(respuestas a cuatro preguntas formuladas por Arturo Hernández González, de la revista colombiana Noche Laberinto. Es una primicia, todavía inédita. Las redacté a las tres de la mañana del martes 24, desvelado y preocupado por lo que Ortega llamó “El tema de nuestro tiempo” y lo puso como título de uno de sus libros. Aún no he remitido este texto a la revista en cuestión. Curiosa sincronía, porque el insomnio, unido a lo que pasa en el mundo, y no digamos en España, me sumió en un laberinto nocturno. Téngalo el lector en cuenta).
- Maestro Sánchez Dragó, usted ha pensado a fondo la historia de las religiones y tiene para sí una idea concreta acerca de la fe. En los tiempos que corren y teniendo en cuenta la popularización del ateísmo en Occidente, ¿cuál cree usted que será el panorama al que la fe, como principio individual, se enfrentará dentro de 15 o 20 años?
La fe no desaparecerá nunca, porque el ser humano es un mamífero crédulo que necesita ese factor para no desesperar. Los mayas hablaban del Camino del Corazón, que es el que propuso Pascal para creer en Dios (y Dostoievski en “Los hermanos Karamazov”). La fe corrige por medio de la emoción los excesos de la razón, cuyo sueño produce esos monstruos de los que hablaba Goya, pero no la niega. Al contrario: la reafirma, corre pareja con ella. Escribía Antonio Machado: “Busca a tu complementario / que narcha siempre contigo / y quiere ser tu contrario”. En el Popol Vuh se dice que quien sigue el camino del corazón, no se equivoca nunca. Puse esa cita en el encabezamiento de la más leída de mis novelas. A la misma conclusión llegó Dante en la última estrofa de La Divina Comedia. Cambiarán los dioses y su relato, pero el fideísmo permanecerá y, probablemente, se intensificará. El ateísmo, por otra parte, también es una religión predicada por la ciencia y por esa herejía del cristianismo que es la izquierda..
- Las recientes movilizaciones feministas en Oriente Próximo a favor de la educación de las niñas y el libre acceso laboral para las mujeres parece deberse a una apertura hacia nuevos saberes y conocimientos que la tecnología hace posible. ¿Considera que estamos presenciando una nueva “muerte de los grandes relatos”, debido al creciente rechazo social que producen los dogmas identitarios de religiones como el islam?
Ese rechazo es ambiguo y más aparente que real, pues también crecen, y en mayor medida, los integrismos, que son el resultado de una interpretación literal de las Sagradas Escrituras. Incluyo en éstas no sólo los dos Testamentos de la Biblia, el Corán et alii, sino también las Constituciones que sirven de genoma al credo de la Democracia, que es la religión monoteísta de nuestro tiempo y, a la vez, su contratiempo. Ferlosio se equivocaba: aunque cambien los dioses, nada ha cambiado ni cambiará. Mowgli, tras su larga y fértil aventura vivida en la selva, regresó al villorrio en el que había nacido. Kipling sabía que el hombre siempre vuelve al hombre.
- Las perspectivas críticas en materia de género, raza, etnia han generado cambios evidentes en la comunicación de los agentes sociales. Cualquier discurso que sea -justa o injustamente- considerado sexista o racista por “el gran público” es cancelado. La inmediatez de las opiniones que expresan los usuarios de redes sociales genera además una censura automática. ¿Es entonces nuestra modernidad el mejor ejemplo de una oclocracia (Gobierno de la muchedumbre)?
El gran público sigue siendo mayoritariamente sexista (cuestión de hormonas y de anatomías) y racista (“el infierno son los otros”, argumentaba Sartre, más Demiurgo que Dramaturgo, en la más conocida de sus obras de teatro). Sólo presumen, mintiendo, de ser antisexistas y antirracistas los políticos –no todos– y los periodistas, que son los cabestros de esa ganaderia y los voceros de su propaganda. En las redes sociales, o al menos en Twitter, que es la única que yo frecuento, hay de todo, aunque en ellas predominen los borregos. Dicho esto, respondo a su pregunta: el sufragio universal siempre conduce, por vía de clientelismo electoral e incompetencia y necedad del electorado, a la oclocracia. Eso lo dijo hasta Platón y Aristóteles no le anduvo a la zaga. A Sócrates le costó la vida. Fue una asamblea la que lo condenó a morir. Soviet significa, en ruso, asamblea. En asambleas se reunían los camicie nere de Mussolini y los indignados de los que surgió el neofascismo podemita. El asambleísmo es la matriz de la chusmocracia y del totalitarismo.
- Aunque los temas y los arquetipos de la corrección política han cambiado radicalmente en los últimos cincuenta años, el espíritu de ésta sigue siendo el mismo. Pero, y aunque pueda parecer inocente la pregunta, ¿cómo podríamos concebir un mundo sin corrección política? ¿Cuál podría ser el “mejor de los mundos posibles” en materia política y moral, para alguien como Fernándo Sánchez Dragó?
La corrección política, que siempre ha existido y siempre existirá, aunque con catecismos diferentes y a menudo opuestos, es el mecánico fruto del miedo a la libertad y, en definitiva, a la muerte y a la nada (léase a Heidegger) que anida en el interior del hombre. Desengañémonos.
La censura, la represión y las inquisiciones nos acompañarán hasta que tiremos por la borda el concepto aristotélico del “zoon politikon”. Pero es difícil, casi imposible, que eso suceda, que dejemos de ser animales sociales para convertirnos en animales cordiales. No me pida fórmulas para salir de tal atolladero. No soy politólogo ni sociólogo. No me anima ningún afán redentorista. No quiero salvar al mundo. No es ése mi papel. Sólo soy un escritor humilde, solitario y errante, como de si mismo decía Baroja. Me acojo, en todo caso, a la actitud del Cándido de Voltaire: cultivo mi huerto sin saltar las bardas del huerto ajeno. Si todos hiciéramos eso, la tierra sería un planeta mucho más habitable.