- Contexto de esta respuesta
El pasado 22 de junio el señor Hugo Felguerinos lanzó un hilo en la red social X (siempre Tuiter, para entendernos) en el que hacía una serie de comentarios acompañados con vídeos de diferentes autores del sistema del materialismo filosófico (entre ellos el propio Gustavo Bueno) citando mi artículo pensado contra el vídeo de Academia Play sobre los Illuminatis de Baviera (https://www.youtube.com/watch?v=CQ2H0bTNGg0), que se publicó en Posmodernia el 13 de junio: https://posmodernia.com/academia-play-y-los-illuminati/. El hilo puede leerse aquí: https://x.com/Felguerinos/status/1936771428675633270.
El hilo me pareció lo suficientemente interesante, y muy jugoso para ser analizado, como para no responderlo a través de la misma red social, donde al fin y al cabo todo se pierde, sino aquí mismo en las páginas de Posmodernia. Hay cosas que es mejor matizarlas y no dejarlas contestadas con la brocha gorda en Tuiter, un lugar poco serio para polemizar con rigor.
A su vez, sirva este texto, al igual que el anterior pensado contra el señor Javier Rubio Donzé, como apéndice de mi libro Historia del globalismo (Sekotia, 2022, 2025).
- Totalidades atributivas y totalidades distributivas
Así empieza el hilo del señor Felguerinos: «Pues es una pena que @daniel_lopezmf no recoja la interpretación tan interesante que hace @jrodriguezpardo sobre el factor atributivo de estas sectas secretas que aglutinan a miembreos [sic] de distintas confesiones protestantes bajo una misma norma».
Para los que no estén al tanto de estas cuestiones les aclaro que la distinción entre totalidades atributivas (que es a lo que se refiere el señor Felguerinos con la expresión «factor atributivo») y totalidades distributivas es del gran filósofo español Gustavo Bueno.
Totalidades atributivas son aquellas en las que sus partes mantienen sus relaciones o conexiones con el todo no directamente o inmediatamente, sino mediatamente, a través de las partes, es decir, las partes no se relacionan directamente con el todo sino entre sí pero precisamente esa relación entre sí de las partes constituyen el todo. Las partes, por tanto, se integran internamente de forma estructural, y en consecuencia el todo (atributivo) no es meramente la suma de las partes sino una unidad orgánica.
Totalidades distributivas, en cambio, son aquellas cuyas partes se muestran independientes las unas de las otras en el momento de su participación en el todo, es decir, con independencia de las relaciones o conexiones a las demás partes, no formando un todo funcional sino elementos simplemente agrupados. Las partes simplemente están unidas externamente al formar una misma clase o conjunto y por tanto no configuran un cuerpo orgánico.
Por ejemplo, un lápiz es una totalidad atributiva porque mantiene la unidad entre sus partes, esto es, hay continuidad entre unas partes y otras (mina, madera, goma…), formando digamos un todo compacto o estructura organizada en tanto nódulo (cuerpo) con con entorno, contorno y dintorno. Pero el conjunto de lápices habidos en el mundo constituyen una totalidad distributiva porque cada lápiz está separado de los demás (es decir, los lápices individuales están distribuidos porque hablamos de los mismos uno por uno de manera disyunta, aun manteniendo categoría o propiedad: ser lápices). (Véase https://www.filosofia.org/filomat/df024.htm).
El señor Felguerinos, si no me equivoco, comprende a las élites globalistas como si éstas, mediante sus organizaciones, formasen una totalidad atributiva (lo cual, a mi juicio, no es el caso). A su vez, puede leerse que comprende a las «confesiones protestantes» como una totalidad distributiva. Parece que evita el mito del protestantismo. Me refiero al mito de la unidad protestante. Ni mucho menos soy yo el primero en hablar, desde el materialismo filosófico, de este mito oscurantista y confusionario, pues el mismo fue expuesto por Gabriel Lozano, discípulo de Iñigo Ongay y precisamente del propio José Manuel Rodríguez Pardo en la Facultad de Filosofía de León de Guanajuato (Méjico). (Véase https://www.youtube.com/watch?v=WUTOdNZegSE).
Y efectivamente, el protestantismo no es una unidad, de hecho es todo lo contrario. Son sectas separadas en tanto instituciones, es decir, son instituciones diferentes cuyos líderes no obedecen las órdenes ni dictaminan los mismo dogmas que los otros líderes. Por tanto no se trata de una totalidad atributiva sino, en todo caso, de una totalidad distributiva al funcionar cada secta de manera diferente y al estar separadas no sólo institucionalmente (como organización) sino incluso doctrinalmente, y por ende no existe un centro que coordine a todas las sectas hacia una dirección única. Eso, sumando a la élite globalista, sonaría a conspiranoia protestante.
