Como le comenta Marx al literato ruso Pavel Annenkov, «el señor Proudhon no afirma directamente que la vida burguesa es para él una verdad eterna: lo dice indirectamente al divinizar las categorías que reflejan en forma de ideas las relaciones burguesas. Considera los productos de la sociedad burguesa como seres espontáneos dotados de vida propia, eternos desde el momento que se presentan ante él bajo la forma de categorías, de ideas». Por eso, «el señor Proudhon es el enemigo declarado de cualquier movimiento político. Para él, la solución de los problemas actuales no consiste en la acción pública sino en las rotaciones dialécticas de su cabeza» (Karl Marx, «Carta de Marx a Annenkov», Traducción de Tomás Onaindia, Edaf, Madrid 2004, pág. 81-82).
Para Marx el socialismo de Proudhon venía a ser una «utopía de filisteos». «Ninguna escuela ha hecho más alardes con la palabra “science” que la prudoninana, pues “cuando faltan las ideas, acuso justo a tiempo una palabra”» (Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política, Libro I: El proceso de producción del capital, Traducción de Pedro Scaron, Biblioteca de los grandes pensadores, Barcelona 2003, pág. 70). Por todo esto le objetaba llevar a cabo una falsa ciencia de la economía, una falsa teoría de la historia y, por consiguiente, una falsa orientación de la acción política.
En el Manifiesto comunista Marx y Engels diagnostican la doctrina de Proudhon como «socialismo conservador» o «socialismo burgués». Los burgueses socialistas como Proudhon «están a favor de las condiciones de vida de la sociedad moderna, pero sin las luchas y peligrosos que surgen necesariamente de ellas» (Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del partido comunista, Gredos, Traducción de Jacobo Muñoz Veiga, Madrid 2012, pág. 612). «El socialismo burgués sólo alcanza su expresión idónea cuando se convierte en mera figura retórica… El socialismo de la burguesía consiste, pues, precisamente en afirmar que los burgueses son burgueses -en interés de la clase obrera» (Ibid., pág. 613).
Si Marx y Engels defendían la república única e indivisible para que los obreros tuviesen a su disposición una decisiva centralización de la fuerza y tengan en sus manos el poder estatal a fin de llevar a cabo la dictadura del proletariado y así reprimir a las fuerzas contrarrevolucionarias hasta que estas se liquiden y se instaure la sociedad comunista, Proudhon y los anarquistas empleaban los términos «federal» y «federación» para indicar la asociación voluntaria y flexible de unidades locales, lo cual era todo lo contrario de un Estado fuerte y centralizado (o si se prefiere jacobino).
Proudhon le reprochaba a Marx que éste se lamentase de que «en toda cuestión he pensado como él, y que lo he dicho antes que él» (citado por Jean Kessler, «Prólogo» a La miseria de la filosofíade Karl Marx, Traducción de Tomás Onaindia, Edaf, Madrid 2004, págs. 33-34). A su vez, Marx acusa a Proudhon de plagio, como así se lo comentó a Adolf Cluss, ingeniero alemán y miembro de la Liga de los Comunistas, el 7 de diciembre de 1852: «Proudhon, como hábil charlatán, ha adoptado, según su costumbre, algunas de mis ideas para hacer de ellas sus “más recientes descubrimientos”, por ejemplo, la idea de que no hay CIENCIA ABSOLUTA, que hay que explicarlo todo por las condiciones materiales, etc., etc. En su libro sobre Luis Bonaparte, reconoce abiertamente lo que en su tiempo yo tuve que deducir de su Filosofía de la miseria, a saber: que el pequeño burgués [petit bourgeois] es su ideal. Francia, dice, se compone de tres clases: 1.ª burguesa; 2.ª clase media (pequeño burgués [petit bourgeois]), 3.ª proletario. La finalidad de la historia, especialmente de la revolución, es ahora fundir las clases 1 y 3, los extremos, en la clase 2, el justo medio. Y esto se realizará mediante las operaciones proudhonianas de crédito, cuyo resultado final es la supresión del interés en sus diversas formas» (Karl Marx y Friedrich Engels, Cartas sobre El capital, Traducción de Florentino Pérez, Edima, Barcelona 1968, pág. 51). Y como le escribiría a Johann Baptist von Schweitzer en 1865, «Se nota que, hasta cuando se limita a reproducir lo viejo, Proudhon descubre que lo que dice es nuevo para él y, como tal, lo sirve… Durante mi estancia en París, en 1844, entablé relaciones personales con Proudhon. Recuerdo esta circunstancia porque, hasta cierto punto, soy responsable de su “sofisticación”, palabra que emplean los ingleses para designar la falsificación de una mercancía. En el transcurso de largas discusiones, a menudo prolongadas durante toda la noche, le infecté, con gran perjuicio suyo, de hegelianismo, el cual, por no saber alemán, no podía estudiar a fondo. El señor Karl Grün, después de mi expulsión de Francia, continuó lo que yo había comenzado. Y este profesor de filosofía alemana tenía todavía sobre mí la ventaja de que no entendía nada de lo que enseñaba» (Karl Marx y Friedrich Engels, Sobre la religión, Edición preparada por Hugo Assmann y Reyes Mate, Ágora, Salamanca 1974, págs. 436-437).
