La nueva era progresista de la agenda mundialista 2030 de la ONU (III)
Continuamos con la serie de artículos sobre el proyecto mundialista que impulsa la ONU desde su ámbito supranacional (La ONU, Control de la natalidad…) y ajeno a cualquier proceso de decisión en el que participe con protagonismo el pueblo soberano, un proyecto que supone un cambio socio cultural de dimensiones planetarias e históricas, ejecutado en la más pura tradición del despotismo ilustrado.
La agenda 2030 proclama como objetivo número 5 el “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”. Según la ONU, la igualdad de género no solo es un derecho humano fundamental, sino que es uno de los fundamentos esenciales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible. Como vemos, la ONU olvida la configuración esencial de cualquier derecho humano para sacarse de la manga un derecho, no de la persona, sino de la categoría sexual, que se superpone al clásico derecho a la igualdad de trato a todo individuo con independencia de su condición.
Se trata de un objetivo programático basado en la ideológia de género, que tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y especialmente tras la revolución cultural del 68, ha ido instalándose como uno de los modelos de pensamiento único de la postmodernidad.
Betty Friedan, en su obra La mística de la feminidad, que obtuvo un Premio Pulitzer en 1964, arremete contra las “convenciones culturales” que valoraban el papel de la mujer como ama de casa y madre. En los años 70, Shulamith Firestone, una de las principales figuras del feminismo radical de corte marxista, afirmaba en su Dialéctica del sexo: “Así como la meta final de la revolución socialista era no sólo acabar con el privilegio de la clase económica, sino con la distinción misma entre clases económicas, la meta definitiva (…) debe ser no simplemente acabar con el privilegio masculino, sino acabar con la distinción de sexos misma”. Firestone es además partidaria de la paidofilia y del incesto, porque no hay forma más eficaz de destruir la familia que haciendo de la paidofilia y del incesto conductas normales. Kate Millett, en la órbita de la Escuela de Frankfurt, en su Política sexual, publicada en 1970, insistía también en la sociedad patriarcal como forma de opresión de la mujer, criticando también el papel social que desempeña la familia tradicional. Germaine Greer en su libro La mujer eunuco(también publicado en la década de los 70) denuncia el papel sexual pasivo de la mujer, señalando el amor romántico y el matrimonio como un producto de la cultura patriarcal. Ambos constituyen “la fantasía mutua sobre el amor heterosexual, más comúnmente aceptada en nuestra sociedad: la familia». Ya en nuestra época, Judith Butler en su libroDeshacer el género(2006), insiste en estas ideas: “El género es una construcción cultural; por consiguiente no es el resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo […] Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de atadura, en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, pueden significar tanto un cuerpo masculino como uno femenino”. Todas ellas tenían su referente en Simone de Beauvoir, miembro del Partido Comunista Frances, de servidumbre estalinista, que en su libro El segundo sexo, publicado en 1949,ya sostenía que el hombre había logrado sojuzgar a la mujer gracias a las convenciones sociales, culturales y religiosas, de manera que las características femeninas no vendrían dadas por la genética, sino por la tradición cultural.
La familia, según esta ideológia subproducto del marxismo, es un instrumento de opresión de la mujer, que debe ser eliminada en su tradicional configuración, para lograr su liberación y su desarrollo en plena igualdad con el hombre.
La caída del Muro y el derrumbe del bloque soviético deja al marxismo definitivamente huérfano de sus ideas emancipadoras originales. Con un proletariado convertido en clase media en las sociedades occidentales, cuya aspiración máxima es el disfrute de la vida burguesa, la lucha de clases y la revolución carecen de sentido. Pero la izquierda encuentra un sustitutivo de su lucha de clases en la lucha de sexos, los oprimidos a emancipar ahora ya no serán los proletarios, sino las mujeres y las minorías sexuales.