El catolicismo, en cambio, sí corresponde a un ejemplo de totalidad atributiva al ser la Iglesia una institución (y no múltiples instituciones), y al gozar por tanto de una estructura jerárquica unificada (Papa, obispos, sacerdotes, laicos) y asimismo las partes (fieles, clero, doctrina, sacramentos…) están interrelacionadas funcionalmente.
En definitiva: hay una unidad doctrinal y organizativa que articula el conjunto como un todo más menos coherente o cohesionado. Sin perjuicio, eso sí, de su pluralidad y sus contradicciones, porque dentro de la Iglesia hay diferentes órdenes religiosas: jesuitas, dominicos, franciscanos, benedictinos, opusinos, kikos… ¿Entonces podría hablarse también del mito de la unidad del catolicismo?
- Protestantes y globalistas
Continúa el hilo del señor Felguerinos: «El illuminatismo tiene funcionalidad material en el protestantismo evangélico, incluso incluyendo al judaísmo, para oponerse al mundo católico, que no necesitaría de este sectarismo de segundo orden por su jerarquismo».
Si por «illuminatismo» el señor Felguerinos se está refiriendo a los grupos de lo que he denominado «élite globalista financiera» (y no a la mitológica y extinta secta de los Illuminati de Baviera), es decir, a grupos como el Council on Foreign Relation, el Royal Institute International Affairs, el Grupo Bilderberg, la Comisión Trilateral o la orden Skull and Bones, entonces cabría responder a mi crítico que estos grupos no pivotan en torno a una orden religiosa («bajo una misma norma», por usar sus palabras), que sería el «protestantismo evangélico», pues también hay globalistas inmersos en las citadas instituciones que son católicos, o que al menos se presentan como tales. Por ejemplo, sin ir más lejos, el sucesor y antecesor de Donald Trump, el demócrata Joe Biden, es católico (el segundo presidente católico de Estados Unidos, el otro fue el asesinado John Fitzgerald Kennedy). Y es bien conocida la formación globalista del ex presidente. Otra cosa es que su catolicismo sea sincero, como también habría que recelar de la sinceridad protestante de muchos globalistas que públicamente se presentan como tales.
Asimismo también hay globalistas judíos (como reconoce el propio señor Felguerinos), neopaganos, masones e incluso ateos declarados. Aunque también cabe advertir que tampoco hay unidad institucional en el judaísmo, el paganismo, la masonería (no son lo mismo las logias que obedecen a la Gran Logia de Inglaterra que las que están bajo la tutela del Gran Oriente de Francia, así como existen logias muy diferentes que funcionan de manera independiente a estos dos grandes grupos) y el ateísmo (no es lo mismo un ateísmo existencial que un ateísmo esencial, por ejemplo). Por tanto estas tendencias son más bien totalidades distributivas.
Decir que las élites globalistas financieras anglosajonas «aglutinan a miembreos [sic] de distintas confesiones protestantes bajo una misma norma», como dice el señor Felguerinos, no es del todo exacto: primero porque dichas élites no están «bajo una misma norma» (como señalé en mi crítica al vídeo de Academia Play, puesto que entre la élite hay riñas económicas y disputas ideológicas y todos los magnates y sus ideólogos naturalmente, por la propia pluralidad de la realidad, no van a una y al haber diferentes instituciones a veces con planes y programas en algunos puntos enfrentados no componen una totalidad atributiva como si se tratase de una organización única con sede institucional); y segundo porque que pertenezcan a cierta confesión protestante no hace del globalismo una confesión protestante (¿de qué iglesia?, ¿acaso de la evangélica, como insinúa el señor Felguerinos?), porque también son componentes de esta élite católicos, judíos, masones y ateos declarados e incluso militantes.
Es más, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es protestante, esto es, presbiteriano de origen (criado en la iglesia presbiteriana) pero cercano precisamente al evangelismo en lo político. Y como he apuntado en varias ocasiones Trump se enfrenta a los globalistas al ser la cara visible de otra élite, que se autodenomina patriota, que se enfrenta a la afiliada al Council on Foreign Relations y el Grupo Bilderberg. Es decir, que hay protestantes (aunque no muy militantes, como es el caso de Trump) que se enfrentan a estas «sectas secretas», como las llama el señor Felguerinos.
