Psicología del mártir de pega

Psicología del mártir de pega. Axel Seib

Sin justificar el terrorismo, es más, condenándolo enérgicamente, hay cierto tipo de terrorismo con el que estamos familiarizados. Terrorismo que de una forma remota, puede resultar más coherente que otro. Y me refiero al clásico terrorismo, normalmente irredentista, que hemos conocido en muchas formas y lugares. Y repito que no lo justifico.

Pero la cuestión es que, en un ejercicio bastante grande de ponerse en la piel de ciertos grupos asesinos, se puede llegar a ver ciertamente coherente que una persona convencida(o radicalizada) como para estar dispuesto a morir por una causa, tenga la misma predisposición a matar a sus semejantes. Entendamos que a pesar de lo repugnante, alguien que ha tomado el camino de la violencia como el único posible, y con la aceptación de la propia muerte como parte de esa decisión, entra en cierta coherencia lógica y discursiva. Porque cuando se entra en el «juego» de la violencia, lo fácil es entrar solo para hacer daño a otros y rehuir cualquier atisbo de sufrimiento propio. Incluso entre los terroristas hay tipos. Y siendo todos una lacra, no es lo mismo un terrorista que ha aceptado todas las consecuencias de la lucha armada que un oportunista con pretextos.

Vamos a ser claros. Un terrorista que ha decidido emplear la violencia contra un estado y está dispuesto a morir por la causa que defiende, siendo un criminal, entra en unos parámetros de coherencia y consistencia discursiva. Eso también lo hace más peligroso porque puede tener tendencias kamikazes. Pero, como digo, le ofrece una coherencia dentro de la barbarie. No así los casos a los que nos estamos acostumbrando en Europa en tiempos más recientes.

Hay otro tipo de terrorista que se ha convertido en demasiado frecuente. El terrorista que emplea la violencia, jamás contra el estado, sino contra los inocentes más débiles que encuentra a su paso. Pongamos el caso de los barbudos que van atropellando a familias en mercadillos y paseos. O los de los cuchillos. Individuos que se muestran dispuestos a asesinar a débiles e inocentes por llamar la atención, pero que no tienen ninguna  voluntad de morir ni sufrir por la ridícula causa que dicen defender.

Pero la mayor incoherencia se encuentra en el hecho de que el discurso de esos terroristas se sostiene sobre su rol como «mártires». No sé qué clase de mártir lamentable y ridículo acuchilla a niños y se sienta sonriendo a sabiendas que la policía no lo ejecutará y, probablemente, viva a todo tren en una cárcel pagada por el contribuyente. Bueno, si que lo sé,  ninguno. Lo mismo que entrar en un centro comercial con fusiles de asalto para matar inocentes a granel y salir corriendo como ratas para acabar llorando frente a la policía porque les han arrancado una oreja. O los anormales que han aparecido en alguna misa para atacar a un párroco septuagenario que lee un libro en lugar de arengar contra los infieles. No son mártires, son escoria aún más baja de lo que ya es un terrorista clásico.

Su psicología no se corresponde con la de un terrorista idealista. El terrorista que cree en su causa y en la violencia como única salida, curiosamente, no se suele creer mártir. Se entiende como una persona coherente con sus postulados al extremo. No es el caso de los «mártires» del terrorismo que pulula por  nuestra Europa.

La psicología de éstos «mártires» de salón de té, no es más que el de un delincuente corriente con medios más letales. Lo cual es coherente con gran parte de la extracción de esos terroristas. No todos, pero muchos suelen ser criminales de poca monta, nula moral y menor valor humano, que en un momento dado ven la oportunidad de erigirse como «algo más en su comunidad». Dejar de ser el pandillero roñoso que se pasa el día fumando hierba y sin construir nada positivo, la vergüenza de sus comunidades, para convertirse en un «héroe». En un «mártir de la fe». Una versión truculenta y lamentable del título «de incompetente a presidente».

¿Cuál es el problema de ese paso? Que no se puede pasar de nada a todo. Y es poco factible que un asaltaviejas armado que se pone a llorar porque la policía le agarra del brazo, pase a aceptar su muerte como parte de algo más grande. Pero puede intentarlo. Tienen la inmoralidad suficiente para matar inocentes y pueden simular que ejercen la violencia por una causa. Pero al final no son más que pretextos de una personalidad hedonista y decadente que se ha puesto el disfraz de guerrero de la fe. No es más que eso, un pretexto y un disfraz. Porque precisamente,  tienen nula capacidad ni voluntad de sacrificio. Podrán recitar unos versos antes de la matanza, pero no son guerreros ni terroristas coherentes, son lumpen con una indigestión de azoras.

Nadie en su sano juicio puede esperar que niñatos desdentados y analfabetos que roban a ancianos y niños a punta de navaja y en grupo, se conviertan en mártires. Hay quien lo cree. Pero es porque así lo quieren creer. Recuerdo la hermana de uno de los terroristas de las Ramblas a la que intervinieron las llamadas. Parece que sostenía que su hermano “está con Alá» porque «siguió el camino recto». Y parece que otros sujetos del entorno de los terroristas sostenían lo mismo sobre su condición de mártires. La lástima es que viven una ficción. No son mártires. Ni nadie de ese entorno está en el camino recto. No son más que execrable lumpen inmoral que, de existir algo más allá, se estarán pudriendo en lo más bajo del infierno junto a otros muchos como ellos.

No son mártires, no asumieron ningún tormento con dignidad y entereza. Son incluso algo más bajo que un terrorista. Son criminales comunes de nulo valor social ni moral que asesinaron a inocentes para poder tener un poco de gloria póstuma entre los suyos. No sé quién tiene la psique más perturbada, los terroristas que van de mártires o los tontos que les quieren ver así.

Top