La socialdemocracia en Alemania y (II)

La socialdemocracia en Alemania y (II). Daniel López Rodríguez

Tras el triunfo del bolchevismo en Rusia surgiría la gran escisión entre la socialdemocracia (cuarta generación de izquierda) y el comunismo (quinta generación de izquierda). Desde entonces socialdemócratas y comunistas serían como hermanos: como Caín y Abel. Se trataba, pues, de la escisión entre reformistas y revolucionarios; entre nacionalistas o socialpatriotas («socialchovinistas» o «socialimperialistas», decía Lenin) e internacionalistas; entre oportunistas y radicales. Y se trató de una escisión que nunca tuvo reconciliación. Y ejemplos vivos se vieron en Rusia y en Alemania. La primera tomó el camino de la revolución, de manos de los bolcheviques; y la segunda de la vía reformista, e incluso de la contrarrevolución al poner freno a la insurrección comunista en la que fracasaron los espartaquistas (que, a su vez, fueron vistos con recelo por los bolcheviques). En Rusia venció y se hizo con el poder la facción revolucionaria de la socialdemocracia (que se transformaría en otra generación de izquierda), que implantó un régimen con libertad de partidos (eso sí, con uno en el poder y los demás en la cárcel, en la clandestinidad o en el exilio), y en Alemania la facción reformista que optó por el pluralismo político vía parlamentaria. Dictadura del proletariado en Rusia («dictadura sobre el proletariado» según sus enemigos) y democracia liberal en Alemania («dictadura de la burguesía» según bolcheviques y espartaquistas).  

Hasta 1917 no hubo una escisión formal en el SPD, pese a las división interna, que siempre estuvo latente, entre reformistas y revolucionarios y entre probelicistas y antibelicistas (que a su vez eran guerracivilistas); pero entonces surgió la ruptura con la creación del Partido Socialdemócrata Independiente (USPD), que lucharía contra el SPD por liderar la construcción del socialismo; lucha que estuvo vigente en la revolución de noviembre de 1918 por el camino que debía seguir tal revolución. A su vez, los espartaquistas de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, que estaban dentro del USPD, formaron el Partido Comunista de Alemania (DKP, en sus siglas en alemán), que se lanzó a la insurrección, la cual fue aplastada definitivamente el 13 de enero de 1919. El 19 de enero en la elección a la Asamblea Nacional el resultado dio muestras de la clara debilidad de los Independientes, que sólo obtuvieron el 5% del total de los asientos, frente al 39% de los socialistas mayoritarios. Asimismo demostró que los partidos socialistas juntos formaban una minoría y que los partidos burgueses y de derecha reorganizados, aunque divididos entre sí, venían a ser una fuerza plenamente capaz de reafirmarse en la nueva república alemana. 

Hilferding, máximo teórico del partido en los años 20, lo tenía muy claro: «debemos hacer a la clase obrera alemana consciente del valor intrínseco (eigrnwer) de la república y la democracia» (citado por Ignacio Walker, Socialismo y democraciahttp://www.cieplan.org/wp-content/uploads/2019/12/Capitulo_1_Parte-I_Socialismo-y-democracia.pdf, pág. 31). Y el programa de Heidelberg de 1925 siguió por el mismo camino: «la república democrática es la base más favorable para la lucha de la clase obrera por su liberación y para la realización del socialismo. Por tanto, el SPD protege e intenta perfeccionar la república» (citado por Walker, pág. 31). Y en el Congreso de Hanover de 1946, tras los espantos de la guerra, se afirmaba: «tal como el socialismo no es posible sin democracia, así también en el capitalismo la democracia está en constante peligro (…) el socialismo ya no es más una meta distante: es la tarea del día» (citado por Walker, pág. 33).    

A diferencia de los demás partidos del Segundo Reich, el SPD no era un partido local, sino que se extendía por toda Alemania; es decir, era un partido nacional; sin perjuicio de su vocación internacionalista, que sólo fue teórica, o más bien sin ninguna repercusión práctica (en el sentido de repercusión revolucionaria, pues sí tendría repercusión, y además mucha, como partido reformista, esto es, como partido referente para los demás partidos socialreformistas del continente).