Por tanto la asociación entre miembros de distintas confesiones protestantes y globalismo no es exacta y además distorsiona tanto la realidad de las confesiones protestantes como la del globalismo, y forzarla en extremo simplifica la complejidad de lo real y de este modo se corre el riesgo de caer en una especie de esquema de pareidolia cognitiva que busca patrones significativos que tratan de conectar todo con todo cuando las discontinuidades son manifiestas.
Asimismo, ese «mundo católico» del que habla el señor Felguerinos, suponiendo que se refiere a los países hispanoamericanos, tampoco forman una totalidad atributiva (como sí existía cuando eran territorios del Imperio Español), y de hecho las sectas protestantes (especialmente en sus formas evangélicas y pentecostales) están ganando mucho público en dichos países.
En Guatemala, Honduras, El Salvador, Brasil, Chile, y Colombia, el porcentaje de protestantes evangélicos ha subido significativamente, a veces superando el 20 y el 30% de la población. Obviamente el catolicismo sigue siendo la religión dominante en la región, pero mientras este decrece evangelistas y pentecostales (así como otras sectas) van creciendo. Y como siga así identificar hispanidad con catolicismo va a ser cada vez más complicado, que ya lo es de inicio.
Como también es complicado identificar a Estados Unidos (que obviamente al ser una nación constituyen una totalidad atributiva) con el protestantismo. De hecho, para más inri, el catolicismo es la religión con más fieles. Es más, hay más católicos en Estados Unidos que habitantes tiene la «católica» España. Véase la siguiente lista:
- Iglesia Católica: 19% – aprox. 49 millones
2. Iglesias evangélicas no denominacionales: 6% – aprox. 15,5 millones
3. Convención Bautista del Sur: 4% – aprox. 10,3 millones
4. Iglesia Metodista Unida: 3% – aprox. 7,7 millones
5. Iglesias Pentecostales (Asambleas de Dios, etc.): 3% – aprox. 7,7 millones
6. Iglesias Luteranas (ELCA, LCMS, etc.): 2% – aprox. 5,2 millones
7. Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: 2% – aprox. 5,2 millones
8. Iglesias Presbiterianas (PCUSA, PCA, etc.): 1% – aprox. 2,6 millones
9. Iglesia Episcopal (Anglicana): 1% – aprox. 2,6 millones
10. Cristianos Ortodoxos (griegos, rusos, etc.): 1% – aprox. 2,6 millones
11. Testigos de Jehová: 0,8% – aprox. 1,5 a 2 millones
- La desnortada actual Iglesia católica
Cabría hablar de la vinculación de la propia Iglesia católica con la élite globalista, al menos desde el Concilio Vaticano II, como deja a entender el propio señor Felguerinos (para el cual este concilio supuso «la desapareción [sic] del catolicismo»). Con el polaco Juan Pablo II la Iglesia se volcaría a favor de Estados Unidos contra la Unión Soviética en la Guerra Fría. Y con el argentino nada prohispano o prohispanista y para más inri difusor de la Leyenda Negra contra España, el cual no puede ser otro que Francisco Jorge Mario Bergoblio, la Iglesia se entregaría por completo -cabría decir en cuerpo, alma y espíritu- a la Agenda 2030. Hasta tal punto es así que se puede usar la expresión no ya de «más papista que el Papa» sino «más globalista que el Papa».
Para más inri, el nuevo Papa, León XIV es estadounidense (aunque de madre española y misionero en Perú durante 40 años), es decir, del país cuya iglesia con más fieles es la católica. Pero sobre su pontificado es mejor callar y ya se verá en el futuro como se desenvuelve frente a estas élites y frente a otras instituciones (contando además su marcha en la dialéctica de Estados en tanto Jefe del Estado vaticano).
Es cierto que desde el Concilio Vaticano II -como señaló Gustavo Bueno- la Iglesia católica ha perdido el norte. Pero con la agenda veintetrentista no sólo ha perdido el norte, sino además el sur, el este y el oeste. De hecho en estos años ha habido un proceso de protestantización de la Iglesia. Tal vez por eso el señor Felguerinos dice que el catolicismo ha desaparecido.
Creo que es excesivo decir que el catolicismo ha desaparecido, que ya no existe. No obstante, sí me parece que es cierto que ha perdido buena parte de su esencia con tanto aggiornamento, esto es, a base de excesiva «puesta al día» o «actualización»: en este caso acercándose peligrosamente, para su subsistencia, al globalismo veintetrentista elegetebeista y alarmista climático. Para eso ya está la ONU o la Unión Europea.
