La física de Aristóteles: un tratado problemático

La física de Aristóteles: un tratado problemático. José Alsina Calvés

Introducción

La hipótesis general que nos planteamos está fundamentada en la Teoría del Cierre Categorial, según la cual podemos distinguir entre ciencia y filosofía, pues está segunda se fundamente en “ideas” que trascienden distintos planos, y plantea “aporías” que tienen diversas soluciones, mientras que las ciencias se mueven en planos categoriales concretos, donde la proyección de las idas filosóficas genera “conceptos”, y donde se plantean problemas que, en principio, tienen una solución única.

En un autor como Aristóteles, en cuya época no existe aun una diferenciación de las distintas ciencias, y que llama ciencia (episteme) a cualquier forma de conocimiento esta distinción presenta sus dificultades. Gustavo Bueno ya se enfrentó a un problema parecido en su libro La Metafísica Presocrática.

Sin embargo, creemos que es posible distinguir en la obra aristotélica obras donde hay un contenido general filosófico, ontológico o metodológico, de otras obras donde estas ideas se proyectan en un plano más concreto. Entre las primeras tendríamos la Metafísica y la Física con un claro contenido ontológico (a pesar del nombre de la segunda) y los Analíticos Posteriores con un claro contenido metodológico.

En Acerca del Cielo y en Meteorológicas vemos como muchas de las ideas desarrolladas en la Metafísica y en la Física se proyectan en el plano de la Cosmología. En Acerca de la Generación y la Corrupción en el plano de una “química” rudimentaria. Pero donde esta proyección es más interesante es en las obras biológicas (o mejor zoológicas).

La definición de un plano categorial concreto, de un tipo de objeto como sujeto de una ciencia, es lo que distinguirá a esta ciencia de la filosofía. Acerca del Cielo se ocupa de los objetos celestes, así como las obras zoológicas se ocupan de los animales.

Más problemático es el tema de la Física. Prevosti, en su libro La Física d’Aristotil: una ciencia filosófica de la natura defiende el carácter de “ciencia” de esta obra, aunque le añade la coletilla de “filosófica”. Pero el mismo autor reconoce la dificultad a la hora de definir el objeto (y por tanto, el plano categorial) al que se refiere el tratado aristotélico. Al final llega a la conclusión de que el objeto de la Física es “el ente móvil”, lo que la distingue de la Metafísica, cuyo objeto sería “el ente en tanto que ente”.

Sin embargo, el “ente móvil” no define un plano categorial, entre otras cosas porque para Aristóteles el concepto de movimiento es muy amplio, y no se refiere únicamente a nuestro concepto de movimiento como traslación de un lugar a otro, sino que se refiere también a los cambios accidentales o substanciales, al paso de la potencia al acto. Así la Física deviene más bien “filosofía natural” o “filosofía segunda”, teniendo en cuenta que el mismo Aristóteles nos dice que “si no existiera el Primer Motor o Motor Inmóvil, la Física sería Filosofía Primera”.

Heidegger, con su distinción entre lo “óntico” y lo “ontológico”, también nos lleva a establecer una diferencia entre las ciencias particulares, que se ocupan de la “óntico”, unas características muy acotadas del ente, y la filosofía u ontología, que se ocuparía del ente en tanto ser. En este sentido la Física sería un tratado ontológico, pues el ente móvil o natural, abracaría un conjunto muy amplio de seres (elementos, objetos artificiales, animales, plantas). En general todos aquellos que podemos encontrar en el mundo “sublunar” y sujetos a la generación y a la corrupción, más los cuerpos celestes, que son incorruptibles pero móviles. Nos dice Aristóteles que, si solamente existieran estos seres, la Física sería la “filosofía primera”. Al existir “el primer motor”, inmóvil, la Física se convierte en “filosofía segunda”, pero sigue en un plano de generalidad que impide la delimitación de un plano categorial concreto.

En este artículo intentaremos solucionar el problema de la ubicación de la Física aristotélica, es decir, si hemos de considerarla como una obra plenamente filosófica (como la Metafísica) o un tratado de ciencia particular. Para ello analizaremos primero cual es el objeto de la Física, después el método que sigue Aristóteles en la misma, a continuación, su característica de “filosofía segunda”, y finalmente su proyección en otras obras como Meterológicas, Del cielo, Acerca de la generación y la corrupción y Sobre la generación de los animales.

