¿Porqué triunfan Silvia Orriols y Aliança Catalana?

¿Porqué triunfan Silvia Orriols y Aliança Catalana?. José Alsina Calvés

Este artículo contiene unas reflexiones que proceden de observar unos videos grabados en Barcelona el último 11 de septiembre, supuestamente “diada nacional de Catalunya”. Lo primero que llama la atención es la caída brutal de la asistencia con respecto a ediciones anteriores. De más de un millón de asistentes en los momentos álgidos del “pruces” se ha pasado a unas cifras que oscilan entre veinte y treinta mil asistentes.

Aparte de esta cuestión, por otra parte, obvia, hay otros a resaltar. En primer lugar, la elevada edad media de los asistentes. El grupo mayoritario entres los manifestantes parecen ser los jubilados, y la escasa asistencia de gente joven es una mala noticia para los fanáticos de la independencia. Otros aspectos a resaltar eran la sensación de frustración y un cierto resentimiento contra líderes y partidos independentistas, sin que, por otra parte, ello se tradujera en apoyo pasivo a las entidades, supuestamente no partidistas, como ANC u Omnium.

Estas observaciones y consideraciones no eran validas para un sector concreto de la manifestación: el del nuevo partido Aliança Catalana, encabezado por su lideresa indiscutible, Silvia Orriols. Allí se veía entusiasmo, identificación absoluta entre la líder y sus seguidores y una presencia notable de gente joven. Este sector de la manifestación avanzaba entre insultos de otros sectores de la misma. Los que vociferaban eran básicamente abueletes juviletas y “charos” de pelo teñido de rojo, cuyo eslogan preferido era un clásico del antifascismo más casposo: “fora feixistes dels nostres barris” (fuera fascistas de nuestros barrios), como si los barrios fueran suyos, y como si los presuntos “fascistas” no vivieran en ningún barrio.

Frente al desanimo, la frustración, la falta de liderazgos y la escasa presencia de gente joven entre los sectores del separatismo clásico destaca el nuevo partido, por presentar rasgo totalmente opuestos. En este artículo queremos analizar el fenómeno y buscar alguna explicación.

En primer lugar, destacaremos la personalidad de la líder. Aliança Catalana es un partido que no puede concebirse sin su líder, Silvia Orriols. Esto es fácil de entender si la comparamos con personajillos como Puigdemont, Junqueras, Rufian o el terrateniente que dirige la ANC. Aparte de que no tiene sobre sus espaldas el fiasco histórico del 2017 (“ho tenim a tocar” y demás sandeces), Silvia es una mujer que habla claro, y que de la sensación de creer de verdad en lo que dice, cosa que da un tremendo valor añadido, considerando el nivel de la clase política, tanto a nivel de Cataluña como del resto de España.

Pero yo creo que el factor fundamental hay que buscarlo en las tremendas contradicciones ideológicas que arrastra el nacionalismo e independentismo catalán desde sus orígenes. No hay más que leer La nacionalitat catalana de Prat de la Riba. Nacido en ambientes conservadores y católicos, casi tradicionalistas, es enarbolado ahora como una bandera de la izquierda y se apunta al antifascismo más casposo. De La tradición catalana de Torras i Bages, o de Catalunya será cristiana o no será, de Bofill i Mata, al fora feixistas dels nostres barris, consigna con la que querían provocar las charos a los manifestantes de Aliança, hay toda una manifestación de contradicciones en lo más esencial. Mención aparte es que es muy probable que las mencionadas charos no hayan oído hablar nunca en su vida de Prat de la Riba, de Torras i Bages o de Bofill i Mata. El que algunos sectores más radicales del independentismo hagan suya la consigna mori el mal govern (muera el mal gobierno), propia de los campesinos tradicionalistas y protocarlistas catalanes es otra muestra de contradicciones e ignorancia de los propios orígenes.

Pero, la principal contradicción del separatismo catalán actual es querer ser “nacionalista” y, a la vez, rechazar cualquier planteamiento identitario. Prat de la Riba escribió que la Patria catalana es la terra dels morts (la Patria catalana es la tierra de los muertos), como un eco de la frase semejante de Charles Maurras. Ahora parece que cualquiera puede ser ciudadano de la “Republica catalana”, cualquiera, venga de donde venga, mientras asuma sus “valores” ¿Y cuales son?, pues “diversidad”, “feminismo”, “cosmopolitismo”, es decir, los propios del globalismo. Globalismo y nacionalismo son como el agua y el aceite.

Por otra parte, esta supuesta “diversidad” se limita a los que piensan como ellos. El colmo de la contradicción puede verse en el discurso del presidente de la entidad franquista Ominium cultural (digo franquista por haberse legalizado en los años 60, en pleno franquismo), en el que hizo un llamamiento a un independentismo que fuera “transversal”, “integrador” y respetuoso con la “diversidad”, para, a continuación, manifestar su rechazo al partido de Silvia Orriols.

Creo que otra de las claves del éxito de Aliança es haber superado, en parte, estas contradicciones. Aunque los presupuestos en que basa su discurso son históricamente falsos (nunca ha existido un “Estado catalán” supuestamente perdido), las conclusiones que derivan de estos supuestos son manifiestamente lógicas y no contradictorias. Si se considera que un andaluz o un murciano son “invasores”, ¿Cómo no se va a considerar invasor a un musulmán? Pero además este discurso antiinmigración (y por consiguiente, anti globalista) engarza con muchas preocupaciones del ciudadano de a pie: la delincuencia, la ocupación, y la creciente sensación de sentirse extranjero en su pueblo o en su barrio.

Aliança ha sabido tocar la fibra de la identidad. Es, probablemente, una identidad recortada y algo deformada, pero no deja de ser una identidad, y el ser humano, mal que les pese a los globalistas, es homo identitarius, y necesita el arraigo y la pertenencia.

Además, Aliança se permite “pescar” en dos caladeros distintos, aunque con amplias zonas en común: independistas frustrados por el fiasco de 2017 y gente harta de delincuencia (en gran parte ligada a la inmigración ilegal), ocupación y la creciente sensación de que el Islam está invadiendo su espacio público.

Además, la gestión de Silvia Orriols en el Ayuntamiento de Ripoll ha demostrado que, al menos a ese nivel, cumple sus promesas: ha acabado con el fraude de los empadronamientos irregulares y combate, con los instrumentos que tiene, la delincuencia y la ocupación ilegal.

Probablemente Silvia Orriols no será nunca presidenta de la Generalitat (ni presidenta de una hipotética Republica Catalana), como probablemente Marine Le Pen no será nunca presidenta de la República Francesa, pero será un referente importante en la lucha identitaria que hay que tener en cuenta.

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