A mi juicio, es completamente gratuito decir que los grupos globalistas van contra la Iglesia católica, cuando ésta está en buena parte incorporada a los planes y programas de las instituciones globalistas (otra cosa es que la infiltración de ciertas sectas de este tipo en el seno de la Iglesia católica hayan borrado buena parte de su esencia, pero ése es al fin y al cabo el catolicismo actual realmente existente).
No obstante, podría objetarse que el núcleo de estos grupos se inspiró contra la Iglesia católica, pero en su estructura -como decimos- la Iglesia parece absorbida por la potencia de estos grupos y buena parte de los mandamases de la barca de Pedro en buena medida están o han estado al servicio de tan ilustrísimas élites. Parece que la Iglesia está perdiendo la batalla ideológica.
- Illuminatis y nazis: bávaros
Asimismo, los mismos Illuminatis de Baviera no cuajaron precisamente en un territorio mayoritariamente protestante sino católico, como es Baviera. Como también brotó en Baviera el nacionalsocialismo; que -por cierto- muchos discípulos de Bueno vinculan al protestantismo (en concreto al luteranismo: «de Lutero a Hitler»; de modo similar a como el señor Felguerinos lo hace con las sectas secretas globalistas).
Es más, Hitler era un austríaco católico (al menos bautizado como tal), que en su madurez odiaba más a los protestantes (a las múltiples sectas protestantes) que a los católicos (a los que desde luego tampoco tenía en alta estima).
La noche del 1 al 2 de diciembre de 1941 hacía la siguiente reflexión con cierto espíritu nietzscheano: «Para nosotros, estar atados a una religión que se vuelve contra todos los goces de los sentidos es catastrófico. En este aspecto la hipocresía de los protestantes es peor que la de los católicos. El protestantismo tiene la calidez de un iceberg. La Iglesia católica, que pese a sus miles de años de experiencia no ha perdido el contacto con sus orígenes judíos, evidentemente es más hábil. Permite las orgías de Carnaval primero porque es incapaz de impedirlas, y segundo porque el Miércoles de Ceniza recupera a los pecadores. Al mostrarles los sufrimientos del infierno consigue estimularles a ser adecuadamente generosos. ¡Tras los periodos de arrepentimiento hay momentos para expansionarse!» (Adolf Hitler, Las conversaciones privadas de Hitler, Traducción de Alfredo Nieto, Alberto Vilá, Renato Lavergne y Alberto Clavería, Crítica, Barcelona 2008, pág. 114).
De hecho el Führer tenía a la Iglesia católica como referencia de institución que persevera en el tiempo, es decir, como ejemplo a seguir en ese sentido, así como Adam Weishaupt tenía como modelo a la Compañía de Jesús. Pero la guerra hizo que sólo se tratase de un Reich de doce años, así como los Illuminati sólo existieron durante once años.
- ¿El Ku Klux Klan era protestante?
Mucho más correcto sería decir, por poner un ejemplo, que es más mayoritariamente protestante el Ku Klux Klan (otra sociedad secreta) que las élites globalistas financieras. Quiero decir, que el factor protestante repercutió más en el Ku Klux Klan que en dichas élites. Buena parte de los miembros del Klan, en su mayoría, estuvieron vinculados a determinadas sectas protestantes, es decir, eran miembros de diferentes iglesias protestantes (fundamentalmente evangélica, baptista, metodista sureña y de los Discípulos de Cristo). Otros protestantes -como los unitarios, los episcopales, los congregacionalistas y los luteranos- eran mucho menos numerosos en las filas del Klan. Y muy importante es señalar la ideología anticatólica de esta banda terrorista, sobre todo en el Segundo Ku Klux Klan; siendo a su vez antijudía y anticomunista.
En cambio, es cierto que las élites globalistas financieras pueden tener orígenes protestantes (por el peso histórico de las sectas protestantes en la plataforma anglosajona), pero su carácter es más pragmático, secularizado y pluralista (suelen ser partidarios de la libertad religiosa), sin que se tome partido explícitamente por una determinada identidad religiosa confesional (protestante o de otra índole). Aunque ciertamente muchos de sus miembros puedan tener trasfondo protestante, eso no quiere decir que actúen motivados por esa identidad religiosa de forma explícita (y ni mucho menos «bajo una misma norma»), como sí hizo a su modo el KKK, aunque también es cierto que la unidad nacional de éste también es algo discutible.
