La moto de Pedro

La moto de Pedro. José Vicente Pascual

Pedro Sánchez dice que la economía española va como una moto, aunque no aclara qué clase de moto, si una Yamaha 900 XSR o una Derbi Antorcha 1981. Si los muchos miles de millones de euros que hemos recibido de los fondos europeos se hubiesen empleado en aras del bien común y no en convertir al bien a las gentes del común — recuerden los 20.000.000 € presupuestados para el Iresterio de Igualdad—, seguramente las cosas del trabajar, comer y vivir de diario irían bastante mejor. Pero en fin, dejemos ese debate. El presidente dice que la economía va como una moto y así es: lo ha dicho. Como una moto. Eso ha dicho.

Lo primero que se deduce de esa declaración es que el presidente Sánchez —guapo por otra parte— no tiene pajolera idea de economía ni falta que le hace. Lo segundo, que no baja a hacer la compra, ni siquiera los sábados. No sabe lo que es entrar en Mercadona o en Alcampo, tirando del carrito en compañía de su señora, ver el precio de los yogures y empezar a sudar. Si el presidente hiciese la compra, diría que la economía española va como una bici, como un monopatín, pero no como una moto. Claro que si el presidente Sánchez —alto y guapo— además de hacer la compra acudiese a la gasolinera para llenar el depósito una vez por semana, en cuanto viese correr el contador de litros/euros blasfemaría en dos o tres idiomas y, ya en el trance, desistiría de anunciar que la economía española va como una moto y tal vez se conformaría con decir que va andando y como buenamente puede. Todo ello sin ahondar en la herida ni recordar al presidente —Pedro de nombre, buena presencia, escritor de manuales de resistencia—, que aparte de llenar la cesta de la compra y el depósito del coche los españoles —y españolas— tienen la costumbre de pagar el recibo de la luz y el agua, el alquiler, la hipoteca… En fin, esas cosillas que desde la pandemia se han puesto a precios de Hollywood y sin las cuales resulta bastante difícil vivir, y que también precisan atención y encima implican la incordiosa tarea de sufragarlas del propio bolsillo. Me refiero al bolsillo de los españoles —y las españolas—, no al bolsillo del presidente Sánchez —por segundo apellido Pérez-Castejón, con mala rima—. Pedro Sánchez ni hace la compra ni llena el depósito de gasolina ni paga alquiler ni hipoteca ni el recibo de la luz ni del agua, ni el seguro del coche ni el seguro del hogar ni el seguro de impagos de la hipoteca ni el seguro de impagos del alquiler ni el seguro de nada. Se lo pagamos todo entre todos los españoles y, fíjense ustedes en el detalle, entre todas las españolas. Por eso dice —el presidente, Sánchez, Pedro, moreno con asomo de canas estilo silver fox— que la economía va como una moto. Ya.

No voy a preguntarme en qué mundo vive este individuo para permitirse soltar semejante rebuzno, ese alegre escupitajo de tontillo con malas ideas, porque la respuesta es obvia: vive en el mismo mundo donde viven todos los suyos, los que son como él y se le parecen y los que no son como él y no se le parecen pero comparten los momios, prebendas, chollos, pesebres y gabelas inherentes al ejercicio de la política en España; un oficio, por cierto, para el que no se necesitan más capacidades ni experiencia que echarle mucha cara, ser capaz de meter un navajazo al compañero de pupitre para robarle los apuntes y mandar a la abuela a comprar la farlopa para que no te descubran los paparazzi. O sea que el enigma no es tal enigma sino una simple evidencia: nos gobierna un personal tan desalmado y tan desfachatado que, por boca de quien preside el consejo de ministros, pueden darse el lujo de decir vivamente, con todo desenfado y poderío, que la economía española va como una moto; todo ello sin que la Guardia Civil se persone a los cinco minutos y los lleve a mazmorras por cinco o seis lustros.

¿Qué más le dará a él, qué más le dará a los suyos cómo va la economía española? Para ellos va divinamente y eso es lo que les importa, lo único que les preocupa: lo suyo. No hay más que fijarse en el festival de zancadillas, vetos, lamentos, imposiciones, maniobras corsarias, traiciones, descalificaciones y vil peloteo que han protagonizado durante la última semana, con los pactos de la suma por un lado y los dedazos electorales en la familia socialista por otro, para comprender que lo genuino, lo único verdadero de esta gente, lo que sin duda los une y convierte en fraternidad humana, es el poder y sus beneficios. Para lo demás son lobos hobessianos. Entiéndase que “lo demás” somos nosotros, quienes los sufrimos y sufragamos. Para lo demás, por tanto, les basta con una frase pimpolluda de vez en cuando; por ejemplo: La Economía Española Va Como Una Moto. Y hala, vótame que lo bien lo valgo.

Recemos a Dios y al destino y a todos los dioses y a la diosa ciencia y al Arquitecto Supremo y al Copón de Quéntar para que los por llegar no sean tan aficionados al motociclismo, que se conformen con ir en coche oficial y no nos tomen por pendejos agradecidos que pagan su gasolina y la de ellos. Con eso tendríamos de sobra.

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