Las influencias de Marx

Las influencias de Marx. Daniel López Rodríguez

Karl Marx nació, vivió y murió en la realidad política, social, cultural, científica y filosófica del siglo XIX y fue un hombre y un filósofo planamente decimonónico. Y, sin embargo, su doctrina supo adaptarse -no sin profundas reestructuraciones- en el siglo XX y fue determinante para la Realpolik o geopolíticade dicha centuria. Su nacimiento coincidió con el fin de tres décadas de agitación revolucionaria y contrarrevolucionaria, y los convulsos tiempos en los que vivió fueron tan revolucionarios y contrarrevolucionarios como los tiempos de la Revolución Francesa, las conquistas napoleónicas y la instauración de la Santa Alianza. 

La infancia y pubertad de Marx se desarrolla en la Europa postnapoleónica, la Europa de la reacción, de la contrarrevolución, de la restauración. Se trataba, en definitiva, de la Europa del Congreso de Viena.

Los tiempos de Marx fueron los tiempos de la Derecha y la Izquierda Hegeliana; de la revolución del 30 en Francia; de las revoluciones fallidas de Bélgica y Polonia de 1830; de la formación de Bélgica como nación política (lo que hasta entonces significó el único cambio importante tras lo acordado en Viena en 1815); de la conquista de Argelia por los franceses (1830-1847); de la primera guerra del opio en China (1839-1842); de la guerra entre Estados Unidos y Méjico (1846-1848), del triunfo de los radicales en la guerra civil de Suiza en 1847; de las revoluciones europeas o «primavera de los pueblos» de 1848 y 1849; de la independencia de Hungría (1849); de la Rebelión Taiping en China (1851-1864); del Segundo Imperio Francés (1852-1870); de la guerra de Crimea (1854-1856), que enterró para siempre la Santa Alianza; de la revolución española de 1854-1856 (la «Vicalvarada»); de la guerra entre Gran Bretaña y Persia de 1856; de la segunda guerra del opio (1856-1860), guerra muy ligada al capitalismo y al imperialismo británico; de la revuelta de los cipayos en la  India contra el Imperio Británico en 1857-1858, con las consecuencias de la recesión mundial y la crisis económica de aquel año (que, a diferencia de lo que pensaba Marx, no acabó en una nueva oleada revolucionaria); de la guerra anglo-persa de 1857-1858; de la guerra austro-francesa y la segunda guerra de la Independencia italiana de 1859; de la Guerra de Secesión estadounidense (1861-1865); de la creación a raíz de los principados del Danubio de Rumanía en 1862; de la revuelta polaca contra el Imperio Ruso en 1863 que fue aplastada por las fuerzas del Zar; de la guerra de Prusia y Austria contra Dinamarca en 1864 (la Guerra de los Ducados o Segunda Guerra de  Schlewig); de la guerra de Méjico y la consecuente derrota del Imperio Francés en la antigua Nueva España (1864-1867); de la guerra de la Triple Alianza en Sudamérica (1864-1870); de la Primera Internacional (1864-1876); de la guerra austro-prusiana «de las Siete Semanas» de 1866; de la revolución Meiji en Japón (1868); de la Guerra de los Diez Años en Cuba entre los rebeldes y el Imperio Español (1868-1878); de la revolución «gloriosa» y la Primera República en España (1866-1874); de la apertura del canal de Suez (1869), que hizo del Mediterráneo una ruta comercial que haría caer los costes de mercancía por mar hacia Asia; del Concilio Vaticano I (1869-1870); de la unificación de Italia (1861-1870); de la guerra franco-prusiana (1870-1871); de la unificación de Alemania o -como decía Marx- del nuevo «Sacro Imperio prusiano-germánico», también conocido como «Segundo Reich», en 1871; de la Comuna de París de 1871; de la fundación del Partido Socialdemócrata Alemán (1875); de la insurrección búlgara de 1877 contra el Imperio Otomano y la consecuente guerra ruso-turca de 1877-1878; del atentado contra el zar Alejandro II por el populista polaco Ignacy Hryniewiecki en 1881; de la Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia (1882); y de la ocupación británica de Egipto en 1882.

