Suena la sirena y los diputados se arremolinan en las puertas del hemiciclo de las Cortes Valencianas, hoy es día de pleno y parece poco farragoso. Otea en el ambiente una sesión de contrarios, de monólogos y poco más. Unos y otros van tomando puesto en sus caprichosos sitios. Como alumnos ante examen poco preparado, algunos incluso releen el discurso intentando hacer énfasis en lo más peculiar de su intervención. Son las diez y media de un miércoles cualquiera, es primavera y la sesión plenaria está a punto de comenzar. Abre la sesión la presidente de las Cortes Valencianes Sra. Llanos Massó, respetuosa con los tiempos, afable con los diputados e implacable con el reglamento de la casa.
El orden del día, junto a temas y proposiciones no de ley, que “ni fu ni fa”, parece idéntico a los plenos de otras semanas. Algunas proposiciones confeccionadas para mayor gloria del diputado, y otras para mera justificación del puesto y el estipendio del susodicho. Algo destaca en esta sesión inusual, contrario al pensamiento único, lo que toca y lo que no se desea tocar por los más, una iniciativa interesante se ha tramitado.
Convalidación de decreto ley, proposiciones de ley, de no ley, enmiendas y demás gaitas aun no siendo asturianas, todo ello frente a una idea contra el pensamiento único, lo políticamente correcto y de rabiosa actualidad:
Una proposición que, razonada, pretende tratar lo que está pasando en nuestro campo, con nuestros agricultores españoles, una iniciativa legislativa bien puesta, creada y expuesta.
Durante años ha existido un consenso en las instituciones europeas que ha ido legislando contra los intereses de las naciones que conforman la Unión Europea y los distintos sectores que sustentan la economía y la prosperidad de los europeos. El sector primario es, sin duda, uno de los más perjudicados por la agenda verde impuesta por burócratas de Bruselas, y asumida por los sucesivos gobiernos de España. Cuando fue presentado, el Pacto Verde de la UE, en diciembre de 2019 por Ursula von der Leyen (del Partido Popular europeo), que se había convertido en presidenta de la Comisión Europea sólo unos días antes, éste apareció como el programa integrador de reformas, inversiones e investigación más amplio y ambicioso jamás concebido para la destrucción de la riqueza y prosperidad de Europa, y nos quedamos cortos. Las transformaciones económicas que se buscan están en función de supuestos objetivos climáticos, y no del desarrollo acorde, común y, permítanmelo decir, incluso ecológico, del sector primario europeo. Un pacto que impone, sin refrendo popular, a los ciudadanos de las naciones de la UE, normas legales, más burocracia y hacernos menos competitivos con terceros países.
El lector de mayor experiencia, edad y fuste recordará aquellas pegatinas que, allá por el 78, la progresía del momento lucía con orgullo: “Nucleares, no gracias”. Sin entrar en la orquestada campaña, sin lugar a duda, fue el inicio de la dependencia energética de Rusia y Estados Unidos del viejo continente. Pues ahora, lo que está en peligro es la soberanía alimentaria y una vez más la prosperidad de nuestro pueblo. La Estrategia de la Granja a la Mesa y la Estrategia por la Biodiversidad no son más que intenciones ideológicas operativas en el entramado de la Unión Europea.
La Estrategia de la Granja a la Mesa; con el objetivo de acelerar esta transición hacia un sistema alimentario supuestamente sostenible. Farm to Fork se fundamenta en principios climáticos, impacto ambiental, diversidad, restricciones al uso de pesticidas, fertilizantes, antibióticos y, en definitiva, negar las herramientas con las que nuestros agricultores cuentan para producir sus alimentos de manera segura y suficiente para garantizar el abastecimiento… nada que solucione, ayude y motive a nuestro sector primario, agricultores, pescadores y ganaderos, a los intereses reales y necesidades que tienen y cuyo objetivo ha sido, en la historia, alimentarse mejor y permitir el acceso a los alimentos por igual, sin distinción de clase o estatus.
Necesaria intervención pues en favor de nuestro sector primario que, en las Cortes Valencianas, ha sido el Grupo Parlamentario Vox quién la ha propiciado con una brillante proposición no de ley que ha conseguido de entrada captar el interés del espectador, recordar la tensión en la calle de nuestros agricultores españoles, y dejar volar el pensamiento por encima de lo que desde la Unión Europea se nos va imponiendo.
Por mucho que se nos intente convencer de políticas disparatadas, pergeñadas en Europa sin pisar el terreno, en este caso nuestro terreno: España, son contrarias a los intereses nacionales del sector. Son contrarias a nuestra agricultura, ganadería y pesca, a sus necesidades específicas, singulares y sufridas. Tampoco se debe olvidar nuestra característica territorial, esto es, nuestra necesidad de presas y pantanos para la distribución de agua por toda la nación, un plan hidrológico nacional que conecte las cuencas mediante obras hidráulicas. Nada de eso está protegido por la burocracia de la Unión Europea, las necesidades reales no suenan a Pacto Verde Europeo, eso sí, recuerdan el esfuerzo, el sol y las lágrimas de un pescador, un ganadero o un campesino español. Todo parece distante: Bruselas y la huerta de Murcia. No es así; hoy, en esta asamblea parlamentaria valenciana se ha hablado gracias al grupo parlamentario VOX de lo que importa, de lo que lejanos burócratas de no sé qué burocracia foránea quieren acallar: de nuestra pesca, ganadería y nuestro campo.
Todavía queda algún político de fuste, como se ha visto en el parlamento regional valenciano, que defendiendo el interés general, como no puede ser de otra manera, ha conectado con las necesidades de la calle. Otros grupos parlamentarios le han seguido, seguramente a regañadientes, pero sólo un grupo parlamentario ha tenido el coraje de cuestionar lo que parecía incuestionable: nuestras mujeres y hombres de tierra y mar han sido bien representados, somos una región española, quizás haya sido una mera anécdota, pero alguien desde las instituciones ha conectado con la gente de campo y ganadera, gente de mar que, al amanecer, ya está luchando por su supervivencia, y la de todos: por España.
La cafetería ahora vacía, se llenará de diputados, asesores y público en general, la mayoría de este público son estudiantes de colegios que, desconociendo a los reyes godos, vienen a pasar una fría mañana a “Les Corts”. Ya está la presidente abriendo la sesión, de forma afable, jovial pero conocedora de que, durante estos dos días de pleno, algo diferente se va a argumentar, debatir, y votar.
Ha pasado el último día, es jueves de un mayo agitado, y cae la noche, aún la Cámara está viva, unos y otros diputados guardan sus mejores momentos e intervenciones en su memoria para sus familiares, amigos y vecinos. Explosión de júbilo si consideran que se han superado, que han aportado algo, eso sólo el tiempo lo juzgará.
Como una agonía anunciada todo termina, el pleno acaba, Les Corts van vaciándose de diputados, asesores y periodistas. En una televisión, de un hogar español cualquiera, el telediario, de no se qué canal, da cuenta de las protestas y cortes de carreteras de agricultores y ganaderos en España.