El objeto de la Física

La cuestión del objeto de la Física tiene una especial trascendencia para nuestra tesis, según la cual el tratado no corresponde a una ciencia particular, sino que forma parte del entramado filosófico aristotélico, hasta el punto de que no podría existir la Física sin la Metafísica ni viceversa.

Como ya es sabido el propio Aristóteles distingue entre una “ciencia” o “filosofía primera”, que se ocupa del “ente en tanto ente”, de las ciencias particulares, que se ocupan de regiones particulares del ente. Por eso afirmamos la “problematicidad” de la Física pues, por una parte, no queda claro cuál es esta región del ente de la cual se ocupa, y, por otra, tampoco queda claro si esta “región” es lo suficientemente concreta para poder ser considerada un “género”, género que en términos de la Teoría del Cierre Categorial sería un plano categorial concreto.

De la lectura de la Física deducimos que Aristóteles no es demasiado explícito sobre el objeto de esta ciencia. Hay, sin embargo, cuatro posibles objetos a los que se refiere en diversas ocasiones:

  1. La naturaleza o physis (Física II, 1, 192b 21; 193a 1 y ss.)
  2. El ente natural (Física II, 1, 192b 8; 193a 10)
  3. El ente móvil (Física V, 1, 224a 21)
  4. El movimiento

En otros tratados también se refiere Aristóteles al objeto de la Física:

La Física es un tratado sobre las causas primeras de la naturaleza y sobre todo movimiento natural. (Meteor. I, 1, 338a 20 y sig.)

La Física es una ciencia sobre un género del ente, pues trata sobre aquella substancia que tiene en si misma el principio del movimiento y del reposo. (Met. VI, 1, 1025b 18-21)

La ciencia de la Física versa sobre las cosas que tienen en ellas mismas un principio de movimiento. (Met. XI, 7, 1064a 15 y sig.; 30 y sig.)

A pesar de lo afirmado en Met.VI pensamos que no podemos hablar de “un género del ente”, pues, como veremos, el objeto de la física es demasiado amplio para poder considerarlo un “género o región del ente”. De hecho, abarca todos los entes existentes, menos el (o los) supuesto “motor inmóvil”.

Para Echandia{35} el vocablo physike no hay que tomarlo como la denominación de una ciencia especial, ni como una región especial del ente, sino que en la tradición griega designa todo cuando existe en el universo. Para los pensadores jonios Peri physeos era el nombre de un saber acerca del Todo.

En Aristóteles se fusionan dos tradiciones del pensamiento griego: la jónica y la eleática, que pasa a través de Platón. La Naturaleza a o Ser no es algo distinto de las cosas, sino que las constituye internamente. Pero solo podemos pensar esa physis desde el punto de vista de lo que hace que los physei onta sean en cada caso, es decir, su esencia, superando la tesis “Todo es Uno”. Tenemos que admitir un primordium material, pero lo que hace que las cosas estén siendo lo que son y que permite conocerlas es su eidos. Por otra parte, este eidos se fisicaliza al convertirse en un constituyente interno de las cosas: su Forma.

Para Aristóteles la Naturaleza (physis) es el principio de movimiento que está en determinados entes, que son pues los entes naturales. Pero como lo que caracteriza al ente natural es, precisamente, el principio de cambio o movimiento, resulta que ente natural y ente móvil es lo mismo.

La Naturaleza es un principio y causa del movimiento o del reposo en la cosa a la que pertenece primariamente, y por sí misma, no por accidente. (Física II, 1, 192b, 20)

Y las cosas que tienen tal principio se dice que tienen naturaleza. Cada una de estas cosas es una substancia, pues es un substrato y la naturaleza está siempre en un substrato. (Física II, 1, 192b, 30)

Por otra parte, como la Naturaleza está en la substancia, y esta se puede entender de tres maneras: materia, forma o compuesto de ambas, de aquí viene la composición hileomórfica del ente natural o móvil.