Marx creció política y filosóficamente en los ambientes de la Izquierda Hegeliana. Pero en cierto modo la filosofía política de Marx se pensó contra Hegel y la izquierda hegeliana (es decir, contra Bruno Bauer, Ludwig Feurbach, Max Stirner &cía). Así como también se pensó contra el socialismo utópico de Saint-Simon, Charles Fourier y Robert Owen. Como contra el anarquismo de Proudhon o el de Bakunin. Y también contra economistas ingleses como Adam Smith y David Ricardo o franceses como François Quesnay. 

Es decir, la obra de Marx no fue simplemente una mezcla más o menos espontánea de estos «pensadores» (filósofos, sociólogos, economistas), sino más bien fue una reflexión objetiva, dialéctica y crítica contra estos pensadores; triturando todo aquello que era triturable y salvando o retomando para su sistema todo lo que no podía triturar y sí adaptar y entretejer a su cuerpo de conceptos e ideas que tantísimo ha repercutido en la historia contemporánea, hasta el punto de que hay quienes sostienen que la Historia puede dividirse «antes y después de Marx»: desde luego que no se pueden explicar los dos último siglos sin semejante sistema de ideas, para bien o para mal o, mejor dicho, por decirlo con palabras del propio Marx, más allá del bien y del mal

La obra de Marx es tan importante que de no ser asimilada o tenida en cuenta (aunque sea para pensar contra ella) es como ser precopernicano, predarwiniano o algo por el estilo. Pero el detonante de la universalización de las ideas de Marx fue más que nada la revolución bolchevique del 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917 y la consecuente construcción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Si se me permite la ucronía, afirmaría que, sin la Revolución de Octubre, Marx sería tan conocido como cualquiera de los hegelianos de izquierda que hemos citado. 

Es más, sin el leninismo el marxismo sería una ONG o algo por el estilo. Sin el Estado de Lenin y Stalin el comunismo hubiese sido para imbéciles (en sentido etimológico, esto es, «sin bastón»), y más propio de una izquierda indefinida divagante (o incluso, poniéndonos en lo peor, extravagantefundamentalista), que viene a ser caso de algunas organizaciones comunistas que no han cuajado políticamente desde la plataforma de un Estado (como fue el caso del trotskismo). 

Si bien Hegel fue una influencia muy notable, considerado en el siglo XIX como un nuevo Aristóteles, el sistema de Marx no fue un mero apéndice de la filosofía de Hegel. Marx y Engels no fueron meros sucedáneos de la filosofía hegeliana y, como hemos dicho, retomaron todo aquello que les pareció potente para entretejerlo a su sistema de ideas, pues «Tomaron de los historiadores burgueses del período de la restauración el concepto de clase social y el de lucha de clases, de Ricardo la fundamentación económica de las contraposiciones de clase, de Proudhon la proclamación del proletariado moderno como única clase realmente revolucionaria, de los acusadores feudales y cristianos opuestos al nuevo orden económico nacido de la revolución del siglo XVIII el desenmascaramiento sin contemplaciones de los ideales liberales burgueses, la invectiva llena de odio que da en el blanco; del socialismo pequeño-burgués de Sismondi la aguda descomposición de las contradicciones irresolubles del moderno modo de producción; de los iniciales compañeros de viaje de la izquierda hegeliana, particularmente de Feuerbach, el humanismo y la filosofía de la acción [y la crítica materialista a Hegel]; de los partidos políticos obreros contemporáneos -los reformistas franceses y los cartistas ingleses- la importancia de la lucha política para la clase obrera; de la Convención francesa, de Blanqui y de los blanquistas la doctrina de la dictadura revolucionaria [que ya fue anunciada a finales del siglo XVIII por François Babeuf, aunque fueron Weitling y Blanqui los que explícitamente la desarrollaron en el XIX]; de Saint-Simon, Fourier y Owen todo el contenido de sus metas socialistas y comunistas: la subversión total de los fundamentos de la existente sociedad capitalista, la eliminación de las clases y de las contraposiciones de clase y la transformación del estado en una mera administración de la producción» (Karl Korsch, Karl Marx, Traducción de Manuel Sacristán, Ediciones Folio, 2004, págs. 201-202). 

