Otros apuntes sociológicos sobre Patria y Vida

Otros apuntes sociológicos sobre Patria y Vida. Duzan Ávila

El pasado 10 de marzo, la revista digital Posmodernia publicaba un artículo titulado Patria y Vida. Lo firmaba el novelista y colaborador de prensa José Vicente Pascual.

El artículo, escrito de manera impecable, como corresponde a un buen narrador, versaba acerca del “enorme éxito” que habría tenido la pieza musical del mismo nombre, a juzgar tanto por la respuesta del público, como por la reacción provocada en el seno de la artillería propagandística del régimen cubano. 

Sin pretender desmentir o denostar las intenciones del autor del escrito, a quien no conozco personalmente, pero al cual valoro por sus excelentes escritos en defensa de España, me gustaría proponer un par de coordenadas de análisis distintas de las que el artículo señala. Mi intención no es ir contra esta visión del hecho, sino adentrarnos en otras aristas del “fenómeno” Patria y Vida, aquellas que son difíciles de entender para quien no ha vivido o no conoce de cerca el complejísimo “asunto cubano”.

Para comenzar, me detengo enuna frase con la que el propio Pascual juega constantemente en su escrito, en una alusión explicita a la novelística sobre tiranos Latinoamericanos. En este sentido, José V. Pascual nos dice que “las canciones no tumban gobiernos”. Nunca ha ocurrido y ésta no será la excepción. Sin embargo, este señala que, aun así, “esa canción estará en los labios de todo un pueblo y en el corazón de todos los demócratas del mundo”.

Sobre la primera parte de la afirmación debo decir que la comparto en su totalidad. Por otro lado, la segunda es, objetivamente hablando, de dudosa constatación, pero la admito como expresión literaria a la hora de escribir la historia. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, es preciso realizar alguna extensión explicativa que se distancie de las ofrecidas, tanto por el escritor, como por una cierta tendencia mediática que por estos días se ha hecho eco de la obra.

Sin detenernos en cuestiones estilísticas ni musicales, en las que no me considero un experto, habría que decir que la intención de la canción no es, en principio, demoler el régimen. Su objetivo es más bien ‘dialogar’ con este. De hecho, la letra misma es un dialogo constante, una queja más bien, con un innombrado poder (que suponemos es el gobierno cubano) en el que los artistas exponen sus inconformidades. “Hoy yo te invito a caminar por mis solares, para que veas de qué sirven tus ideales” (…) “tu 59 yo doble 2 más de 60 años trancado el denominó”. 

Pero incluso en la propia intención, expresada en la voz de sus creadores, el objetivo de la pieza es “despertar las conciencias” de propios y extraños con respecto a la situación en Cuba. Recientemente, el propio Romero ofreció esta versión en Es Radio de Federico Jiménez Losanto. Este “despertar de los corazones” implicaría a los que (mayormente fuera de la isla) aún idealizan el proyecto revolucionario; pero también a de los tristes cubanos que aun padecen bajo su yugo. 

La canción y sus cantores buscan ser la voz del Pueblo que el gobierno no quiere escuchar. Es más, con esta pieza se busca mostrar el camino correcto al reparo de sus muchos males. Y esta solución salvífica es nada menos y nada más que el “dialogo”.  El sacrosanto “diálogo” democrático, que en este caso ha de seguir la posmoderna secuencia: a) denuncia o exposición de los males del pueblo, b) escucha de los gobernantes de estas penurias y c) constatación (verbal si se puede) de que se ha escuchado a este pueblo. Y al parecer, con esto basta. Dejar hablar, hablar, escuchar y volver a hablar. Así, psicoterapéuticamente, como si de una catarsis se tratase. Pero ello no es posible aún en Cuba, porque no hay democracia. Pues que sea el Arte el que hable por todos. Y ya está. 

No voy a entrar aquí en los múltiples devaneos teóricos a los que nos llevaría la pregunta por los resultados políticos reales que este ejercicio discursivo podría generar. Tampoco ahondaré en lo concerniente a la localización tempo-espacial exacta de estas “conciencias”, al parecer impuras aún, o incluso de ese citado “Pueblo”, como si de una realidad intermedia entre muchos intereses se tratase. Por último, haré caso omiso a la cuestión, patológicamente cacareada por los medios masivos, de las faltas de “Libertad y Democracia” (vistas así, a secas, sin patrones de medida), como de otras muchas y muy publicitadas entelequias de turno.  

