La otomanización de la sociedad europea

La otomanización de la sociedad europea. José Ramírez del Río

La sociedad que se desarrolló bajo la égida del Imperio Otomano en Oriente Medio y en Europa (1288-1918) estaba marcada por una fuerte impronta confesional, que hacía que las personas se vieran sujetas a leyes diferentes dependiendo de la fe que profesaban. Así, un musulmán estaba sometido a los tribunales de la escuela jurídica a la que estuviera adscrito (hanafí, hanbalí, malikí o shafi’i), un cristiano a los de su propia comunidad y un judío, igual, aunque en asuntos de seguridad todos quedaban sometidos a las autoridades militares otomanas. Incluso en ese caso, había grandes diferencias en las obligaciones y en la seguridad garantizada por los turcos a los diferentes grupos religiosos. Los cristianos y judíos pagaban distintos impuestos, tenían diferentes derechos ante las autoridades estatales, gozaban de unos u otros derechos dependiendo de su religión, en el caso de los cristianos de los Balcanes incluso estaban sometidos a la entrega de niños que eran utilizados para adiestrarlos e incluirlos en el ejército otomano, en el cuerpo de jenízaros. En algunos casos los grupos religiosos podían incluso tener unas relaciones especiales con estados extranjeros de su misma religión: Francisco I de Francia fue reconocido como protector de los católicos de Oriente Medio por los otomanos en el s. XVI, el zar de Rusia fue aceptado como protector de los ortodoxos de Tierra Santa y esa protección facilitó a partir del s. XVIII la intromisión colonial de estas potencias en los asuntos internos del Imperio.

Este régimen de desigualdad jurídica se denomina “Millet”, porque “milla” (pronunciado mil.let y mil.la) es el nombre en turco, de origen árabe, que designa a los grupos religiosos diferentes, aceptados por las autoridades islámicas. Como resulta obvio, la división social que este sistema provoca ha tenido hondas consecuencias, y los lugares donde se produjo han presenciado las mayores matanzas sectarias desde el s. XX hasta hoy (los Balcanes, Iraq, Siria, Líbano). Frente a lo que los europeos veían como un sistema injusto, tiránico, que sometía a cristianos y judíos a la inferioridad y que no permitía que la ley fuera previsible, sino resultado del capricho de los soldados otomanos, se proponía el modelo de Europa. Resulta obvio que algunas de estas acusaciones tenían el propósito de debilitar al estado otomano para apropiarse de algunas de sus provincias, como denunció Edward Said en Orientalismo, pero en gran medida reflejaban el rechazo de los europeos, herederos de la Ilustración, hacia una forma de gobierno que creaba diferencias entre los súbditos -no se puede hablar en ese caso de ciudadanos-. Hoy día, los grupos de izquierda y de forma más general, los seguidores de la ideología woke, están poniendo los cimientos y levantando ya paredes de una sociedad mucho más parecida a la otomana que a la europea.

Estas semanas estamos asistiendo en el Congreso al intento de crear leyes que ataquen de manera concreta a los que expresen opiniones contrarias a los gitanos, como perpetradores de un delito de odio similar al de antisemitismo. Las políticas de identidad propugnadas por los grupos de izquierdas no se han detenido ni ante evidencias palmarias; en una región como Almería hay 150 grupos etnolingüísticas diferentes, y no se puede crear legislación penal adhoc, con diferentes derechos y deberes para los distintos grupos sociales.

La izquierda ha sustituido a una clase obrera que en Europa ya no les sirve de base política, y se ha dedicado al fraccionamiento de la sociedad para representar a grupos supuestamente marginados, a los que representan frente a una sociedad mayoritaria supuestamente opresiva.

Cuando se establecen leyes dependiendo de sexo, de origen étnico o cultural se comienza una vía que no tiene final y que concluye en este proceso de fraccionamiento social, que causa unas sociedades afuncionales, rotas y sin rumbo. Cualquier persona que se considere heredera de una sociedad tradicional, o de unas ideas legadas por la Ilustración, debería oponerse con todas sus esfuerzas a la imposición de este engendro. En las naciones más vivas de Europa así se está produciendo, esperemos que nos unamos a ellas pronto.

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