Así, en un sentido, se llama naturaleza a la materia primera que subyace en cada cosa que tenga en sí misma un principio del movimiento y del cambio. Pero en otro sentido, es la forma o especie según la definición. (Física II, 1, 193b 25-30)

Todo ente móvil, compuesto de materia y forma, es, pues objeto de la Física. Sólo quedan fuera el (o los) ente que mueve sin ser movido.

En cuanto a las que mueven sin ser movidas, no son competencia de la física, ya que no mueven por qué posean en sí el movimiento o el principio del movimiento, sino por qué son inmóviles. Por eso hay tres clases de indagación: una sobre lo inmóvil, otra sobre lo que es movido pero que es indestructible y otra sobre las cosas destructibles. (Física II, 7, 198a, 025-30)

La indagación sobre lo inmóvil queda fuera de la Física: es la Teología. Lo que es movido pero indestructible se refiere a los cuerpos celestes. De ellos se ocupa la astronomía (Del Cielo), que es una parte de la Física. Las cosas destructibles son las propias del mudo sublunar. Básicamente son los cuatro elementos y los seres vivos. Se ocupa de ellos en Acerca de la generación y la corrupción, Meteorológicas y en las obras biológicas.

Si dejamos aparte la Teología, vemos que la Física y la Ontología prácticamente coinciden. La Física, más que una ciencia, sería una parte fundamental del discurso filosófico, que se proyectaría sobre las obras propiamente científicas, de las que algunas habrían alcanzado el Cierre Categorial (obras biológicas).

Las cuatro causas

A partir del capítulo 3 del Libro II se inicia el estudio de las causas. Se corresponde casi literalmente con Met. V, 2. Algunos autores (Bonitz, Ross) sostienen que pertenecía originalmente a la Física y había sido transferido a la Metafísica por algún editor posterior. En cualquier caso, demuestra que los objetos de ambas obras se confunden en muchos puntos.

El estudio de las causas entra en los objetos de la física, pues el ente natural o ente móvil tiene una physis formada por materia y forma, y en su generación han intervenido las cuatro causas. Sin embargo, aquí ya nos centramos en los entes sublunares, pues los cuerpos celestes son eternos y, por tanto, ajenos a la generación y a la corrupción.

En la discusión sobre las causas advertimos, más que en cualquier otro tema, el solapamiento Física/Metafísica en el pensamiento aristotélico, reforzando nuestra tesis de que la Física no corresponde a una ciencia determinada, sino un discurso filosófico sobre una amplia región del ente, el ente móvil, demasiado amplia para ser considerada un género. No hay un plano categorial de la Física, sino que esta se desdobla y se proyecta en diversos planos de la realidad.

El significado filosófico de la discusión sobre las causas ha sido interpretado de distinta manera. Diversos autores{36} (Irwin, Berti, Cardullo) han insistido en el carácter epistemológico- dialéctico y atribuido la concepción de causa en Aristóteles a las posibles respuestas a la pregunta “¿por qué?”.

Otros autores{37} han rechazado está concepción puramente lingüística, y han enfatizado el aspecto, a la vez ontológico y epistemológico de la idea de causa. Concretamente Seggiaro{38} enfatiza este doble aspecto, argumentando que por un lado permiten conocer la realidad, lo que nos sitúa en el plano epistemológico, pero por otra parte son los principios por lo cuales las cosas son lo que son (plano ontológico).

Pensamos que esta interpretación es la más correcta. Aristóteles está muy lejos de la distinción kantiana entre “cosa en sí” o nuomeno, que no puede ser conocida, y fenómenos que sí pueden conocerse. En consecuencia, es coherente que el plano ontológico y el epistemológico se superpongan, pues el conocimiento puede abarcar la totalidad del ente.

Como ya es sabido, Aristóteles describe cuatro sentidos del concepto de causa, que, si adoptamos la terminología escolástica, serian: material, formal, eficiente y final. Veamos cada uno de ellos.

La causa material, la materia, corresponde a la parte pasiva de todo proceso de cambio. En la concepción hileomórfica de Aristóteles es la materia la que individualiza a la ousia o esencia. Los distintos sujetos que comparten una misma forma, sea genérica o específica, se diferencian unos de otros precisamente por la materia. Desde el punto de vista del cambio en general, la materia es el sustrato que permanece.