Marx tachó a Proudhon de idealista pequeño-burgués, lo que en su vocabulario venía a ser el peor de los insultos. «El señor Proudhon es, de la cabeza a los pies, el filósofo y el economista de la pequeña burguesía. El PEQUEÑO BURGUÉS, dentro de una sociedad avanzada y por imperativo de su situación social, se hace por una parte socialista y por otra economista, es decir, que se queda deslumbrado por la magnificencia de la alta burguesía y simpatiza con los dolores del pueblo. Es al mismo tiempo burgués y pueblo. En el fuero interno de su conciencia se precia de ser imparcial, de haber encontrado el justo equilibrio, que tiene la pretensión de diferenciarse del justo medio. Ese pequeño burgués diviniza la CONTRADICCIÓN, porque la contradicción es el fondo de su ser. No es más que la contradicción social puesta en acción. Tiene que justificar mediante la teoría puesta en acción. Tiene que justificar mediante la teoría lo que es en la práctica, y el señor Proudhon tiene el mérito de ser el intérprete científico de la pequeña burguesía francesa, lo que constituye un mérito real, ya que la pequeña burguesía será parte integrante de todas las revoluciones sociales que se preparan» (Marx y Engels, Cartas sobre El capital, págs. 30-31).
Proudhon, como hará Marx, parte de la teoría del valor y de la doble naturaleza del mismo en tanto valor de uso y valor de cambio, y concluye que lo que constituye el valor es el tiempo de trabajo necesario para producirlo, lo cual supone el mismo punto de partida y de llegada que postulará Marx. Pero lo que éste le objeta al socialista francés es el razonamiento que lleva a cabo para pasar de un punto a otro, el cual no es una elaboración científica. «Proudhon se basa sobre un razonamiento que no implica la definición (en sí misma justa) tomada de los economistas clásicos. Para imaginar tal proceso de pensamiento, digamos que Proudhon aparece ante los ojos de Marx como discípulo incapaz de resolver un problema de matemáticas, a quien un compañero mejor dotado habría soplado la solución, que después se esforzaría él por justificar siguiendo un razonamiento aproximativo de la solución justa que no había sabido encontrar por sí mismo: al presentar al profesor un conclusión justa y un razonamiento falso, lo que se merece no es más que un cero. Tal es la nota que Marx concede a Proudhon por haber intentado resolver científicamente los problemas de la economía política» (Jean Guichard,El marxismo. Teoría y práctica de la revolución, Traducción de José María Llanos, Editorial Española Desclée de Brouwer, Bilbao 1975, pág. 247).
La principal crítica con la que Marx atizó a Proudhon era que éste quería resolver los problemas del sistema sin intentar destruirlo, es decir, la vía de Proudhon era una vía reformista y, en consecuencia, antirrevolucionaria; por eso, para Marx, las tesis de Proudhon no eran históricas sino morales, lo que hacía del socialista francés un «moralista filisteo» y por tanto un «oportunista». De hecho, Marx concluía su Miseria de la filosofía con una cita incendiaria de la novela de George Sand, Jean Ziska. Épissode de la guerra des hussiste(1843): «El combate o la muerte: la lucha sanguinaria o la nada. Así está planteada la cuestión infaliblemente» (Karl Marx, Miseria de la filosofía, Traducción de Tomás Onaindia, Editorial Edaf, Madrid 2004, pág. 299). Proudhon llegaría a decir que «en 1789 hubo lucha y progreso; pero no ha habido revolución» (Pierre-Joseph Proudhon, ¿Qué es la propiedad?, Traducción de A. Gómez Pinilla y revisión de Diego Abad Santillán, Utopía Libertaria, Buenos Aires 2005, pág. 33). Pero no fue algo que afirmase sintiendo nostalgia por la revolución.
