Países no alineados

   El Tercer Mundo

Tras las Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría entre las barras y las estrellas contra la hoz y el martillo no agota este período histórico. En rigor, no se trataba de un mundo bipolar (como, entre otras cosas, el conflicto chino-soviético mostraría). En todo caso, podemos llamarlo bipolar si nos referimos a que existían dos superpotencias, pero había otras potencias con mayor o menor potencial. Y entre las superpotencias una de ellas mostró tener pies de barro, pero de sus náufrago ha resucitado Rusia como potencia militar, que no es poco.   

En 1960 ya había síntomas de fractura chino-soviética de cara a dirigir a los países subdesarrollados y no comprometidos con las dos principales potencias de la Guerra Fría. Los veintinueve Estados africanos y asiáticos (a los que se incorporaría Yugoslavia) que celebraron en Bandung (la capital de Indonesia en la isla de Java) entre el 18 y el 24 de abril de 1955 un encuentro de países «neutrales» o «no alineados» con Estados Unidos o la Unión Soviética en la Guerra Fría, de ahí que los países se autodenominasen «no alineados», aunque etic se les señaló como «grandes bloques regionales» y «Tercer Mundo», formula que acuñó un periodista de La France en reminiscencia al «Tercer Estado» del político y eclesiástico francés Emmanuel-Joseph Sieyès en 1789. La analogía sostenía que así como el pueblo francés del Antiguo Régimen carecía de privilegios, estos Estados estaban excluidos de los privilegios político-económicos de los países desarrollados. 

Los países no alineados tenían en común la pobreza, la falta de desarrollo industrial y sus economías producían básicamente productos primarios. Estos países se comprometieron a impulsar la descolonización. «Las cenizas del “Tercer mundo” son, en efecto, sólo un resultado del esplendor del mundo privilegiado, del “primer mundo”» (Gustavo Bueno, El mito de la izquierda, Ediciones B edición de bolsillo, Barcelona 2004, pág. 200).

Los principales convocantes de la conferencia de Bandung fueron el presidente de Indonesia, Ahmed Sukarno, el primer ministro de la India, Jawaharlal Nehru, y el reciente presidente de Egipto, Gamal abdel Nasser. De haberse convocado cinco o seis años más adelante la conferencia entonces habrían asistido representantes de muchos más países africanos recién independizados. «Entre los países que integran el de No Alineados algunos son Ancien Régime -como Irán, Arabia Saudita o Jordania-, otros resultan ideológicamente tibios, como la India, y otros -en particular el llamado Grupo de los Seis y la Indonesia de Sukarno- se presentan como “Estados revolucionarios”» (Antonio Escohotado, Los enemigos del comercio III, Espasa, Barcelona 2017, pág. 459).

Entre los países no alineados o neutralistas destacaba la India de Jawaharlal Nehru, la Indonesia de Sukarno, el Egipto de Nasser y la Yugoslavia de Tito. Si bien la voz de estos países fue más oída en Moscú (con Jruschov al mando, es decir, en plena desestalinización) que en Washington (con Eisenhower como presidente y John Foster Dulles como secretario de Estado), fue más bien por las reacciones de sus interlocutores, más que una opción de fondo. John Foster Dulles llegaría a decir que «país no alineado, país perdido para Occidente» (citado por José Luis Comellas, Historia breve del mundo reciente, Ediciones Rialp, Madrid 2010, pág. 116).

No obstante, los países no alineados se posicionaron más a favor de China que de la URSS. De hecho China, a pesar de ser un país comunista (como también se autoproclamaba así la Cuba castrista o la Yugoslavia de Tito) fue invitada a la conferencia de Bandung aun siendo admitida a regañadientes, pese a que sería un gran asesor para los países no alineados, los cuales esperaban que China se desviase de la influencia de Moscú (cosa que terminaría ocurriendo y ya por entonces se manifestaban los primeros roces). Chinos y soviéticos querían liderar o canalizar a estos países y al querer lo mismo estas potencias se pusieron en desacuerdo. Entre los partidos comunistas de cada país hubo escisiones o microfracciones entre prosoviéticos y maoístas, lo que internacionalmente era la completa escisión entre la quinta y la sexta generación de izquierda. No sin total falta de razón, la China de Mao se autoproclamaba campeona de todos los pueblos oprimidos por el imperialismo, como si lo hiciese para resarcirse del Siglo de las Humillaciones que vivió el Imperio del Centro entre la segunda mitad del XIX y la primera del XX.