Aquí solo apuntaré que, en mi opinión, el objetivo real que se persigue con esta obra musical no es otro que entrar en la dialéctica que hace años sostienen diferentes agrupaciones de todo pelaje, entre el gobierno y las autoridades de la isla. En este caso en particular, los advenedizos “dialogantes” son los artistas que menciona el escrito, autores e intérpretes de la pieza, A quienes se ha unido un nutrido grupo de interesados de todas las tendencias políticas. Su propósito no es otro que integrar los coros de las voces huecas que cantan bondades y calamidades del estamento político administrativo, heredero del Gran Birán de los Castro. 

Una mirada sociológica muy somera, somerísima, a nuestros héroes y a sus antagonistas, nos dará alguna luz de lo que ocurre. Para empezar, reparemos en que todos los artistas que participan de la dialéctica (de un lado y del otro) son cantantes. A ellos habríamos de sumar los miembros y ‘miembras del también muy mentado movimiento San Isidro, compuesto además por otros músicos, activistas, periodistas, realizadores audiovisuales y artistas plásticos como el célebre Luis Manuel Otero o el comediante y actor en decadencia, Alexis Valdés; todos enemigos jurados del gobierno en funciones. 

Los mencionados, exceptuando quizá algún que otro pintor que integra el aguerrido colectivo, son artistas o comunicadores que dependen exclusivamente de la capacidad de generar atención sobre sus obras. El propio Luis Otero, así como una de sus mayores colaboradoras y defensoras, la artista Tania Bruguera, son artistas visuales, cuyas obras giran en torno al performarce, sobre todo político. De aquí el mote que a sí mismos se dan de “artivistas”. Sobre Bruguera, debemos añadir un dato que a lectores despiertos algo les dirá. La célebre creadora performativa acaba de ser reconocida entre las 100 mujeres más influyentes según People en Español, lo cual algo dice de por dónde va la “causa patriótica” aquí.    

Pero refiriéndonos específicamente a nuestros músicos, recién devenidos cantautores contestatarios. Como es de suponer, la estrategia de marketing que habían venido siguiendo éstos en sus respectivas carreras habría sufrido una dolorosísima metamorfosis en el último año. En tiempos de COVID-19, y sin grandes conciertos ni giras mundiales, la visualización de estos autores y sus creaciones adquiere unas características digitalmente singulares.  

Si otrora Gente de Zona y Orishas (grupo al que pertenecía Yotuel Romero) eran agrupaciones que realizaban giras internacionales y grandes conciertos, y de ello dependían sus ingresos, con la pandemia sus carreras han ido a parar al durísimo mercado del streaming. Esto ha hecho que su producto artístico, y por ende, su monetización, gravite en torno a la capacidad de sus cultores para atraer atención. El propio Alexander de Gente de Zona admitía en una entrevista hace un par de días que la banda estaba “pasando por un mal momento en cuanto a los ingresos”, precisamente por la suspensión de sus conciertos en vivo. Tras lo cual agregó que ahora estaban viviendo de las “regalías musicales”. 

El asunto aquí es que estos artistas no están exentos de las modernas dinámicas del mercado musical actual, donde la música ya no es el producto que quiere vender el artista, sino que es el artista el que trata de venderse mediante su música. Para ello, y teniendo en cuenta que lo que se busca es maximizar el alcance, lo necesario es crear un avatar cuya morfología se adapte (o se amolde) a los canales que se busca impresionar para lanzarse como producto. Se da por descontado que quienes pretendan utilizar los conductos masivos, tendrán como punto de partida la horma hegemónica, políticamente correcta y “progresista” del momento.

Una vez adaptados, podrán ponerse el maquillaje distintivo que quieran. Ya construido el meme, el próximo paso es proyectarse hacia un segmento del mercado que se pretende conquistar. Aquí, las características del público al que se apunta son fundamentales para lograr el éxito de venta. Mensajes demasiado abiertos y expansivos terminan por hacer fracasar el producto, por tener poco que ofrecer al espectador contemporáneo, que busca un mensaje sobre el ‘sentir’, o más bien, sentir que se ha ‘identificado’. Como es de suponer, cuando este proceso termina, en el producto final, entiéndase el artista, se ha borrado cualquier vestigio de ‘independencia personal’. 

Este breve sistema puede ser perfectamente aplicado al caso que nos ocupa. Comparando las recientes inclinaciones políticas de estos músicos, y teniendo en cuenta que casi todos viven en Miami, donde el segmento del mercado cubanoamericano es nada despreciable, algo se empieza a entender. En este caso, la influencia de un segmento de la emigración cubana en la industria de la música y la televisión miamense. En tiempos donde la movilidad es muy limitada, y donde los ingresos por presentaciones en vivo han caído a cifras cuasi apocalípticas, es más necesario que nunca asegurar la atención de la audiencia.