Ahora bien, también sería justo decir que ninguna denominación protestante importante respaldó oficialmente al Ku Klux Klan. Es decir, las iglesias protestantes no apoyaron oficialmente al Klan, y de hecho muchas lo condenaron públicamente. Que el Klan usase símbolos cristianos (como la cruz incendiada) no significa que tuviese apoyo eclesiástico de alguna iglesia protestante, por anticatólico y antijudío que fuese (como también era anticomunista).
La ideología supremacista blanca, violenta y racista del Klan se confrontaba con las enseñanzas cristianas protestantes oficiales, incluso en contextos donde el racismo era socialmente tolerado. Por tanto tampoco es exacto ecualizar Ku Kux Klan con protestantismo.
Aunque bien es cierto que el catolicismo doctrinalmente es antirracista (en principio todos los seres humanos son criaturas de Dios que tienen la misma dignidad, al margen de la raza y la nacionalidad). Sin perjuicio de que haya católicos racistas a título individual. En cambio, en el protestantismo, al ser tan diverso, no se puede generalizar como en el caso del catolicismo. Muchas confesiones protestantes rechazan y condenan el racismo y defienden la igualdad humana basándose en principios bíblicos. El ejemplo más famoso es el de Martin Luther King Jr., pastor bautista que promovió la igualdad racial desde una perspectiva cristiana.
No obstante, a lo largo de la historia, algunas ramas protestantes han estado vinculadas a movimientos racistas, segregacionistas o incluso supremacistas. Algunas iglesias protestantes evangélicas han manifestado posturas polémicas que a veces se asocian con una resistencia a las políticas de igualdad racial. Como por ejemplo la Southern Baptist Convention, fundada en 1845 con objeto de defender la esclavitud.
- ¿El catolicismo es racionalista?
Está muy bien hablar del racionalismo del catolicismo frente al subjetivismo e irracionalismo de muchas sectas protestantes y el fanatismo de diversos grupos musulmanes, como ha señalado Gustavo Bueno. Pero no hay que olvidar que el catolicismo también se rige, y de hecho fundamentalmente, por dogmas irracionales de creencia.
¿Acaso no es un mito oscurantista y confusionario la virginidad y la ascensión al Cielo de María? ¿Acaso no es mitológica la propia resurrección de Cristo, el dogma fundamental del cristianismo? ¿No es excesivamente embrollado aquello, que distinguía a católicos de arrianos, de que Jesús es Dios, es decir, la Segunda Persona de la Trinidad es la misma que la Primera Persona a través del Espíritu Santo liándose, y nunca mejor dicho, la de Dios es Cristo? ¿No es completamente irracional la resurrección de la carne en el Día del Juicio Final con la llegada del Mesías y sus doce legiones de ángeles?
Por no hablar de la creencia en el Infierno, donde los condenados sufren los dolores más intensos y apabullantes durante toda la eternidad, como así aún lo sostiene el Catecismo de la Iglesia Católica:
«1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: “Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él” (1 Jn 3, 14-15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno”.
»1034 Jesús habla con frecuencia de la “gehenna” y del “fuego que nunca se apaga” (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf. Mt10, 28). Jesús anuncia en términos graves que “enviará a sus ángeles […] que recogerán a todos los autores de iniquidad, y los arrojarán al horno ardiendo” (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la condenación: “¡Alejaos de mí malditos al fuego eterno!” (Mt 25, 41).
»1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, “el fuego eterno” (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira» (https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a12_sp.html#IV%20El%20infierno).
Si esto es racionalismo, que venga Dios y lo vea. Permítanme la ironía.
- Organizaciones totalizadoras
Sigamos con el hilo del señor Felguerinos: «La base de este sectarismo de segundo orden [el de las élites «Illuminati»] está en que cree en una idea armónica de totalización universal. Estas sectas de segundo grado pondrían ante sus mienbros [sic] el secreto de la idea gnóstica de la armonía».
¿Pero acaso la Iglesia católica está exenta de creer en una idea armónica de totalización universal? Sin ir más lejos la expresión «católica» significa «universal» o «general», pues procede del griego καθολικός (katholikós): de κατά (katá): «según» o «en relación a» y ὅλος (hólos): «todo» o «entero»; es decir, etimológicamente católico significa «en relación al todo». El término fue usado por primera vez por San Ignacio de Antiquía entre el siglo I y el siglo II refiriéndose a la Iglesia como una comunidad universal de creyentes.