En la conferencia de Bandung dejó dicho Nehru: «¿Nosotros, los países de Asia y África, no tenemos ninguna posición positiva, excepto ser pro-comunistas o anticomunistas? ¿Hemos llegado a esto, a que los líderes del pensamiento que han dado las religiones y toda clase de cosas al mundo tengan que adherirse a tal o cual grupo o ser parásitos de este partido o del otro, satisfaciendo sus deseos y de vez en cuando dándoles alguna idea? Esto es sumamente degradante y humillante para cualquier pueblo o nación que se respete a sí mismo. Me resulta intolerable pensar que los grandes países de Asia y África se hayan emancipado solo para degradarse o humillarse de esta manera» (citado por Henry Kissinger, Orden mundial, Traducción de Teresa Arijón, Debate, Barcelona 2016, pág. 207). 

    Países no solidarios  

Todo esto no quiere decir que los países «no alineados» estuviesen cohesionados y formasen un tercer bloque compacto en la época de la Guerra Fría, y de hecho hubo más muertos en conflictos civiles en el interior de estos países que en los conflictos externos a los mismos. 

La primera conferencia de los países no alineados se celebraría en Belgrado en 1961 (y después se celebraría una en El Cairo en 1964 y otra en Lusaka en 1970). En la cumbre de Belgrado apareció un cuarto aspirante (entre Sukarno, Nehru y Nasser) a liderar el movimiento: el mariscal Tito, que se había emancipado de la URSS y que dirigía el único país de Europa del Este que no formaba parte del Pacto de Varsovia. El mariscal era muy respetado, pues expulsar a los alemanes y reunificar Yugoslavia y además plantarle cara al mismísimo Stalin no está a la altura de cualquiera (y además le sobrevivió al Vozhd casi 30 años).  

También Fidel Castro quería abanderar la causa de los países no alineados, ya que la No Alienación inclinaba cada vez más su posición contra Occidente, en contra de lo que se acordó en Bandung en 1955. Esto a la larga debilitó a los países no alineados y cada vez eran menos los países que presentaban a sus representantes en las conferencias y la idea (aureolar) de un «Tercer Mundo unido» se hacía cada vez más vaga e irrealizable. La crisis petrolífera de 1973 hizo el resto para que el proyecto de alianza de países independientes de Moscú o de Washington se difuminase. Y a ello, aunque no con excesivo esfuerzo, contribuyeron tanto americanos como soviéticos, pues si tales países fueron insolidarios ocurrió así porque, entre otras cosas, ni los primeros ni los segundos estaban dispuestos a consentir un tercer gran bloque. Por eso -como decíamos al principio- el mapamundi de la Guerra Fría era bipolar. 

Si en el Congreso de Belgrado en 1961 había 25 Estados representados, en 1970 en el de Lusaka se llegó a 65. Esto, lejos de conseguir que se hiciesen más fuertes, hizo que se incrementase la heterogeneidad y los distintos intereses de los diversos países. Lo único que tenían en común estos países es que todos eran del «Sur», todos salían de su condición de dependencia y todos querían avanzar hacia el desarrollo, pero el hecho de querer lo mismo ponía a estos países en desacuerdo. Los países no alineados formaban un grupo tan heterogéneo que no era posible que llevasen a cabo una iniciativa de acción política concertada y unitaria que repercutiese geopolíticamente en la dialéctica de imperios contra yanquis y bolcheviques, como los finis operantis de los reunidos en Belgrado se proponían. Aun así estos países formaron esta plataforma para presionar a las superpotencias enfrentadas en la Guerra Fría, para por fin acelerar la descolonización que era en realidad el objetivo de estos países (de ahí que reivindicasen los derechos humanos y el derecho a la autodeterminación de los pueblos, derechos -por cierto- muchas veces incompatibles entre sí).