Si se piensa en el publico cubano fuera de Cuba como un segmento de mercado, y se proyecta una estrategia de marketing que pueda captar su atención específica, o sea, que lo “identifique” dentro de una oferta cultural determinada, la cuestión política es sin lugar a dudas un punto recurrente por múltiples razones. De aquí que nos parezca que la metamorfosis ideológica observada en Gente de Zona, Youtel y los otros, tenga que ver con ello. Sin ser riguroso con el aterrizaje analítico, puede repararse en el hecho, por lo menos curioso, de que la mayoría de los artistas participantes en la canción Patria Vida (aquellos que poseen una fama respetable), hayan tenido este “despertar” de conciencia democrática precisamente en el contexto del último año. O sea, cuando comienzan a producirse las convulsiones antes mencionadas. 

No hace mucho, cuando estos cambios del mercado musical no habían alcanzado su pico actual, tanto Gente de Zona, como Yotuel Romero, así como Decemer Bueno, permanecían confundidos por la propaganda castrista. En el caso de Gente de Zona, hace menos de dos años, en un concierto multitudinario celebrado en la Habana, donde asistió nada menos que Miguel Diaz Canel, pedían aplausos para “nuestro presidente”. Yotuel y Orishas, por su parte, poco antes anunciaban su reencuentro anhelado, con grabación de disco en Cuba incluida. Según el propio Yotuel, porque en la isla estaba su inspiración y sus raíces. A lo que es de suponer deberíamos sumar los miles de talentosísimos músicos que, dada su precaria situación económica, podrían ser fácilmente contratados por salarios muy competitivos. 

Sobre Yotuel, la escritora emigrada cubana Zoé Valdés, para nada sospechosa de ser simpatizante del régimen Castro-Canelista, no hace mucho contaba la siguiente historia. Según Valdés, en cierta ocasión el propio Yotuel la desmintió pública e internacionalmente, en un programa de la televisión española, cuando esta arremetió contra las injusticias del gobierno cubano contra su propio pueblo. El alegato tuvo lugar en un programa al que Orishas también estaba invitado. 

Tras el testimonio en vivo de la novelista, nuestro caro Yotuel, autor de Patria y Vida, se hizo eco de un discurso muy parecido al que utilizan sus enemigos políticos en su contra. Aquella ocasión, nos deleitó con una piececilla oratoria donde decía algo parecido al “si no fuera por la revolución él sería un negro limpia botas”. Esa vez, en referencia a las carencias de leche que padecían los niños en Cuba, Yotuel Romero aclaró que era una flagrante mentira de la escritora que los niños en Cuba no tomaban leche. Y para probar su tesis, hizo uso de un recurso empírico: mostrar sus dientes. Pensó que con su dentadura perfectísima de mulatón del trópico, que por sí misma demostraba su proposición, zanjaba el asunto teórico y hacía las delicias del público femenino asistente al plató. Lo que seguramente no sabía Romero, y dudo que se haya enterado aún, es que con esa “acción argumental” reproducía una vieja práctica de los negreros americanos, quienes para probar la calidad de sus piezas mostraban precisamente la dentadura de sus cautivos. 

Pero anécdotas e historias aparte, lo que resulta de interés metodológico en relación con el citado artículo es que no estamos en presencia de una obra de “fuerte contenido patriótico”. Ni de unos artistas que estén trabajando por la transformación social y menos, política, de la isla. Tampoco ha habido el tal “despertar de conciencias” en las “muchas voces de dentro y fuera” de Cuba. En la isla, la historia es la que es y da para lo que da. 

Si bien es cierto lo que el escrito apunta, acerca de que ese triste pueblo sigue su viacrucis en silencio y con resignación, lo difícil es y será entender las razones por lo cual esto ocurre hace 60 años. Las explicaciones rebosantes de maniqueísmos, incluso aquellas más o menos floridas, como las Carpenterianas y las del “Patriarca” Márquez Buendía, ambas mencionadas por Vicente Pascual, han de evitarse si se quiere comprender medianamente el asunto. 

Sobre todas ellas no podría ahondar; son muchas y difícilmente reseñables en un solo trabajo. Pero lo seguro es que pasan por factores sociohistóricos muy complejos, que exceden por mucho a la mera cuestión de la represión del régimen, de su sistema antidemocrático y del supuesto miedo del pueblo cubano a las represalias de sus captores. 