En 1851 Ferdinand Lassalle dijo que Marx era «Ricardo convertido en socialista; Hegel convertido en economista» (citado por Jonathan Sperber, Karl Marx. Una vida decimonónica, Traducción de Laura Sales Gutiérrez, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2013, pág. 370). Y en 1914 un gran revolucionario dijo al respecto que la doctrina de Marx se basaba en las tres grandes corrientes ideológicas del siglo XIX, pertenecientes a los tres países más avanzados de la humanidad: «La historia de la filosofía y la historia de las ciencias sociales enseñan con toda claridad que no hay nada en el marxismo que se parezca al “sectarismo”, en el sentido de una doctrina encerrada en sí misma, rígida, surgida al margen del camino real del desarrollo de la civilización mundial. Al contrario, el genio de Marx estriba, precisamente, en haber dado solución a los problemas planteados antes por el pensamiento avanzado de la humanidad. Su doctrina apareció como continuación directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la historia, la economía política y el socialismo… El marxismo es el sucesor natural de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés» (Vladimir Lenin, «Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo», Grijalbo, Barcelona 1975, págs.23-24).   

También las ideas del filósofo alemán estaban influenciadas por un materialista como Paul Henri Thiry d’Holbach que escribió un siglo antes y que estuvo influenciado a su vez por Espinosa (que por supuesto también fue una influencia para Marx). Louis Blanc ya se percató de la importancia de los trabajadores en la sociedad industrial más de lo que Marx admitía. También la teoría del valor trabajo la expusieron antes John Locke, Adam Smith y David Ricardo. De Saint-Simon y sus discípulos tomó los elementos que constituyen la historia, y también de los historiadores liberales François Guizot, Augustin Thierry y el Abate Jacques-Paul Migne. Charles Fourier se refirió a la explotación y a la plusvalía, y la manera de remediar el problema a través del control estatal ya fue expuesta por socialistas ingleses como John Francis Bray, William Thompson y Thomas Hodgskin. Y, al menos un año antes que Marx, Max Stirner ya habló de la alienación de los trabajadores (que ya insinuó Hegel, que hablaba explícitamente de la alienación del Espíritu cuando la Idea se exterioriza en la Naturaleza). 

Aunque Marx jamás ocultó sus influencias y con su síntesis estaba «realizando un acto de justicia histórica y devolviendo a cada hombre lo que le es debido» (citado por Isaiah Berlin, Karl Marx: su vida y su entorno, Alianza Editorial, Traducción de Roberto Bixio, Madrid 2009, pág.35). Y otro autor dejó dicho: «La filosofía de la praxis presupone todo el pasado cultural, el Renacimiento y la Reforma, la filosofía alemana y la Revolución Francesa, el calvinismo y la economía clásica inglesa, el liberalismo laico y el historicismo, que es la base de toda la concepción moderna de la vida. La filosofía de la praxis es la coronación de todo este movimiento de reforma intelectual y moral, dialectizado en el contraste entre cultura popular y alta cultura. Corresponde al nexo reforma protestante más Revolución Francesa; es una filosofía que también es una política que es también una filosofía» (Antonio Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Traducción de Isidoro Flambaum, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires 1971, pág. 93).

Aunque sería justo añadir que Marx ejercía una peculiar forma de autocrítica a través de la crítica a los demás. Como se ha dicho, «Marx tomaba las ideas que había sostenido en otro momento y la proyectaba en otros pensadores, donde podía rechazarlas sin tener que criticarse a sí mismo» (Sperber, Karl Marx, pág. 176). 

Como le comentó a una de sus hijas, Marx era «una máquina condenada a devorar libros para luego arrojarlos, transformados, al basurero de la historia» (citado por David Priestland, Bandera roja. Historia política y cultural del comunismo, Traducción de Juanmari Madariaga, Crítica, Barcelona 2010, pág.57).     

Una influencia directa fue la de Eduard Gans (1796-1839), judío converso al cristianismo que fue su profesor de Teoría del Derecho y Derecho Prusiano en la Universidad de Berlín (en 1820 ocupó tal puesto docente en dicha universidad, siendo compañero ni más ni menos que de Hegel, del que posiblemente fuese el principal discípulo). 

