«La Nación de Lisboa nos denunció como parte de una conspiración hispano-lusitana para la agregación de Portugal al territorio español. La Nación de Madrid demostró hasta la evidencia que siendo la espontaneidad de las dos naciones y la unión de las dinastías el único medio que reconoce como legítimo para realizar la peninsular, nada había de criminal en la propaganda del iberismo político«
El párrafo reproducido vio la luz el martes 8 de marzo de 1853 en El Genio de la libertad, periódico vespertino cuyo título se asentaba sobre las palabras «Libertad», «Tolerancia», «Progreso», vocablo este que todavía figura en la bandera de Brasil, tan conectada a este movimiento decimonónico que ha rebrotado cada cierto tiempo. Por aludir a otro momento en el cual el proyecto peninsular trató de articularse, podríamos citar los impulsados a mediados de la década de los 60 del pasado siglo por el Congreso por la Libertad de la Cultura. Dos décadas antes, en 1942 España y Portugal habían configurado el llamado Bloque Ibérico, pacto estratégico bilateral rubricado por los gobiernos de Franco y Salazar. Ya en 1978, entre los días 17 y 19 de marzo de 1978, se celebró en el aula Francisco de Vitoria de la Universidad de Salamanca, el coloquio: La convivencia de culturas en la Península Ibérica. El encuentro reactivó la idea de constituir la Asociación Cultural Ibérica ya inscrita en 1965 en el Registro Provincial de Madrid. Décadas más tarde, en diciembre de 2014, quedó constituido el Partido Ibérico, sin que hasta la fecha haya cuajado dentro un panorama político al que, con cierta frecuencia, llegan encuestas que muestran un alto grado de receptividad, por parte de nuestros vecinos, de explorar algún tipo de unión -¿federal? ¿confederal?- entre las naciones políticas ibéricas.
Sin que, hasta la fecha, exista un plan tangible que permita la cristalización de una unión política que pudiera ser empleada por determinados sectores de la sociedad española para buscar más privilegios, recientemente se ha hecho público un proyecto que pudiera lograr fortalecer esos lazos por otras vías. Se trata del impulsado por la Agrupación Deportiva Ibérica(ADI) LGTBI+, estructura que, sujeta a la metáfora arbitral, se ha permitido enseñar una serie de simbólicas tarjetas a las diferentes comunidades autónomas españolas. Desde la particular atalaya de su observatorio, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Castilla-La Mancha, La Rioja, Galicia, Canarias, Ceuta y Melilla se harían acreedoras de la cartulina roja. En el otro lado de este espectro cromático, Aragón, Madrid, Comunitat Valenciana, Andalucía y Catalunya -la ADI LGTBI se mantiene en la estricta observancia de la toponimia oficialista- serían merecedoras de la cartulina verde por contar con articulado específico en materia deportiva. En una zona intermedia, amonestadas con la tarjeta amarilla, estarían Extremadura, Murcia y Euskadi.
El informe emitido por la Agrupación, hecho público el 17 de mayo, Día Internacional contra la LGTBIfobia, viene acompañado por una guía de buenas prácticas y recomendaciones para mejorar la legislación específica en el ámbito de «la diversidad sexoafectiva e igualdad en el deporte» y de una serie de datos entre los que destacan los siguientes:
- En 2019 se produjeron 278 crímenes de odio contra las personas LGTBI+ lo que supone un aumento del 8,6% respecto del año anterior.
- Sólo un 0,05% de los 11.000 participantes en los últimos Juegos Olímpicos eran LGTBI visibles.
- En toda la historia del fútbol español, ni un solo hombre se ha declarado públicamente homosexual o bisexual.
- A pesar de las legislaciones autonómicas presentes desde el año 2012, la primera sanción por un insulto homófobo en los terrenos de juego en España se produjo hace solo unas semanas cuando el waterpolista serbio Nemanja Ubovic llamó “maricón” en dos ocasiones a Víctor Gutiérrez. El Comité de Competición de la Real Federación Española de Natación le sancionó con cuatro partidos y una multa de 200 euros.
Fundada en 2009, la Agrupación Deportiva Ibérica LGTBI+ agrupa a un mosaico de entidades que aglutinan a casi 3.000 deportistas cuyos éxitos podrían constituir un precedente para uniones más ambiciosas. Agrupaciones de mayor escala que desbordarían el ámbito de la Península Ibérica, pues, ¿por qué limitar a ese trozo de tierra un proyecto que se hace bajo unos colores, los del arco iris, que arrumban los nacionales? El LGBTIberismo, tal nos parece, no sería sino el preámbulo de una particular forma de globalización ligada a una serie de identidades tan cargadas de subjetivismo como de posibilidades de mercado.