¡Bruto también! Los humanos tienden a retribuir generosamente a los traidores. Naturaleza obliga. Así, el Tribunal Supremo de los USA perpetró navajazo trapero al concepto mismo de Estado de Derecho. Con una larga cambiada, chicuelina sin gracia ni arte alguno, se niega a entrar en el fondo del asunto y despacha una demanda de inconstitucionalidad con un áspero y desabrido “¿Y a ti qué te importa?”.
El Estado de Tejas, secundado por otros 17 o 18 Estados más, demandó a los Estados de Georgia, Pensilvania, Wisconsin, Arizona y demás compañeros cómplices, por vulnerar el orden constitucional en las Elecciones Presidenciales del 3 de Noviembre 2020 al aplicar regulaciones arbitrarias y supuestamente fraudulentas (inconstitucionales) al procedimiento electoral (“arbitrarias” por ser decisiones ejecutivas no refrendadas por sus respectivos legisladores parlamentarios). Ese es el fondo de la cuestión planteada. Todo lo demás es hojarasca.
La mitad de los ciudadanos norteamericanos está convencida de haber sufrido un gigantesco pucherazo en estas elecciones. La otra mitad por el contrario está convencida de que no ha habido tal fraude o, por lo menos, que nunca se podrá probar. Incluso un Alto Cargo de pureza y vigilancia afirma que han sido las elecciones más seguras de la historia de EU (¡No quiero pensar siquiera en cómo habrán sido las anteriores!). Pues bien, el Supremo se niega a entrar en el fondo del asunto. En un medio folio de oprobio niega a Tejas capacidad de denunciar fuera de su territorio y afirma que en nada le afecta a Tejas si la Constitución se cumple o no en otros lugares. ¡Un prodigio de cinismo! Es decir, coloca su concepción del Proceso (sustancialmente kafkiano en este caso) por encima de la Constitución misma. La Liturgia por encima de la Doctrina. El Ritual por encima de la Fe. Las Abluciones por encima de lo Sagrado. Los Nueve Justos Campanudos no se han aprendido lo de Agamenón y su porquero, sólo están dispuestos a ocuparse del género gaseoso de los elfos trans. Su irritación por verse distraídos del soliloquio de violón y reclamada su desidia “in vigilandi”, se traduce en soberbia, desprecio y prepotencia.
Pero esto no es así. La vulneración de la Constitución por Leyes, Normas y Regulaciones es PERSEGUIBLE DE OFICIO y no únicamente “a instancia de parte” que, por supuesto, también. Esa es la función principal torticeramente abandonada por el Supremo. Da igual que los motivos de la demanda sean a no interesados, espurios o inmaculados. Lo que todos los ciudadanos norteamericanos, todos sin excepción, y todos los occidentales que tan estrechamente estamos vinculados a ellos, tienen inalienable derecho a saber es si se ha respetado o no la Constitución. Los demás supuestos delitos e implicaciones vendrán después y están subordinados a ese punto de partida y base sólida: la existencia de un Estado de Derecho.
Ya sé muy bien que los “constitucionalistos” españoles me desmentirán el argumento de la persecución de oficio de lo inconstitucional. Y tienen razón, en España no es así. Tanto tánto que nuestras aproximaciones al Estado de Derecho siguen siendo un flagrante fracaso y seguimos en las mismas disyuntivas medievales (Taifas o Nación, Reyes o Concejos, Caridades o Trabajos, etc. etc.). Las Leyes y normas inconstitucionales en España son casi infinitas, una Vía Láctea infernal. Y eso es así, entre otras muchas causas, por el mismo motivo que aquí denuncio: a nadie le importa! Nuestro Tribunal Constitucional (¡qué sarcasmo de nombre!) no es por supuesto tal: se trata de una Tercera Cámara Parlamentaria elegida por co-optación entre Partidos políticos muy por encima del vulgo (¡si, vulgo somos usted y yo, caballero!). No es por tanto en absoluto un Tribunal y resulta “de facto” inconstitucional. Y a menudo también se levanta en armas anti-constitucionales y se erige en Super-Supremo humillando Sentencias del mismo, contra todo derecho referido a la Constitución, por mero “potestas pudendi”. Queda claro que lo de “in vigilandi” no se le pasa siquiera por las mientes.
Es una lástima que Borges no pueda ya añadir capítulos a su Historia Universal de la Infamia, porque esta travesura del Supremo USA merece una mención distinguida. Se presuponía que sus honorables miembros no eran “bizcochables”. Las dudas al respecto aumentan por momentos. Pero de lo que ya se tiene una constancia irrefutable, es de sus esencias manifiestamente “payasables”. Esperamos impacientes su siguiente pase, misí o misá.