En la década de los 60 la heterogeneidad del movimiento de los países no alineados se hizo más manifiesta y la supuesta unidad que se quiso forjar en Bandung se aflojó por la tensión entre China y la India (país que actuó de nexo en la constitución del movimiento), la reactualización del crónico conflicto entre la India y Pakistán y también influyó el conflicto chino-soviético que provocó escisiones y fisuras en el movimiento y desprestigió a las dos potencias comunistas. 

Esto hizo que se incrementase la heterogeneidad y los distintos intereses de los diversos países. Lo único que tenían en común estos países es que todos eran denominados «países del sur» (lo cual no quiere decir que todos estuviesen ubicados en el Hemisferio Sur), todos salían de una condición de dependencia  y todos querían avanzar hacia el desarrollo; pero el hecho de querer lo mismo ponía a estos países en continua discrepancia y por lo tanto no fueron capaces de organizarse para llevar a cabo operaciones efectivas con alcance geopolítico. Así que los países no alineados no lograron configurarse como una plataforma geopolítica coordinada y con relevancia como si formase una totalidad atributiva (solidaria contra Estados Unidos y/o la Unión Soviética), ya que finalmente resultaron ser un conjunto disperso o totalidad distributiva insolidaria. Es decir, no fueron capaces de conformarse sinalógicamente con planes y programas geopolíticos sólidos y con repercusión en dicho mapamundi frente a los dos grandes Imperios y se quedaron, pese a sus semejanzas, isológicamente en la desconexión geopolítica, sin perjuicio de que coyunturalmente determinados países no alineados sostuviesen una fuerza operativa que afectase al orden o influencia de Estados Unidos o de la Unión Soviética e incluso de otros países no alineados. Los países no alineados fueron finalmente países no solidarios, es decir, los países no alineados con la URSS o con Estados Unidos tampoco se alinearon entre ellos mismos.

Dicho de otro modo: Los países no alineados se definían en función de los «Bloques» afrentados en la Guerra Fría ante los cuales trataron de ser más o menos neutrales, pero al presentarse como comunidades independientes y reconociéndose entre ellos como tales no compusieron un tercer bloque o totalidad atributiva, sino que se quedaron en una totalidad distributiva que irremediablemente acabó en insolidaridad y en establecimiento de otras alianzas en el nuevo mapamundi que dejó el fin de la Guerra Fría.  

«Por otra parte, la simple filosofía negativa de “ni lo uno ni lo otro” difícilmente podía generar un mínimo de afinidad ideológica o de proyectos de vida en común entre los países miembros de esa pretendida comunidad. Tales son las claves de que el heterogéneo “tercer mundo” no haya constituido nunca una unidad, y sí haya sido escenario de frecuentes discordias entre sus componentes. Si estas discordias desembocaron con frecuencia en casos de guerra abierta fue como supo observar Raymond Aron, precisamente porque no constituían un peligro cierto para ninguno de los dos grandes bloques. Una guerra entre la India y Pakistán, aunque podía significar la movilización de fuerzas muy grandes, no podía romper decisivamente el equilibrio del mundo, y mucho menos otra entre Camerún y la República Centroafricana. De las doscientas guerras que por desgracia han ocurrido en el planeta durante la segunda mitad del siglo XX, apenas en dos, las de Corea e Indochina, se han implicado los dos bloques dominantes, Este-Oeste. Y cuanto más insignificante o lejanos han sido los países contendientes, más olímpica ha sido la indiferencia de las grandes potencias hacia el conflicto. Sólo a partir de los años ochenta y noventa, cuando ya la desaparición de una de las dos superpotencias no era un obstáculo para la libre actuación de la otra, y cuando el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas empezó a tener un papel de intervención y arbitraje más fuerte, se vio una mayor preocupación de la comunidad internacional por los conflictos armados en el área del Tercer Mundo, con indiferencia de la ideología de los contendientes, o del interés directo que la contienda pudiera tener para los grandes países» (Comellas, Historia breve del mundo reciente, págs. 70-71).

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