Cuando este cambio es generación o cambio substancial, la materia adquiere el carácter de la absoluta indeterminación, de potencia pura. La generación no puede producirse a partir del no ser en sentido absoluto{39}, pero como en este proceso surge la substancia la cosa se complica, pues es un paso del no ser al ser{40}. La solución aristotélica es suponer la existencia de un sustrato indeterminado a partir del cual deviene la substancia. Debido a su indeterminación este sustrato “no es” en acto, pero si en potencia.

La materia o causa material reúne, pue, dos características esenciales: su indeterminación y su pasividad: no actúa, sino que es afectada por los contrarios, identificados con la privación y la forma{41}.

Con respecto a la causa formal o forma Aristóteles señala que, no solamente es physis, sino que además lo es en sentido prioritario{42}. Para referirse a ella, utiliza tres expresiones distintas: eidos, morphe logos. Con el uso de estos términos está señalando que la forma es la esencia o configuración conceptual, que es lo que determina esencialmente a una porción de materia. También está señalando el doble carácter ontológico y epistemológico.

La forma aristotélica es, probablemente, la herencia más nítida del platonismo. Una de las traducciones de eidos es precisamente “idea”. Tal como Jaeger{43} ha puesto en manifiesto, no debe extrañarnos la influencia platónica, pues Aristóteles pasó veinte años en la Academia y fue allí donde se formó.

Hay, sin embargo, importantes diferencias entre la Idea platónica y la forma o eidos aristotélico, lo que muestra que toda filosofía se afirma siempre de forma dialéctica con sus antecesoras, combinando la herencia con la crítica. El eidos no está en un mundo aparte, como la Idea platónica, sino que forma parte de la cosa, de la ousia, estructurándola. Tal como lo ha definido Jaeger{44}, para Aristóteles “lo real es lo universal en lo particular”. La forma sería lo universal y la ousia lo particular.

La forma, por sí sola, no puede estructurar a la materia. El pasa del no-ser al ser que supone la generación necesita a la causa eficiente o motriz. Es un motor externo necesario para desencadenar el proceso de movimiento en el cuerpo natural que inscribe una forma en la materia indeterminada. Es decir, “lo que se mueve” no puede existir sin “lo que mueve”.

Llegamos al cuarto sentido de la causa aristotélica, el telos o causa final, es decir, la respuesta a la pregunta “¿para qué?”. Como han señalado algunos autores{45} ha habido una tendencia indebida a priorizar la relevancia de esta causa respecto a las otras. Incluso podemos leer, ocasiones, referirse al conjunto de la filosofía aristotélica como “teleológica”. También ha existido una cierta tendencia a confundir, en una sola, a la causa final de la formal, en base a ciertos pasajes de los propios escritos de Aristóteles{46}. Cuando nos dice que “la definición o logos” y “aquello con vistas a lo cual como fin” son lo mismo, parece que nos está indicando que forma y fin son lo mismo, pues recordemos que logos es uno de los términos que emplea para referirse a la causa formal.

Sin embargo, la distinción puede, y debe, hacerse{47}. La causa formal es la que determina la esencia del ente, mientras que la causa final es la realización del ergón propio del ente, es decir, la función o actividad esencial por medio de la cual el ente se realiza como tal. Para Aristóteles hay una diferencia en poseer una función y ejercerla, y esta sutil, pero existente, distinción nos permite identificar la causa formal y la final como dos modulaciones distintas de la causalidad.

En la obra biológica de Aristóteles es donde podemos apreciar una proyección más clara y nítida de la idea de causa final en un plano categorial concreto, el de los seres vivos. Más concretamente, la descripción del desarrollo embrionario desde la idea de “epigénesis” que encontramos en Reproducción de los animales es un ejemplo paradigmático de la aplicación de la aplicación del modelo de las cuatro causas a la interpretación de un problema biológico.

El método de la Física

Se suele asociar a la ciencia aristotélica el método apodíctico, demostrativo o deductivo, donde a partir de unas premisas o principios se deducen proposiciones que son verdaderas. De hecho, este es el método propuesto en Analíticos.

Sin embargo, en muchas de sus obras, y especialmente en la Física, no se sigue este método. El método apodíctico corresponde a una ciencia elaborada, con unos principios bien definidos: la geometría podría ser un ejemplo. Tal como ha señalado Mié{48},en las últimas décadas, la interpretación de la metodología científica de Aristóteles ha introducido modificaciones importantes en la imagen tradicional fundacionista-axiomática, y han destacado la importancia de la dialéctica.