Paradójicamente, el individualismo desenfrenado que nace bajo los auspicios de la revolución cultural del 68, impulsa el triunfo de las sociedades consumistas y por ende del capitalismo. En este contexto, la ideológia de genero se contrapone al ideal familiar. Si la familia implica, por su naturaleza, la continuidad biológica del ser humano, la estabilidad afectiva y sentimental, la responsabilidad comunitaria y un marco natural de solidaridad, su destrucción resulta plenamente coherente con el proceso de individualización capitalista. Por su parte, el socialismo marxista nunca creyó en las comunidades orgánicas y naturales, pues su visión se basaba en una colectividad configurada desde el Estado. Pero la nueva izquierda incluso abandona la idea clásica de una colectividad homogénea de iguales, para defender la fragmentación social mediante su división en minorías, entre las que se encontrarían las mujeres, homosexuales, inmigrantes… Así, por mucho que puedan parecer fenómenos antitéticos, el capitalismo y la nueva izquierda se complementan, ya que ambos conducen a la misma meta de precarización de la existencia humana, al buscar tutelar los deseos materiales del individuo, convertido en un número de la masa de consumidores o en parte de una minoría de la sociedad fragmentada, que carece de cualquier vínculo de solidaridad común que no sea el impuesto por la coerción del Estado.
No es pues de extrañar que esta aplastante colusión entre las dos líneas de pensamiento predominantes en la segunda mitad del siglo XX se traslade al programa de la ONU. La Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, celebrada en El Cairo en 1994, introduce, como ya vimos en la anterior entrega de esta serie, el concepto de «derechos reproductivos», para concebir el aborto como un instrumento de liberación de la mujer y de control demográfico para facilitar el desarrollo sostenible. La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekin en 1995, introduce la denominada “perspectiva de género”. La canadiense Rebecca J. Cook, redactora del informe oficial de la ONU en la Conferencia, explicaba el concepto en su discurso pronunciado ante los delegados de los diversos países: “Los sexos ya no son dos, sino cinco, y por tanto no se debería hablar de hombre y mujer, sino de mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales y bisexuales”. Es decir, la “perspectiva de género” que asume la ONU, es la ideológia de género elaborada como subproducto marxista, que proclama que el género esta desvinculado de la realidad biológica y constituye un rol socialmente construido, de forma que los conceptos de varón o mujer han de ser superados.
No se trata sólo de conseguir la igualdad entre el hombre y la mujer en lo económico, en lo social y en lo cultural, pantalla tras la que se presenta la ideológia de género. Se trata de una aspiración totalitaria. En el nuevo orden mundial que pretende la Agenda 2030, hay que construir una sociedad en la que quede superado el concepto hombre/mujer y así formar una sociedad nueva y distinta. De ahí la insistencia de la ONU en utilizar el concepto igualdad de género y no el de ideología de género, con el único fin de camuflar las verdaderas intenciones de ingeniería social que pretende en su programa.
La Agenda 2030, centrada en la ruptura antropológica en lo social, entiende que las diferencias entre lo masculino y femenino se deben a cánones sociales y culturales, dejando de lado las características biológicas de los individuos. El ser humano nace sexualmente neutral. Y es la sociedad, especialmente a través de la familia, la que determina su inclinación con los roles tradicionales de lo masculino y lo femenino. Consecuentemente hay que cambiar el concepto de naturaleza humana para lograr esa “igualdad entre los géneros”.
Así en el documento publicado por Naciones Unidas en 2016 titulado “Vivir libres e Iguales “, (ACNUDH) se afirma que “la identidad de género es la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la experimenta profundamente”. No se trata pues de respetar a quienes, por las razones que sean, deciden vivir su sexualidad o incluso convivir sentimentalmente con otras personas del mismo sexo. El respeto a la dignidad de toda persona, por el hecho mismo de serlo, es un principio básico de nuestra civilización. ¿Quién se va a negar a luchar contra la discriminación de las personas debido a su orientación sexual? A cualquiera le conmueve y le repugna que en Irán se cuelgue de grúas a personas por el mero hecho de ser homosexuales. Pero de nuevo nos encontramos con una pantalla. Ninguna persona de bien puede oponerse a la lucha contra las violaciones de los derechos de las mujeres o los homosexuales y a que se proteja sus vidas, su salud y su derecho a ser tratados ante la ley con igualdad, pero otra cosa muy diferente es negar la feminidad y la masculinidad, para construir una naturaleza humana artificial, a medida del individuo, y paralela a la biológica.