La obra de Proudhon fue diagnosticada por Marx de maniqueísmo, dado que, a juicio de Marx, Proudhon, incapaz de llevar a cabo un pensamiento abstracto, no entendió bien la dialéctica hegeliana, interpretándola como una lucha entre el bien y el mal o entre ricos y pobres. Marx reprocha a Proudhon de llevar a cabo una falsa ciencia de la economía, una falsa teoría de la historia y, por consiguiente, una falsa orientación de la acción política. Proudhon deseaba abolir la competencia y socavar la cooperación, y sobre esta base «mutualista» los antagonismos resultarían barridos, y así saldrán a la luz lo bueno y se hundirá en la oscuridad lo malo.
Pocos fueron los socialistas y radicales que no se sintieron humillados por Marx. Proudhon dio la callada por respuesta a todo un libro dedicado a criticar a su libro y se limitó a escribir en el ejemplar que poseía del libro de Marx lo siguiente: «un entramado de vulgaridades, calumnias, falsificaciones y plagios» (citado por Sperber, 2013: 184). Y afirmó: «En realidad, Marx está celoso» (citado por Antonio Escohotado,Los enemigos del comercio II, Espasa, Barcelona 2017, pág. 337).
El ataque inmisericorde de Marx a Proudhon iba también dirigido contra Bakunin, pues si Marx le reprochaba a Proudhon no haber entendido bien a Hegel eso iba, aunque no de manera directa, contra Bakunin, pues el anarquista ruso fue el maestro de Proudhon en cuestiones hegelianas (como también lo fue Karl Grün; aunque según el propio Marx -como hemos visto-, él mismo le dio lecciones de hegelianismo antes que Grün).
Como le escribía Mijaíl Bakunin a los hermanos españoles de la Alianza de los Socialistas Revolucionarios en la primavera de 1872, «Admitamos ahora que Marx es un pensador económico muy serio, muy profundo. Frente a Proudhon tiene la enorme ventaja de ser un realista, un materialista. A pesar de todos sus esfuerzos por desprenderse de las tradiciones del individualismo clásico, Proudhon ha seguido siendo a lo largo de toda su vida un incorregible idealista, que -como le dije dos meses antes de su muerte- se inspiraba tanto en la Biblia como en el derecho romano, y que siguió siendo siempre un metafísico hasta la médula. Su gran desgracia consistió en no haber estudiado nunca las ciencias naturales ni haberse apropiado de sus métodos. Tenía instintos geniales que en ocasiones le permitían ver el verdadero camino. Pero atraído por las costumbres malas o idealistas de su espíritu, volvía a caer siempre de nuevo en el viejo error, con lo que se convirtió en una constante contradicción: un genio pujante, un pensador revolucionario, que de continuo se enfrentaba a los fantasmas del idealismo sin que nunca lograra vencerlos… Por todo ello existen esos dos sistemas contrapuestos: el sistema anarquista de Proudhon, que nosotros hemos ampliado, desarrollado, y liberado de todos sus accesorios metafísicos, idealistas y doctrinarios, adoptando claramente la materia en la ciencia y la economía social en la historia como bases para todo desarrollo posterior. Y luego el sistema de Marx, jefe de la escuela alemana de los comunistas autoritarios» (citado por Hans Magnus Enzensberger, Conversaciones con Marx y Engels, Traducción de Michael Faber-Kaiser, Anagrama, Barcelona 1999, pág. 310-311).
Bakunin le reconocía a Marx que su crítica a Proudhon «contiene de hecho muchas cosas verdaderas, pues, a pesar de sus esfuerzos por crear una base sólida para su teoría, Proudhon ha seguido siendo un idealista y un metafísico al partir del concepto abstracto del derecho, para alcanzar sólo entonces el hecho económico. Marx, por el contrario, ha expresado y demostrado el indiscutible hecho -confirmado por la historia antigua y moderna de la sociedad humana, de las naciones y de los estados- de que las situaciones económicas siempre preceden al derecho político y jurídico. Éste es uno de los principales méritos del señor Marx» (citado por Enzensberger, Conversaciones con Marx y Engels, pág. 43).