En el planteamiento más tradicional se admite que los primeros principios de una ciencia se obtienen por el procedimiento de la inducción “epagogue”. Esta inducción es un principio empírico según el cual los primeros principios de una ciencia no serían demostrados, sino únicamente “mostrados”. El proceso se articularia en cuatros niveles: percepción (“aisthesis”), memoria, experiencia, y salto al universal, es decir, conocimiento de los principios.

Este método, fundado en la epagogue o inducción, podemos detectarlo en las obras biológicas, pero no en la Física. En la obra que estudiamos, el método para ascender hacia los principios es el dialectico.

Tal como señala Más Torres{49}, para Aristóteles la dialéctica no es una ciencia, precisamente por su universalidad (cada ciencia se refiere a un género determinado del ser), y por su carácter meramente plausible. Aparte de otras, Aristóteles atribuye a la dialéctica utilidad “para las cuestiones primordiales de cada conocimiento”{50}, es decir, para “lo primero” de cada una de las ciencias, y lo primero son los principios.

La dialéctica se fundamenta en la discusión en torno a las opiniones comúnmente admitidas sobre un tema determinado, es decir, sobre la éndoxa. Esto plantea un problema: al fundamentarse sobre opiniones ¿Cómo es posible que este método nos lleve a la verdad objetiva que cabría esperar de un razonamiento científico?

Como respuesta a esta pregunta, Irwin{51} propone la existencia en la obra Aristóteles de dos tipos de dialéctica: la ordinaria (ordinary dialectic), que busca dar cuenta de lo éndoxa de forma coherente, pero sin pretensiones sobre el estatus de sus conclusiones; y la fuerte (strong dialectic) que no se fundamenta en lo éndoxa sin más, sino en aquellos que se mueve dentro de una tradición y comunidad de investigación.

En términos modernos diríamos que la Física de Aristóteles no nace de la nada, ni se fundamenta en una observación baconiana de hechos concretos, sino que parte de un paradigma, programa o tradición de investigación.

Owen{52} ha señalado la ambigüedad del término phainomena en Aristóteles. En las obras biológicas y en la meteorología (es decir, en las ciencias particulares) el término se refiere a observaciones empíricas, pero en la Física el término se refiere a las creencias e interpretaciones tal como se muestran en su uso lingüístico.

Nussbaum{53}, en la misma línea, ha señalado que phainomena es el plural neutro del participio presente del verbo phainestai, que significa “aparecer”. En este sentido phainomena significa “lo que aparece” o “lo que se manifiesta”, y esto puede ser tanto una observación empírica, una observación realizada por otros o una idea comúnmente aceptada por la comunidad filosófica.

En la Física se llega a los principios a partir del método dialéctico, más concretamente a partir de la llamada “dialéctica fuerte”, es decir, a partir del análisis y la discusión de las ideas comúnmente aceptadas por la comunidad de sabios, y del análisis del lenguaje. Aristóteles no construye en el vacío, sino que es continuador de una tradición de investigación, la platónica, a la que modifica con las aportaciones, más o menos empiristas, de la tradición jónica.

La Física como “Filosofía Segunda”

La Física de Aristóteles, a pesar de su nombre, no es tratado de una ciencia particular ni tiene gran cosa que ver con un tratado de Física tal como nosotros la entendemos. Junto con la Metafísica, con cuyos contenidos se entremezclan en muchos temas, forma el cuerpo de la metafísica y la ontología aristotélica, de la misma manera que el conjunto de tratados del Organon forman en cuerpo metodológico.

La Física no se proyecta sobre un plano categorial concreto, sino que tiene como objeto el “ente móvil”. Pero este “ente móvil” no es un género concreto de objetos, pues, con excepción del hipotético “ente inmóvil o primer motor”, todos los demás entes son móviles. La Física es ontología del ente móvil.

Los principios de la Física se obtienen a través del método dialéctico, es decir, del análisis y la discusión de las ideas transmitidas a través de la tradición platónica y, también, de la jónica.