Al acabar la Segunda Guerra Mundial y poner fin a doce años de nazismo y quedar una Alemania en una parte controlada por Francia, Gran Bretaña y, fundamentalmente, Estados Unidos y la otra parte por la URSS, el SPD también quedó dividido: en occidente quedó la parte liderada por Kurt Schumacher, que durante los años del nazismo, al igual que muchos socialdemócratas, estuvo preso en el campo de concentración de Dachau. En la zona oriental el jefe del partido era Otto Grote, que en 1946 se separó del SPD para unirse a los comunistas y formar el Partido de la Unión Socialista (SED, por sus siglas en alemán), que naturalmente era comunista prosoviético y no socialdemócrata prooccidental. Grote se convertiría en 1949 en el primer jefe del ejecutivo de la República Democrática de Alemania. 

Desde entonces hasta la caída del muro el SPD sería sólo un partido de la Alemania occidental. En las elecciones de 1949, las primeras tras la guerra, el SPD sacó el 29.2 % de los votos. El programa del partido trataba por entonces de ir contra el liberalismo, el capitalismo monopolista y el Estado corporativo, y se posicionó a favor del keynesianismo de la economía planificada y la socialización (se usaba la expresión «planificación»y se evitaba el término «nacionalización»). Los socialdemócratas alemanes planteaban la socialización de las minas, la industria pesada, la energía, el transporte, los seguros y la banca. No obstante, el SPD perdió las elecciones de 1953 y las de 1957.

En los años 50, con las derrotas electorales en Gran Bretaña y Alemania, los partidos socialdemócratas renunciarían a su anticlericalismo militante, a la lucha de clases y al socialismo final o fase superior del socialismo. Por tanto dejarían de ser partidos proletarios para transformarse en partidos multiclasistas, abiertos a una amplia base social y nacional. El SPD sería el Volkspartei, el partido del pueblo, esto es, el partido que luchaba no en las barricadas ni en la subversión sino en el reconocimiento del libre mercado pero regulado por el Estado, en la lucha por la consolidación del Estado del Bienestar.

El canciller demócrata-cristiano Konrad Adenauer confundía interesadamente a la socialdemocracia del SPD con el comunismo soviético, y afirmaba que «todo marxismo conduce finalmente a Moscú». Eso era muy incómodo para el SPD, que por algo no estaba en el gobierno sino en la oposición; y su tiempo en esta posición se prolongó hasta 1969 por la prosperidad económica que gozó la República Federal Alemana en los años posteriores a la llegada de Adenauer al poder, el llamado «milagro económico» alemán (el Plan Marshall hizo mucho, de hecho la RFA fue el más beneficiado por dicho plan).  

Sería en 1959, con el programa de Bad Godesberg, cuando el SPD abandonó definitivamente los principios de la lucha de clases y del marxismo, aceptando la economía de mercado pero defendiendo un sistema fuerte de seguridad social. Y de oponerse a la OTAN, pasó a ser uno de sus principales valedores. De hecho, desde Godesberg el SPD se abrió a cualquier otra doctrina, incluso al cristianismo (siempre frente al comunismo soviético, aunque éste estuviese en plena desestalinización, lo que significó su imparable decadencia). Es más, el programa de Bad Godesberg declaraba: «el “socialismo democrático” en Europa arraiga profundamente en la ética cristiana, el humanismo y la filosofía clásica» (citado por Fernando Silva Triste, Breve historia de la socialdemocracia, Universidad Autónoma Metropolitana, México 2005, pág.72).

En Godesberg el SPD obvió toda referencia ideológica (quedando fuera el marxismo), y pasaría a ser un partido pragmático y nacional. La tarjeta de identificación del afiliado pasó de roja a azul, y entre los miembros del partido ya no se llamarían «camarada» (kamerad) sino «amigo» (freund).

De modo que en 1959 en Godesberg el marxismo quedó fuera de los planes y programas del partido. Aunque ya era un partido decididamente anticomunista y antisoviético desde 1918. En Godesberg el SPD por fin reconoció abiertamente lo que en la práctica siempre había sido: un partido socialista democrático de reforma y no un partido revolucionario subversivo contra el orden capitalista establecido. Es decir, reconocía no ser un partido marxista, porque un partido sin filo revolucionario no puede considerarse estar inspirado directamente por Carlos Marx.