El problema de la eutaxia del estado de Cuba, diría el filósofo Gustavo Bueno,no puede reducirse a la represión gubernamental, ni acaso al exclusivo rol (positivo o negativo según se mire) del gobierno cubano. Esta cuestión atañe a un nutrido grupo de dialécticas de todo tipo, que tienen lugar entre Imperios, Estados, Clases sociales, entre otras; que se extienden tanto en la geografía como en el tiempo nacional y mundial. 

Ni siquiera pensando únicamente en lo político se puede focalizar el asunto en lo gubernamental administrativo. Más bien, tendríamos que señalar que aquí se trasciende del mismísimo Gobierno y se alcanza (para bien o para mal) al Estado mismo. Es decir, su totalidad institucional.  De esta, el gobierno es sólo una parte del entramado (importante, sin dudas) pero no la única, y estaría por demostrarse que fuera la principal. 

En Cuba, como en todas partes, las instituciones se articulan tanto en forma (legislaciones, normativas, procederes) como en contenido. Esto que se contiene institucionalmente es aquello que tan oscuramente se denomina como el “Pueblo”. Este, no constituye la monada armoniosa y homogénea, aquella que aparece en los discursos propagandísticos de un lado y del otro de la batalla política. Por el contrario, podría decirse que este “pueblo” se presenta precisamente como una pluralidad heterogénea, que ha de interactuar, quiéralo o no, con instituciones también dispares, materializadas en trabajos, salarios, proyectos vitales, costumbres, comportamientos, etcétera.  Nada de esto sería posible si no existiesen múltiples acuerdos (incluso componendas, si se quiere) entre las múltiples capas o estratos de este sistema social. 

Esto nos deja con una dialéctica muy nutrida entre estamentos, grupos sociales, actores organizacionales, castas políticas, clases sociales (mal que le pese al gobierno), entre muchos otros elementos. Esta multiplicidad es infinitamente más compleja y rica que la dicotomía Pueblo vs Gobierno, que parecería estar tan de moda en la prensa internacional. La popular dicotomía parece responder (imagino que en antiomorfa) directamente a las dualidades que usa el propio aparato ideológico gubernamental cubano, cuando habla en términos de: “Cuba y sus enemigos” (lacayos del Imperio), los “cubanos (de adentro) y los de afuera” (los emigrados), etcétera. 

Estos lisologismos, cuando no vulgarizaciones, terminan por aplanar el contexto cubano; confunden su situación con una simplicidad irreal, una con la que es difícil que la sociedad civil cubana se identifique. A lo sumo, estos discursos podrán sumar adeptos entre quienes viven, en parte, al margen de estas dialécticas: aquellos que parcial o totalmente están radicados fuera de la isla. Si entendemos esta conclusión, no resulta dificil descubrir a qué segmento poblacional apunta un discurso tan simplón como el que se propone en la canción Patria y Vida

Objetivamente, una alternativa que entienda y baraje estas complejidades, está aún fuera del radar de las organizaciones políticas cubanas. Es más, ni siquiera se vislumbra en un futuro próximo. Con esto no quiero decir que no exista, ni que sea imposible que emerja eventualmente; sino que en este momento no está presente. 

Este factor es otro indicador de cuáles son las condiciones en las que se está produciendo la confrontación en este mismo momento. Entender esta dialéctica entre Estado cubano y “oposición” visible, es una buena manera de entender la estrategia de contención que el propio gobierno y sus terminales mediáticas utilizan. No entender esa relación es poco menos que no entender políticamente la situación cubana. 

Los Patriotas Vitales, Yotuel Romero y Alexander Abreu, ni por asomo están cerca de comprender y abordar en serio el enmarañado asunto cubano. Eso implicaría un ejercicio de rigor teórico y de laboriosa construcción de una propuesta política, que tenga en cuenta, con resignación si quiere, que se marcha en contra de una mayoría significativa de dentro (y quizá hasta fuera) de la isla. Un ejercicio de esta naturaleza está, por supuesto, fuera de todo plan y alcance intelectual de nuestros juglares. 

En su caso, la acción se resume al performance artístico al mejor estilo gramciano-postmoderno, de las hordas canto-danzantes del político español Pablo Iglesias. ¿Ironías del destino no? Vaya paradoja que tanto la madre Patria como la hija otrora tengan revolucionarios parecidos, que luchan por objetivos igualmente indefinidos en lo político, pero que se encuentran teóricamente en lados opuestos del espectro. 