La Física, como “filosofía segunda” u ontología del ente móvil, proyecta una serie de ideas sobre planos categoriales concretos, dando lugar a los tratados de diversas ciencias particulares. Aquí sí podemos hablar de ciencias particulares, pues se ocupan de géneros concretos de entes.

Los cuerpos celestes, que se mueven con un movimiento circular y que no están sometidos a la generación ni a la corrupción son estudiados en el tratado Acerca del Cielo. Los fenómenos físicos y químicos del mundo sublunar son estudiados en Meteorológicos y Acerca de la generación y la corrupción. Estos tratados sí que pueden ya considerarse intentos de construcción de ciencias particulares, aunque su plano categorial no está bien definido. No pueden considerarse al margen de la Física o la Metafísica, y, por tanto, no se ha producido el Cierre Categorial propio de las ciencias maduras.

Los seres vivos (o mejor los animales) son objeto de las obras biológicas o zoológicas de Aristóteles. En estas obras el plano categorial está mucho mejor definido, la observación y la experiencia ocupa un lugar mucho más importante, y la independencia respecto a la Física y la Metafísica es mucho más notable. La zoología aristotélica es ya una ciencia constituida y madura, y, por esa razón, su influencia fue mucho más perdurable. De hecho, Aristóteles está todavía presente en algunas discusiones teóricas de la biología.


{35} Echandia, G. (1995) Estudio preliminar a la Física de Aristóteles. Madrid, Ed. Gredos.

{36} Berti, E. (2004) Aristotele: dalla dialectica allá filosofía prima (2ª edición) Milano, Bompiani; (2005) Nouvi studi aritotelici II. Fisica, antropología e metafisica. Brescia, Morcelliana. Cardullo, L. (2005) “L’analogia téchne-phýsis e il finalismo universale in Aristotele, phys. II” En L. Cardullo y R. Giovanna (Eds) La física di Aristotele oggi. Probelmi e prospettive. Atti del Seminario (pp. 51-109) Catania, CUECM. Irwin, T. (1988) Aristotle’s First Principles. Oxford, Claredon Press.

{37} Giardina, G. (2006). I fondamenti della causalità naturale. Analisi critica di Aristotele Phys. II. Catania: CUECM. (2005). La ‘causa motrice’ in Aristotele, Phys. III 1-3. En L. Cardullo & Giardina, G. (Eds.),Atti del Seminario Francesco Romano. La Fisica di Aristotele oggi problemi e prospettive(pp. 111-150). Catania: CUECM. Hankinson, R. J. (1998). Cause and Explanation in Ancient Greek Thought. New York: Clarendon Press. Seggiaro, C.M. (2019) Generación y causalidad en Física I.7 y II.3. Synthesis, 26 (1), e051.

{38} Seggiaro, obra citada.

{39} Física, I, 9, 191b 35, 192a 1.

{40} Sobre la generación y la corrupción I, 3, 317a 20

{41} Física I, 7, 190b 14-16

{42} Física II, 1, 193a 30, 193b 2.

{43} Jaeger, W. (1946) Aristóteles. México, Fondo de Cultura Económica

{44} Obra citada, p. 218.

{45} Bolton, R. (2011). Why Does Aristotle Need Four Causes? En L. Couloubaritsis & S. Delcomminette (Eds.), La causalité chez Aristote (pp. 27-46). Paris: Vrin.

{46} Reproducción de los animales I, 1 715a 4-8.

{47} Rosen, J. (2014). Essence and End in Aristotle. Oxford Studies in Ancient Philosophy, 46, 73-107.

{48} Dialéctica y ciencia en Aristóteles, Signos Filosóficos, vol. XI, nº 21, 2009, pp. 9-42

{49} “El concepto aristotélico de ciencia y la dialéctica como práctica” Series Filosóficas, nº 4, 1994, UNED Madrid, pp. 83-98.

{50} Tópicos, I,2.

{51} Aristotle’s First Principles. Oxford, Clarendon Press, 1988, pp. 174 y ss.

{52} “Tithenai ta Phainomena”, en J. Barnes, M. Schofield y R. Sorabji, Articles on Aristotle, vol. 1 Sciencie. London, Duckworth, 1975, pp. 113-126.

{53} The Fragility of Goodness. Cambridge Univ. Press, 1986, especialmente en el capítulo 8.

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