Mientras Ruge seguía apegado al hegelianismo y al radicalismo burgués, Marx empezó a estudiar la economía política británica y a los socialistas franceses, y de ahí su conversión al comunismo, dejando atrás su etapa burguesa progresista radical.
En julio de 1844 le escribía Ruge a un amigo de Alemania: «Marx se ha lanzado al comunismo alemán que bulle aquí; socialmente se entiende, pues mal podría encontrar nada interesante políticamente en estos tristes manejos. Una herida tan leve como la que aquí puedan inferirle estos aprendices y artesanos, que además no pasan de media docena, bien puede Alemania resistirla sin necesidad de tratamiento» (citado por Franz Mehring, Carlos Marx, Traducción de Wenceslao Roces, Ediciones Grijalbo, Barcelona 1967, pág. 90). «Pronto había de ver Ruge por qué Marx tomaba tan en serio “los manejos” de aquella “media docena de aprendices» (citado por Mehring, pág. 90).
Marx le reprochó a Ruge -según le escribe éste a Max Duncker en París el 29 de agosto de 1844- el haber «quedado atrasado no en el aspecto social, sino en el “aspecto político más vulgar”, y que como escritor no soy más que un “charlatán literario”» (citado por Hans Magnus Enzensberger, Conversaciones con Marx y Engels, Traducción de Michael Faber-Kaiser, Anagrama, Barcelona 1999, pág.37).
Marx reivindicaba la sublevación de los tejedores silesianos de junio de 1844 que Ruge ninguneó o despreció como simple rebelión nacida del hambre; pero Marx le dio mucha importancia: «En primer lugar, hay que traer al recuerdo la canción de los tejedores, este audaz estandarte de lucha, en que el proletariado grita desde el primer instante de un modo violento, tajante, acerado, despiadado, su incompatibilidad con la sociedad de la propiedad privada. El alzamiento silesiano comienza precisamente por donde terminan los alzamientos franceses e ingleses, por la conciencia de lo que es el proletariado. Y la propia acción lleva el sello de este carácter superior. Los tejedores sublevados no destruyen solamente las máquinas, rivales del obrero, sino que destruyen también los libros comerciales, los títulos de la propiedad; y mientras que todos los demás movimientos se enderezan, en un principio, contra el señor industrial exclusivamente, contra el enemigo visible, éste se vuelve a la par contra el banquero, contra el enemigo solapado. Finalmente, no ha habido un solo alzamiento obrero inglés que se llevase con tanta bravura, serenidad y perseverancia» (citado por Mehring, pág. 96).
Frente a Ruge, Marx afirmaba que no tenían sentido una revolución social con alma política ya que lo racional es la revolución política con alma social, pues cuando el comunismo empieza a construirse se desentiende de su envoltura política. La agitación que Marx daba a la masas hacia la revolución proletaria no comulgaba con los postulados demócrata-burgueses del señor Ruge, el cual abandonó la financiación del periódico llevando a la deriva un proyecto que con tanto entusiasmo se puso en marcha. Ruge fue odiando cada vez más a Marx, al que tachaba de «verdadero miserable» y «judío desvergonzado».
Tras las revoluciones de 1848 Ruge pasó a ser poco a poco un nacionalista reaccionario, y de 1866 a 1870 fue partidario de Bismarck, «el acérrimo practicante de la Realpolitik» (Henry Kissinger, Diplomacia, Traducción de Mónica Utrilla, Ediciones B, Barcelona 1996, pág. 664).
Como reflexionaría Heinrich Bürgers en 1876, «Marx y Ruge se enemistaron por razones que en parte habría que buscar en la diversidad de sus caracteres. Pero también se habían dado cuenta de que el radicalismo alemán todavía no tenía los suficientes puntos de contacto con el francés, para poder iniciar un fructífero intercambio de ideas» (citado por Enzensberger, pág. 48).
Así, Marx sólo pudo escribir los artículos sobre «La cuestión judía» (pensado contraBruno Bauer) y «Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel». En el primero de los artículos que mencionamos, Marx no expone un antisemitismo en sentido racial, sino que se trata más bien de un antijudaísmo, es decir, se trataba de un escrito contra la religión judía y no contra la etnia judía.
El antijudaísmo de Marx venía influenciado por el antisemitismo que denunciaba al judío usurero. «La emancipación política del judío, del cristiano y del hombre religioso en general es la emancipación del Estado del judaísmo, del cristianismo, y de la religiónen general» (Karl Marx «La cuestión judía», en los Anales franco alemanes, Traducción de J. M. Bravo, Ediciones Martínez Roca, Barcelona 1970, pág. 230).
Hay sujetos (ya sea por cretinismo, por impostura o por mala fe) que han entendido este antijudaísmo bajo la reductio ad Hitlerum.
En la primavera de 1844 el joven Marx escribió losManuscritos económico-filosóficos, los cuales Marx los dejó inconclusos al interrumpirlos en el mes de junio. Dichos manuscritos constituyen la obra cumbre del pensamiento del joven Marx y, según algunos críticos, en llave de toda su futura obra, donde puso sus cimientos. En estos manuscritos puede leerse una ontología de la producción que entraña una doctrina de las Ideas, de la conciencia, de la «objetivación» y de la «alienación».
Los manuscritos del 44, frente a lo que sostuvo Louis Althusser, hay que incluirlos en el canon del materialismo marxista, al estar escritos sobre una concepción político-práctica de la filosofía, es decir, desde una filosofía militante. Sin embargo, dichosmanuscritos no llegaron a publicarse hasta cerca de cien años después, en 1932 por el Instituto Marx-Engels-Lenin del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.