Para construir este nuevo orden mundial no hay que hacer revoluciones violentas, sino que hay que cambiar lentamente la mentalidad y el pensamiento de las personas. Cambiar sus valores. Son dos los instrumentos para lograrlo: La presión del Estado a través de su legislación y la presión de los mass-mediaen sus manifestaciones informativas, culturales y de ocio.
Así, en la Asamblea General de la ONU de febrero de 1996 ya se insta a todos los Estados a que «promuevan una política activa y visible por la cual se incorpore una perspectiva de género en todos los planos». Kofi Annan nombró un Consejero Especial para Cuestiones de Género, y le atribuyó un mandato que cubría la totalidad de la estructura de la ONU. Surge la Office of the Special Adviser on Gender Issues and Advancement of Women (OSAGI). Su objetivo es desarrollar métodos e instrumentos que faciliten la integración de la perspectiva de género en todo el sistema (gender mainstreaming) y controlar los progresos que van realizando el Secretariado de la ONU, las Comisiones Regionales y las distintas oficinas de la ONU en el mundo. En efecto, todas las agencias de la ONU e importantes organizaciones supranacionales han incorporado esta “perspectiva de género” en sus actuaciones y declaraciones oficiales, UNESCO, OMS, Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNICEF, ACNUDH, Banco Mundial, Fondo de Educa UMCH, FMI, OEA, Unión Europea… En la reunión del G20, que tuvo lugar en Argentina en el 2018, por ejemplo, se anunció en la declaración final que “la igualdad de género es esencial para el crecimiento económico y para el desarrollo equitativo sostenible”. A nivel nacional, resulta bastante esclarecedor que, en países como China o Rusia, donde el Estado no ha asumido entusiásticamente las recomendaciones de la ONU, la ideológia de genero no tiene el mismo predicamento que en los países occidentales donde ha sido incorporada con fervor a los programas de gobierno. En cuanto al caso chino, además evidencia que mezclar desarrollo e ideológia de género es simple y llanamente una patraña.
Desde el ámbito privado, poderosas fundaciones y multinacionales, han asumido también este programa de reeducación mundial. No podían faltar Planned Parenthood o la Fundación de Soros, Open Society, que lleva dedicados 18.000 millones de dólares a la causa de la ideológia del género y la planificación de la natalidad. Pero también nos encontramos con la Fundación Rockefeller, la Fundación Ford, la Fundación Bill & Melinda Gates, la Fundación MacNamara o la Out on the Street, que agrupa importantes brokers de Walt Street.
Entre los medios de comunicación encabeza la lista la CNN, propiedad del magnate Ted Turner, el New York Times, Reuters, CBS, The Economist, The Washington Post, US News and World report, The Observer, la BBC, Wall Street Journal, Financial Times, Die Zeit, la cadena alemana DW, el London Times y un largo etc tienen una línea editorial que incluye los postulados de la ideológia de género. HBO, Netflix, Amazon o Disney también incluyen en sus producciones la propaganda favorable hacía la ideológia de género. Por supuesto Google, Facebook, Twitter o Apple han abrazado los códigos de la ideológia de género.
También multinacionales como Coca Cola, Pepsi Cola, Starbucks, Nike; American Express, Bank of America, Pfizer, AT&T (American Telephone and Telegraph) y un larguísimo etc han acabado incluyendo en su publicad los estereotipos de la ideológia de género.
Añadido al trasfondo programático, no podemos olvidar que la Agenda 2030 supone un descomunal entramado de intereses económicos, que la Federación Sueca de Derechos de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero, Queer e Intersex, ha expuesto descarnadamente. El lucrativo negocio que va a suponer la Agenda 2030 va a llenar el bolsillo de algunos a costa de los contribuyentes de todo el mundo y especialmente de Occidente. Por ello los suecos hablan de que su “colectivo” no puede quedarse fuera del reparto de la tarta: “se van a destinar billones de dólares a materializar la Agenda 2030 para aliviar los problemas más urgentes del mundo como la pobreza, la desigualdad, el acceso al empleo, la educación, la atención médica y la vivienda. Estos problemas tienen un impacto desproporcionado en la comunidad LGBTI. Sin la inclusión y participación significativa de las personas LGBTI en este plan, la Agenda 2030 nunca se logrará”.