Este universalismo está basado en el imperativo proselitista que el evangelista le hace decir a Jesús: «Id y predicad a todas las naciones en hombre del Padre, el Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 29.18). ¿Acaso es algo inédito que la Iglesia pretenda ampliar su voz y por ende su comunidad de fieles urbi et orbi? ¡Menuda Iglesia «católica» sería si no se postulase así! Aunque esto sólo sería un ideario-límite, y por tanto utópico. Como igual de imposible es el Estado Mundial de los globalistas.
De hecho esa idea armónica de totalización universal viene a ser destruida por la múltiples sectas protestantes, que al ser anticatólicas son antiuniversalistas en ese sentido, es decir, vinieron a fraccionar la unidad del cristianismo (que ya estaba fracturada, pues ya en el siglo VII San Isidoro de Sevilla cuenta unas 68 herejías en el Libro VIII de sus Etimologías).
La conocida en la Edad Media como «Cristiandad» se rompió precisamente por las sectas protestantes, que hicieron de Europa (que ya empezaba a ganarse este nombre) una biocenosis con las guerras de religión. El ejemplo más eminente es la Guerra de los Treinta Años que devastó buena parte del centro del continente.
Sobre «la esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva» dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «1042 Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado: La Iglesia […] “sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo […] cuando llegue el tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo” (LG 48)».
¿No ve aquí el señor Felguerinos un ejemplo claro de «totalización universal», o pretensión a tal cosa?
En El papel de la filosofía en el conjunto del saber Gustavo Bueno habla de organizaciones totalizadoras, refiriéndose a la filosofía como un saber de segundo grado que relaciona, articula y estructura críticamente (esto es, clasificando y triturando apagógicamente) el conjunto de los saberes (científicos, técnicos, religiosos, etc.) desde una perspectiva materialista pluralista y atea esencial total y por supuesto sistemática, sin que estos saberes se reduzcan unos a otros o formen un caos confuso y ni mucho menos una totalidad dogmática sino más bien dialéctica y crítica. En tanto organización totalizadora Bueno no quiere decir que el saber filosófico sea absoluto y cerrado.
Pues bien, también se refiere Bueno a la Iglesia católica como organización totalizadora, es decir, una forma de expansión totalizante que no es meramente territorial sino estructural y doctrinal, articulando el mundo en torno a un núcleo de saber y poder y que además aspira a integrar a toda la humanidad. «Como ejemplos típicos de lo que entendemos por “organizaciones totalizadoras”, nos referiremos otra vez a la Iglesia católica y al Estado soviético. La Iglesia extiende su interés a los más variados e íntimos aspectos de la conducta no sólo en el templo, sino en la familia, en la vida íntima» (Gustavo Bueno, El papel de la filosofía en el conjunto del saber, Editorial Ciencia Nueva, Madrid 1970, pág. 33).
Pero continuemos con el hilo tuitero: «Estas élites del Imperio Mercader, que habñan [sic] en inglés, creen que pueden totalizar el mundo mediante su conmensuración económica. “Todo es economía” para ellos». «Y esta gente, con estas ideas gnósticas armónicas, envueltas por nematologías vulgares, daimónicas, acaban creyendo estas nematologías y acaban haciendo aberraciones (como avisaba arriba GB) porque creen que el “mundo está en sus manos”».
Pues bien, también podría decirse: los cristianos (y más los católicos por ser la religión pretenciosamente universal) creen que pueden totalizar el mundo mediante la conmensuración religiosa. Todo es religión (católica) para ellos, porque creen que el mundo está en sus manos (o más bien en las de su Dios, el cual incluso llega a encarnarse en el hijo de María).
Añade el señor Felguerinos: «Es por esto que nosotros [se supone que los seguidores del materialismo filosófico de Bueno, lo cuales -por cierto- tampoco viven en unidad armónica y hay varias interpretaciones del sistema] no sólo condenamos a estas sectas como superstición gnóstica. También condenamos la nematología de base que las alimenta que es el liberalismo que practica Donzé».
Y no sólo el liberalismo, sino la socialdemocracia, que al fin y al cabo es un liberalismo de izquierdas, o el socialismo controlado por la élite capitalista-globalista, siendo los ejemplos más claros la Sociedad Fabiana de Inglaterra y el Partido Socialdemócrata Alemán, como comento en este artículo: https://www.fgbueno.es/bas/pdf3/bas52d.pdf.
Aunque con el liberalismo pasa lo mismo que con el protestantismo (y el cristianismo en general): que se dice de muchas maneras.