A principios de la década de los cincuenta el secesionismo vasco era prácticamente inexistente en las propias provincias vascongadas, y el apoyo de la población al régimen de Franco era notable, puesto que amplias capas de la sociedad colaboraban abiertamente con el mismo.
ETA (Euskadi Ta Askatasuna, «País Vasco y Libertad») se fundó el 31 de julio de 1959 a raíz de una escisión de la rama juvenil del PNV. La fecha del 31 de julio no es casual, puesto que ese día es el día de San Ignacio de Loyola (fundador de la Compañía de Jesús), justamente la misma fecha que 64 años antes, en 1895, escogió Sabino Arana, bachiller en el colegio de los jesuitas en Orduña (Vizcaya), para fundar el Partido Nacionalista Vasco.
Más que una ruptura ideológica, el nacimiento de ETA fue más bien una ruptura estratégica, y de hecho la escisión tuvo la esperanza de que el PNV siguiese sus pasos de ponerse en acción. Por decirlo de algún modo: si los del PNV eran fariseos, los etarras van a ser zelotas, es decir, celosos de la fe separatista dispuestos por ello a ejercer la violencia e incluso el asesinato.
La ETA fundacional era elitista, racista, burguesa y católica, y desdeñaba la acción de las masas y de los obreros; estos últimos, como muchos eran considerados «inmigrantes», eran vistos, dada su doctrina racista, como teñidos de españolismo, pues los consideraban un peligro para la pureza de la perseverancia de una supuesta etnia vasca. Con la instauración de un Estado vasco, las aspiraciones de ETA consistían en la expulsión de los denominados «inmigrantes» y en la limpieza étnica.
Sin embargo, con el paso del tiempo, ETA cambió la «biología», basada en la pureza de la raza vasca, por una concepción étnico-cultural. Es decir, también dio el paso de ocultar el mito tenebroso de la raza por el mito tenebroso de la Cultura, aunque se seguía pensando (como en la actualidad se piensa) en la superioridad de los vascos frente al resto de españoles (que consideraban y consideran ocupantes extranjeros y denominaban despectivamente «maketos»).
Los fundadores de ETA eran católicos radicales; pero, ante el apoyo de la jerarquía eclesiástica al régimen franquista, se declararon aconfesionales. Lo cual no fue impedimento para que fuesen apoyados y cobijados por buena parte del clero; es más, los primeros atentados terroristas de ETA fueron llevados a cabo tras consultarse a varios sacerdotes (como suele decirse, «ETA nació en un seminario», en concreto en el Seminario de Derio en las cercanías de Bilbao).
No sería hasta 1965 y 1966, momento en el que sus fundadores desaparecieron de la organización, cuando en las asambleas IV y V se decidió llevar a cabo acciones terroristas, esto es, de terrorismo procedimental (véase Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna. Terrorismo, guerra y globalización, Ediciones B, 2004).
En diciembre de 1970 a seis etarras se les aplicó la ejecución capital en un tribunal militar de Burgos por haber asesinado a miembros de seguridad del Estado, entre otros crímenes. La ejecución tuvo resonancia internacional, y la opinión pública extranjera protestó contra el régimen con los tópicos negrolegendarios de la «España inquisitorial». Algunos dignatarios extranjeros y también el Papa Pablo VI le pidieron a Franco el indulto de los etarras.
Fue un error condenar a etarras en tribunales militares y no en tribunales civiles, pues al ser condenados y ejecutados en los tribunales militares eso hacía que la condición de los etarras se elevase de terroristas o simples asesinos a la condición de soldados o guerrilleros. Y es un error porque los etarras no parten de un Estado o una nación política llamada «Euskal Herria», y ni siquiera parten de una nación étnica más allá de su ideología racista. Sin embargo, en el supuesto caso de que en un futuro el País Vasco consiguiese la sedición y se separase de España entonces, en retrospectiva, los etarras dejarían de ser terroristas y serían considerados guerrilleros que lucharon por la emancipación del País Vasco y la fundación del Estado de «Euskal Herria».
Algo que, a mi juicio, es imposible dado el contexto actual de globalización positiva (véase La vuelta a la caverna de Bueno o mi libro Historia del globalismo, del que ya dispone de segunda edición), donde en caso de separación de España el País Vasco pasaría a ser un territorio no independiente sino dependiente de otras potencias, como puedan serlo Francia, Inglaterra, el Vaticano (el «Gibraltar vaticanista» que decía Indalecio Prieto) o Estados Unidos.