El 1 de febrero de 1859 Marx le escribía a Joseph Weydemeyer que el «socialismo proudhoniano», el socialismo de moda en Francia, tenía que ser destruido: «El comunismo debe ante todo desembarazarse de ese “falso hermano”» (Marx y Engels, Cartas sobre El capital, pág. 85). Como se dijo en 1869, «Proudhon impone a la sociedad actual que se transforme, no de acuerdo con las leyes de su propio desarrollo económico, sino según las prescripciones de la justicia. Proudhon es en esto el representante típico de todo el doctrinarismo ignorante de la ciencia» (Joseph Dietzgen, La esencia del trabajo intelectual, Editorial Roca,1975, pág. 157). Y como se dijo en 1891, el comunismo es «lo más antitético de la doctrina proudhoniana» (Friedrich Engels,«Introducción a la edición alemana de La guerra civil en Francia, publicada en 1891», en La Comuna de París, Akal, Madrid 2010, pág.91).
La Comuna de París, como ejemplo perfecto de la prueba de fuego del carácter práctico de la filosofía (o de la miseria de la filosofía), «fue la tumba de la escuela proudhoniana del socialismo. Esta escuela ha desaparecido hoy de los medios obreros franceses; en ellos, actualmente, la teoría de Marx predomina sin discusión, y no menos entre lo posibilistas, que entre los “marxistas”. Sólo quedan proudhonianos en el campo de la burguesía “radical”» (Engels, «Introducción a la edición alemana de La guerra civil en Francia, publicada en 1891», pág. 91).
«En cuanto a doctrina, carácter e ideología, no hay en Proudhon, esa especie de Robison Crusoe del socialismo, algo que me simpatice. Pero Proudhon era por naturaleza un luchador; era intelectualmente generoso; sentía un gran desdén hacia la opinión pública oficial y en él ardía esa llama inextinguible del afán acuciante y universal de saber. Esto le permitía estar por encima de los vaivenes y de la vida personal y por encima de la realidad circundante… El 26 de abril de 1852, Proudhon escribía a un amigo desde la prisión: “El movimiento, indudablemente, no es normal ni sigue una línea recta; pero la tendencia se mantiene constante. Todo lo que los gobiernos hagan primero unos y luego otros, en provecho de la revolución, es un paso irreversible; en cambio, lo que contra ella se intenta, se evapora como una nube. Yo disfruto de este espectáculo, cada uno de cuyos cuadros sé interpretar; asisto a esta evolución de la vida en el universo como si desde lo alto descendiese sobre mí su explicación; lo que a otros destruye, a mí me exalta, me enardece y me conforta. ¿Cómo, pues, puede usted pretender que me lamente de mi suerte, que me queje de los hombres y los maldiga? ¿La suerte? Me río de ella. Y en cuanto a los hombres, son demasiado necios y están demasiado envilecidos para que yo pueda reprocharles nada”… Pese al exceso de patetismo eclesiástico que hay en ellas, también éstas son magníficas palabras, y yo las suscribo» (León Trotsky, Mi vida. Memorias de un revolucionario permanente, Traducción de Wenceslao Roces, Debate, Barcelona 2006, págs. 640-641).
Al morir Proudhon el 19 de enero de 1865, Marx reconoció el impulso que éste le dio al movimiento obrero y la influencia que había recibido de él (aunque fue para pensar a la contra, pues la determinación del marxismo, como todo sistema filosófico que se precie, se fue desarrollando a través de sus negaciones dialécticas). En una carta al político y poeta dramaturgo alemán Johann Baptist Schweitzer escrita el 24 de enero de 1865 Marx comentaba que «Proudhon es, respecto a Saint-Simon y a Fourier, algo así como lo que Feuerbach es a Hegel» (Marx y Engels, Sobre la religión, pág. 436).
En El Socialdemócrata, diario prusiano que dirigía von Schweitzer, Marx escribió la necrología de Proudhon, lo que sería el único artículo que publicó en dicho periódico. Así escribía Marx: «Los ataques dirigidos por Proudhon contra la religión, la Iglesia, etcétera, tenían un gran mérito local, anteponer el sentimiento religioso al voluntarismo burgués del siglo XVIII y al ateísmo alemán del siglo XIX. Y si Pedro el Grande reprimía la barbarie rusa a fuerza de barbarie, Proudhon se esforzaba por dar la batalla a la fraseología francesa a fuerza de frases» (citado por Franz Mehring, Carlos Marx, Traducción de Wenceslao Roces, Ediciones Grijalbo, Barcelona 1967, Pág. 349).
Final.