El programa de Bad Godesberg rubricaría definitivamente la victoria de Bernstein en el socialismo democrático alemán, que decididamente evolucionaría hacia el revisionismo y finalmente hacia el negacionismo del marxismo. Y quien dice Bernstein también puede decir Lassalle y Bismarck (por no hablar de la Sociedad Fabiana, que tanta influencia tuvo en Bernstein). Y el comunismo no pudo hacer la revolución en Alemania salvo en la parte oriental del país, y no ya desde la dialéctica de clases sino desde la dialéctica de Estados dado el avance cortical del Imperio Soviético en su victoria contra el Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial que para los soviéticos fue la Gran Guerra Patriótica (y no gran guerra comunista), aunque también una segunda guerra imperialista.

Dos años después de la Conferencia de Bad Gosdesberg el SPD obtuvo en las elecciones, con Willy Brandt como candidato, el 36.3%; frente al 31.8% que obtuvieron en los comicios de 1957. El partido de Konrad Adenauer, la Unión Democrática Cristiana (la CDU, por sus siglas en alemán, el partido de la actual canciller Angela Merckel), obtuvo el 45.3%, lo que supuso perder la mayoría absoluta, 50.2%, que obtuvo en las elecciones de 1957. En 1966 SPD y CDU forman la denominada Grosse Koalition en donde el líder de la CDU, Kurt Kiesinger, tendría el papel de canciller y el que fue alcalde de Berlín durante la construcción del muro, Willy Brandt (que llegaría a ser muy amigo de un tal Isidoro), sería ministro de Relaciones Exteriores, y Karl Shiller, también del SPD, como ministro de Economía. En las elecciones de 1969 el SPD obtuvo el 42.7% de los votos, frente al 41.6% de la CDU, y el Partido Liberal Demócrata (FPD, por sus siglas en alemán) obtuvo el 5.8%. El SPD tuvo que formar gobierno con el FPD. Willy Brandt sería canciller, y el líder del FPD, Walter Scheel, ocuparía el ministerio de Exteriores. El SPD gobernaría hasta 1983: primero con Willy Brandt y finalmente con Helmut Schmidt. En 1983 el SPD perdería el poder frente a la coalición de centro derecha encabezada por Helmut Khol. Tras dos décadas de gobierno demócrata-cristiano de la CDU de Konrad Adenauer, el SPD gobernaría la República Federal Alemana ininterrumpidamente entre 1969 y 1983.     

Finalmente la tendencia reformista de Lassalle se impuso a la tendencia revolucionaria de Marx en el SPD, y en Alemania todo intento de revolución comunista quedó abortado salvo con la entrada manu militari del Ejército Rojo.

Esta victoria del socialismo democrático revisionista (renegado del marxismo) no se restringió a Alemania occidental, sino que repercutió de forma general en todos los partidos socialistas europeos. Fue el fin de la revolución (esa fue la fuerza internacionalista real del SPD). Cosa que sabía muy bien Stalin ya en 1927 cuando decía: «No se puede acabar con el capitalismo sin acabar con el socialdemocratismo en el movimiento obrero. Por eso, la era de la agonía del capitalismo es, al mismo tiempo, la era de la agonía del socialdemocratismo en el movimiento obrero» (José Stalin, «El carácter internacional de la Revolución de Octubre», en Cuestiones del leninismohttp://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Stalin(SP)/ICOR27s.html, Pekín 1977, págs. 277-278-279).Y un año después añadía: «La socialdemocracia es el sostén fundamental del capitalismo dentro de la clase obrera» (José Stalin, «Sobre el peligro de derecha en el P.C.(b) de la U.R.S.S.», en Cuestiones del leninismohttp://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Stalin(SP)/RD28s.html, Pekín 1977, pág.314). Es decir, parafraseando al Vozhd, podemos decir que sólo se pudo acabar con el comunismo aupando al socialdemocratismo en el movimiento obrero. Por eso, la era de la agonía del comunismo fue, al mismo tiempo, la era del triunfo del socialdemocratismo en el movimiento obrero (que ya no era tal), en solidaridad, frente a la Unión Soviética, con la democracia cristiana europea y el neoliberalismo comandado por Estados Unidos. Y tras la destrucción de la URSS la socialdemocracia, la cuarta generación de izquierda, se transformaría -en palabras de ese malparido traidor del comunismo y de la madre patria Rusia Mijaíl Gorbachov- en «la casa común de la izquierda». Una generación de izquierda cuyos partidos se diluyen en el maremágnum de la democracia liberal.

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