El error que comentamos lo supo ver el general García Valiño en una carta del 1 de diciembre de 1970 que envió al capitán general de Burgos; por lo tanto, estas competencias pasarían a los tribunales civiles en diciembre de 1971. Finalmente, Franco cedió ante las presiones y se decantó por el indulto después de que sus ministros votasen a favor de conmutar las ejecuciones. Las condenas se quedarían en unos 30 años de cárcel.
Sin embargo, el 27 de septiembre de 1975 Franco conmutó una sentencia de ejecución capital a seis terroristas pero confirmó la de cinco (tres del FRAP y dos de ETA), ante las protestas de la izquierda europea y del Papa Pablo VI, propuestas airadas con mucha más vehemencia que las que se hicieron contra la Unión Soviética por la toma de Checoslovaquia o contra la masacre dirigida por Pol Pot en Camboya (contando, por cierto, con el apoyo de Estados Unidos).
El 1 de octubre, celebrando el «Día del Caudillo», ante una multitud en la Plaza de Oriente Franco se asomó junto a los príncipes Don Juan Carlos y Doña Sofía y todo el gobierno en un balcón del Palacio Real para saludar a las masas y dar un discurso para contestar a la indignación izquierdista ante la ejecución de esos cinco terroristas: «Todo lo que en España y en Europa se ha armado obedece a una conspiración masónica-izquierdista [no dijo «judeo-masónica»] de la clase política, en contubernio con la subversión-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece». Concluyendo que «evidentemente el ser español vuelve a ser hoy una cosa seria en el mundo, ¡Arriba España!» (citado por Stanley Payne y Jesús Palacios, Franco. Una biografía personal y política, Espasa, Barcelona 2014, pág. 608).
Pocas horas antes del discurso de Franco, cuatro policías fueron asesinados por una nueva banda terrorista, los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), una escisión del PCE que había optado por el terrorismo procedimental. Cuatro días después varios policías serían también asesinados por esta banda.
ETA se autodefinió como un movimiento nacionalista revolucionario de Euskal Herria y con la independencia emic (puesto que etic sería secesión, ya que las vascongadas nunca fueron una colonia y -como pasa con Cataluña- siempre pertenecieron a España) del País Vasco pretendía hacer ni más ni menos que una revolución marxista-leninista, lo que indica que el ideario de la banda se había vuelto un totum revolutum en el que se cogía de cada casa lo peor, lo que corrobora la locura objetiva de la banda.
Durante el franquismo las izquierdas justificaban los asesinatos y los atentados terroristas de la banda afirmando que éstos luchaban «por la libertad» y «contra la dictadura». En realidad los etarras luchaban contra España, ya fuese el régimen que imperase en ésta autoritario o democrático (como pudo verse tras la muerte de Franco y el inicio de la democracia; o, si se prefiere, de la partitocracia coronada).
Los crímenes etarras no han sido «crímenes contra la humanidad», como vulgarmente se dice, pues sólo cabría hablarse en tales términos en el supuesto caso de que hubiese una invasión alienígena y los extraterrestres llevasen a cabo la liquidación de la especie humana. Los crímenes de ETA son crímenes contra España y los españoles, asesinando a centenares de españoles por el simple hecho de serlo; son más bien crímenes racistas (aunque un etarra es tan español, por mucho que le disguste serlo, como una de sus víctimas; porque ser español no es algo que se siente sino que se es, no es algo subjetivo sino objetivo).
La ETA ejecutó el atentado contra el presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973 en la calle Claudio Coello de Madrid. El gran enigma de este «agujero negro» está en saber quién fue la persona o las personas que, dentro del propio régimen o de sus servicios de información o de inteligencia, se citó con los etarras en el hotel Mindanao de Madrid para ponerles a línea de tiro la diana de Carrero Blanco ofreciéndoles información sobre sus movimientos. Al comando etarra también se le facilitó el alquiler de un pequeño sótano apartamento que daba a la calle por la que Carrero pasaba después de ir a misa. Los terroristas emplearon diez días para cavar un túnel que daba al centro de la calle, en el punto exacto por donde pasaría el coche en el que iba Carrero (un Doolge Dart de fabricación española que no estaba blindado).
El atentado contra Carrero fue el primero que llevó a cabo la ETA fuera del País Vasco. Respecto a la autoría, algunos pensaron que se trataba de maoístas del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP).
Otros piensan que fue la CIA. Como dato, lo que da que pensar, es que el atentado se llevó a cabo a unos mil metros de la embajada estadounidense. Asimismo, ¿qué le quiso decir, ya con el Régimen del 78 puesto en marcha, el presidente Adolfo Suárez a Su Majestad Juan Carlos de Borbón, el amigo de Henry Kissinger, con aquello de «¿Canto lo de Carrero?»? ¿Y qué quiso decir el presidente en una entrevista en televisión el 24 de abril de 1977 al afirmar «no sé si ETA cobra en rublos o en dólares»? Quince días antes había legalizado al Partido Comunista de España liderado por Santiago Carrillo.