Quizá, la respuesta a la encrucijada no sea tan extraña ni elaborada después de todo. Si se analizan las fuentes neoliberales que ambos grupos utilizan para su manutención, quizá se sorprenda el lector al encontrar más de una coincidencia. Aquí las ideologías específicas poco importan, mientras apunten al objetivo “global”, conocido por todos. Es decir, someter los estados nacionales al control del capital financiero internacional, sin importar el color de su pancarta política ni la mano con que saluden sus líderes. Sin adentrarnos del todo por estos rumbos, sólo diré que también de todo ello hay en caso cubano. 

Pero volviendo a lo sistémico del problema antillano, sostengo que si mañana Díaz Canel y Raúl como por arte de magia desaparecieran, el Estado (sus instituciones e integrantes) tendría que inventarlos de nuevo. Y esta tesis puede ser invertida dialécticamente. Si mañana Patria y Vida dejase de cantarse, sería el propio Raúl el que a voz en cuello la cantaría en plena plaza de la revolución, con video clip y body painting incluido. De aquí la premura en salirle al paso con este “nuevo intento de desestabilización por parte de los “pagados por el imperio”, que dirá el periódico Granma

Para el sistema que rige hace 60 años en Cuba, no hay nada mejor que una buena “campaña contrarrevolucionaria” que parezca auténtica y peligrosa. Tal y como en el vecino norte hay un complejo militar industrial que necesita la guerra para subsistir, en Cuba hay una nutrida red de agentes de Seguridad e Inteligencia, de cuya supervivencia depende el accionar del “enemigo externo” y sus acólitos domésticos. A estos defensores asalariados del régimen habría que añadirles también las interesadas huestes de viejos mastodontes del pensamiento soviético, neo-empresarios ultra capitalistas que viven del ‘socialismo cubano’ (de qué si no), militares, dirigentes de todo pelaje, y pueblo pobre y sin nada que perder, que estarían dispuestos a morir peleando por la revolución, con tal de no caer en la certeza de que sus vidas han sido más bien una mentira creída a conveniencia de una casta privilegiada. A estos amplísimos segmentos, las ‘causas universales’ como la ‘Democracia y la Libertad’, poco o nada dicen. De aquí que sea esta y no otra, la dialéctica que le interesa mantener al Estado en Cuba, dado lo etéreo de su condición. 

Mientras el “ataque” se mantenga en esta zona de inocuidad permanente para el régimen, todo marchará como hasta ahora. Los San Isidros Sorosianos y sus cantores de turno por supuesto que no lo saben, pero tampoco eso importa mucho. Tanto para estos como para sus represores, no se trata de transformar, si no de continuar. “Somos continuidad” diría Canelo. A lo que Yotuel pudiera añadir sin reparos, “nosotros también”. Al final, todo este ruido melódico únicamente ha venido a distraer la atención de los problemas gravísimos que materialmente padece una buena parte del pueblo cubano. Y ya se imaginará quién, o más bien quienes, NO saldrán beneficiados de todo esto. 

Si en España, país de donde procede el escrito que se analiza, se ha sabido del asunto, a nadie quepa la menor duda que es porque Canel y Raúl así lo quieren. Es más: el escrito ‘crítico’ presentado en Posmodernia estaría siendo de gran ayuda al camarada presidente cubano. Todo apoyo a nuestra más aguerrida ‘disidencia controlada’ es una oportunidad aprovechada por el establishment de la isla. Todas las primeras planas que estos artistas comprometidos con la democracia y la libertad (aun sin que se sepa muy bien a qué se refiere con ello), así como sus “movimientos” artísticos respectivos, estarán envolviendo pescados a la vuelta de un tiempo. Y será corto, ya se verá.

Para finalizar, quisiera señalar que con todo lo dicho no estoy concluyendo que ese estado de cosas sea positivo o negativo. Mi intención es apuntar que, objetivamente, esta manera simplificada de entender, y acaso cambiar, la realidad social cubana, no es posible, al margen de los elementos que la estructuran en toda su complejidad. 

Tampoco estoy diciendo que el pueblo cubano, visto en su multiplicidad política y sociológica, debe resignarse a padecer eternamente las penurias que le aquejan por las razones históricas que así se lo imponen. Lo que quiero destacar es que esto, que pudiera percibirse como una nueva esperanza en la batalla contra la casta asentada en el Palacio de la Revolución, no es más que humo y espejos. Una operación de marketing a la que se han montado algunos pescadores de rio revuelto.   

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