peso de la demonizadora propaganda occidental propia del más recalcitrante fundamentalismo democrático que ignora, o hace que el público cómplice ignore, las dificultades de la dialéctica de Estados y de la Realpolitik.