Que fuese la CIA usando a la ETA como brazo armado es una teoría conspirativa pero en absoluto se trata de una teoría conspiranoica (véase la distinción que hago entre «conspiración» y «conspiranoia» en mi libro Historia del globalismo).
Hay que tener en cuenta que Carrero estaba interesado en el programa nuclear para España, el Proyecto Islero, con objeto de hacerla más fuerte en el escenario internacional. Precisamente el proyecto se abandonó en el momento en que Carrero murió. En 1987 la España felipista firmaría el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Sin artillería nuclear España no está en condiciones de tener potencia en la dialéctica de Estados y por ello va a ser, como lo está siendo, un Estado subordinado a otras potencias. Mucho tendrían que cambiar las cosas en el escenario geopolítico para que España esté en disposición de agrandar su soberanía.
Volviendo a lo de Carrero, Franco pensaba que detrás del magnicidio estaba la mano negra de la masonería y según su médico, Vicente Pozuelo, al recibir la noticia Franco tuvo un impacto pero recobró su acostumbrada serenidad.
Así pues, decía Franco según Vicente Pozuelo: «El grave problema que tenemos es la Magistratura y los abogados, porque consideran que estas salvajadas son políticas; y no, son solo asesinatos. Hablan y hablan de derechos humanos, pero, naturalmente, no se acuerdan de los derechos humanos de las víctimas inocentes que mueren alevosamente. ¿Por qué se van a respetar los derechos humanos de los asesinos, de unos seres crueles que han violado los de las víctimas? A esos desintegradores de la sociedad hay que tratarlos con la máxima energía. O se acaba con ellos, o ellos acaban con nosotros» (citado por Payne y Palacios, Franco, pág. 595).
Franco estaba comentando en privado algo que en su momento estuvo muy en boga con motivo de los derechos humanos de los terroristas a causa de la suelta de etarras del gobierno de Mariano Rajoy por la derogación de la doctrina Parot en 2013 por el Tribunal de Derechos Humanos Europeos de Estrasburgo; una derogación, que el gobierno del Partido Popular no tenía por qué cumplir. De tal derogación se beneficiaron en torno a 100 etarras (a 60 directamente se les liberó y a 40 se le redujeron las penas); y, por si fuera poco, también se soltaron sujetos que cometieron crímenes horrendos como pederastia, asesinato y violación. Y eso se hizo así para encubrir la amnistía a los etarras. ¿El PP es un partido patriota? ¿Acaso no es tan globalista o más que el PSOE? ¿O tan sólo es la marca de Hacendado del PSOE?
El atentado de ETA más sanguinario durante el franquismo fue el que se llevó a cabo el 13 de septiembre de 1974 en la cafetería Rolando, en la Puerta del Sol en Madrid. La explosión de una bomba con metralla acabó con la vida de trece personas y ocasionó más de ochenta heridos. Al no haber policías entre las víctimas ETA no reivindicó el atentado y culpó en un comunicado a la extrema derecha. La dirección del Partido Comunista negó cualquier responsabilidad y condenó el atentado y dio instrucciones a los abogados vinculados con el Partido a que no defendiesen a los supuestos culpables, para así acallar los rumores que vinculaban a ETA con los comunistas.
Finalmente, el atentado fue obra de ETA, la misma sección que ejecutó el magnicidio de Carrero Blanco (aunque en este crimen -como decimos- se desconoce quién ayudó a la banda, si es que no lo hizo sola). La banda contó con la colaboración de Eva Forest, alias «la Tupamana», la cual fue detenida a los pocos días junto a su marido, varios miembros de ETA, personas vinculadas al Partido Comunista y también gente vinculada al mundo del teatro y la televisión. Casi todos fueron puestos en libertad salvo Forest que también se le implicó en el asesinato de Carrero Blanco, aunque finalmente no fuese juzgada por el asesinato del presidente. En 1977, tres años después, sería puesta en libertad por la ley de amnistía. Luego el atentado de la cafetería Rolando quedó completamente impune.
La primera manifestación en las calles para protestar contra el terrorismo de ETA convocada por un partido político se llevó a cabo en Portugalete el 28 de junio de 1978. ¿Y cuál fue el partido político que la convocó? Pues ni más ni menos que el Partido Comunista de Euskadi.