Nigel Farage: El penúltimo idiota

Cuando pensábamos que el cupo de idiotas ya estaba colmado en la nómina de participantes y «opinadores» en el golpe secesionista de Cataluña, continúan apareciendo tontos por doquier, acreditando una vez más de forma empírica, la sentencia de Anatole France: «Nada es infinito en el universo salvo la estupidez de los hombres».

En estas horas desgraciadas en que, tanto desde las neuróticas filas del secesionismo, con Puigdemont a la cabeza, como desde el Gobierno de España, se han cometido todas las torpezas imaginables y algunas otras imposibles de imaginar, sólo faltaba la irrupción en el desaguisado de «tontos de importación». Y así, el penúltimo imbécil en lanzarse al esperpéntico ruedo en que se ha convertido Cataluña, cual inoportuno maletilla, ha sido Nigel Farage, «El Niño del Brexit»; un político monotemático, que alcanzó notoriedad y relevancia encabezando la hábil campaña que posibilitó la salida del Reino Unido de la UE y que, tras aquél triunfo roborante, cumple a la perfección el aserto de Sacha Guitry: «La diferencia entre un hombre inteligente y uno tonto, es que el primero se repone fácilmente de sus fracasos y el segundo nunca logra reponerse de sus éxitos». Posiblemente por eso, actuando como un justiciero en busca de una causa que abanderar, se haya colado en el avispero catalán buscando su minuto de gloria, para lo que suscitó un debate en el Parlamento Europeo, escandalizado por los «acontecimientos dramáticos» protagonizados por la policía española «hiriendo a 900 personas en un intento de frenarles para que no votaran», con «mujeres sacadas de los colegios por los pelos y ancianas con brechas en la frente». A continuación, ha aprovechado para volver sobre lo que realmente le interesaba y constituye su «monodiscurso» unidireccional, el leitmotiv único, a día de hoy, en su agenda política: atizarle a la UE, a Juncker y a todo bicho viviente que guarde alguna relación con el Brexit. Pero claro, no se puede confundir «el culo con las témporas». Y justo eso es lo que ha hecho el «indignado» Nigel Farage. «Los perros no molestan hasta que ladran y los necios hasta que hablan», decía Bernard Shaw. Y Farage ha perdido una perfecta ocasión para estar calladito. Porque lo que ha dejado patente es que con lo que ignora del tema de Cataluña, podrían editarse enciclopedias. Al margen de la lamentable gestión que del episodio secesionista está llevando a cabo el Gobierno de España, en particular el 1-O, con una reacción tardía, insuficiente, improvisada y torpe, consecuencia de una trayectoria política cobarde y errática, que por falta de ejercicio del Poder del Estado ha llevado la situación a un callejón sin salida; al margen de que como consecuencia de lo dicho, tras la previsible «deserción» de los Mossos de Escuadra, se acabó enviando a Guardia Civil y Policía Nacional a cumplir una misión que, a esas alturas, ya estaba condenada al fracaso y para más «inri», se interrumpió al cundir el pánico entre los responsables político (al visionar las imágenes de los desalojos y empezar a pensar en «el qué dirán», lo que todavía empeoró la situación y consolidó el monumental fiasco); al margen de todo ello, lo que faltaba para completar «el cuadro» es que viniera Mister Farage, con esa suficiencia tan inglesa, a sermonearnos con el recetario de tópicos, mentiras y manipulaciones, urdidas por los secesionistas. Como catalana, y como española, me subleva que sea precisamente un inglés (y este personaje presume de ser » muy inglés»), el que se permita el lujo de hablarnos de «violencia», de «derechos» y de «decencia», cuando dentro del propio Reino Unido, tienen tan «en carne viva» el conflicto irlandés, donde precisamente no han sido tirones de pelo y porrazos lo que han repartido su Policía y ¡su Ejército!, sino balas, cañonazos, torturas, secuestros, desapariciones y vejaciones de todo tipo. Con una particularidad que se pasa por alto con demasiada frecuencia: que Irlanda es una verdadera Nación y Cataluña jamás lo ha sido…. Por no hablar de que fueron los británicos los inventores de los campos de concentración, durante la Guerra de los Boers. O los que dieron lugar a la llamada «resistencia pasiva» en la India, donde cipayos y tropas regulares resolvían la cuestión a bergajazos, bayonetazos o tiros, con las maneras despóticas que a lo largo de toda su historia han mostrado como máximo ejemplo universal de «imperio depredador»…. Podría seguir ad infinitum recordándole a Mister Farage episodios «ejemplares» de su querido país, ese del que tanto presume y que pretende que le habilita para proporcionar lecciones a los demás. Sólo le recordaré que ese país suyo, tan «respetuoso» del Derecho, aún tiene por cumplir (y hace ya trescientos años), la obligación de restituir Gibraltar a la soberanía española, exigencia refrendada por todas las resoluciones de Naciones Unidas. Que ya decían los antiguos que «una cosa es predicar y otra dar trigo».

En POSMODERNIA no nos gusta la UE; combatimos su formato, sus políticas, la enajenación subrepticia que viene perpetrando sobre las soberanías nacionales de los estados miembros para situarlos bajo el dominio de una oligarquía transnacional que ni han elegido los europeos, ni los representa. Pero no se nos ocurriría, para atacar a la UE, dar respaldo a los separatistas corsos, pongamos por caso, en sus reivindicaciones frente al Estado francés. Nosotros en POSMODERNIA, tenemos muy claro el principio de Soberanía, el concepto de Nación y cuáles son las Naciones «canónicas» de Europa. Otros, parece que salen de «su isla», y todo se les vuelve confuso; no distinguen «un huevo de una castaña»…. Tal vez sea porque como ironizaba Oscar Wilde «los ingleses tienen el milagroso poder de convertir el vino en agua». Y agua en el vino es lo que ha vertido el desnortado Farage al brindar audiencia y visibilidad internacionales a las patrañas del independentismo catalán. Curioso que este «compañero de viaje» de «nuestros» secesionistas, hiciera sin embargo campaña contra la independencia de Escocia llegando a afirmar: «Escocia sólo sería una muy pequeña e irrelevante parte de la UE». ¿Qué demonios piensa este individuo que es Cataluña? ¿Se ha tomado la molestia de mirar un mapa? ¿O es que está tan abducido por sus «amigos» independentistas que se refiere a la fantasía surrealista de los «paisos catalans»? Parafraseando su aseveración acerca de Escocia, podríamos decir que «Cataluña sólo sería una muy pequeña e irrelevante parte de….. ¡la nada!», ya que ni tan siquiera estaría integrada en la UE… Con semejante rigor, le auguro que hará buenas migas con las CUP.

Ya dejó dicho Platón, «Los sabios hablan porque tienen algo que decir, los tontos hablan porque tienen que decir algo»…. Flaco favor le hizo Farage a España el otro día y flaco favor a la causa de las soberanías nacionales, que decía defender. Al finalizar sus palabras en el Parlamento Europeo exclamó: «¡Gracias a Dios que nos vamos!», refiéndose a la UE. Desde aquí, refiriéndonos a España, le decimos a este hijo de la Gran Bretaña, con desdén castizo: «¡¡Pues vaya usted con Dios!!»

Top