No en mi nombre: ni amnistia ni autodeterminación

No en mi nombre: ni amnistia ni autodeterminación. José Alsina Calvés

No voy a repetir las argumentos jurídicos o políticos contra esta amnistía, repetidos mil veces. Solo señalar la más obvio: que es una humillación al Estado español, que es un insulto a los españoles, especialmente a los catalanes leales que en 2017 nos opusimos al golpismo, y que, de ninguna manera, significa la pacificación, sino todo lo contario. Ahí tenemos a los separatistas envalentonados, por boca de Miriam Nogueras, señalando a jueces y policías que cumplieron con su deber, y a periodistas, emulando a la Pasionaria, en los “mejores tiempos” de la II República.

Mi intención es ocuparme de otra cuestión. Muchos políticos, periodistas y opinadores varios interpretan lo que esta ocurriendo en España como una fatal desgracia, como un accidente debido a la maldad, a la falta de escrúpulos y a la megalomanía de un señor llamado Pedro Sánchez, y apelan a la Constitución por un lado y los “socialistas honrados” por otro. A mi modo de ver esta gente no entiende nada de los que está pasando.

Cualquiera que sepa un poco de historia sabe que intentar interpretar hechos y acontecimientos históricos en clave psicologista es de una ingenuidad que raya el panfilismo. No se puede explicar el nacional-socialismo alemán por la personalidad de Hitler, ni el estalinismo por la de Stalin. Una “personalidad”, por malvada que sea, no puede hacer nada sin un entramado institucional y político. Sin el apoyo de los príncipes alemanes no habría habido Cisma protestante, y Lutero no habría sido más que uno de tantos herejes.

A veces, para entender lo que pasa, hay que retrotraerse a unas décadas atrás. En el año 1960, en plena Guerra Fría, las dos grandes potencias, USA y URSS, mueven sus fichas en el tablero español. La URSS controla la única oposición real al franquismo en las fábricas, la calle y la universidad. USA empieza a mover sus peones para preparar el postfranquismo, que tiene que ser anticomunista, europeísta y federalista. Este mismo año se crea el Comité Promotor en España del Congreso para la Libertad de la Cultura, organización financiada por la CIA, cuya misión es actuar de ariete cultural en Europa contra la influencia comunista. En el encontramos nombres tan prestigiosos como José Luis Lopez Aranguren, Julián Marías o Laín Entralgo. Falangistas que habían dejado de serlo (Laín, Ridruejo), nacionalistas catalanes (Castellet, Benet, Manen) o excomunistas (Montero Diaz) van a cubrir la nómina del CLC, con substanciosas subvenciones para bolsas de estudio, participación en congresos o publicaciones de libros.

Mientras ideas europeístas, federalistas y de comprensión hacia las “nacionalidades históricas” iba calando en la sociedad española, nos encontramos a un PSOE “desaparecido”. A medida que se acerca el fin del franquismo, las distintas potencias van tomando posiciones, y Estados Unidos está decidido a evitar el dominio comunista en esta España postfranquista. La CIA y la socialdemocracia alemana ponen sus ojos en este PSOE aletargado, y se disponen a devolverlo a la vida, pero radicalmente cambiado. En el periodo que va desde 1974 (congreso de Suresnes) hasta 1979 (congreso extraordinario) al PSOE se le va a dar la “vuelta al revés”, tanto de personas como de planteamientos ideológicos. Los antiguos dirigentes van a ser substituidos pon Felipe González y Alfonso Guerra, el partido renunciará formalmente al marxismo, apoyará la entrada de España en la OTAN (en contra de sus proclamas iniciales), aceptará la “plurinacionalidad de España” (ya reconocida en la constitución), y empezará a hablar de “federalismo asimétrico” y de “derecho a la autodeterminación”.

Por mucho que ahora Felipe González y Alfonso Guerra renieguen de la amnistía y del “derecho a la autodeterminación”, la historia nos muestra que en los diversos congresos donde se fijaron los parámetros ideológicos del nuevo PSOE, se hablaba de plurinacionalidad y de derecho a la autodeterminación. Es cierto que durante su mandato estas cuestiones se pusieron en hibernación, y se enfatizo la integración en la UE (con el consabido desmantelamiento de la industria española) y en la OTAN. Logrado esto, estamos ya en el segundo paso.

El PSOE se constituyó como columna vertebral del régimen del 78, como el auténtico “partido de estado”, encargado de realizar las distintas etapas del desmantelamiento de España. El PP no es más que el comparsa, que no se entera de nada. El proyecto de convertir España en una confederación de pequeñas repúblicas, con el adorno simbólico de una “monarquía” de paripé, cuya misión no es otra que tranquilizar a los “conservadores”, está en el ADN, no solamente del PSOE, sino de todo el régimen del 78. Proyecto que coincide, y no es casualidad, con el globalismo de la “Europa de las regiones” (muy parecido, por cierto, al de la “Europa de las etnias, de la SS”), proyecto en el cual los estados nacionales de Europa son disueltos del todo.

Cuando se disuelven los estados y su soberanía, esta no se va por el desagüe, sino que es absorbida por otro Estado. La Europa de las regiones, sin estados nacionales, no es más que la absoluta conversión de Europa en una colonia del angloimperio, con Estados Unidos a la cabeza. La sumisión de la UE a los intereses políticos, económicos, militares y geopolíticos del angloimperio ha sido, y es, cada vez más evidente. Si los estados nacionales desaparecieran, la sumisión sería ya total y absoluta.

Volviendo a España, vemos pues que asistimos a la puesta en escena de un guion, de unos planes y programas políticos, que se establecieron mucho antes de que Sánchez acariciará sus ambiciones de megalómano. El plan es que, después de la amnistía, se vaya a los referéndums de autodeterminación, primero para Cataluña, después para el País Vasco y Galicia, y más adelante, para todo aquel que se apunte a la fiesta. La trampa de estos referéndums, aparte de su ilegitimidad (una parte no puede romper el todo) es que, si sale que “no”, se van a repetir, las veces que haga falta, hasta que salga que “si”.

Sin embargo, que exista un plan no significa que esta vaya a consumarse de forma fatalista. La misma historia nos demuestra que, cuando todo parecía perdido, un grupo toma la decisión de resistir y logra la victoria. Esto es lo que sucedió cuando la invasión musulmana: grupos de cristianos en las montañas de Asturias, de Navarra, de Aragón y de Cataluña decidieron no someterse al invasor y defender su fe. O cuando Napoleón invadió España, con la complicidad traidora de la monarquía y de parte de la clase dirigente, cuando los sectores más humildes de la población decidieron enfrentarse al invasor y defender el Trono y el Altar.

Lo mismo puede suceder ahora, y ya hay señales de ello, como los hubo en Cataluña en el 2017. Una parte del pueblo español se ha echado a la calle, y la victoria es posible. Pero para ello es imprescindible saber donde está el enemigo. La cuestión no va de derechas ni de izquierdas, sino de globalistas y patriotas. El enemigo a abatir no es el “comunismo” (la URSS ya no existe), sino el globalismo. No hay que confundir con amigos y aliados a todos los que saquen banderas de España, pues si estas banderas van acompañadas del trapo azul de la UE y de defensas de la Constitución, entonces estos no son amigos, son los que quieren neutralizar y desviar a los auténticos patriotas, como hicieron en Cataluña el 2017.

Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás todas las batallas.

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