Gans enfatizó la crítica política y social de la filosofía hegeliana y ha sido considerado como «el primer profesor universitario “político” alemán, que, ante la falta de un parlamento y de libertad de expresión, utilizaba la cátedra como forum y tribuna de discusiones político-filosóficas. Fue clave en el proceso de nacimiento y desarrollo de la llamada “Izquierda Hegeliana”, a la que luego pertenecería el propio Marx, aunque su posición debiera ser calificada como centrista dentro del universo del Hegelianismus. La primera apropiación de Hegel (y de ciertas perspectivas del socialismo naciente) por Marx, el transfert inicial de su filosofía y del método dialéctico, fue a través precisamente de las clases de Gans. Estudiosos de la etapa liberal de Marx hablan de una influencia “muy profunda y duradera”. En sus enseñanzas sobre la criminalidad, Gans, uno de los primeros en plantear el problema de la Soziale Frage (la Cuestión Social), afirmaba por ejemplo que la canaille delictiva, derivada del conflicto de clases y estamentos, es un hecho, no un derecho (como deducía la escuela reaccionaria del derecho), y citando a Saint-Simon positivamente, señalaba que era una situación histórica que podía y debía ser superada por la Humanidad. Gans está considerado hoy como uno de los autores fundamentales en el nacimientode la moderna filosofía política en Alemania» (Nicolás González Varela, Un Marx desconocido. Sobre «La ideología alemana», Copyleft, 2012, págs. 31-32). 

Puede leerse en los primeros compases del Manifiesto comunista: «Ciudadanos libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, en una palabra, opresores y oprimidos estuvieron siempre enfrentados entre sí, librando una lucha ininterrumpida, en ocasiones velada, en ocasiones abierta… En la antigua Roma tenemos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros y oficiales de los gremios, siervos… Nuestra época, la época de la burguesía… La sociedad entera se divide [en] burguesía y proletariado» (Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del partido comunista, Gredos, Traducción de Jacobo Muñoz Veiga, Madrid 2012, págs. 581-582, corchetes míos). 

Pues bien, veamos lo que puede leerse en las Memorias de Gans de 1836: «Del mismo modo que en su momento se enfrentaron maestro y esclavo, más tarde, patricio y plebeyo, y después, señor feudal y vasallo, ahora se enfrentan el hombre ocioso y el trabajador. Si se visitan las fábricas de Inglaterra, se encuentran cientos de hombres y mujeres, hambrientos y empobrecidos, al servicio de un solo individuo, sacrificando su salud, su disfrute de la vida, sólo para continuar con su existencia empobrecida. ¿No es acaso pura Esclavitud explotar a un hombre como si fuera una bestia concediéndole, únicamente, la libertad de morirse de hambre? ¿No es posible despertar una conciencia moral en estos proletarios desventurados y conducirlos a tomar parte activa en el trabajo que ahora ejecutan de modo automático? El criterio de que el Estado se debería ocupar de las clases más pobres y numerosas es uno de los más profundos de nuestro tiempo… la historia futura hablará más de una vez de la lucha de los proletarios contra los estamentos medios. La Edad Media poseía en las Corporaciones una organización social del trabajo. Las Corporaciones han desaparecido, ya no pueden restablecerse. Pero: ¿no ha escapado el trabajador, ahora liberado del despotismo de las Corporaciones y la dominación absoluta del Señor, para caer bajo el dueño de la fábrica? ¿Existe algún medio para evitar esta situación? Sí, lo hay: la libre Corporación (freie Corporation), la Socialización (Vergesellschaftung)» (citado por Sperber, Karl Marx, pág. 209). Como se ve, la influencia es evidente.

Si no hubiese muerto repentinamente a causa de un derrame cerebral en 1839 es posible que Gans hubiese sido el mentor de Marx, pero como murió su mentor sería Bruno Bauer, con el que terminaría discrepando tajantemente.

El mérito de Marx consistía en llevar a cabo una síntesis «de fenómenos sociales considerados hasta entonces relativamente aislados unos de otros». Y «Alteró la historia del pensamiento humano en el sentido de que, después de él, no era posible decir ya ciertas cosas» (Berlin, Karl Marx, pág. 38).

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