Legalizar la pederastia

Este extraño país nuestro, España, cateto, contradictorio y analfabeto funcional, ha emprendido un muy confuso camino: la exaltación y la condena, simultáneamente y según convenga, de cualquier conducta u opinión. Es decir, ha entrado en un estado de posgilipollez oportunista, manipuladora y totalitaria. Todo queda al arbitrario caprichito transitorio de quienes mandan por ahora.

Aquí se está, al mismo tiempo, a favor de la paz y del yihadismo musulmano-palestino, en contra del matrimonio infantil (sólo con la boca pequeña, porque uno de los iconos del rastrerismo imperante, Antonio, el hermano de Manuel Machado, se casó con una niña de 12 años) y a favor de la sodomización generalizada de los varones, en contra de Donald Trump y a favor de Castro, Morales y Maduro. Y, por supuesto, no eres nadie si no te ha manoseado algún cura en tu infancia o no has rendido tu vagina al abuso del dinero y la influencia. Vamos, que todos queremos ser vírgenes y putas al mismo tiempo. ¡Como es cultural, la Biología a callar! De la realidad, mejor ni hablamos. Me too.

El conflicto ha estallado cuando unos desalmados como yo pretenden, en el colmo del integrismo y la desfachatez, que sus hijos son suyos y no del Estado ni de quienes lo controlen. ¿Habrase visto? Contra ellos, los defensores del Totalitarismo, propietarios “in pectore” de cualquier infancia imaginable, vociferan y reclaman su torticera versión del respeto, mágica palabra para hincarnos y colarnos cualquier cosa. Respeto a la madre del “nasciturus” para que continúe habiendo 100.000 abortos anuales en España no atribuibles al camelo del cambio climático. Respeto a la abolición de cualquier igualdad ante la Ley y de la presunción de inocencia que consagran las Leyes LGTBi (las aprobadas por PSOE, PP, Podemos, Ciudadanos y demás peña). Respeto a la manipulación y el adoctrinamiento de los niños en las escuelas por parte de supremacistas, holocaustistas y aberracionistas. Respeto en fin por todo lo que le argumenta el lobo al cochino: pacencia y refunfuñate. Todo el agresivo revuelo organizado alrededor del PIN parental que impulsa VOX (una elemental medida de sentido común: todo lo que vayan a impartirle a mi hijo, optativo o complementario pero fuera del “curriculum” escolar oficial, deberá ser previamente autorizado por sus padres) esconde además un avieso propósito oculto. Desposeídos y cautivos los padres, confundido el niño y mantenido lejos de cualquier punto de valor y referencia, ya todo vale, y también como no, el máximo respeto a sus inclinaciones y deseos. ¿Quiénes somos nosotros para impedir que un niño se realice con una intensa relación sexual con un adulto de su agrado? Los pederastas van ganando la partida.

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